Misión Evangélica: Sueños Rotos

Andrés nació en una familia acomodada, tuvo hermosa cuna de seda, linda habitación, juguetes caros y un futuro glorioso, al menos eso se esperaba.

Él soñaba con ser un médico veterinario, encargarse del rancho de su padre y vivir aún mejor de lo bien que sus padres vivían. A la edad de 15 años, cuando casi salía de la secundaria, su papá murió de un infarto, ya no puso seguir sus estudios, apoyo en la casa con las obligaciones del rancho. Dos años después su madre enfermó, cáncer en el estómago, una enfermedad prolongada y costosa, al grado de vender el rancho con la esperanza de salvarla, pero lamentablemente la madre murió cuando Andrés tenía 21 años. Ya sin padres, sin rancho y sin dinero emigró a la ciudad de Saltillo. Ya ahí, se enteró sobre una universidad de gobierno la cual contaba con internado con alimentos en la cual debía trabajar los fines de semana en la propia escuela para obtener la beca para ser estudiante en la carrera de médico veterinario zootecnista. Uno de sus maestros fue el catedrático Dr. Hermilo Daher, quien lo tomó para los trabajos los fines de semana.

Al concluir su carrera, el Dr. Daher lo contrató para trabajar en su rancho ganadero donde conoció a Raque, la única hija del Doctor, una joven hermosa con pasión por el rancho y los animales. Los jóvenes se enamoraron pasionalmente hasta hacerse la promesa de ser el uno para el otro en una ceremonia nupcial en la catedral del centro de Saltillo.  Años después murieron los papás de su esposa y ella heredó el rancho.

Estaba yo sentado en la sala de la casa de Andrés y Raquel aquella tarde fría después de la comida, por la mañana habíamos dado una vuelta por su rancho en los caballos los tres.

-Hermoso rancho Andrés, aquí hay queso, leche y carne de sobra, y ¡Cuanta fruta tienen los árboles!

-Amigo, esta es tu casa, cuando gustes venir, serás bienvenido.

-Pues, yo pensaba comprar un rancho igual, ya no lo haré, mejor te visitaré. ¡Qué afortunado soy al tener un amigo como tú! Jejejeje.

-Por la tarde te diré por qué yo fui tan afortunado.

 

Por la tarde entendí eso. Todos podemos tener sueños rotos. Una mano, un dedo, un recuerdo, etcétera pueden tenernos derrotados, inútiles, encadenados al miedo, de continuar viviendo, a seguir luchando, a retomar nuestros sueños de triunfo.

Ahí estaba Andrés, soñaba con ser un médico veterinario, encargarse del rancho y vivir aún mejor de lo bien que sus padres vivían.  ¡Sueño realizado!

 

En tu mano están mis tiempos; Líbrame de la mano de mis enemigos y de mis perseguidores. Sal. 31:15.

 

¡Bendiciones amigos y hermanos del camino, del buen camino de Dios! Ps. Carlos César González Cruz.

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