El Bestiario: Las niñas ya no quieren ser Barbie

  • La coincidencia del estreno de dos grandes producciones de Hollywood, “Barbie”, de Greta Gerwig, y “Oppenheimer”, de Christopher Nolan, genera la ‘Barbenheimer’, la campaña de la ultraderecha contra el feminismo en el aniversario de Hiroshima  

SANTIAGO J. SANTAMARÍA GURTUBAY

EL BESTIARIO

Hacía mucho tiempo que no se veía tanta gente en las salas de exhibición. Colas en la taquilla, colas en la venta de palomitas, colas en los baños. No solo en México y España, donde el asfixiante calor empuja a buscar el fresco de la sala oscura. El fenómeno es mundial. La coincidencia del estreno de dos grandes producciones de Hollywood, Barbie, de Greta Gerwig, y Oppenheimer, de Christopher Nolan, ha generado la contracción ‘Barbenheimer’. Esta curiosa confluencia ha recaudado casi 1.070 millones de euros en 10 días en todos los países en los que se proyectan, de los que la comedia de la muñeca Barbie, de un feminismo para todos los públicos, se lleva la parte del león (unos 673 millones). Es “una victoria para el cine”, ha afirmado Francis Ford Coppola, uno de los grandes. Ni secuelas ni precuelas ni superhéroes vestidos con mallas, sino “películas únicas”, ha subrayado el director de ‘Apocalipsis Now’. Son películas, además, que no tratan al espectador como ganado, siendo comerciales, como demuestran los cerca de 250 millones invertidos solo en marketing y publicidad por ambas. Y reflejan una visión de la vida muy alejada de los postulados de la ultraderecha que campan por el mundo: desde las coñas con el machirulo Ken hasta el compromiso con la izquierda del poliédrico y contradictorio físico, padre de la bomba atómica, un héroe en su país, Estados Unidos, hasta que empezaron a perseguirlo por sus ideas.

En Japón aún no se ha estrenado “Oppenheimer”, porque la industria tiene en el país asiático sus propios tiempos para los ‘blockbusters’ americanos y porque no sería muy apropiado un 6 y un 9 de agosto, los días en que el ejército estadounidense arrojó en 1945 las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki que provocaron la muerte de alrededor de 250.000 personas y precipitaron el fin de la II Guerra Mundial. Tuiteros japoneses han respondido con el hashtag #NoBarbenheimer y con memes anunciando el estreno de Barbie entre las atacadas Torres Gemelas o con la protagonista subida en el hombro de Bin Laden. No todo es de color de rosa en ‘Barbenheimer’.

Las niñas ya no quieren ser “Barbie”. Lo interesante de la película de Greta Gerwig es el revuelo que ha despertado en esa parte del público masculino que se refugia en el rechazo ultra a todo lo que huela a feminismo. Obviemos por un momento la imposibilidad manifiesta de que Hollywood sea ahora feminista, o de que la rubia de plástico que protagoniza el taquillazo del verano y una omnipresente campaña basada en el viejo culto a la mercancía pueda ser la pura encarnación del poder femenino. Exigirle a Barbie que sea subversiva en un mundo en el que la propia subversión tiene valor de mercado tiene su guasa. “Barbie” contiene mensajes que pueden explicarlo. No me refiero a los guiños trans o queer, como cuando la muñeca fugada de Barbilandia reconoce ante los acosadores que la objetivizan sexualmente que no tiene genitales: “Ni Ken tampoco”, afirma. Lo interesante es cómo se expresa que el estatus de hombre o mujer no nos lo otorgan nuestras partes nobles, sino cómo nos construimos socialmente. Son los hombres quienes juegan a muñecas”. La mujer es el espejo donde se mira el hombre para obtener su propia identidad. Necesita una princesa para verse a caballo, en busca de alguien a quien salvar para salvarse a sí mismo. Solo se concibe como príncipe salvador, pero necesita que Barbie actúe como princesa desvalida.

 Cuanto más femenina es Barbie más masculino se siente Ken, y cuanto más se sale de los patrones de lo que se espera de una Barbie, buscando su propia autonomía, más perdido se siente él, pues esa imagen especular ya no reafirma su masculinidad. La película es un llamamiento a romper con ese círculo vicioso, esa complementariedad de género que atrapa a hombres y mujeres y nos impide buscar nuestra propia autonomía. “Ya no puedo volver a ser Barbie”, dice la protagonista. ¿Y por qué Ken no quiere dejar de ser Ken? Necesita a Barbie para obtener su propia identidad y eso es lo que explota la ultraderecha. Pero las niñas ya quieren dejar de ser Barbies. Kens del mundo, ¡libraros de vuestras cadenas! Se hicieron virales los casos de gente en México que se vistió de rosa para el estreno: un señor que posaba sonriente para la foto con un sombrero y un tutú rosa, idéntico al que llevaba a su pequeña hija.. 

Hay dos mundos, el de fantasía y la realidad. En la fantasía de Barbieland viven mujeres con todo tipo de fisionomías, condiciones y profesiones. Todas las mujeres se llaman Barbie y todos los hombres se llaman Ken. Una Barbie afrodescendiente es presidenta de ese lugar donde hay todo tipo de mujeres profesionistas destacadas. Ken es un guapo tontuelo sin profesión ni talento, simplemente enamorado de Barbie. No es una historia de amor ni va sobre una princesa. Está lejos de eso y esta es la historia que está rompiendo récords. Una película de Barbie suscite conversaciones súper serias casi marxistas sobre Barbie y Ken me parece un mérito mayor. Greta Gerwig no pudo haberlo hecho mejor. 

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