Misión Evangélica: «Mirando al cielo»

¡Qué triste es ver las vidas ingobernables! ¡Cuánta tristeza da ver e esos impotentes que no pueden mas que estar rendidos al gigante que los ha sometido!

Sea alcohol; neurosis, celos patológicos, drogadicción, o alguna otra perversidad. Algunos no quieren creer en Dios, otros no pueden creer y hay quienes, a pesar de creer, no confían para seguirlo.

Los primeros son rebeldes, salvajes, piensan que no necesitan a Dios. Los segundos, ya no pueden creer en Dios, ellos se hicieron un dios a su propia imagen, corrupto, que podían comprar de él los favores, cuidados y cuanto quisieran. Cuando este dios ya no les dio lo que exigían sus caprichos, lo expulsaron de sus vidas y lo mataron. Pidieron un amor imposible, pidieron el mejor trabajo, los mejores hijos, el mejor carro, la mejor casa, etc., al no obtenerlo, expulsaron su fe en su dios, lo mataron y lo abandonaron para seguir su camino sin Él.

Los terceros, piensan que creen, dicen a otros que creen; pero se engañan y engañan a los demás. Solamente mantienen un maquillaje que los hace ver como buenos, devotos, espiritualizados y piadosos. Hablan dulcemente, Jesús los llama “Sepulcros blanqueados, hipócritas”. Estos siguen siendo “Vidas ingobernables, impotentes a ellos mismos.

El Rey Nabucodonosor llegó a vivirlo en su propia carne:

-¿No es ésta la gran Babilonia que yo edifiqué para casa real con la fuerza de mi poder, y para gloria de mi majestad?

Aún estaba la palabra en la boca del rey, cuando vino una voz del cielo: A ti se te dice, rey Nabucodonosor: El reino ha sido quitado de ti; y de entre los hombres te arrojarán, y con las bestias del campo será tu habitación, y como a los bueyes te apacentarán; y siete tiempos pasarán sobre ti, hasta que reconozcas que el Altísimo tiene el dominio en el reino de los hombres, y lo da a quien él quiere.

En la misma hora se cumplió la palabra sobre Nabucodonosor, y fue echado de entre los hombres; y comía hierba como los bueyes, y su cuerpo se mojaba con el rocío del cielo, hasta que su pelo creció como plumas de águila, y sus uñas como las de las aves.

Mas al fin del tiempo yo Nabucodonosor alcé mis ojos al cielo, y mi razón me fue devuelta; y bendije al Altísimo, y alabé y glorifiqué al que vive para siempre, cuyo dominio es sempiterno, y su reino por todas las edades.

Todos los habitantes de la tierra son considerados como nada; y él hace según su voluntad en el ejército del cielo, y en los habitantes de la tierra, y no hay quien detenga su mano, y le diga: ¿Qué haces?

En el mismo tiempo mi razón me fue devuelta, y la majestad de mi reino, mi dignidad y mi grandeza volvieron a mí, y mis gobernadores y mis consejeros me buscaron; y fui restablecido en mi reino, y mayor grandeza me fue añadida_. Daniel 4:30-36.

Mantengamos la mirada al cielo amigos y hermanos del camino, es lo mejor. Pbro. Carlos César González Cruz.

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