LA DIOSA IXCHEL. El Castillo

Sueños guajiros

Recuperar la confianza en los políticos llevará su tiempo y éste no se antoja corto. Son muchas las heridas causadas, los daños provocados, la lentitud para tomar resoluciones urgentes, el cúmulo de rezagos, de asuntos pendientes que pasan de un trienio o de un sexenio a otro, sin encontrar solución. La fama de ser indolentes, corruptos, de no hacer su trabajo adecuadamente, está presente y no será fácil eliminarla, más aún si se tiene clara conciencia de la rapidez y la multiplicación de dichos y hechos que circulan por las redes sociales. Hoy más que nunca está de moda la vieja, antiquísima sentencia: La mujer del César no solamente debe ser honesta, sino parecerlo. Al encontrarse con la tarea de tener que hacer las cuentas bien y rápido, porque el dinero de los salarios no es suficiente y se escapa de las manos con una asombrosa facilidad, los ciudadanos en un abrir y cerrar de ojos determinan si lo exhibido como fortuna personal pudo lograrse con la recepción del sueldo y algunas prestaciones. La cuenta, en la mayoría de los casos, simplemente no sale y a partir de ese momento el personaje del cual se habla es ubicado dentro del grupo corrupto causante de la quiebra de México, de su paralización, de la falta de solidez económica en las políticas públicas, de la escasez de medicamentos, de la pésima enseñanza.

Si a lo anterior se le agregan los descubrimientos, día con día, de las fortunas que han acumulado desde la máxima cúpula del poder, no hay manera de evitar los adjetivos aplicados a la clase política. Ayer se supo lo publicado en el periódico “The Guardian” sobre otra o mejor dicho, otras propiedades de la señora Angélica Rivera –protagonista del teledramón “La Gaviota”- en los Estados Unidos. Tal inmueble encaja a la perfección y de nueva cuenta en los llamados “conflictos de interés”. Es entonces, al percibir el estilo de vida y conducción de quienes ocupan la punta de la pirámide de poder, cuando surge la pregunta: ¿son los indicados para hablar de transparencia, de anticorrupción, de “limpiar la casa”, o sea al PRI, de funcionarios que los denigran? ¿Son a quienes debemos creerles que va en serio la liquidación de la impunidad? ¿Tienen la más mínima dosis de calidad moral para juzgar a los gobernadores que han puesto de moda a los anteriores o a sus homólogos?

Es difícil visualizar otras expresiones en contra de los políticos o creer que los hay buenos en medio de todo un pantano. Además, y tomando en consideración la gente de la cual se han rodeado antes y en el momento de asumir nuevos poderes, es prácticamente imposible imaginar que se darán los cambios prometidos. No puede probarse nada diferente si se cuenta con los mismos ingredientes, iguales fórmulas y, por si fuera poco, los cocineros de siempre. Ejemplos sobran a nivel nacional, aplicados tanto a los titulares del Ejecutivo federal como a nivel estatal. Si los salarios que dicen percibir fueran su único ingreso, ninguno de todos los conocidos y de aquellos de los cuales sólo hemos oído hablar, hubiese logrado vivir como lo hacen, darse los lujos acostumbrados, poseer mansiones en la capital del país, en el interior de la República, principalmente en los lugares de belleza incomparable o en destinos turísticos por excelencia, además de las adquiridas en el extranjero, en Estados Unidos o en España.

Las complicidades y estos ejemplos terminaron por penetrar en los sindicatos, en distintas organizaciones que incluyen participación ciudadana, en los partidos políticos, en las empresas públicas, en la Iniciativa Privada y, por supuesto, en todas las dependencias de gobierno bajo el esquema “lo que hace la mano, hace la tras”. Deshacer el nudo es tarea titánica y todavía no se cuenta, en el presente, con un ejemplar digno de llevarla a cabo.

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