Los sueños cobran vida

Por Yesenia Barradas

Playa del carmen

 

Del reciclaje a la belleza, al deleite de la transparencia y la iluminación, al vidrio soplado. Y es que la artesanía de vidrio soplado cautiva en Playa del Carmen.

Lámparas multicolores cuelgan del techo alto de una fábrica 100% playense, donde al fundirse el vidrio se despierta la creatividad.

Casi escondida sobre la avenida Chemuyil, se encuentra esta fábrica, una idea que se cristalizó en esta ciudad caribeña, pero que germinó en Guadalajara, de donde son sus impulsores.

“No fue fácil, empezamos una y otra vez -explica el encargado de la fábrica César Salazar-  pero al final todo valió la pena”, expresa.

Uno de los obstáculos fue precisamente la dinámica laboral en esta ciudad, donde la movilidad es una constante, varios trabajadores fueron capacitados, pero la mayoría, sin mayor arraigo, se fue.

La fórmula que les funcionó fue traer a sus trabajadores de la cuna, de Guadalajara, traer a quienes aman el arte del vidrio soplado y se logró consolidar lo que ahora es la fábrica de Vidrio Soplado Mexicano, que incluso recibe la visita de turistas extranjeros, quienes quedan maravillados por la forma sutil en que se trabaja con el vidrio.

Óscar Nuño Carrasco es el maestro, es quien cristaliza sus ideas, su imaginación, los sueños en figuras, es quien da la forma final. Sin embargo, todos crean, desde un vaso hasta un jarrón o el inicio de una lámpara, que podría terminar en un gélido país europeo.

Hacer un recorrido por la fábrica es como entrar a un pequeño mundo fantástico. Con paciencia, Miguel Vallejo explica paso a paso cómo inicia este proceso, desde la llegada del vidrio, que se torna común y peligroso en recipientes de plástico, pero que con toda la confianza son levantados con pala y llevados a un horno ardiente hasta convertirlos en la materia prima para realizar las figuras.

No hay mucho tiempo para premoldear, una vez que el vidrio fundido sale a la intemperie, los artesanos tienen poco tiempo para comenzar a darle una forma, sus manos son ágiles, precisas, pero delicadas, finalmente trabajan con vidrio.

Óscar Eduardo y Eduardo Salazar trabajan juntos para formar una vasija, con una rapidez asombrosa, una vez premoldeada pasa a otro proceso para darle un acabado especial en la boquilla.

Las piezas comienzan a formarse cual soldados esperando su turno para entrar al horno, el cual se encuentra a una temperatura ideal para darle el toque final y evitar que la pieza se quiebre.

 

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