Masacre en Cuernavaca: «Dejaron de disparar sólo porque se acabaron las balas»
Lo que ocurrió la noche del martes, dicen jefes policiales, marca el recrudecimiento de la guerra entre los cárteles de Abel Maya y el XL, o El Señorón, por el control de la plaza y la venta de drogas.
MORELOS. Primero dispararon contra tres jóvenes que estaban en una parada del transporte público, luego dirigieron sus armas hacia un grupo de casi 100 personas que acompañaba el velorio de un adolescente en la colonia Antonio Barona, ahí hicieron blanco letal sobre ocho de ellas; otras 14 fueron heridas.
De súbito, la calle Lázaro Cárdenas, en el noreste de Cuernavaca, se tiñó de rojo y los gritos de miedo rompieron con el silencio que mantenían los dolientes para despedir a Arath, un muchacho de 16 años que falleció el lunes tras un accidente de motocicleta, en el libramiento del Paso Exprés.
Lo que ocurrió la noche del martes, dicen jefes policiales, marca el recrudecimiento de la guerra entre los cárteles de Abel Maya y el XL, o El Señorón, por el control de la plaza y la venta de drogas, principalmente cristal.
La dureza de sus acciones, suponen, se debe a sus alianzas con el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y células de Los Rojos, cuyo líder, Santiago Mazari El Carrete, cumple sentencia en un penal federal.
En ese ambiente, el pavor envolvió a los dolientes y provocó versiones encontradas sobre los autores materiales del atentado: unos dijeron que cubrían sus caras con capuchas y otros afirmaron que iban descubiertos, que eran entre cuatro y cinco hombres con armas de alto poder.
Los criminales, contaron testigos a la Policía de Investigación Criminal, llegaron a bordo de dos camionetas de color oscuro, bajaron en la esquina y dispararon contra tres jóvenes que conversaban en ese lugar.
Desde ahí, uno de los gatilleros giró su arma y disparó contra los dolientes que estaban en la calle, ante la insuficiencia de espacio en la casa del difunto.
Los otros también vaciaron sus armas, de uso exclusivo de las Fuerzas Armadas, sobre los asistentes del velorio.
La mayoría de la gente se arrojó al piso. Algunos dolientes contaron a sus familiares que los gatilleros se acercaron hacia sus víctimas para rematarlas, y hubieran seguido disparando, pero se quedaron sin balas.
Un muchacho que presenció la masacre y que salvó su vida relató a su familia que la mayoría de la gente estaba absorta en el sepelio, cuando se escucharon las primeras ráfagas de fuego.
Relata que buscó refugio y jaló a su primo, quien lo acompañaba. Cuando cesaron los disparos entró en shock, porque su primo tenía un balazo en la cabeza.
Información: El Universal.