Una fe sin obras está muerta

Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como el metal que resuena, o el címbalo que retiñe. 1 Corintios 13:1.

Pbro. Carlos Cesar González Cruz.
En este mundo civilizado de hoy día, ya no debería haber injusticia ni violencia, creo que las marchas sociales de inconformidad estarían de más. Digo esto porque veo el avance y el desarrollo social que tenemos, ello debería hacernos más conscientes del deber humano en todos los aspectos.

El texto mencionado arriba ilustra que de nada sirve la mucha espiritualidad religiosa carente de amor, solo es un ruido que fastidia. «Una fe sin razón es fanatismo y una razón sin fe es ateísmo» dijo San Agustín de Hipona.


El acercamiento a Dios nos despoja del frío de indiferencia hacia los pobres; MUCHOS de ellos tienen empleos mal pagados, son explotados con jornadas largas y maltrato laboral.


El rico y el pobre son hijos de Dios, ambos son llamados para adorar juntos, pero al hacerlo recordemos lo que dijo Juan Crisóstomo: «¿Podrás estar contento y orando a Dios cuando tus brazos están llenos de alhajas, de anillos caros, de vestimentas caras y delicadas y a tu lado está tu hermano con hambre?

“Dios creó todas las cosas en común para todos, de modo que nadie padeciese de nada, pero la avaricia de unos pocos ha traído la pobreza de muchos.” Dónde quiera que veamos sueldos mal pagados con maltrato laboral, se está cometiendo una injusticia.


“El sumo bien está en la plegaria y en el diálogo con Dios, porque equivale a una íntima unión con Dios: y así como los ojos del cuerpo se iluminan cuando contemplan la luz, así también el alma dirigida hacia Dios se ilumina con su inefable luz.” San Juan Crisóstomo.

Así pues, una fe que no tiene acción no sirve, y hasta molesta la presunción del poder religioso, es como metal fastidioso que ensordece.


La pobreza social estructurada es mala cuando los que manejan la ley protegen al perverso, permiten el crecimiento criminal de una riqueza mal habida y consuelan al pobre con migajas sociales. Dios no quiere ni condena a nadie con la pobreza, y lo deben entender aquellos que de alguna manera presumen amarlo. A lo largo de la historia bíblica vemos un Dios redentor, salvador, que redime de la opresión y esclavitud para bendecir a sus hijos con el pan de cada día. En tanto que la riqueza puede alejarnos de Dios, la pobreza es una tentación para delinquir.


Solo dos cosas te pido, Dios; no me las niegues antes de que muera: Aleja de mí la falsedad y la mentira; no me des pobreza ni riquezas, sino solo el pan de cada día. Porque teniendo mucho, podría desconocerte y decir: “¿Y quién es el Señor?” Y teniendo poco, podría llegar a robar y deshonrar así el nombre de mi Dios. Proverbios 30:7-9.

¡Bendiciones amigos y hermanos caminantes del camino llamado vida!

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