JORGE GONZÁLEZ DURÁN. La Jiribilla
UNA CIUDAD FRÁGIL
Cancún es una ciudad de paradojas. A pesar de su innegable fortaleza turística es una ciudad frágil en lo ambiental y social.
El tejido social de la ciudad se ha deteriorado severamente. Y esto repercute en todas las esferas de la vida privada y colectiva. La violencia que se vive a diario, lo suicidios, los asaltos, la inseguridad en general, que se palpa en todas las zonas de Cancún, es uno de sus efectos.
Se dice siempre que Cancún es una ciudad exitosa, y sin duda que lo es, pero también es importante analizar sus fragilidades que pueden poner en riesgo su viabilidad.
La ambición desmedida hizo fracasar la armoniosa concepción de sus inicios, pero el buen tino de su elección como un nuevo destino turístico la colocó en un lugar privilegiado desde sus primeros años.
Y allí comenzó a desfigurarse el proyecto original, porque la codicia y la corrupción se encargaron de echar por la borda lo que se concibió como un proyecto audaz e innovador.
Primero fueron las invasiones como botín político y electoral. Y ello provocó el crecimiento de la mancha urbana de manera caótica y errática. La ciudad creció, pero no se desarrolló. Proliferaron las colonias irregulares auspiciadas por liderzuelos sin escrúpulos, zonas sin servicios y sin la infraestructura urbana indispensable.
Y la brecha social se fue ensanchando de un entorno urbano con serias deficiencias.
Pero lo peor vendría de la mano de la ambición económica y política.
Se empezaron a destruir las dunas que habían sobrevivido a la construcción de los hoteles, pero todavía quedaban los manglares. Sin embargo, los planes de desarrollo y las áreas de restricción se fueron violando mediante la autorización discrecional de cambios de uso de suelo, y se modificaban los planes a gusto del mejor postor.
Los rellenos en zonas de manglar no tuvieron freno, violando a mansalva las leyes que los protegen. Argucias legaloides de todo tipo sirvieron y sirven de escudo para la devastación.
Pero la sociedad y los especialistas en materia ambiental y urbana han alzado la voz y han logrado de alguna manera que Cancún se convierta en un páramo.
Pero los intereses son muy fuertes y tienen una absurda cortedad de miras, no les interesa el largo plazo, sólo ven la rentabilidad inmediata.
Los casos más recientes son Tajamar y Punta Nizuc, pero la historia es larga. ¿Hasta cuándo? Cancún necesita proyectos de largo plazo y no meras poses. Ojalá Remberto Estrada lo entienda. (FIN DE TEXTO)