LA DIOSA IXCHEL. El Castillo
COSTOSOS ATORONES
Cancún, la Riviera Maya, en general Quintana Roo, con su desarrollo sin freno, no parecen estar exentos de la problemática en la cual se desenvuelven las grandes metrópolis. De hecho, en la Zona Norte ya se presenta esta geografía, al unirse tres municipios: Benito Juárez, Puerto Morelos e Isla Mujeres en su área continental. Se habla de las millonarias inversiones en centros de hospedaje turístico, plazas comerciales, obviamente fraccionamientos con cientos y cientos de casas y departamentos en edificios con muchos más pisos que los alcanzados por las escaleras de los heroicos bomberos. Sin embargo, la vialidad está en segundo, tercero, cuarto, no, último término. No sólo se trata de los bulevares o puentes para llegar con mayor rapidez a las zonas hoteleras, sino el viacrucis de los habitantes de las ciudades, de su transportación masiva y particular.
En la Ciudad de México, en plena capital del país, la zona más habitada y no la más grande del mundo, el conflicto debería ser el mejor ejemplo. La construcción de torres gigantescas de apartamentos en la zona conocida como “Ciudad Slim”, cercana a vialidades antaño amplias en extremo, no contempló que estas áreas tendrían que multiplicarse sacrificando espacios de tierra de los utilizados para las edificaciones. De ahí los congestionamientos sufridos durante horas. Los cruces de avenidas son intransitables. Nunca tomaron en consideración la propiedad, por cada departamento, de por lo menos un vehículo. Si el número de éstos en un solo edificio llega a sumar 200, imaginemos el caos vehicular existente en las horas de transportación hacia el trabajo, la oficina, la fábrica, la empresa y el retorno. La red de drenaje está saturada y, por lo tanto, los malos olores surgen de todas las alcantarillas y no perdonan ni el frente de la embajada de Canadá, ni el área en la cual se ubica una de las plazas más visitadas, Antara, justo en la esquina formada por las avenidas Moliere y Ejército Nacional.
Ya son varios los puntos en los cuales en Cancún se tienen congestionamientos, la circulación es muy lenta y los accidentes se reproducen tanto como las mentadas de madre de los conductores. Tal vez en este lugar y debido al calor, los agentes de tránsito lucen por su ausencia. En el otrora DF sucede lo mismo y todavía nadie logra determinar si su aparición es benéfica o es mejor que se mantengan invisibles. Cada vez que uno de estos uniformados opera los semáforos de hoy, los llamados “inteligentes”, convierte la fluidez vehicular en una carga y una marcha sin nombre. Es tiempo de darle prioridad al asunto de la vialidad, a la revisión y ampliación de los sistemas de drenaje, no sólo de baches vive el automovilista, sino de su comunicación. ¿O no?
Mucho se habló de la Ley para la Protección de Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas. Hubo calificativos de todos los calibres y la Suprema Corte de Justicia decidió invalidar dos fracciones, la VI y la XII del artículo tercero. No hubo mayor algarabía por lograr, mediante la debida interposición de amparos, esta determinación. Ahora va a resultar la inconformidad con la redacción final de ambos, lo cual, dicho sea de paso, tiene el contenido del refrán “o la beben o la derraman”, porque ya no hay ninguna otra autoridad a la cual recurrir, sus mandatos son definitivos e irrevocables. Lo cual también contendrá el “estábamos mejor cuando decíamos estar peor”. Los togados, demostrado está, no toman acuerdos favorables para las mayorías y el mejor ejemplo está en el anatocismo o en su “ejemplar” conducción de violar las leyes familiares y no entregar las pensiones alimenticias, ni cuando se tienen hijos con severos problemas de salud. Al tiempo que, “de los arrepentidos…”