“La longanimidad”
Misión Evangélica > Por Pbro. Carlos César González Cruz
“Señor, concédeme serenidad para aceptar todo aquello que no puedo cambiar, valor para cambiar lo que soy capaz de cambiar y sabiduría para entender la diferencia.”
Dejamos trabajos por complicados que parecen; dejamos amigos por problemáticos; rompemos matrimonios por situaciones insostenibles. Según, en todo esto buscamos la paz y tranquilidad. Después de esto, ¿Estamos en paz y tranquilos?
El mejor trabajo es aquél que va con tu vocación; sabes hacerlo y te gusta. Lo mismo pasa con los amigos, si tu circulo de amistad no te respeta, se burla de ti y sientes que no encajas, como dice el dicho: “Si no te talla, no es tu talla”.
Respecto a la familia, aquí las cosas son un poco más especiales. Todos en familia son diferentes en todo, gustos manera de pensar y ser, pero a todos los unen los padres y la consanguinidad.
Hay una marca que tienen los siervos de Dios mencionada en la Biblia: “La longanimidad”. (2 Cor. 6:6.) La palabra viene del latín “longus, largo” + “animus, alma” = “alma extensa”. Es la estrecha relación entre la perseverancia y constancia de ánimo frente a los obstáculos y las adversidades. También se relaciona con las palabras: “Benignidad, clemencia y generosidad.” Del trabajo te puedes ir, puedes irte de tus amigos, pero de la familia, no debiera ser fácil. Se te pide y exige la longanimidad.
En el círculo familiar, no debiéramos ser ligeros para abandonar el barco. Se espera en todos, ese ingrediente “milagroso” llamado “Longanimidad”. La longanimidad tiene que ver con nuestra perseverancia generosa por el bien familiar tener constancia por el bien común; todos necesitan de todos, “Uno para todos y todos para uno”.
No hay pretextos, nadie se baja del barco hasta llegar a puerto, nadie se baja del avión hasta aterrizar. Los problemas son de todos y todos los resuelven, sin complicaciones.
El amor es paciente y bondadoso. El amor no es envidioso. No es presumido ni orgulloso. El amor no es descortés ni egoísta. No se enoja fácilmente. El amor no lleva cuenta de las ofensas. No se alegra de la injusticia, sino de la verdad. El amor acepta todo con paciencia. Siempre confía. Nunca pierde la esperanza. Todo lo soporta. El amor no tiene fin. Cor. 13:4-8.
¡Bendiciones amigos y hermanos caminantes del camino llamado vida! Pbro. Carlos César González Cruz.