Misión Evangélica: “HONRA A TU PADRE…” Efesios 6:2
El padre de Facundo Cabral se fue de casa antes de que este naciera. Luego Sara, la madre de Cabral, fue echada de la casa junto a sus pequeños hijos, y Facundo no tuvo un techo donde nacer, por ello lo de su canción: “no soy de aquí, ni soy de allá”.
Él contaría que nació en una de las calles de La Plata en buenos aires Argentina, como presagio de lo que más adelante la vida le depararía: sinsabores, lucha y mucho aprendizaje, como preparando al gran apóstol musical para un camino que ni la muerte detendría.
Una noche, tras terminar un concierto, Facundo con 46 años encima, se llevó una gran sorpresa, en el pasillo lo esperaba su padre. “Lo reconocí porque era igual a la foto que mi madre siempre había guardado, pero con el pelo cano. Lo reconocí en el acto porque siempre vi esa foto.”, contaba Cabral. “Mi padre era todo un caballerazo. Era todo lo contrario a mí, era muy elegante, siempre bien apuesto. Estaba allí y me quedé congelado”.
Este era el primer encuentro con su padre, ¿se imaginan la tormenta de emociones, pensamientos y nervios que azotaban dentro de aquel hombre que paseaba su música por el mundo pregonando la paz, el perdón y el amor? ¿Qué hacer? Un día Cabral dijo sobre su padre: “Mi padre agotó el odio en mí, lo odie profundamente, había dejado sola a mi madre con siete hijos en un desierto insoportable. Murieron cuatro de hambre y frío en ese tiempo. Sobrevivimos de milagro tres”. Y ahora estaba frente a él, con todo el derecho de decirle todo lo que su corazón guardaba. En ese momento, el recuerdo de las palabras de su madre retumbó en su cabeza:
“Vos que camináis tanto, algún día te vas a encontrar con tu padre. ¡No cometas el error de juzgarlo! Recuerda el mandamiento: honrarás al padre y a la madre. ¡Segundo!, ese hombre que vas a tener enfrente es el hombre que más amó, más ama y más ha amado tu madre. Tercero, lo que corresponde es que le des un abrazo y las gracias porque por él estás gozando las maravillas de Dios en el mundo.”
El desenlace de este encuentro lo cuenta el mismo Facundo:
“Por eso cuando vi a mi padre nos acercamos, nos abrazamos y fuimos grandes amigos hasta el final de sus días. Aquella vez me liberé, dije: ‘Mi Dios, qué maravilloso es vivir sin odio’. Me costó años perdonar y pude hacerlo en un segundo. Y me sentí tan bien”.
No sé cómo haya sido tu padre, bueno o malo, pero, sí que es maravilloso vivir sin odio. Gracias a Dios por ese hombre que amó tu madre, lo amó hasta entregarse a él, y ambos te dieron la vida. Honra y ama a tu padre, será una gran lección para tus hijos, y ellos lo harán contigo.
¡Bendiciones amigos y hermanos del camino, del buen camino de Dios! Pbro. Carlos César González Cruz.