Misión Evangélica: «16 de octubre, Día Mundial de la Alimentación»

Dice mi sobrino, “Tío, tengo dos males difíciles de remediar: “como y me da sueño, despierto y me da hambre”. Joven que ha confundido el sentido de la vida, pues ya no come para vivir, sino vive para comer.

La pandemia nos llevó a valorar la existencia, a mejorar el régimen de alimentación, a administrar mejor los escasos recursos entre otras cosas mas.

La vida es dura y a ella tendremos que acostumbrarnos, bien sabido es que el ser humano se sabe acomodar, más aún si es a lo bueno. “A todo nos acostumbramos, menos a no comer”, decía mi primo que por necesidad se fue a trabajar a Canadá, donde por el frío te aclimatas o te aclimueres.

Comer bien, no es comer mucho y mucho bien nos hace entenderlo así, dice la Organización de las Naciones para la Agricultura y la Alimentación (FAO). Esta organización se fundó en 1945 un 16 de octubre, con el objetivo de liberar a la humanidad del hambre y la malnutrición y a la vez, gestionar de forma eficaz el sistema alimentario mundial.

Tiene dentro de sus finalidades, promover la información a todos los pueblos e inducirlos a que hagan conciencia sobre el problema alimentario mundial, y al mismo tiempo fortalecer la solidaridad en la lucha contra el hambre, desnutrición y la pobreza en el mundo.

La buena alimentación es fundamental para la supervivencia humana, no es posible vivir sin comer nada. Los gobernantes deben hacer conciencia sobre la condición de las personas en extrema pobreza, quienes se alimentan de viseras de animales, hígado de res, cabezas y patas de pollo, sopas instantáneas, etc., y la buena conciencia también debe estar en quienes, además de la pobreza monetaria, padecen de la pobreza mental, cuyas necesidades creadas les lleva a endeudarse sacando a crédito celulares caros, pantallas de lo mas reciente en tecnología, etc. Caray, como dijo mi primo el párroco de la capilla del Perpetuo Socorro: “Pobre del pobre que al cielo no va, lo friegan aquí y lo friegan allá”

Jesucristo nos enseñó a orar diciendo: “Danos hoy nuestro pan cotidiano” (Mat. 6:11) Pedirlo a Dios nos obliga también a ganarlo honestamente, con el sudor de la frente, no con el sudor del de enfrente, el dinero mal habido no es bendito. El dinero es como el respeto, se puede pedir, pero es mejor ganárselo. ¡Bendiciones amigos y hermanos del camino de la fe!

SJ. Carlos César González Cruz.

No hay comentarios