Pasando por el proceso

Todos hemos recibido golpes en la vida, todos tenemos abolladuras. Las cicatrices nos recuerdan los momentos difíciles por los que pasamos.

La lucidez y la locura representan los dos extremos opuestos de la actividad mental. Mientras que la lucidez pertenece a la claridad y coherencia con las cuales razonamos, formamos ideas y las procesamos para una conducta y comportamiento adecuado; la locura es un estado de oscuridad mental, es la perdida de la capacidad mental para razonar y juzgar con juicio.

Cuando las abolladuras y heridas sufridas en la vida, son bien manejadas y procesadas, nos ayudan a entender, que pasar por ello era necesario, era parte de nuestro proceso para alcanzar la madurez y la realización como persona humana. Después de ciertas situaciones, ya somos otras personas.

Cuando no somos bien orientados o mal aconsejados, esas heridas o abolladuras quedan infectadas, nos marcan para siempre. Cuando pasamos por los lugares donde vivimos esas situaciones y vemos a las personas que nos lastimaron e hicieron daño, surgen inmediatamente los sentimientos de ira, resentimiento y aflora en la conducta y comportamiento obligándonos a actuar con de enojo y molestia o fingir olvido.

Todo ser humano debe adaptarse a las condiciones de la vida, para nadie la vida es sin problemas. Nos enfermamos y nuestro sistema inmunológico se fortalece con eso, después de una enfermedad del cuerpo, nos volvemos inmunes a ciertos virus, bacterias y microbios; las enfermedades tienen su razón de ser y son necesarias.


El proceso que nos ayudará. Las luchas, y dificultades de la vida son necesarias. Es un gimnasio donde la fe en Dios, el amor al prójimo y la obediencia, deben ejercitarse. En las manos de Dios seremos renovados y perfeccionados para su servicio. “Lo que no mata, fortalece.”


No son las personas, no es la suerte, no es el mal; es Dios que está trabajando en nuestra vida, él nos dará forma y las casas, situaciones y personas solo son medios.

«Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; Puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos.» Salmo 40:2.
Y estoy seguro de que Dios, quien comenzó la buena obra en ustedes, la continuará hasta que quede completamente terminada el día que Cristo Jesús vuelva. Filipenses 1:6

Pbro. Carlos César González Cruz.

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