Elizabeth Taylor y la ‘Izquierda Caviar’ de Pedro Sánchez
- El Partido Socialista de España cambia de pareja las veces que hagan falta y sin necesidad de dar explicaciones, sus socios progresistas condenados a renovarse
EL BESTIARIO
SANTIAGO J. SANTAMARÍA GURTUBAY
Es difícil ser optimista con la izquierda actual en España y la Unión Europea La cara de Pedro Sánchez, el pasado 28 de mayo, tras su derrota en las elecciones municipales y autonómicas, anunciando la fecha de los comicios presidencialistas para el 23 de julio era la misma que tenía Carlo Ancelotti en rueda de prensa, cuando el Real Madrid perdió ante el Manchester City en el Etihad Stadium en el partido de vuelta de las semifinales de Liga de Campeones. Desde que lo desalojaron en octubre de 2016 de la secretaría de su partido hasta que se convirtió en presidente del Gobierno espñaol, el líder del Partido Socialista se ha convertido en un maestro del ‘crossover’ en el argot baloncestístico, un quiebro, un movimiento básico; Michael Jordan jugándose la última posesión para liquidar a los Utah Jazz en el sexto partido de las finales de la NBA del año 1998. “Pienso que ser Pedro Sánchez no es fácil, porque implica estar en un estado de rebelión constante contra todo y todos. Yo no me atrevería a certificar el acta de defunción de un político que ha sobrevivido a Felipe González, Alfonso Guerra, Alfredo Pérez Rubalcaba y a Susana Díaz…”, escribe el periodista español Alejandro Zambudio, en una interesante columna titulada “La izquierda state of mind”, un estado mental que lleva al altruismo, tendencia a procurar el bien de las personas de manera desinteresada, incluso en contra del interés propio.
El todavía presidente español en funciones es como la energía: ni se crea ni se destruye, solo se transforma. Así lo manifestó en su comparecencia anunciando el adelanto electoral. Su intención consiste en dejar en fuera de juego a sus rivales y erigirse como única alternativa dentro del espacio progresista. La misma táctica que aplicaron sus antecesores en plena Transición Democrática, Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero, en las elecciones de 1996 y 2008, respectivamente. El dóberman ataca de nuevo. En este último año estamos viendo cómo la izquierda del PSOE está condenada a renovarse, mientras que el Partido Socialista sigue como Elizabeth Taylor: cambiando de pareja las veces que hagan falta y sin necesidad de dar explicaciones. Y eso es lo que temen los españoles cuando se habla últimamente de “ensanchar la política”: que se ensanche el PSOE y se estreche el resto de la izquierda, y que Pedro Sánchez decida inmolarse y aborte el proyecto de Sumar, que reúne a más de una veintena de partidos progresistas, comunistas, independentistas, republicanos, antisistemas… El presidente del Gobierno decidió convertir las presidenciales en su Stalingrado particular, un líder experto en huidas hacia adelante. Logró alcanzar al conservador Partido Popular, de Alberto Núñez Feijóo y a su socio de extrema derecha, Vox, de Santiago Abascal. Estos días, el Rey Felipe VI llamará a Pedro Sánchez (PSOE) y a Alberto Núñez Feijóo (PP), para ver quien puede alcanzar la candidatura para los próximos cuatro años. El favorito es Pedro Sánchez, pero puede surgir alguna novedad que conllevara la convocatoria de unas nuevas elecciones en el próximo invierno. Hace mucho tiempo que el PSOE debería estudiarse en las escuelas de psicoanálisis, porque es a la política lo que el inconsciente colectivo o lo real, lo imaginario y lo simbólico en el pensamiento lacaniano.
Elizabeth Taylor, nacida en Hampstead, Londres, un 27 de febrero de 1932 y fallecida en Los Ángeles, California, el 23 de marzo de 2011), también conocida como Liz Taylor, fue una actriz anglo-estadounidense de cine, teatro y televisión. Desarrolló en Estados Unidos una carrera artística que se extendió por más de sesenta años, en la que adquirió popularidad principalmente como actriz en películas de Hollywood: “El padre de la novia”, “A Place in the Sun”, “Gigante”, “Cat on a Hot Tin Roof”, “Cleopatra”, “Who’s Afraid of Virginia Woolf?” Actuó junto a actores como Spencer Tracy, Montgomery Clift, James Dean, Rock Hudson o Paul Newman. A mediados de la década de 1980, se convirtió en activista a favor de causas humanitarias, especialmente la lucha contra el sida. Elizabeth Taylor se casó ocho veces con siete maridos. Sus esposos en orden cronológico fueron: Conrad ‘Nicky’ Hilton, Michael Wilding, Mike Todd, Eddie Fisher… Liz Taylor fue tachada de roba-maridos. A Richard Burton lo conoció en 1962, en la filmación de “Cleopatra”, y fue su gran amor, con quien después se casó y se divorció en dos ocasiones. Burton la agasajó con fastuosas joyas, como el diamante amarillo Krupp y la perla Peregrina, que antaño perteneció a Felipe II y fue reproducida por Velázquez en varios retratos reales. Cuando esta joya salió a la venta y la compró Richard Burton, desde España se intentó entorpecer la operación, afirmando que era falsa. Pero es sin duda más famoso el diamante Taylor-Burton de 69 quilates, comprado en 1969 por 1,1 millones de dólares. Ya en los años 80, Liz lo revendió por el triple y destinó el dinero a fines benéficos en África. En diciembre de 2011, fallecida ya la actriz, sus joyas y valiosos vestidos se subastaron, alcanzando cifras astronómicas. John Warner, con él tuvo un matrimonio infeliz que la llevó al alcoholismo. Elizabeth estuvo a punto de casarse con un abogado mexicano, Víctor Luna, con quien tuvo un accidente automovilístico días antes, lo que interrumpió el matrimonio; después de recuperados ambos decidieron no casarse. Larry Fortensky, obrero de la construcción al que había conocido en el Centro Betty Ford durante una cura de desintoxicación. Contrajeron matrimonio en el Rancho Neverland de Michael Jackson en 1991.
En la sociedad del 2023, el PSOE ‘state of mind’ tiene a sus mejores embajadores en aquellos que alaban la educación pública y luego matriculan a sus hijos en la concertada o en la privada. Es la ‘Izquierda Caviar’. Este marco es transversal. Tiene razón el que dijo que es el partido que más se parece a España. Es el partido por defecto, porque simula ser de orden, moderno y de izquierdas. Es un valor seguro: el chicle de MacGyver llevado a la política. MacGyver es un joven que crea una organización clandestina para ayudar al gobierno de Estados Unidos en misiones arriesgadas. El agente sabrá usar su inventiva, su conocimiento y su capacidad de improvisación para convertirse en un héroe de acción. Richard Dean Anderson a finales del pasado sigo XX, le dio vida al intrépido y aventurero agente de inteligencia de la “Fundación Phoenix” que siempre trataba de ayudar a los buenos y acabar con los villanos. Y este es uno de los grandes problemas a los que se enfrentará Yolanda Díaz, la promotora de Sumar si no abandona la tibieza con Pedro Sánchez y se distancia de los marcos que este le quiere imponer. Corre el riesgo que la acaben viendo como su complemento amable y no como una alternativa real de gobierno
“El problema de la derecha es, básicamente, que le han hecho creer que España es de izquierdas. Pero España es de izquierdas cuando no es de derechas, y es de derechas cuando no es de izquierdas. La derecha sueña con una izquierda con la que se pueda convivir, alternarse en el poder. Eso no ha existido nunca y ahora tampoco, es una fantasía de una derecha blandurria”, recalca el periodista conservador del periódico El Mundo, Federico Jiménez Losantos. El famoso eslogan “es más fácil imaginar el fin del mundo que el final del capitalismo” de Frederic Jameson se ha convertido en un lugar común por parte de un sector de la izquierda, que lo utiliza para garantizar su denominación de origen en redes sociales. Lo hemos visto en cada una de las sacudidas electorales que se ha llevado en los últimos años. Que el voto joven gire cada vez más a la derecha no es casual: no se trata de solo de una cuestión de rebeldía, sino de que en España hay cada vez más jóvenes que han crecido durante su adolescencia con el caos presente en sus vidas. Ni ‘millenials’ ni ‘zetas’ han vivido el lejano Mayo del 68 en las calles de París, Francia; la Transición Democrática; los Pactos de Moncloa; la caída del Muro de Berlín; o los Movimientos Antiglobalización de la década de los noventa. En ese sentido, hay un sector de la izquierda que se ha conformado en un romanticismo que a muchos jóvenes no les convence. ¿Es posible reivindicar grandes proyectos en la era del yo? ¿Es inteligente hablarles a los jóvenes de utopías colectivas, cuando los tiempos exigen cada vez más que seamos “realistas” y “pragmáticos”?
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