LA DIOSA IXCHEL. El Castillo
Políticos vanidosos
Es curioso ver cómo las escenas una y otra vez se repiten, tratándose de la clase política, de quienes tienen el poder y de los aspirantes a poseerlo. Sus poses y palabras son las de siempre, tal vez producto del desgaste del lenguaje, tal vez consecuencia de esas clases para cambiar estilos y formas de presentación, tal vez por imitación, tal vez porque deciden mimetizarse, tal vez porque carecen de personalidad propia, tal vez porque la cara del cinismo, de la envidia y de la mentira es siempre la misma y para cubrir las malas acciones se utilizan palabras tan similares como las propias fechorías. Una vez notificados del triunfo electoral, lo primero en cambiar es el modo de andar, de entrar a los restaurantes, a los cafés, de descender de los vehículos, de girar instrucciones a choferes, guardaespaldas y, en cuanto a las damas acompañantes en calidad de secretarias, las miradas se distraen, no las fijan, bajan la cabeza como si fueran a ser cachados con una de ellas.
Pero no vayamos a creer o pensar que es este un asunto de hombres, también a las féminas les cambia todo. Las hay -como se sabe, pese a ser un asunto íntimo- cuya primera decisión en cuanto llegan a la posición por la cual pelearon, es hacerse una ampliación de busto o rescatar el ya caído. Sigue un cambio de imagen y con él llegan los cosméticos, las cremas, los masajes, algunos tratamientos y hasta la esbeltez. Surgen las transformaciones de manera inmediata en cuanto a la personalidad, no así en los lugares en donde hicieron decenas de compromisos. Es este paso mucho más rápido que el llevado a cabo por las esposas de los nuevos gobernantes, porque habrá de reconocerse que también piensan, están ciertas del ejercicio de un poder paralelo; sus comentarios, puntos de vista o recomendaciones, normalmente son tomadas en cuenta por quienes deciden y ese es un renglón muy sensible para ser explotado, al darse “el canto de las sirenas” y convencerlas de ser parte esencial, si no es que definitiva, del poder obtenido por el marido.
De esta forma, ya nada es igual dentro de las cuatro paredes de estos matrimonios, en los cuales hasta los pleitos son diferentes ante la existencia de intereses antes ignorados, ausentes, inimaginables. Fuera del lugar, todo sigue el mismo ritmo, se cometen errores vistos cuando termine el mandato, se encuentra refugio en las críticas a los antecesores y al lanzar culpabilidades se autoeximen de responsabilidades o usan las expresiones como argumento para justificar incumplimientos. Los compadres se hacen presentes y están listos para las operaciones fuertes, las buenas, las dizque secretas, las formadoras de patrimonios sólidos y con muchos ceros y propiedades. Amigos ignorados en las viejas agendas aparecen en un primer orden y sus propuestas son escuchadas atentamente, en virtud de contar con excepcionales formas de hacer negocios y dinero, de otorgar concesiones, de vender cielo, mar y tierra.
Es importantísima la llegada, el primer día en el gran trono, en el del mandato. De ahí la magna celebración, lo llamado por las jóvenes “una gran fiesta de los XV años”, larga lista de invitados, atenciones especiales para quienes servirán en el camino, preparación de invitaciones cuidadas en extremo, disposición de recuerdos para los asistentes de otros lares y no importa si se está atravesando por una gran crisis económica, este protocolo a seguir es inviolable, puntual, con validez de coronación, aunque sea fiada. Y no todo es esto, también se presentan las primeras violaciones a las leyes. Para no incurrir abiertamente en ellas, las horas en las cuales se advierte un “vacío de poder”, es decir, entre las cero horas de la fecha designada para los cambios y el momento en el cual llevan a cabo su festejo quinceañero, transcurren por lo menos 10 u 11 horas. Por ello se designa al secretario de Gobierno y al de Seguridad Pública, para tomar las riendas del lugar durante ese tiempo, así evitan que se queden al garete los ciudadanos. Distinto sería decidir que ese fuera el protocolo a seguir, el marcado por la ley, el austero, el del reconocimiento ciudadano a la llegada de un cambio basado en el respeto, en la ausencia de caretas, de vanidad y de banalidades. Tal vez, algún día…