SANTIAGO J. SANTAMARÍA GURTUBAY EL BESTIARIO

Juan Carlos I se ‘jubila’

España ya no tendrá dos reyes con un solo trono, como el Vaticano dos Papas, en “convivencia”, pero con un solo anillo del pescador…

SANTIAGO J. SANTAMARÍA GURTUBAY

Juan Carlos I ha comunicado el pasado 27 de mayo del 2019, a su hijo, el rey Felipe VI, su voluntad y deseo de dejar de desarrollar actividades institucionales y completar su retirada de la vida pública a partir del día 2 de junio, fecha en la que se cumplen cinco años desde el anuncio de su abdicación de la Corona de España tras el escándalo del caso Nóos. Aunque su participación en la agenda oficial de La Zarzuela no era intensa, el padre del rey tenía algunos actos representativos en actos culturales y entregas de premios. Su protagonismo se acrecentó a lo largo del año pasado en una serie de iniciativas y actividades públicas coincidiendo con el 40 aniversario de la Constitución y su 80 cumpleaños. Su intervención en la llegada de la democracia en España fue decisiva y su tiempo en el trono coincide con el período de mayor prosperidad democrática y económica española. Para muchos franquistas, “renacidos” hoy en torno al partido de extrema derecha, Vox, fundado a finales de 2013, y cuyo presidente es Santiago Abascal​, Juan Carlos Alfonso Víctor María de Borbón y Borbón-Dos Sicilias fue un “traidor”.

En una carta, que ha facilitado La Zarzuela, el rey emérito dice a Felipe VI que, transcurridos cinco años desde entonces, considera que ha llegado el momento de retirarse de la vida pública, dejando las actividades institucionales que ha venido realizando. Don Juan Carlos, según refiere en la carta, ha estado considerando esta retirada desde que cumplió 80 años el pasado 5 de enero de 2018. La celebración del 40 aniversario de la Constitución, en cuyo acto celebrado en el Congreso ocupó una posición relevante, acabó de decantar su decisión. “Fue un acto solemne lleno de emoción para mí, que me hizo evocar, con orgullo y admiración, el recuerdo de tantas personas que contribuyeron a hacer posible la transición política y renovar mi sentimiento de permanente gratitud hacia el pueblo español, verdadero artífice y principal protagonista de aquella trascendental etapa de nuestra historia reciente”, afirma el rey emérito. Juan Carlos I; termina la carta dirigida a Felipe VI subrayando su “firme y meditada convicción”: Hoy te expreso mi voluntad y deseo de dar este paso y dejar de desarrollar actividades institucionales, a partir del próximo 2 de junio. Tomo esta decisión desde el gran cariño y orgullo de padre que por ti siento, con mi lealtad siempre. Un grandísimo abrazo de tu padre.

El padre del rey se vio forzado a abdicar el 2 de junio de 2014 en un momento agónico de su trayectoria, rodeado de contrariedades físicas y espoleadas por el escándalo del caso Nóos, que salpicó a la infanta Cristina. Sin embargo, los 38 años que duró su reinado fueron mucho más que esa foto final que debilitó a la Corona. Su intervención en la llegada de la democracia en España fue decisiva y su tiempo en el trono coincide con el período de mayor prosperidad democrática y económica de España. Después de los escándalos que propiciaron su abdicación en 2014, como el caso Nóos y sus desaciertos cinegéticos en medio de una profunda crisis, la casa del rey redujo su presencia en la agenda oficial para preservar a la Corona de los supuestos efectos negativos relacionados con su figura. A partir de 2017, tras la sentencia que exculpó a la infanta Cristina en la causa de los negocios que su marido, Iñaki Urdangarin, hizo a la sombra de la casa del rey, Juan Carlos I empezó a recuperar protagonismo en los actos oficiales.

A pesar de haber dejado de ser jefe del estado y con unas facultades físicas en notable retroceso, Juan Carlos I siempre tuvo hueco en la agenda de actividades de la casa del rey, aunque también siempre desde la discreción y con intensidades que han sido fluctuantes. En estos años ha protagonizado unos 120 actos, ha pronunciado 30 discursos y realizado nueve viajes oficiales, la mayoría de carácter cultural, aunque en el último tramo (y coincidiendo con la etapa de interinidad política de España que limitó la actividad del Rey) también de significativa presencia política. Fue el caso de la firma del Acuerdo de Paz entre el Gobierno de Colombia y las FARC, la inauguración del Canal de Panamá, los funerales de Fidel Castro o varias tomas de posesión de presidentes iberoamericanos. El pasado 28 de noviembre, en la inauguración de la exposición fotográfica 40 años de democracia española, una historia de éxito, Felipe VI reivindicó el papel de su padre como “testigo y partícipe directo de la profunda y determinante transformación de España” tras la recuperación de la democracia, al igual que hizo un mes después en el acto solemne de la conmemoración de la Ley Fundamental en el Congreso de los diputados.

“Juan Carlos I ha vuelto a abdicar”, escribe el periodista español Rubén Amón. Renunció a la jefatura de Estado en beneficio de su hijo el 2 de junio de 2014, pero la retirada definitiva, anunciada estos días, implica despojarse de cualquier responsabilidad subsidiaria, atmosférica, o de cualquier papel institucional, más o menos como si hubiera decidido emprender el camino de Ratzinger en el Vaticano. Benedicto XVI “desapareció”, se abstuvo de desempeñar un papel incómodo de pontífice ausente-presente. La solemnidad de la decisión se reconoce tanto en la retórica de la carta remitida su hijo como en la fecha. Coincidirá la renuncia con el día de la “primera” abdicación. Y se produce cinco años después, a semejanza de un ciclo perfecto que ha predispuesto la transición hacia la retirada. Juan Carlos I era el padre del rey, del mismo modo que era el rey padre, una figura de la mitología constitucional cuya misión termina cuando el heredero ha demostrado volar sin que proceda temerse el desenlace de Ícaro en la emulación de Dédalo. Se retira el patriarca porque puede y debe hacerlo. Y porque las obligaciones protocolarias agotaban la expectativa de una jubilación en embarcaciones de recreo, celebraciones taurinas y cuadrillas de viejos amigos. Incluidas las excursiones a las satrapías del Golfo que tanto indignan a Pablo Iglesias.

Tiene ya 81 años el Rey, aunque el motivo de la capitulación de la vida pública no obedece a los especulativos motivos de salud. La prueba está en la asiduidad con que ha acudido estos días a la feria de San Isidro. Un hábitat propicio a sus aficiones pasivas que le han permitido reconocerse en la devoción de los toreros y en las ovaciones cariñosas del público. Cada tarde le han brindado la faena los matadores. O le han vitoreado el público vivas a la Corona y a España, más o menos como si Juan Carlos I representara un aliado de la tauromaquia, ahora que la exacerbación de la política ha convertido la corrida de toros en un fenómeno militante o en una transgresión al decorado de las correcciones. Seguirá acudiendo el Rey a la feria. Y se le podrá reconocer en otras escenas privadas que se contrastan en la vida social, pero la segunda abdicación resuelve al mismo tiempo las incomodidades que suscitaban los conflictos de sobre representación monárquica. Le disgustó a su majestad, por ejemplo, que no se le hubiera invitado a los actos oficiales que conmemoraron hace ahora dos años el 40 aniversario de las primeras elecciones democráticas. Le irritó al monarca asistir por televisión a la proeza que él mismo había protagonizado, del mismo modo que se produjeron otros episodios de colisión protocolaria, no por despecho hacia el Rey emérito sino por la misma peculiaridad que se localizaba en el Vaticano: dos papas en convivencia y coexistencia, pero solo un anillo del pescador.

Ha sido tan la intensa vida amorosa del ‘Don Juan Tenorio’ de la globalización y todavía marido infiel de la sufrida Sofía de Grecia, que es una ‘Misión Imposible’ el diferenciar el rumor de la realidad. Durante muchos años, gracias al silencio cómplice de los ‘mass media’ eran ‘secretos de Estado’ los romances extramatrimoniales con protagonistas de la farándula cultural como la actriz alemana Nadiuska, secundera en ‘Conan el Bárbaro’, con Arnold Schwarzenegger, la italiana presentadora y cantautora de ‘Fiesta’ Raffaella Carrá, la ‘Evita’ madrileña y Premio Granmy Latino Paloma San Basilio o hasta la manchega ‘violetera’ Sara Montiel. En la larga ‘Lista Schindler’ del romántico José Zorrilla, aparece la mismísima Diana de Gales, esposa entonces del eterno jubilado aspirante a la Corona Británica hasta que su madre Isabel II del Reino Unido lo quiera, Carlos de Gales. Las relaciones ‘reales’ fueron con la diseñadora balear Marta Gayá, la princesa de origen danés Corinna zu Sayn-Wittgenstein, y la vedette y ex esposa del domador de tigres Ángel Cristo, la locuaz y cruel Bárbara Rey: “Estas son dos tetas y no las de la Reina”

El anuncio de Juan Carlos I no le ha sorprendido, a la ‘indeseada’ periodista Pilar Urbano, quien nunca pudo entrar en el listado de las ‘Borbonas’. La belleza nunca fue su fuerte. Su mala hostia hacia ‘Juanito’ pareciera la de una mujer despechada de una telenovela española, mexicana, colombiana, brasileña, cubana… “El emérito no ha encontrado su lugar en ese gran patio que es la corona española. Porque, en realidad, él piensa y siente que ‘o César o nada’. Y por eso no asistió a la proclamación de su hijo el 19 de junio de 2014 tras una retirada que debió haber hecho antes. Su abdicación, como es evidente, fue con fórceps”. Especializada en la publicación de libros sobre temas de actualidad, entre los asuntos sobre los que ha escrito se encuentra la trama criminal de los atentados del 11 de septiembre de 2001 o el intento de golpe de Estado del 23-F en España, del que fue testigo directo por encontrarse en ese momento en la tribuna de periodistas del Congreso de los Diputados. Además ha publicado sendas biografías “autorizadas” de la Reina Sofía y el juez Baltasar Garzón. ‘La Pilarica’ nació en Valencia, en 1940. Actualmente publica sus colaboraciones en medios ligados a la derecha más rancia del periodismo actual español. También es miembro numerario del Opus Dei. El interés de sus columnas ‘monárquicas’ y ‘antijuancarlistas’ estriba en que tiene acceso a datos íntimos de la Familia Real de España. En su día ‘La Urbano’ era la que ‘transportaba’ las penas de la reina engañada por el rey  la opinión pública, muy necesitada de ‘noticias reales’ y de ‘sangre azul’.

La tragicómica periodista valenciana delira al hablar de su Juan Carlos. Estamos ante una historia de una ‘metiche’ en el Palacio Real de Madrid, a quien su principal inquilino nunca le dedicó ni una sola siesta o noche pasionales… Además de ser uno de los artífices dela restauración democrática en el país ibérico logró no caer en los brazos de Pilar Urbano, la periodista más idiota de la España de finales del siglo XX. Su personaje ‘marujiano’ y su avanzada locura en el presente siglo XXI nos hacen carcajear. “Habiendo sido tanto rey, le humilla no ser protagonista. Y, además, está el incordio de ser acompañado o acompañar a la reina en actos púbico. Demasiado para él”. Me imagino que no serán actos púbicos sino públicos. Alguna pequeña ‘bestia’ o ‘duende’ estuvo haciendo de las suyas en las teclas del viejo Lexicón 80 de Olivetti de Pilar Urbano.

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