La jiribilla Jorge González Durán

Nueva etapa

 

Nota: El 4 de junio del año pasado publiqué esta columna que

hoy reproduzco. La memoria es útil para entender el presente:

 

Quintana Roo vivirá una nueva etapa política, que se espera sea mejor, o incluso mucho mejor, y no sólo en lo político, sino también en lo económico, en lo cultural y en todas las facetas de la vida pública.

 

Muchos todavía no se recuperan de los resultados de la elección del domingo pasado, porque nuestra cultura política es incipiente y hasta rudimentaria. Lo que pasó el domingo pasado es lo normal en todas las democracias: unos ganaN y otros pierden. Eso de que nadie pierde es un eufemismo, en el mejor de los casos. El que no obtiene el apoyo de los electores, pierde. Y el que obtiene el respaldo mayoritario, gana. Pero aquí le tenemos miedo a las palabras.

 

El que participa en una elección corre el riesgo de perder. Es lo normal en una democracia. Ganó Carlos Joaquín y perdió Mauricio Góngora. Es así de sencillo.

 

Los que perdieron deberían hacer un ejercicio de autocrítica para indagar las razones de su fracaso. Pero en el PRI es difícil que eso suceda, acostumbrados como están a la autocomplacencia.

 

La victoria de Carlos no fue fácil, no sólo por el entorno políticamente adverso al que se enfrentó, sino porque muchos de sus aliados locales no le eran leales; es más, eran verdaderos infiltrados. Los dirigentes estatales del PAN y del PRD, no querían la alianza por intereses aviesos. La alianza se tuvo que armar desde la cúpula de los partidos porque las dirigencias locales estaban cooptadas.

 

Esta es otra tarea pendiente de los panistas y perredistas. Si no se sacuden a sus actuales dirigentes no tendrán viabilidad ni solvencia moral. El PRD demostró en las elecciones pasadas su verdadero peso: casi nada. En cambio el PAN creció como la espuma. Morena quedó entrampado en sus contradicciones.

 

Si a Carlos Joaquín no le fue fácil llegar al triunfo, tampoco le será fácil cumplir con sus compromisos, por la situación financiera del estado y del país. Lo que no puede eludir es cumplir con sus promesas de hacer un gobierno transparente, honesto, eficaz, de respeto y cercanía a la gente.

 

 

LAURA

Laura Fernández le tapó la boca a muchos, inclusive de su partido, que apostaron a su derrota. Fabián Vallado fue uno de ellos. Su victoria fue contundente. Demostró sensibilidad y oficio político. Ella está obligada a hacer un excelente trabajo y tiene con qué. (FIN DE TEXTO).

 

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