GERMÁN GALLEGOS CRUZ. Desde La Mesa De Las Nauyacas
¿Vivienda digna?
Atento recado a los endeudados de por vida… por una casita. ¿Y usted, ya terminó de pagar su casa? -le preguntamos a doña Silvia García Gutiérrez-. Qué va señor -contestó-, llevo 10 años pagando puntualmente y lejos de bajar la deuda, ya subió. Fíjese que hay una modalidad de pagos que no entiendo, se llaman UDIS (Unidades de Inversión) me dijo el licenciado del banco, pero por más que me explicó, nunca le entendí. Doña Silvia, yo tampoco les entiendo a eso expertos financieros, que enredan las cosas para que nadie les entienda y tengan a miles de trabajadores en desgracia permanente, por no saber si algún día le podrán pagar a la hipotecaria o al desarrollador la onerosa deuda. Después de platicar casualmente con doña Silvia y ver su estado de cuenta, que por meses había solicitado al banco, quedó en estado de «shock», porque aquel crédito original de 390 mil pesos, ahora, después de pagar durante diez años la suma de 300 mil pesos, la deuda aumentó a casi 600 mil pesos. ¿Quiénes intervienen en la transa, en el fraude para encarecer tanto una casita de interés social de una sola recámara y prácticamente “encarcelar” por 25 años a los trabajadores que con tanta ilusión sueñan con tener un lugar propio dónde vivir con su familia? Los desarrolladores de vivienda, una vez adquirido el terreno, se topan con los primeros escollos de la administración municipal. Primero hay que aumentar la densidad de construcción, para que sea buen negocio. Hay que sobornar al Ayuntamiento: al presidente municipal, con la mayor tajada y al Cabildo con un “xixito” (tajadita). Una vez hecha la solicitud y «apoquinar» en cash y especie, se logra brincar el primer obstáculo. Ahora vienen los carísimos permisos de construcción y llegan con el director de Desarrollo Urbano, que por supuesto, ya recibió instrucciones del presidente municipal de encajarle otra mordida mortal al desarrollador. Ya se pusieron de «acuerdo» con el señor director, acordaron una «donación» sustancial en efectivo, sin recibo alguno y unas “casitas plus» en la unidad habitacional para los altos funcionarios públicos, amén del pago oficial del permiso. Claro que no termina el viacrucis en esta primaria tramitología. Faltan la anuencia de Protección Civil, permiso e inspección de la Dirección de Ecología, permisos sanitarios, inspección de obra, vacunas obligatorias contar las epidemias del trópico, permisos estatales y federales de los mismos rubros municipales, porque es muy republicana la intervención de los tres niveles de gobierno. Ah, y el pago de la extorsión sindical, que es la mexicanísima cultura de chupar la sangre de los trabajadores de la construcción, sin que reciban nada del «arreglo» bajo la mesa del parásito líder. El otro factor de encarecimiento de la humilde vivienda, son los réditos bancarios de «judíos» insensibles que, para asegurar la recuperación efectiva de financiamiento, entran en una especie de sociedad obligada con los desarrolladores. Cuánto estiércol hediondo hay en la construcción de pésimas viviendas en México. Cuántos ladrones intervienen en el negocio de ganancias anticipadas y por supuesto que el socio informal más cruel de toda esta venenosa ensalada, es el Gobierno. ¿Cuándo podrían estos corruptos «servidores públicos» intervenir a favor de los trabajadores, para que paguen lo justo por las inhabitables viviendas que adquieren bajo engaño y por apremiante necesidad? La endémica corrupción en México hace que vivamos en una contradicción permanente: los salarios más miserables del mundo y los servicios más caros del «universo». Aparte de los criminales precios en la vivienda, México vende a precio de oro, servicios como: telefonía convencional y celular, energía eléctrica, los combustibles, el agua entubada, la televisión de paga, satelital o por cable, etc. Cómo no ha de sufrir la clase trabajadora en México, como doña Silvia García Gutiérrez, si los principales culpables de estos atracos son los propios gobiernos… Por eso no hay quien defienda a la inerme clase trabajadora de nuestra patria.
LA MENTIRA DEL DISCURSO
Estamos preocupados y al mismo tiempo ocupados en un «esfuerzo» permanente para que la clase trabajadora tenga una vivienda digna -dicen en el discurso-. Sí, como no. ¿Cuántas mentiras dirá un político al día? Ya se jodieron a más no poder a los comerciantes de la vivienda, a los pequeños y medianos empresarios de actividades comerciales múltiples; por lo tanto, el encarecimiento de origen de productos y servicios los provoca, ya sabe usted, el mismo Gobierno, con su antipatriótica conducta, a través de la extorsión y la amenaza de sus cobradores de derecho de piso, entiéndase “fiscales”. La pregunta que siempre estará en el aire: ¿Hasta cuándo soportará la ciudadanía esta enfermedad de adicción al sufrimiento? Parece que no hay remedio. Quitan a los tramposos del PRI y llegan los otros que renuevan la esperanza, y nada. Al PRD le ha tocado gobernar varios estados y municipios del país, y se corrompió hasta la médula. Ejemplos: Guerrero, Michoacán, Morelos, Ciudad de México. El PAN ha gobernado mucho más territorio en toda la República y se corrompió por igual. De la chiquillada, ni hablar, son negocios familiares y de socios: Partido Verde, Nueva Alianza, Partido del Trabajo, Morena, etc. Paisanos, empecemos por hacer conciencia de nuestra fatal situación.