La Columna Gerardo García

Analista político

 

Cuando el éxito es un castigo

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Es que es una paradoja. Lo es, en tanto lo que te da sustento y viabilidad económica, de igual manera te hace insustentable y te hace inviable la vida. Es que es resultado del éxito, sí; pero de uno mal planeado y peor ejecutado.

Una gallina dorada que se comió todo el alpiste del granero.

Holbox es una isla paraíso. Al norte de Cancún, en el litoral del Golfo de México ya, se encuentra una lengüeta de arena que goza de una belleza natural insuperable. A una hora y media del principal destino turístico del país, la isla se hizo en la última década uno en sí mismo.  A los treinta y nueve hoteles (con un inventario de 651 llaves) que ahí operan, se suma una no cuantificada oferta de renta vacacional en casas y departamentos privados. Se estima que en temporada alta, unos mil cuatrocientos turistas diariamente se suman a los 2 mil seiscientos habitantes de la ínsula. Cuatro mil personas que rebasan la oferta de servicios públicos existentes. Las plantas de tratamiento de agua insuficientes, igual que la luz eléctrica y el suministro de agua potable. El paraíso, pues, se está inundando de merde.

El viernes anterior, la Asociación de Hoteles de Holbox, llamó a cerrar el acceso de turistas a la isla por la falta de agua potable y energía eléctrica durante este periodo vacacional. El reclamó fue porque sufren desabasto de agua, falla en el funcionamiento de drenaje y en el suministro de energía eléctrica.

“Es necesario impedir el acceso a la isla de Holbox, la cual ya se encuentra en un estado de emergencia”, escribió el presidente de esta asociación en un comunicado vía Facebook.

Lo inaudito, pues. Los hoteleros de la isla pidiendo el cierre de la isla a los turistas.

Y es que no se puede más.

Es cierto que la mañana del sábado las autoridades estatales fueron a la isla y acordaron evitar el cierre comprometiéndose a medidas emergentes, como el suministro a través de pipas de agua potable, la instalación de más transformadores de energía eléctrica y la promesa de comenzar en breve con obras de instalación de drenaje (inexistente ahora) en la isla. Medidas necesarias, paliativas, que deben acompañarse de una profunda reflexión sobre el futuro de éste, y otros destinos que se encuentran en riesgo.

Recibir treinta y cinco millones de turistas al año es muy positivo para México. Millones de personas viven de la industria turística y su buen desempeño les genera mejores condiciones de vida; sin embargo, los destinos turísticos no pueden crecer en la misma proporción, y no puede permitirse que lo hagan sin ninguna planeación. No sólo se trata de los permisos que dio la Semarnat para la construcción de cuartos de hotel, sino de igual manera la ambición y especulación de gobiernos locales que consintieron que Holbox creciera sin que tuviese infraestructura de servicios suficiente. Lo mismo sucede en las Islas Marietas en el Pacífico o con actividades como el nado con tiburón ballena en el Caribe. No puede permitirse que el éxito turístico sin planeación, sin protección y sin infraestructura urbana termine afectando más a la comunidad que servirle de motor económico que les permita una mejor vida.

Hay destinos que pueden seguir creciendo sin afectar al medio ambiente y cuidando el entorno. Hay otros que no. La fragilidad de una isla como ésta no lo permite. Es verdad que se detuvo el desarrollo en su zona continental (se planeaba la construcción de miles de habitaciones en el litoral costero frente a la ínsula) y que este pudo generar economía positiva con las mayores restricciones ambientales que la ley exige. Un conflicto entre grupos empresariales, la corrupción y la aparición de los ayatolas verdes lo impidieron. Ello no debe significar que se permite el crecimiento en la pequeña isla.

Simplemente no lo soporta. Este, un caso a revisar en la planeación turística de México.

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