Por German Gallegos «Triste y cansada» la Constitución.

 

Por German Gallegos Cruz

 

 

Atento recado a los constituyentes de 1917 Imagínense ustedes, que la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, de repente, se vuelve un ente animado; con capacidad para reclamar, exigir y entristecerse. Imagínense que con las capacidades descritas, de pronto se pare “erguida” ante los magistrados de la Suprema Corte de Justicia y, con voz de trueno le reclame al cuerpo cole­giado: Miren qué han hecho ustedes del sacrificio de los diputados constituyentes, y los pro hombres de aquella etapa histó­rica de la nación mexicana. ¿Con qué fin han escamoteado la verdad y la justicia en mi propuesta? Toda sociedad necesi­ta leyes, reglamentos y decálogos, para la convivencia armónica. ¿Qué ha hecho la Suprema Corte de Justicia de la Nación, para abonar generosamente a este supre­mo ideal? En términos generales solo han promovido la desigualdad y por ende la injusticia con sus privilegios “monárqui­cos”, que en nada contribuyen a cumplir con esencia primigenia de mis leyes. Acaso su conciencia no les reclama al oído que la percepción salarial de ustedes, lastima al hambriento? No puede ser posible tanta indolencia en quienes deben ser garantes de la aplicación irrestricta de la ley. ¿Cómo es posible que usted señor abogado Luis María Aguilar Domínguez, magistrado presidente de la Suprema Corte de Justi­cia de la Nación, pida en su discurso de mi aniversario secular, unidad sincera de to­dos los mexicanos, ante el asedio de hom­bres rencorosos contra patria de Hidalgo, Morelos y Juárez? Recuerde que la unidad se puede concebir de manera natural, solo entre iguales en derecho y obligaciones. Evidentemente, todos los magistrados de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, son gentes de privilegios magníficos. Na­die en México tiene los salarios que uste­des tienen, nadie en México, (excepto los legisladores) disfrutan de dádivas cuan­tiosas (como ustedes). Han de recordar que, yo, La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917, soy la norma fundamental o carta magna, establecida para regir jurídicamente al país, fijando los límites y definiendo las relaciones entre los poderes de la Federa­ción. Díganme ustedes señores ministros, ¿qué han hecho para impedir la violación de mis preceptos en cuanto a la legal divi­sión de poderes? ¿Por qué han permitido el avasallamiento del poder legislativo y el que ustedes representan, ante el omni­potente poder ejecutivo? Aquí empieza el desmantelamiento virtual de lo que yo re­presento (reprochó la Constitución) Todos los males que padece el pueblo de México, empiezan con la violación de sus leyes. La injusticia sienta sus reales, donde hay go­bernantes insensibles, abusivos y egoístas. De esta clase de gobernantes se ha llenado todo el territorio nacional, desde el más “modesto” e ignorante presidente munici­pal, al ambicioso gobernador estatal, hasta el frívolo y apátrida presidente de la Repú­blica. Nada nuevo se ve en el país, respecto a los gobernantes carentes de patriotismo y amor por México, (salvo muy contadas excepciones) por desgracia, la constante ha sido, el amor por los bienes materiales, la vida faraónica y la fantasía del poder perenne. Los mexicanos que soñaron con la posibilidad de la justicia pronta y expe­dita, se extinguieron para siempre. Hoy en día, solo veo rostros cínicos que burlan la ley y pisotean los derechos fundamentales de los gobernados. ¿Quién en este país no ha escuchado la palabra impunidad, que es de uso corriente en el vocabulario del pueblo? La “aplicación” de la ley se ha vuelto selectiva y fuente de ingresos ma­yores, para quienes se apropiaron de la exclusividad de comercializarla. ¿Cómo pudieron pensar en hacer institucionales los valores, plasmando en papel las leyes que debieran servir para fortalecer la con­vivencia social? Estas leyes que no debie­ran aplicarse provocando irritación, des­precio o intimidación a la ciudadanía. Eso es lo que menos importa a quienes tienen la responsabilidad de aplicarlas. Veo con mucha tristeza, el desmoronamiento de este país que debiera ser grande por natu­raleza. Pocos países como México, parie­ron hombres y mujeres con ideales claros y firmes propósitos en tiempos pasados. Pocos países como México, tuvieron hom­bres y mujeres con la disposición generosa de ofrendar su vida por una patria justa. Desafortunadamente esa estirpe se perdió y su simiente fue adulterada por la ambi­ción enfermiza del poder monetario. Solo quedan recuerdos, en el discurso vacuo de la clase política actual. Ahora que en­tro a la mayoría de edad, con cien años a cuesta, y remiendos ocurrentes en mi con­cepción original, luzco cansada, decepcio­nada y triste. No es posible que con guía y luz, siga en deuda el estado de derecho que soñaron mis creadores. La injusticia camina quitada de la pena, por todos los caminos de México. No hay adecuada se­guridad social, la democracia sigue en eta­pa experimental, y el abuso del poder pú­blico es el pan de cada día. Cumplir cien años sin pena ni gloria duele y duele en el alma (concluyó su reclamo nuestra Cons­titución). Así veo a nuestra carta magna. ¿Cuándo dejarán de usar dos raseros para aplicar la ley?, ¿acaso sigue vigente aquel principio injusto de: A los amigos la ley y la gracia…y a los enemigos, la ley a secas?.

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