PEDRO PABLO ELIZONDO. Mensaje Dominical
Este niño será signo de contradicción
Mensaje dominical
20º Domingo del Tiempo Ordinario
Entramos en un combate.
Queridos hermanos, la semana pasada en la Jornada Mundial de la Juventud en Cracovia, Polonia, con el Santo Padre había más de un millón de jóvenes y uno de esos grupos tuvo una reunión vocacional y después de una predicación les dijo el predicador: Levántense los que quieran irse al seminario porque sientan el llamado a ser sacerdotes. Se levantaron tres mil muchachos y los bendijeron los obispos. Luego dijo el predicador: Levántense las que quieran ir a un convento de religiosas consagradas, se levantaron cuatro mil muchachas, una cosa sumamente emocionante, sumamente impresionante, cómo Dios hoy sigue llamando a los jóvenes para entregar toda su vida al servicio de Dios y de la Iglesia. Y les decía el predicador: Ustedes que han aceptado el llamado de Cristo, están entrando en un combate. Apenas se decide uno seguir a Jesucristo en serio, se le vienen encima las tentaciones, las dificultades, el demonio, las inquietudes, las dudas. Esa lucha es de la que habla Jesucristo. Dos contra tres, tres contra dos, el padre contra el hijo, el hijo contra la madre. Hay algo que se opone al llamado de Jesucristo, ¿por qué? Porque el mundo es lo contrario de los que dice Jesucristo. Dice San Juan: “el mundo es concupiscencia de la carne, soberbia de la vida, avaricia de las riquezas”. Y Jesucristo dice: “bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos, bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia, bienaventurados los limpios de corazón”. Todo lo contrario de lo que dice Jesucristo, nos ofrece el mundo. Los que quieren seguir a Jesucristo van contracorriente. Por eso hay una guerra, por eso vine a traer la guerra, porque es una lucha, porque es un combate, porque Cristo dice una cosa y el mundo dice otra. Y entonces tú si quieres seguir a Cristo, tienes que ir contra el mundo, contra la carne, contra las pasiones, la soberbia, la envidia, la lujuria que llevamos dentro de nosotros. La carne contra el espíritu, el espíritu contra la carne. No tengamos miedo al enemigo, hay que coger el toro por los cuernos, hay que declararle la guerra al enemigo. Porque si no estamos con Cristo, terminamos estando contra él. Debemos enfrentar al enemigo como Jesucristo, cuando dijo: “apártate de mí satanás”.
No estamos solos, el Espíritu Santo está con nosotros
En esa lucha queridos hermanos, no estamos solos, está el Espíritu Santo. He venido a traer fuego a la tierra y cómo quisiera que ya estuviera ardiendo. A eso vino a traernos el Espíritu Santo, la fuerza, el fuego, el impulso, la gracia que nos ayuda a vencer las dificultades. Así que no tengamos miedo a la lucha, entramos en lucha si nos decidimos y optamos por Jesucristo, pero el Espíritu de Dios está con nosotros y es una fuerza que vence todo; esa fuerza del Espíritu Santo, arrasa con todos los enemigos y al final Cristo tiene que reinar y poner bajo sus pies a todos los enemigos.
Y el fruto de esta guerra, es la paz verdadera.
De esa lucha es de donde proviene la paz, es una guerra que produce la paz. La paz del Espíritu Santo, el gozo, la alegría, el amor, la bondad, la benignidad, la amabilidad y todos los frutos del Espíritu Santo; fruto de la lucha entre la carne y el Espíritu, entre el demonio, satanás y el Espíritu Santo. Abramos pues nuestros corazones para que el Señor, nos dé una bendición muy grande y podamos librar esta batalla y salir triunfantes con la paz, la alegría y el amor del Espíritu Santo. Así sea.