LA DIOSA IXCHEL. El Castillo
O se trasciende o más vale ser olvidado
El hecho de contar con índices de ocupación rayando en el cien por ciento, no es un asunto sin importancia, es altamente relevante para Quintana Roo. Y no sólo se trata de los beneficios que esto otorga a Cancún o a la Riviera Maya, o en general a la Zona Norte del estado. También en el Sur se tienen repercusiones, de ahí que es notoria la construcción de nuevos hoteles. Nadie invierte en los sitios o ciudades en donde no hay turismo, visitantes, huéspedes, salvo aquellos profesionales en el lavado y planchado de dinero. Cancún, principalmente, le ha dado prestigio internacional a México, se han instalado muchos negocios mexicanos exitosos, porque existe el antecedente de haber estado en esta ciudad, de conocer al país por esta magnífica puerta de entrada. Los inversionistas no han logrado el éxito, viven de él, multiplican sus ganancias por la labor realizada por las autoridades del ramo a nivel federal, pero principalmente por el mandato estatal, por las promociones encabezadas por el o los gobernadores y sus equipos de trabajo.
Este éxito tiene mucho que ver con la seguridad ofrecida, la sostenida, la cuidada. Influye la estabilidad social, el no aparecer en las páginas internacionales con manifestaciones, marchas, plantones paralizando las actividades comerciales y demandando respeto a los derechos humanos, esclarecimiento de crímenes, cumplimiento de promesas. En situaciones económicas como las actuales, mismas provocadoras de severas sacudidas a los ciudadanos, de desempleo, de desestabilización social, no deja de ser esperanzador encontrarnos viviendo en ciudades, en entidades como esta. Existen puntos merecedores de estar en una balanza. Aunque, paradójicamente, son los hombres del dinero, los beneficiados con todas estas acciones e incluso con la nobleza ciudadana al aceptar imposiciones de muchos tipos, los generadores de las mayores críticas cuando concluyen los mandatos.
Durante las etapas de vigencia gubernamental se valen de las alabanzas, de adulaciones para lograr, en la mayoría de los casos, se dicten acuerdos, disposiciones, autorizaciones de las cuales obtienen importantes beneficios. Al término, se muestran espantados, enardecidos de muchas situaciones provocadas, auspiciadas, iniciadas por ellos mismos. Al canto de las sirenas, visto está, sucumben casi todos los gobernantes. Y es ahí en donde está el verdadero peligro para quienes llegan, porque la historia tiende a repetirse una y otra vez. Ninguno entiende el mandato por un tiempo, con término y justo el final inicia el primer día, al asumir el poder. Esas primeras 24 horas tendrían que ser las de la promesa a sí mismos de cumplir objetivos y, de entre ellos, determinar cómo desean ser ubicados dentro de la historia de la entidad que gobiernan, aunque no los haya visto nacer. Unos van, otros llegan y habrá que ver cuáles son los calificativos empleados para los que prevalecen en la memoria.
No deja de ser preocupante que se refleje desconocimiento en el manejo gubernamental por parte de quienes, se ha dicho, están firmes en posiciones de primer orden. Uno de ellos, el exnotario Francisco López Mena. Si de por sí existe desconcierto entre los más de 30 seleccionados como equipo de transición sobre las labores a realizar, hablar de agilidad cuando, por principio, no están en los tiempos y en segundo lugar minimizar un área tan delicada como la seguridad, a la cual han dado una posición prioritaria los del mandato saliente en virtud de que, simplemente la tiene, son lunares amenazantes de tranquilidad. Los hechos registrados la semana anterior, a los cuales se les relaciona con delincuencia organizada y llevados a cabo en una zona supuestamente blindada como lo es la hotelera, no deja lugar a dudas sobre la trascendencia de mantener seguro a este destino turístico. No por ello dejan de ser menores los eventos suscitados en la ciudad, en los municipios, el tema no es fácil y la solución siguen buscándola en el nivel federal, sin atender lo básico: capacitación y salarios dignos a los policías, cárceles seguras, sistemas de justicia efectivos y alejados de la corrupción, entre muchos otros puntos. En fin, la esperanza muere al último… o en el último día de cada sexenio.