Volvió a caer el gigante

Tyson Fury es derrotado nuevamente por el ucraniano Oleksandr Usyk, en Arabia Saudit.

ARABIA SAUDITA
Por Redacción
De nada le sirvió pesar 25 kilos más que su oponente; tampoco ayudó su estatura mayor a dos metros ni la barba crecida que querían afeitarle horas antes del combate, Tyson Fury, “El Rey Gitano”, no recuperó su trono. Volvió a perder en Riad, Arabia Saudita, la misma ciudad en la que hace siete meses sufrió su primera derrota ante el mismo rival que ayer no dejó dudas; el monarca genuino en los pesados es el ucranio Oleksandr Usyk.


Usyk venció por decisión unánime para retener los cinturones de peso completo del Consejo Mundial (CMB), Asociación Mundial (AMB) y Organización Mundial (OMB) de Boxeo –renunció al FIB en junio-, con la unanimidad de las tarjetas de 116 y 112. Además de embolsarse 55 por ciento de una bolsa que según reportes fue de 190 millones de dólares. Pero lo más importante fue que esta vez no dejó dudas de su superioridad, pues la victoria de hace siete meses fue por decisión dividida.


A pesar de medir 1.91 metros, Usyk parecía un hombre pequeño frente al gigante británico cuyo físico de mayor tonelaje hacía ver esto como una pelea asimétrica. Pero el ucranio supo sacar ventaja a esas condiciones, más rápido y ágil, buscó lo que tenía a su disposición: el cuerpo y las zonas blandas del Rey gitano.


Desde el comienzo el ucranio buscó llevar el ritmo en el ataque, aunque al principio Fury sacó ventaja de su alcance con el insistente jab. Sin embargo, con el avance de los asaltos también creció Usyk, más dinámico, con espíritu de trabajador incansable que golpeó con frecuencia a su adversario.


Cuando la pelea había consumido la mitad de sus episodios daba la impresión de estar muy equilibrada, sin una ventaja clara para nadie. Fury aprovechó su tamaño y eventualmente sacudió con fuerza a Usyk, la estrategia era minar gradualmente al ucranio. Esa masa imponente del Rey gitano, pesó más de 127 kilos un día antes, se dejaba sentir cuando abrazaba a su oponente, quien había marcado 102 kilos. Un abrazo que se antojaba casi mortal, pe-ro que Usyk supo resistir.


El campeón traía sus planes bien claros y una condición que le permitió mantenerse combativo. La movilidad, precisión y la selección de golpes empezaron a inclinar la balanza en su favor. De hecho, intentó aprovechar el tamaño de su rival para castigar el cuerpo de Fury, quien se debilitó visiblemente en los últimos asaltos.


En el octavo episodio Fury ya mostraba signos de cansancio, poner en marcha esa masa gigante debe exigir demasiado esfuerzo, porque para entonces tenía me-nos potencia. Usyk trataba de actualizar aquella máxima del inmortal peso completo Muhammad Ali: revolotear como mariposa y picar como avispa. El ucranio entraba y picaba al cuerpo del agotado Fury, y éste intentaba contenerlo, abrazarlo para sabotear la pelea de su rival y cansarlo con el aplastante peso de su cuerpo.


Fury no claudicaba y de pronto asestaba un upper que hacía estremecer al oponente. Pero Usyk de inmediato respondió, lo conectó en pleno rostro y hundió los guantes en el cuerpo del británico.


Había preocupación en la esquina de Fury. Y el inglés recibió un regaño para que tratara de salvar la pelea en el último asalto. El gigante fue por Usyk, quien recibió un gancho poderoso que parecía capaz de derribar un muro de concreto, pero el ucranio lo soportó. El campeón sabía que ceder ante el embate del rival sería exponerse demasiado y disparó al cuerpo y a la cabeza. Ambos querían un cierre explosivo y en el lance se estremecieron con los impactos que intercambiaron.


Las tarjetas fueron unánimes y dejaron satisfechos a los asistentes. Fury estaba hecho una furia. Muy molesto, a saber si con el veredicto de los jueces o consigo mismo, por no saber cómo cobrar venganza por su primera derrota hace siete meses.

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