Los Reyes nos ‘disparan’ sus roscones por la paz política
La prestigiosa chef francesa Jacqueline Soufflé elaboró en un artículo desenfadado en Le Monde, una exitosa guía gastronómica para cenar con comensales antagónicos en Nochebuena y Nochevieja y terminar en armonía el 6 de Enero…
Por Santiago J. Santamaría Gurtubay
El Bestiario
Amiga y conocedora de las idiosincrasias española y mexicana, Jacqueline explica, que es fundamental amortiguar las discrepancias con los entrantes. Para eso en España contamos con el jamón, auténtico elemento nacional de creación de consenso. Los comentarios en ese momento se limitarán a frases sueltas irónicas, pero no hirientes. Es poco probable que el discurso del Rey cree polémicas, porque solo se ve en algunas casas de derechas, de periodistas y de jefes de gabinete de partido, los demás ya si eso lo comentan al día siguiente. Si hablamos de una familia mexicana o española de las que se suelen ver en los restaurantes, los niños seguramente tampoco darán problemas: sus padres les darán los móviles y se pasarán la cena absortos. Quizá jugando con el whatsapp a llamarse “populista”, “fascista”, que ya hasta se lo dicen los niños en el recreo… En México, todo gira en torno a Andrés Manuel López Obrador, el nuevo presidente. Las élites políticas, económicas y sociales que le ponían a caldo por ser un ‘izquierdista’, como si no tuviera el derecho de salir elegido si los votantes apostaban por él. Le llegaron a poner el apodo de ‘Manuelovich’. Han dejado de seguir confundiendo sus deseos con la realidad. Andan más tranquilos acomodando sus intereses en la denominada ‘Cuarta Transformación de México’.
El problema, prevé Soufflé, es que con el vino la gente se irá calentando. Opina que las hostilidades se desatarán desde las opiniones más extremas, de Vox o Podemos, aunque no sabe cómo decir esto, porque supone equipararlos, como hace el PP, pero espera que el redactor lo ponga de forma que quede bien. Todos los españoles tienen un pariente de Vox de toda la vida, solo que hasta ahora no tenían partido para ellos solos, los pobres, sostiene esta observadora extranjera. A partir de ahora el primo Fernandito el facha, un suponer, ya es Fernandito el de Vox. Soufflé pronostica que llegará muy crecido tras el éxito en Andalucía. Estos comicios también han demostrado una distorsión perceptiva en el PP, por lo que al comensal afín al partido se le puede poner pollo y lo celebrará como si fuera solomillo. Hay que alejar de ambos al de Podemos, de vocación redentora y más en Navidad. Lo mejor es atiborrarlo a langostinos, pero con un problema: cuantos más devore, más sube la posibilidad de que se metan con él. Es elevado el riesgo de que salga el tema del chalé de Galapagar. En su caso el marisco se debe combinar con aperitivos pobres, tipo aceitunas. Esto ha sido una ventaja para los sociatas, pues antes se lo reprochaban a ellos. Ahora pueden ponerse morados a angulas sin que nadie diga nada, se les considera parte del sistema. Ideal para acallar al de Vox se antojan montañas de huevo hilado, casi envolverlo como en una crisálida, con el inconveniente de que le recuerda su infancia y la patria perdida.
En nuestro México no hay tanto problema con las siglas y sus diferencias ideológicas, como hay en el Viejo Continente. La capacidad camaleónica de nuestros políticos es impresionante. De la noche a la mañana abandonan sus colores rojo priista, amarillo perredista o azul panista y se transforman en un granate morenista, similar al podemista español. En nuestro Quintana Roo creo que hay más priistas que morenistas en el Movimiento de Regeneración Nacional que promovió en nuestro Estado José Luis Pech Várguez, hoy senador de la República. La cocina yucateca, la del frijol con puerco de los lunes, la de cochinita pibil, queso relleno… ha logrado una socialización de las botanas y platos fuertes, siendo accesibles al bolsillo de todo el personal…, con lo que hay más o menos tranquilidad. Los panistas están siendo más belicosos que los priistas en estos primeros cien días del presidente tabasqueño, sobre todo en Puebla.
Al de Ciudadanos en España y al del PAN en México tanto es sentarlo a la derecha o a la izquierda, se adaptará igual, pero también hay que pensar que acabará discutiendo donde se le ponga. Como suelen creer que ellos lo harían todo mejor si les dejaran, lo más práctico es aprovechar esta ensoñación suya para endosarles tareas engorrosas: ponerles a partir nueces, abrir ostras o cortar el roast beef. Empezarán de buen rollo, pero no hay que fiarse. Tan pronto se meterá con el primo del PP o el PRI como con la nuera del PSOE, el PRD o Morena, o ellos con él. En realidad es aquí, a tantas bandas, donde se puede liar más. Se les desactiva, opina nuestra especialista, con langostas y bogavantes, nécoras, percebes, chuletillas y cosas que den mucho trabajo. Son platos en los que uno siempre está haciendo algo, busca la servilleta, no se hila bien la conversación. Ante las dificultades, todo se deja en sobreentendidos mientras se hacen muecas con la boca llena. Se aconseja evitar el chorizo, da pie a bromas sobre la corrupción con los del PP o el PRI. Eludir absolutamente el concepto de unidad de España, en la Península Ibérica. En nuestro Yucatán, las castas divinas no están por secesiones o independencias. En Tierra Maya Rebelde, la ‘Guerra de las Castas’ sigue pendiente… Uno de los momentos críticos de la velada española, cuando sacan cava o, si no, como dijo Carmen Sevilla, champán del bueno. Si hay catalanes y vascos las variables se multiplican, según sean de un palo u otro, y todo se complica más. Si son del mismo tenor -sean nacionalistas o no- se les sienta juntos y pasan la cena admirablemente. Si no, mezclarlos por ahí y que sea lo que Dios quiera. A los vascos en todo caso se les desactiva con un bacalao al pilpil: pasarán la noche discutiendo dónde lo hacen mejor si en San Sebastián, Bilbao o Pamplona. Naturalmente yo creo que en Eibar, en el corazón de Gipuzkoa y Euskadi.
Los deprimidos de los partidos tradicionales pueden formar un buen centro de mesa, como espacio vacío de distensión, o una esquina tranquila, donde se pueden hacer fuertes con la bandeja de fritos. No se descarta que, al contrario de años anteriores de bronca, esta vez acaben abrazados. Por ahí ningún problema. Salvo que se les siente cerca un sobrino o cuñada de Podemos o de aquel ‘132’ nuestro sobre todo si es joven, que es lo que más les fastidia, y más aún cuando tiene razón. Evitar preguntar por la universidad del niño. Una buena estratagema para no discutir es buscar temas de ignorancia general (historia de México o de España, situación política internacional, los rollos del Mar Muerto). O aún mejor, abordar problemas reales, como el precio de los pisos, el futuro de las pensiones, por qué los escolares son cada vez más iletrados o el hecho de que el mundo se esté yendo al garete por el cambio climático. Ante estos asuntos, ajenos al debate diario, todos coincidirán en las mismas obviedades de circunstancia. Luego se hará el silencio y solo se oirá ruido de cubiertos. No se deben descartar escenas de efecto si la discusión deriva en el asunto de derechos de las mujeres y LGTBI. En todas las familias hay gais, y estas cenas navideñas son propicias a las revelaciones en momentos catárticos. Lo ideal sería hacer que lo confesara el de Vox o el extremista ‘yunquero’ del PAN, si es el caso, pero hay que emplear muchas botellas. Puede conseguirse mediante la demonización del partido, y que acabe saliendo del armario solo para demostrar lo tolerantes y normales que son. En todo caso, lo mejor para la cena es tratarlos como siempre, se los saluda y tal.
Las peores horas son pasada la medianoche, en lo profundo de la Navidad, cuando emerge la veta siniestra y fatalista de las familias españolas, o en la despedida ‘rosqueña’ de este domingo. El clima nostálgico-histórico puede ser catastrófico, las menciones a la Guerra Civil y la Transición, ETA y el Valle de los Caídos, al Porfiriato, la Guerra contra el Narco de Felipe Calderón, los gobernadores de Enrique Peña Nieto capturados por Interpol en medio mundo sin fallos judiciales todavía, y combinadas con escasas lecturas y disparates que se saben de oídas. Pero hay un truco final, servir unas galletas chinas, de esas con mensaje dentro, repartidas hábilmente para que cada papelito le diga a cada uno lo que quiere oír, y todos tan contentos.
Qué hacer si sale el tema: el experto recomienda expresar con asertividad que tenemos ideologías diferentes y que no es el momento de hablar de estos temas. Según él, además “aprovechamos esa polémica para sacar las deudas pendientes emocionales que tienes con esa persona. Por ejemplo: “Sí, sí, tú eres muy de izquierdas, pero no cuidas a la abuela”. Es mucho mejor hablar de temas neutros. La pregunta es qué ha sucedido para llegar a este punto en el que ni siquiera entre familiares, amigos y compañeros de trabajo sea posible ya discutir sin que ello suponga un ataque al otro, lo sea o no en términos objetivos. ¿Qué ha sucedido para que el irrespirable clima de las llamadas redes sociales que lo invade todo se haya trasladado al ámbito más privado de las personas convirtiéndolo en una prolongación del público? No seré yo quien dé la respuesta, porque no la tengo, aunque sí algunas sospechas de por dónde pueden ir los tiros. Y las menores no son el malestar social derivado de la crisis económica pasada (no para todos, evidentemente) y de la política que se derivó de ella y el narcisismo que invade desde hace tiempo a la sociedad y que nos hace pensar a todos que somos el centro del universo y que los demás orbitan a nuestro alrededor.
Así es difícil no ya ponerse en el lugar del otro, sino escucharlo simplemente, y así no es difícil comprender que cualquier discusión termine en el enfrentamiento y la descalificación a semejanza de lo que ocurre entre los políticos o en ese albañal moral que son las redes sociales, donde el anonimato hace aflorar lo peor del género humano. Si a ello le añadimos las deudas personales, los desencuentros, el champán, las afrentas maceradas en el tiempo, los tequilas, mezcales, caguamas, orujos y las antipatías mutuas sobrellevadas durante el año a regañadientes, no es de extrañar que las comidas navideñas y Reyes ya sean de la familia o empresa, acaben muchas veces como el Rosario de la Aurora, expresión ligada a enfrentamientos de antaño con una hermandad de feligreses. Y es que hubo un tiempo en el que religión era un asunto muy serio. Es curioso: ahora las cosas han cambiado aunque la expresión permanece. Suponemos que la discusión que derivó en el dicho debió ser antológica. Nosotros, afortunadamente, estamos en proceso de transformación en Cancún, Playa del Carmen, Chetumal…, y hoy nos comeremos un Roscón de Reyes, preludio de los tamales de Candelaria y los Carnavales.
Por cierto, en Nueva Orleans, Luisiana, Estados Unidos, comienzan mañana, 6 de enero, los desmadres y jolgorios en sus calles y escandalosos desfiles para prepararse para su famoso ‘Mardi Gras’, Martes de Carnaval, el 5 de marzo, para dar paso al Miércoles de Ceniza, Cuaresma y Semana Santa. Dos meses carnavalescos, casi nada. Tennessee Williams fue un destacado dramaturgo estadounidense. En 1948 ganó el Premio Pulitzer de teatro por ‘Un tranvía llamado Deseo’, y en 1955 por ‘La gata sobre el tejado de zinc’. Nos legó la frase “Estados Unidos tiene sólo tres ciudades: San Francisco, Nueva York y Nueva Orleans. El resto es Cleveland”. Vivió en el Barrio Francés de Nueva Orleans, la ciudad de Louis Armstrong y el Misisipi.
La ‘geopolítica’ de las mesas de las cenas de Nochebuena y Nochevieja para evitar que el salón lo conquiste el ‘Estado Islámico’; el tablero estratégico global es una ridícula partida de Risk comparada con la diplomacia necesaria para sentar a los miembros de la familia y amigos descastados; Fidel Castro le disgustaba tanto la labor de su cocinero oficial que, durante una cena de Estado, le espetó a Andrés Pastrana, entonces presidente colombiano: “No coma nada, luego yo le preparo una buena langosta…”; un ‘sancochero’, un tío con ‘touch off class’ y fiebres minimalistas de Ferran Adrià, ‘El Bulli’, intentan ‘envenenarnos’ los 31 de diciembre; la otra ‘última cena’ del 2015 de Luis Buñuel. En las cenas más famosas del año no hables de política ni de dinero. Son dos temas que “no entran en el protocolo”. Para disfrutar de la comida y que siente bien se deben evitar las discusiones a toda costa, y la política suele dar pie a entablarlas. Por ese mismo motivo no conviene sacar trapos sucios familiares ni temas que resulten conflictivos: ya tratarás otro día la herencia de la tía que regresó de Estados Unidos, ex amante de Donald Trump; la ruptura de la niña y ‘reina’ de la casa con su novio ex heroinómano y ex atracador, todo un relato salvaje de Pedro Almodóvar; y la salida del armario del machote futbolista fichado por el Barça, para jugar la ‘Regional Catalana’, una vez logren emanciparse de la España que les roba y dejen la Liga Española… Hablar de dinero es directamente una vulgaridad, propia de nuevos ricos, pijos de medio pelo y ejecutivillos con exceso de gomina.
No te cuezas ni te drogues (antes). No seré yo quien condene a nadie por evadirse de este mundo y sus miserias, a pesar de que me ‘coloco’ con puro refresco yocateco de chaya. Ahora bien, no pasa nada por contenerse y esperar un poquito. Una cosa es tomarse algo y llegar con un punto, pero sentarse cegatón a la mesa es una falta de respeto a la persona que ha cocinado y a los otros invitados. Recuerdo la película “Touch of Class”, comedia romántica británica película de 1973 que narra la historia de una pareja teniendo una aventura, que cae en el amor, con George Segal y Glenda Jackson como protagonistas. Siempre surgiría una personan que no se anda con rodeos. Eso podría provocar, como mínimo, una hemorragia diplomática en el núcleo familiar cuya cura necesitaría una amplia inversión en vino, recordar anécdotas del pasado y maledicencias hacia la televisión esa noche. Pero existe una forma de evitar estos accidentes. Puede leer, incluso seguir, estas instrucciones sobre dónde sentar a cada uno con el fin de que el salón de su casa no se convierta en un ‘Estado Islámico’.
La abuela es epígono del viejo México y la vieja España: todo el mundo las quiere, pero muy pocos recuerdan por qué. En toda familia empieza a haber ya, como mínimo, uno o dos simpatizantes del movimiento ‘Yo Soy 132’ de México o de ‘Podemos’ de España que, en nombre de la regeneración democrática, pedirán que la cuestión de la ubicación de la abuela se discuta mediante una asamblea. Debe presidir la mesa, aunque los motivos que cada uno encontrará para esto pueden ser dispares. Quienes aún le regalan a sus mujeres planchas o aspiradoras, pensarán que la venerable mujer debe presidir para poder estar más cerca de la cocina. Quienes respeten a sus mayores, creerán que esta mujer, que es casta, debe mantener vivos los privilegios del antiguo régimen y las bases de la cultura de la transición española, un proceso ejemplar y sin fisuras que no ha traído más que beneficios al país ibérico, o de las reformas emprendidas desde 2015 en México. Los ‘Yo Soy 132’ o ‘Podemos’ exigirán cultura asamblearia. En el caso de que esta Nochevieja se imponga esa innovación política y se decida terminar con los privilegios de la casta, se recomienda sentar a la señora lo más cerca del baño posible, con el fin de cortarle el acceso a ese miembro de la familia que ha llegado sin dormir y se va a ir sin comer.
El cuñado es el palestino repetidamente maltratado por el cabeza de familia, por su esposa, por la suegra y, en ocasiones, por el gato también. El cuñado es un poco el palestino de la mesa. Hay gente que le tiene cierta simpatía porque es repetidamente maltratado por el cabeza de familia, por su esposa, por sus concuñados, por la suegra y, en ocasiones, por el gato también. Pero, a pesar de estar todos de acuerdo en que en su caso no se cumplen las resoluciones de la ONU, que se quedó sin paz y sin territorios y que el bloqueo al que le tienen sometido provoca que, cuando la bandeja de los langostinos llegue a su lugar, solo queden los mustios y que pasara toda la década sin saber qué había dentro de los volovanes, nadie está dispuesto a acogerlo, ni a alimentarlo con nada que no sea algo con aspecto de caer de un avión y que llegue en un sobre con el logo de ACNUR. A pesar de estar en inferioridad numérica y de que su armamento ha quedado obsoleto -esas anécdotas de la mili y del nacimiento de los gemelos-, a la tercera copa de vino logrará cabrear tanto a sus enemigos naturales como a quienes hasta el momento han optado por una suiza neutralidad.
Si la abuela es Reino Unido, la suegra/madre es Estados Unidos, y se sienta dónde la da la gana, a no ser que acuda su hermana (la China de todo esto), a quien debe dinero. Fue en Yalta, la semana del 4 de febrero de 1945, cuando la señora salió clara vencedora del reparto del mundo. Desde entonces, no existe conflicto en los confines de la familia en el que no se implique. Ha convertido el piso de su hija en Estado libre asociado -sus integrantes entran en su casa sin visado, pero no pueden votar ninguna decisión vinculante-, tiene derecho a veto sobre la agenda de su marido, sobrevuela la habitación de su hija sirviéndose de ‘drones’, tiene tropas acampadas en el trabajo del yerno y, sistemáticamente, castiga con bombardeos selectivos a cualquier miembro de la prole capaz de iniciar el más mínimo conflicto. Pero el 11 de septiembre de 2001, la señora sufrió un menoscabo gravísimo de su autoridad. Fue entonces cuando su hija anunció que pasaría la Nochevieja en casa de la suegra. Aquel edificio es hoy un solar. Mantiene una relación especial con su madre, de quien se independizó amotinándose a la hora del té y a quien utiliza como aliado en los casos más sensibles.
El tío llega sin afeitar, con la misma ropa que lucía seis días antes cuando vino a pedir dinero y vaciar la nevera, es una especie de Rusia ‘putiana’. El tío. Es vital sentarlo lejos del padre de familia y, sobre todo, de los más jóvenes. Ha llegado sin afeitar, con la misma ropa que lucía hace seis días cuando vino a pedir dinero y a vaciar la nevera y al darle un beso al perro o al gato o al canario Txomin – mis nietos del País Vasco, Amaia y Telmo, lo mantienen y miman, se ha desmayado. Cerca de los jóvenes (las potencias emergentes del asunto, fuertes en crecimiento e inflación pero débiles en diplomacia) es muy probable que termine podando su progresión personal. Cerca de su hermano, padre de esta familia, es muy probable que terminen a puñetazos. Este tío roquero, elemento que toda familia posee y que brilla con especial intensidad durante estas fechas, es una especie de Rusia ‘putiana’, una utopía juvenil -iba para escritor, para músico, para delantero de América o Barça- que terminó en pesadilla colectiva. En sus pocos momentos de lucidez, cordura y sobriedad ejerce de encantador de serpientes, de tío enrollado, del padre que todos quieren y del novio que ninguna tuvo. Pero casi siempre anda intoxicado, resentido con este mundo que jamás le dio lo que merecía. Jura que pronto volverá a ser lo que fue, aunque es muy probable que, simplemente, vuelva en 365 días y esté igual que hoy. De madrugada le mandará un ‘WhatsApp’ a su ex (Ucrania) y, gracias al maravilloso corrector del teléfono, le escribirá: “Hoja de ruta”. El padre es Grecia y se descubrió en el 2007 que había estado gastándose se dinero de la familia en ladrillos de Lego y en juergas tropicales.
El padre es Grecia, y solo se sentirá cómodo y adaptado cuando termine la cena y pueda bajar al bar a tomarse la última con sus colegas del trabajo: Irlanda, España, Italia y Chipre. Una vez fue la cuna del pensamiento, el ágora en la que todos se reunían para oírle hablar sobre cualquier cosa. Era el lugar del que procedían los mitos, el guardián de la democracia y de la memoria. Un dios de dioses. Pero llegó 2007 y se descubrió que había estado gastándose el dinero de la familia en ladrillos de Lego y en juergas tropicales. Perdió todo el crédito y tuvo que ser intervenido. Le quitaron las tarjetas de crédito y la última prueba del colesterol le dejó bajo la amenaza de unas navidades a base de pavo frío, lechuga Iceberg y cerveza sin. Desde entonces, le vigilan los gastos, los triglicéridos y el vino que consume en la mesa. Grecia solo se sentirá cómodo y adaptado cuando termine la cena y pueda bajar al bar a tomarse la última con sus colegas del trabajo: Irlanda, España, Italia y Chipre. Ahí es muy probable que compartan todos espacio en la barra con Senegal o Marruecos, a quienes empezarán impidiendo el acceso a las servilleteras, para terminar expulsándoles del bar.
Los hijos ‘emergentes’ santifican la reciente tradición de huir de la casa familiar coincidiendo con la misa del gallo para beber con los amigos. Los hijos son el futuro. La generación mejor preparada de la historia. Un Mercedes en el garaje o un Ferrari que circula por un camino de cabras. Son Indonesia, Suráfrica, India o Brasil. La táctica consiste en repartirlos estratégicamente por la mesa, al contrario de lo que reclamaba la tradición, que los arrinconaba o incluso los ubicaba en una mesa aparte. Así se evita que conspiren entre ellos para derrocar el viejo orden mundial, como hicieron en 1955, cuando se reunieron en Bandung (Indonesia) para crear una de las instituciones más letales y peligrosas para el desarrollo de la geoestrategia del siglo XX: La Organización de Países No Alineados. Entonces, llegaron imbuidos por la ideología de Gandhi. Ahora, probablemente, lo harían a través de las enseñanzas de Mark Zuckerberg o, si son listos. Tras el segundo turrón y antes del tercer villancico habrán huido rumbo a algún bar, para santificar esta reciente tradición de huir de la casa familiar para beber y olvidar aquello infalible de que los amigos los escoges, la familia, no. No hay mesa que se precie sin la presencia de quien no tiene relación sanguínea, cual perro abandonado o fan de Charles Bukoswki. El amigo del hermano. No hay mesa de Nochevieja que se precie sin la presencia de un descastado, de alguien que no tiene relación sanguínea, ni legal, con la familia, y que, cual perro abandonado o fan de la banda rockera británica Dire Straits o del maldito escritor norteamericano ‘angelero’ Charles Bukoswki, aparece en la mesa como buena obra del año. Según su peso, no es descartable zampárselo. Normalmente, acostumbra a ser un amigo de alguno de los hijos en edad postadolescente.
Por el bien de la cena, se recomienda que el muchacho hable el idioma y esté familiarizado con la forma en que se pelan los langostinos. A la hora de sentarlo, hay que entender que el chaval o la chavala pueden ejercer de país no alineado, una suerte de zona de exclusión aérea que evite las hostilidades entre elementos con rencillas pendientes (imaginen Ucrania, si tienen narices), pero se corre el riesgo de que el tipo sea japonés o chileno, lo que garantiza que en un nanosegundo habrá conseguido crear conflictos territoriales con cualquiera de sus vecinos. Le negará la salida al vino al comensal que haya a su derecha, reclamará la soberanía de la cesta de pan… Pero felicitará las pascuas dos veces a cada cara que encuentra en la mesa. Sería contraproducente, al menos, en estas horas, en España, que el ‘agregado’ sea catalán, secesionista y asambleario, quienes gustan de ser tildados de soberanistas… 3.500 de ellos iban a tomar una decisión que afectará a más de 7.500.000 de personas en Catalunya, apoyando o no al presidente independentista y corrupto Artur Mas. Lo de corrupto lo dicen los ‘antisistema’. Su método asambleario no les sirvió para nada, pues empataron los del sí y los del no. El 0,0005% decidiría liberar al 99,9995% restante del estado central opresor, España. Ahora serán menos de diez personas, los máximos dirigentes de la CUP, los que lo harán. Eso es democracia y lo demás son tonterías. Surrealismo democrático catalán. Salvador Dalí carcajea.
La Nochevieja, como es llamada en México o en España, Víspera de Año Nuevo, Fin de Año o simplemente Año Nuevo, en algunos países hispanohablantes, es la última noche del año en el calendario gregoriano, comprendiendo desde 31 de diciembre hasta el 1 de enero (día de Año Nuevo). Desde que se cambió al calendario Gregoriano en el año 1582, se suele celebrar esta festividad, aunque ha ido evolucionando en sus costumbres y supersticiones. A veces el cambio de año era acogido con temor y acritud, pero desde principios del siglo XIX, la Nochevieja se suele celebrar con unos rituales alegres y jocosos. Las improvisaciones de última hora, en plan “le pongo un chorrito de esto y una gota de lo otro”, suelen producir ‘bebercios’ tóxicos. El gran momento culinario del año se acerca, por lo que es hora de ofrecer una serie de claves para navegar en ese mar tormentoso que son las Nocheviejas familiares. Si sigues los mandamientos que se detallan en esta entrada, tus posibilidades de hacer el ridículo disminuyen radicalmente. Te lo dice alguien que los ha incumplido casi todos con resultados desastrosos… No hagas los fritos tres horas antes. En el caso de que hayas cometido la imprudencia de incluir rebozados en el aperitivo debes asumir las consecuencias y tratar de freírlos en el último momento, aun a riesgo de oler después a ‘Eau de Croquette’. Una fritanga que lleve tiempo hecha es el peor inicio posible para un menú. Y lo peor de lo peor es un frito que ha estado tapado: la condensación por el calor habrá hecho que se humedezca y el rebozado se haya quedado blando, pastoso, grasiento y repugnante.
No improvises el cóctel. Mola servir un cóctel antes de cenar, pero mejor si lo piensas un poquito antes y, sobre todo, lo pruebas. Las improvisaciones de última hora, en plan “le pongo un chorrito de esto y una gota de lo otro”, suelen producir ‘bebercios’ intragables. Un ex cuñado de la localidad zamorana de Toro, en España, tierra del pan y tierra del vino, era un gran aficionado a innovar en este terreno justo antes de la cena, y sólo los miembros más alcohólicos de la familia pasaban de un sorbo con sus espantosos cócteles de champán. Reprime el cocinero molecular que llevas dentro y limítate a los seguro, los experimentos a lo Ferran Adrià cuando no le tengan al ‘familión’. No te creas Ferran Adrià. La experimentación y la libertad creativa están muy bien… cuando no tienes a toda la familia cenando en casa en una fecha señalada. Si controlas mucho de cocina, da rienda suelta a la imaginación. Si no, reprime al cocinero molecular que llevas dentro y limítate a lo seguro o a lo que ya hayas cocinado otras veces con buenos resultados. Recuerda, además, que las uvas rellenas de foie con espuma de garnacha y coco caramelizado pueden no gustarle a la abuela y provocarle una mortal indigestión. No muerdas las patas del marisco. Diez de cada 9 dentistas recomiendan Colgate y no partir las patas del marisco con la boca. No sólo estarás castigando tus molares, sino que ofrecerás un espectáculo muy poco apetitoso para el que esté enfrente. Usa un instrumento adecuado para ello -un cascanueces vulgar y corriente vale- y luego chuperretea discretamente. Tampoco es bonito, pero no se debe renunciar al placer por motivos estéticos. No administres cafeína a los niños. Ni cafeína, ni ningún otro tipo de droga estimulante. Los niños ya son un elemento suficientemente radioactivo en Navidad como para encima darles coca-cola o chocolate. Evita cualquier tipo de sobreestimulación y, durante la cena, no te empeñes en que coman ni les obligues a aguantar horas en la mesa como si fueran adultos. Cuanto antes se vayan a jugar y dejen de dar la lata, mejor.
No te apiporres. Meterse 3.000 calorías en la cena de Nochebuena quizá tuvo algún sentido en la posguerra, cuando se pasaba frío y hambre en el invierno. Ahora que estamos todos como morsas cebadas, no. “Celebrar” no es sinónimo de “llenar la andorga hasta que se te salga el turrón por la boca del esófago”. Tampoco es cuestión de ponerse a hacer la dieta Dukan justo esa noche, pero la comida sabe mucho mejor si se toma en cantidades moderadas. Además no hay que olvidar que la comilona del día siguiente rellenará cualquier posible hueco. No te cuezas ni te drogues antes, sentarse cegatón a la mesa es una falta de respeto a la persona que ha cocinado. Si el que cocinas eres tú, un vinito vale, pero el consumo irresponsable de alcohol y drogas mientras trajinas con las cazuelas no es lo más recomendable: recuerda que no eres Anthony Bourdain ni un Juan Mari Arzak. “No es verdad que me dé náuseas la Navidad, me conmueve la madre el niño, la mula y el buey…”, cantan Joan Manuel Serrat y Joaquín Sabina.
El cantautor catalán, Joan Manuel Serrat y su compañero, el golfo poeta andaluz, Joaquín Sabina, se y nos regalaron una canción de ‘Navidad’ peculiar… “No es verdad que me dé náuseas la Navidad/ me conmueve la madre el niño, la mula y el buey/ lo que pasa es que estalla/ una bomba en noche en la noche de paz/ lo que pasa es que apesta/a zambomba el mensaje del Rey. El portal de Belén es un zulo virtual/pero en vez de turrón este invierno me como un marrón/unos hígados chumbos envueltos en papel albal/y Gaspar en lugar de una bici, me pone carbón. Ojalá no abrasara el calor del hogar/cómo hacer cuando toca reír/si me da por llorar corazón/no me quieras matar corazón/sé de sobra quién paga y quién cobra/quien hace vudú, quien satura el cubo/de basura de tu cotillón/ San José se enfadó con el padre del niño Jesús…”.
@SantiGurtubay
@BestiarioCancun
www.elbestiairocancun.mx