GERMÁN GALLEGOS CRUZ. La Mesa De Las Nauyacas

 

 

¿DUELO NACIONAL?

 

Atento recado a Pepe Gómez, presidente de Grupo Quequi

Cuando un distinguido ciudadano quintanarroense por adopción sugirió en las redes sociales que se decretara duelo nacional por la muerte del laureado cantautor Juan Gabriel, me quedé perplejo. El licenciado Joaquín González Castro, cuyos activos políticos están en la prudencia, mesura, sensatez, y equilibrio, me sorprendió con ese lance. Los atributos que he mencionado le han ganado reconocimiento y respeto de tirios y troyanos a don Joaquín. Sé que la muerte de cualquier ser humano invita por solidaridad espontánea a encontrar cualidades extraordinarias al difunto. Quien se haya muerto en la cuadra, colonia o pueblo, la gente suele expresar de manera invariable: Tan buena gente que era el señor, señora o joven. Muchas veces aún sin haber conocido personalmente al muerto, algunos se atreven a contar historias imaginarias. El caso de Juan Gabriel tiene características especiales, debido al talento innato y la enorme capacidad de hacer, componer e interpretar la música que hizo bailar, llorar, reír y enamorarse a mucha gente, no sólo de México, sino de todo el mundo. Nadie podrá regatear un reconocimiento y merecido homenaje a nivel nacional, pero de ahí a que se decrete luto o duelo nacional, me parece una desproporción. Sé que debido a que sus canciones calaron muy hondo en el corazón de mucha gente, corro el riesgo de una «serruchada» de madre de los fanáticos del “Divo de Juárez”. Mi alegato a la negativa de decretar duelo nacional lo fundamento en el racimo de problemas que traemos en el lomo la mayoría de los mexicanos. ¿Cómo es posible que la vida de un distinguido mexicano, sin duda alguna, como Juan Gabriel, pese más en el corazón del compatriota promedio, que los miles de muertos, muchos de ellos inocentes, en la guerra contra el narcotráfico? Como los muertos de esta lucha fallida son ajenos, no pedimos decretar duelo nacional por las vidas inútilmente segadas. Nos hicimos ciegos, mudos y sordos por la muerte de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, nos callamos porque los muertos no son nuestros. Deberíamos pensar que en la muerte de cada inocente, sea por la guerra contra el narcotráfico, sea por negligencia médica, o sea porque la corrupción gubernamental es enorme, y dejó sin medicamentos básicos a los hospitales del sector público y los enfermos se mueren de males curables. Es aquí donde tenemos que expresar que en cada ser humano que muere por las causas enumeradas, morimos también nosotros, porque también nosotros como ellos, somos humanidad, diría un pensador. Si la solidaridad espontánea existiera, lloraríamos por la muerte de Juan Gabriel, pero también lloraríamos por los feminicidios en Ciudad Juárez y Cancún. Eso sería lo justo. Insisto en la solidaridad, porque este sentimiento nos uniría para buscar soluciones concretas a los problemas comunes de nuestra sociedad. ¿Acaso no es un problema común la inseguridad? Todos estamos expuestos al peligro que representas las bandas criminales, que el Estado Mexicano no ha podido menguar. Y si cree el Gobierno que sólo con el uso de la fuerza y las armas terminaran con este flagelo, se equivoca. Educación y programas sociales que generen oportunidades de desarrollo para todos, principalmente para los más pobres, porque en esa capa social, es donde reclutan a los jovencitos sin oportunidades de empleo, para engrosar las filas de la delincuencia organizada.

 

VENGANZA CONTRA “EL DIVO”

Fue el sistema político mexicano que encarceló a Juan Gabriel en los tiempos de Vicente Fox, allá por el 24 de junio del año 2005. Este locuaz presidente, que recibió la presidencia de la República en «comodato», no pudo acallar sus rencores contra el cantante. Le cobró caro a Juan Gabriel haber declarado simpatías en favor de su adversario político: Francisco Labastida Ochoa. Es asunto ordinario en México ser víctima de las venganzas del poderoso. A Juan Gabriel se le acusó de haber omitido el pago del Impuesto Sobre la Renta (ISR) por 4 millones 173 mil pesos. Según sus abogados, este asunto ya estaba en vías de solución, pero era necesario hacer sentir el poder del Estado sobre un ser humano que era una especie de «embajador» de México ante el mundo, a través de sus canciones. Todos sabemos que las empresas multinacionales, de capital mexicano o extranjero, tienen trato preferencial en el pago de impuestos. (Dicen que algunas ni pagan). Pero no se trate de un «cristiano» que se medio orine fuera de la bacinica, según los señores del Gobierno, porque les dan la merecida «tunda» para escarmiento. Respecto al duelo o luto nacional, quiero aportar una información encontrada en Wikipedia: Dice que es de reciente propuesta. Fue decretado duelo nacional por primera vez en tiempos modernos, en España, por los atentados terroristas del año 2004. Es en acontecimientos de esta índole, donde cabe una propuesta así. Yo aceptaría sin discutir, que se le rinda un homenaje en el Palacio de Bellas Artes, sin caer en actos de fanatismo. No me gustaría ver estatuas por doquier para honrar su memoria. Mesura por favor.

La frase: Una cosa es la vida y otra la novela. Una cosa es la filosofía y otra el pensamiento. Noel Claraso.

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