LA DIOSA IXCHEL. El Castillo

 

TRANSFORMARSE O VESTIR SANTOS

 

Comentamos en estas mismas líneas durante la semana que transcurre, el cambio gestado en quienes asumen el poder. En el caso de doña Perla Tun, alcaldesa electa de Cozumel, la isla de los gobernadores, la transformación ha sido muy rápida y notoria, aunque todavía no asume el cargo. El maquillaje le dio a su rostro una forma más noble frente al espejo. Le enseñaron las mil y una trampas para hacer lucir el rostro afilado, para reducir el grueso de la nariz -por lo menos mientras entra a la cirugía de rigor-, marcar debidamente las pocas cejas dejadas en una forma acorde con el perfil de la cara, para resaltar con luminosidad las áreas consideradas “explotables”. El cabello recogido luce diferente y acorde con los aretes largos, con los vestidos no precisamente regionales, aunque sí característicos de la venta de mercado. La sustitución del morralito por una bolsa de broche está presente y con él los verdaderos destinos del salario y otras prestaciones municipales. Lástima que sean las féminas, ejemplares de metamorfosis personales y sean éstas lo primero a realizar a la llegada al poder y no la marcha, la buena marcha, de todo aquello prometido en beneficio de la ciudadanía.

 

Todos o casi todos sabemos la fortuna que esconde la basura. Antes, eran los pepenadores los encargados de encontrarla en la presencia de piezas de oro, algunos metales, la separación del papel y cartón, las latas, etcétera. En el presente, es la concesión de la recoja y obviamente del manejo. Es el otorgante de este servicio -cuyo desarrollo está dentro de las facultades y responsabilidades directas del Ayuntamiento- quien paga y se advierte la existencia de una contraprestación, es decir, de una cuota entregada por el concesionario, ya sea mensual, trimestral o semestralmente. Ninguna cuenta se rinde en ese renglón y bien puede advertirse, tampoco se tendrá información en el futuro inmediato. Las causas son varias y surgen del ejercicio de las presiones. El alcalde anterior a Paul Carrillo en Benito Juárez, por ejemplo, le otorgó la facultad de prestar el servicio a una empresa particular, la cual está debidamente protegida por uno de esos que llaman “poderes fácticos”. Al enterarse de semejante padrinazgo, nada pudo hacerse para cancelar los favores otorgados por Julián Ricalde. Pero, ahora, tampoco podrá Remberto Estrada realizar alguna modificación o pedir cuentas claras. Esos “poderes fácticos” relacionados con el mal llamado “cuarto poder”, tienen en algunos renglones agarrados de salva sea la parte tanto a los alcaldes como al Gobierno estatal. Con sobrada razón don Julián se apunta como intermediario para arreglar algunos asuntos, si este otorgamiento es compartido y le permite acrecentar su patrimonio personal.

 

Ya no sólo son Guerrero y Michoacán, ahora se trata de Jalisco y Nayarit para presentar escenas propias de zonas de guerra. Patrullajes, retenes, presencia militar y de agentes tanto federales como estatales, forman parte del paisaje, se unen y se difunden en él. Buscan atrapar delincuentes, cuando las mafias tienen en esas filas a sus principales operadores y cómplices. Es en extremo molesto presenciar la forma en la cual se incrementa a cada minuto el número de vehículos en espera de ser revisados junto con quienes viajan en su interior. Mientras tanto, los tráileres repletos de drogas circulan tan campantes sin ser molestados, detenidos o revisados. Los aeropuertos llevan a cabo el mismo protocolo: existe una serie de productos y utensilios imposibilitados para ser llevados a bordo de los aviones. Las revisiones han llegado al extremo de ser realizadas a base de toques de las manos en el cuerpo y son selectivas, se desconoce cuál es el criterio prevaleciente para llevarlas a cabo. Mientras tanto, en los hangares, existen hasta bodegas en donde almacenan estupefacientes, implementos químicos para la fabricación de anfetaminas y otras drogas sintéticas. Es solo aparente la forma en la cual dicen que llevan a cabo un gran “combate”. Las cifras pagadas en efectivo, mayores a dos mil pesos, merecen una minuciosa investigación del SAT y ni qué decir de operaciones llevadas a cabo con billetes y si son de mil pesos cada uno, el asunto se convierte de serio a muy serio. Sin embargo, quienes venden las drogas recogen día con día cientos de millones de pesos y de dólares lavados en algún lugar, llevados a caletas en ciertas ocasiones, pero también depositados en esos bancos llenos de peros para los cuentahabientes “normales”. Cuando concluya tanta falsedad, será el momento del cambio, no antes.

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