Lobos con piel de ovejas

Por Hilder Menéndez Castillo.

Los acontecimientos son por todos conocidos: un grupo de manifestantes se dirigió en caravana hacia la plaza de la constitución, donde se llevó a cabo un acto de protesta contra el posible “cierre” de 15 días anunciado por el presidente Giammattei.

Las consignas fueron muchas y muy variadas, pero principalmente se amagaba con desobedecer dicha medida, por considerarla ilegal, y se exigía al presidente la derogación del estado de calamidad.

Está claro que la manifestación pacífica es un derecho ciudadano, consagrado por nuestra constitución para defender las libertades y garantías del pueblo guatemalteco, algo que debe ser respetado por autoridades y particulares.

No obstante, el ejercicio legítimo de este derecho debe sujetarse a las condiciones que dicte la preservación del orden público. Una congregación de esta naturaleza, en medio de la crisis sanitaria que estamos viviendo, ponen en riesgo la salud de los participantes, de sus familias y de terceros inocentes.

Este es el principio elemental que olvidan los manifestantes, el goce de un derecho llega hasta donde cauce una afectación en la esfera de derechos de otro o, incluso, de la sociedad en su conjunto. Es por ello que debe realizarse un ejercicio de ponderación, que permita establecer límites razonables, que nos permitan a todos gozar de nuestros derechos en la mayor amplitud posible.

No hace falta ser experto en proporcionalidad e interpretación de principios jurídicos, basta con entender que vivimos en sociedad y que siempre habrá medidas más apremiantes que otras, así como afectaciones necesarias para garantizar el bien común.

Pero, seamos honestos, la manifestación presentaba más tintes políticos que de otra cosa. La oposición a las restricciones de movilidad fue el pretexto que encontraron actores disidentes para complicar la gestión gubernamental.

No es un momento fácil el que vivimos. Sabemos que esta clase de medidas tienen su repercusión económica, pero son las recomendaciones que se están aplicando en todo el mundo. Lo que se busca es evitar un colapso verdadero, no sólo en la economía, sino también en la salud de las personas, son vidas humanas.

Es ilógico exigirle al gobierno por circunstancias estructurales que se arrastran de tiempo atrás. Las autoridades han cumplido con su parte, han tomado las precauciones y todas las medidas adecuadas para reducir la tasa de mortalidad de esta enfermedad, que por hoy es lo principal.

Sé que detrás de estas exigencias hay ciudadanos de bien que sólo apoyan una causa que consideran justa, pero también hay mentes maquiavélicas que, detrás de bambalinas, buscan aprovechar la oportunidad y la necesidad del momento para beneficio propio.

En esa marcha destacaba una “reconocida” periodista con sus escoltas y uno que otro exdiputado,  que buscan a todas costa, tener los reflectores mediáticos, algo que en lugar de ayudar, los exhibió como los grandes mercenarios que son.

No es momento de minucias y de protagonismos políticos, lo que estos momentos requieren de nosotros es unidad. No se trata de Giammattei, se trata de Guatemala y lo que es mejor para sus ciudadanos.

Para lo que ha servido este evento es para desenmascarar a los enemigos de la nación, para exhibir a aquellos que sólo están buscando desestabilizar y golpear, en un momento tan crítico para el país. El juicio de la historia habrá de caer sobre ellos.

O, ¿a quién cree usted que beneficiaba esta marcha?

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