Energía arcaica = Gobierno genocida

Por Jorge Iván Domínguez

Maestro en gobierno y políticas públicas por la Universidad Panamericana y actualmente se desempeña como director de Información del Heraldo de México Televisión.

La manera en cómo generamos energía para satisfacer nuestra forma de vivir, ha ido cobrando relevancia con el paso del tiempo, ya que uno de los efectos colaterales de la generación de energía, ha sido la propagación en el ambiente de elementos tóxicos que producen daños en los ecosistemas y seres vivos, a lo que llamamos comúnmente: contaminación.

La contaminación del aire, por ejemplo, produce enfermedades respiratorias y cardiovasculares. A su vez, el agua contaminada genera aproximadamente 14 mil muertes por día, los derrames de petróleo causan enfermedades en la piel y la contaminación acústica deviene en sordera, hipertensión arterial y trastorno del sueño.

Sin mencionar los daños a otras especies, ciclos biológicos, ecosistemas y en consecuencia al cambio acelerado (porque todo en el universo está cambiando de manera constante) en la temperatura del planeta, lo que se traduce en fenómenos climáticos extremos, como sequías, inundaciones, disminución de agua para consumo humano, huracanes, tornados, tsunamis y según el último reporte del Banco Central de Pagos -El banco central de los bancos centrales- también crea y seguirá creando, fenómenos virales, como el que estamos viviendo ahora. (El Cisne Verde).

Derivado de lo antes expuesto, podemos deducir que la manera como se produce la energía de cualquier país, es de fundamental importancia, no sólo para los ciudadanos de ese lugar, sino para toda la vida en la Tierra.

Lo anterior viene al caso, porque desde hace unas semanas se viene confabulando desde el Gobierno Federal una acción coordinada desde la Secretaría de Energía, para detener tajantemente la entrada de centrales de energía solar y eólica. Hace un par de semanas el Centro Nacional de Control de Energía (Cenace) emitió un acuerdo para suspender las pruebas pre-operativas de estas nuevas centrales, con el pretexto de que así se garantizaría el abasto energético durante la contingencia del Covid-19. Sin embargo, el acuerdo no estipula fecha de reinicio de actividades.

Sumado a esto, la Secretaría de Energía publicó hace unos días en el Diario Oficial de la Federación un acuerdo mediante el cual asume totalmente el control del Sistema Eléctrico Nacional, dicho acuerdo estipula medidas que en resumidas cuentas obstaculizan la entrada de las centrales limpias al suministro eléctrico y posibilita a las antiguas centrales de combustóleo de la CFE a seguir operando, contraviniendo así los acuerdos de París (donde los países se comprometieron a generar un mínimo de 35% de su energía de forma limpia) y las leyes de cambio climático y transición energética, apenas promulgadas hace un lustro.

Cabe recordar que el combustóleo es uno de los contaminantes que mayor daño generan al medio ambiente en el planeta, este subproducto del petróleo se genera a partir del proceso de refinación y anteriormente Pemex se deshacía de él exportándolo a Estados Unidos y Singapur. Sin embargo, la demanda de estos dos países, ha bajado un promedio de 40%, ya que el combustóleo mexicano alcanzaba altos niveles de azufre, incluso la Organización Marítima Internacional prohíbe a las embarcaciones utilizar el petrolífero mexicano. Este negocio, representa para Pemex un aproximado de 56 mil barriles diarios, con un valor decreciente de 25 dólares por barril, precio que es conveniente para CFE, quien por esa razón quiere usarlo y, debido a la configuración arcaica de las refinerías de México, Pemex tiene que producirlo, por lo que representa un círculo sucio, donde participa también  el uso faccioso (político) del que ha sido víctima Pemex a lo largo de los años.

Asimismo, poner a funcionar estas centrales eléctricas, implica un gran riesgo para las poblaciones donde se encuentran: La Paz, Tuxpan y Mérida, corren el riesgo de exponer a su población a los efectos negativos del uso de combustóleo. Al respecto, estimaciones de investigadores de la Universidad Autónoma Metropolitana, señalan que sólo en Tula, Hidalgo, más de 14 mil muertes prematuras (personas que mueren muy por debajo del promedio de vida) son atribuibles a la planta de combustóleo que ahí opera, lo que convierte a este tipo de políticas energéticas en herramientas genocidas y ecocidas, justificadas en pro de la productividad y la obtención de recursos por parte del Gobierno, lo que representa un despropósito a las funciones primordiales del Estado.

Pero incluso en las razones de mercado, las energías limpias son exponencialmente más baratas de producir para nuestro país, estos 28 proyectos que han sido obstaculizados por el Gobierno representan una inversión de cerca de 7 mil millones de dólares y más de 70 mil empleos directos y como cereza del pastel, el hecho de producir energía más costosa lógicamente resultará en recibos de luz más caros con cargo a los ciudadanos.

Ya los gobiernos de Estados Unidos, Canadá y la Unión Europea manifestaron su desacuerdo al respecto, junto con el Consejo Coordinador Empresarial y la Coparmex, quienes sumados a la renuncia del titular de la Comisión Nacional de la Mejora Regulatoria (Conamer), pueden ser un contrapeso necesario que se constituya legalmente en un procedimiento de amparo, por contravenir a las leyes antes mencionadas y a la propia Constitución, en lo referente al derecho inalienable a la salud de los mexicanos.

Las razones de mercado, desde cualquier lógica, nunca pueden estar por encima de las razones de Estado, las cuales tienen en el centro de su actuar al ciudadano y su bienestar, por lo que es abyecto que un gobierno privilegie intereses económicos sobre la vida de sus habitantes y del equilibrio natural del que son parte. La intervención del Estado regulador es necesaria, pero ya hemos visto los estragos que han ocasionado los Estados propietarios en la historia.

En nuestra calidad de ciudadanos (semilla y sustento de la democracia) debemos estar muy pendientes de cómo producen nuestros gobiernos la energía que se requiere para sustentar nuestro actual modo de vivir en sociedad, y por supuesto tener conciencia del consumo energético que hacemos de manera diaria (huella de carbono), ya que cuando se trata de limitar un mercado, la solución está en la demanda, no en la oferta.

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