Por German Gallegos Cruz En los ‘bueyes’ de mi compadre
Atento recado a la clase gobernante.
Dice una vieja expresión popular: Hágase la justicia en los bueyes de mi compadre; dice una más: Estamos jodidos, todos ustedes, Así se interpreta el discurso de justificación del presidente Enrique Peña Nieto. Hay que seguir jodiendo a quienes siempre se han dejado joder: La clase obrera, los pequeños y medianos empresarios… los muy pobres y la clase media, pues. Tengo sentimientos encontrados; me causa risa y coraje escuchar al presidente cuando manifiesta que el comprende la molestia y el enojo de la población en general y de varios sectores de la sociedad. Se dio el lujo de expresar que también él está enojado y molesto por las medidas que ha tomado su gobierno para cuidar la estabilidad económica de México. Joder, a veces pienso, que el presidente piensa, que gobierna a una población de retrasados mentales. Si tanto es su enojo y molestia por las medidas que no pudo o no quiso evitar, ¿por qué no compartimos el sacrificio con la clase gobernante? Ellos no pueden renunciar a ningún privilegio, que se jodan los demás… ellos ¿por qué? El presidente Peña Nieto pide comprensión y sacrificio a la sociedad mexicana en general, excepto a quienes integran la élite burocrática. El obeso Congreso nacional, constituido por improductivos senadores y perezosos diputados, sólo han servido de comparsa al Ejecutivo para llevar a cabo las reformas estructurales que tienen a la patria al borde de una confrontación fratricida. Los hombres del poder defienden lo indefendible, ejemplo: José Antonio Meade, secretario de Hacienda. Este ilustre servidor público que tiene entre sus habilidades una retórica urbana de confusión, la adereza con recursos de intolerancia calculada para inhibir el cuestionamiento periodístico. Así se comportó en una entrevista con la periodista Denisse Maerker, cuando se sintió acorralado y no pudo explicar por qué la gasolina que vende una estación de Pemex en Texas, es más barata que en México. El hombre de todas las confianzas del presidente empezó a divagar, explicando con números inciertos, que, de no tomar las medidas «dolorosas» que se tomaron, se verían afectados los estudiantes becados, programas sociales clientelares y el Sector Salud, entre otro rubros importantes de la administración federal. ¿Por qué no reducen los onerosos salarios de senadores y diputados? ¿Por qué no le dicen a los «golosos» magistrados de la Suprema Corte de Justicia de la Nación que debido a la crisis que afecta al 90% de los mexicanos, van a ganar la mitad del casi medio millón de pesos que obtienen al mes? ¿Cómo recibiría la ciudadanía la noticia de suspender las millonarias prerrogativas a los partidos políticos y, que de aquí en adelante sea la militancia de cada partido la que aporte cuotas de manutención de los mismos? Esto sería compartir el sacrificio. Pero ni el presidente y su gabinete, ni los diputados y senadores, ni los ministro de la corte ni los congresos locales, tienen la mínima intención de compartir el sacrificio que se pide a otros. La sangría se le aplica al pueblo nada más. Allí es donde surge el rencor, la frustración, el desaliento, las ganas de gritarle a la clase gobernante que ya no soportamos más sacrificios. No es posible que el brazo armado de la Secretaría de Hacienda, llamado el SAT, apliquen el terror a los contribuyentes que por escasez de dinero no puedan pagar unos impuestos y reciban sendas notificaciones de embargo. Aquí es donde aplica la expresión popular de: Hágase la justicia en los bueyes de mi compadre. No comprendo cómo un pequeño comerciante no pueda hacer uso de sus ahorros y comprarse un carro, una casa, con valor arriba de los 200 mil pesos, que no sea «tasajeado» por el SAT. ¿Cómo se pueden explicar las adquisiciones de los exgobernadores y ex presidentes municipales que compran bienes inmuebles, carros, hasta aviones, con valores millonarios en dólares, sin la supervisión del «santo oficio» financiero del gobierno federal? Por eso escribo estas líneas, por eso protesto al ver que se usan dos raseros para aplicar la justicia en México. La clase gobernante puede cometer toda tipo de abusos sin que nadie les moleste, pero el dueño de una pequeña papelería de mi pueblo tiene un aviso de embargo, porque no puede pagar 7 mil pesos de impuestos. Esos actos injustos del gobierno tiene tensa la «liga» y a punto de reventarse con las infaustas consecuencias que todos adivinamos. Señor presidente Enrique Peña Nieto, tiene usted la oportunidad de enmendar los errores de su administración. Le queda tiempo para cortar de un tajo los inmerecidos privilegios de quienes le acompañan en el gobierno. Mande al diablo a los partidos políticos, incluyendo al suyo, y dígales que se acabó «el carnaval del dispendio». Así morirán de asfixia financiera los que no producen, ni lo que se comen. ¿Por qué seguir sangrando a los mismos de siempre? Fuera los Ochoa Reza, los “Niños Verde”, los “Chuchos”, los Anaya, los Batres, parvada de pájaros de mal agüero que mucho daño le han causado a México. Si se tomaran estas medidas de fondo, pueden echar pa’trás el gasolinazo… estoy seguro.
La frase: Cuanto más grande es la dificultad, más gloria hay en superarla… Epícuro.