Misión Evangélica: A propósito del amor y la amistad 

Eso que llamamos “amor y amistad”, que sirve de pretexto para ciertas libertades tirándole a libertinaje, tiene sus consecuencias reales para el mes de noviembre. Ya adentrándonos en esto, hemos de recordar que hormona, mata neurona. Recuerdo como mi madrina aconsejaba a su hijo, levantando su mano, señalaba amenazante con el dedo índice a su hijo:

__ Y por vida de Dios, no se te olvide que el amor es ciego, el matrimonio le abre los ojos y el divorcio le pone lentes__.

La verdad, en ese entonces yo y el chamaco no entendíamos eso, pero ambos nos sentíamos regañados con la advertencia.

Sin duda alguna, enamorarse es algo maravilloso, sea como sea la persona de la cual te enamoras, su aliento es dulce, su imagen te hechiza, minimizas sus torpezas y acciones rudas y su mal carácter. Te pueden advertir, pero “estás en la droga del enamoramiento”. Algunas personas califican al enamoramiento como “un periodo de sonsera”. La persona más inteligente, cuando se enamora no entiende razones, está postrada ciegamente ante el dios que adora. Cuando se casa abre sus ojos empieza a mirar a ese “ser divino” como un “diablo caído”. Lamentablemente muchas relaciones que empezaron muy bien, terminaron en una mala separación. Las gafas en el divorcio es el aumento para ver bien si se va a iniciar una nueva relación.

Todo trae consecuencias, la sexualidad debe de practicarse con responsabilidad. Mucha gente nacida en el mes de noviembre, puede ser producto de esos momentos de locuras de un día de san Valentín.

Bueno, el único amor incondicional y verdadero y por siempre, es el de Dios. Lo mostro en la obra de redención que hizo Jesucristo en la cruz por los pecadores.

Dios mostró su amor hacia nosotros al enviar a su Hijo único al mundo para que tengamos vida por él. El amor consiste en esto: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros y envió a su Hijo, para que, ofreciéndose en sacrificio, nuestros pecados quedaran perdonados. 1 Juan 4:9-10.

¡Bendiciones amigos y hermanos del camino, del buen camino de Dios! SJ. Carlos César González Cruz.

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