Triunfa ‘El Potrillo’ en la Plaza de Toros
El cantante reunió a 43 mil almas en el mismo escenario en el que se presentó “Don Chente” en 1993.
Por Agencias
Ciudad de México
Aunque aquel momento memorable que Vicente Fernández dejó grabado para siempre con su concierto “Un mexicano en la México” en 1993, cuando entre lágrimas se entregó a la Plaza de Toros México, siempre será difícil de superar, el hijo del charro de Huentitán, Alejandro Fernández, volvió a intentar superar esa emoción el pasado sábado.
Con un escenario muy similar al que utilizó su padre en 1993 (en forma de cruz y con una visibilidad de 360°) el “Potrillo” ofreció el segundo concierto de su carrera en la Plaza México, que a diferencia del concierto de su padre, este colocó una estructura erigida en el centro de la plaza, eligió la noche como escenografía, y salió a escena con un traje de charro en color negro.
Vicente en su momento, lo hizo de día, con una tarima color blanco, y un traje con textura de pana en color naranja, en un tono que recordaba a la calabaza o al ámbar, atuendo y detalles muy tradicionales, y elegantes para su tiempo.
En aquel 1993 Vicente ascendió a la tarima ante la mirada de 50 mil espectadores, y de la emoción no pudo soportar las lágrimas, al tiempo que interpretaba “No me sé rajar”. Este sábado Alejandro tampoco pudo contenerse, cuando durante un pasaje de su concierto recordó a su padre.
“Un abrazo hasta el cielo”, dijo Alejandro quitándose el sombrero de ala ancha, ranchero, negro con vivos en oro. Y mientras lo sujetaba por el ribete, cantó “Las llaves de mi alma”.
Al terminar ese tema, dedicó tres canciones más a su padre, “Por tu maldito amor”, “Volver, Volver”, y “De qué manera te olvido”, mientras el público que casi no sintió su butaca al estar de pie todo el concierto, cantaba, algunos con la cerveza en la mano, otros con la bota, algunos aventando sombreros que no rebasaban el burladero.
Después de poco más de dos horas de show, Alejandro se despidió agradeciendo su presencia a los asistentes, y se retiró ante el aplauso del público