El primer domingo de adviento

MISIÓN EVANGÉLICA

El domingo 27 de noviembre, celebramos nuestro primer domingo de adviento. En él, que manifestamos desde la fe nuestra anhelosa espera en el advenimiento o venida de nuestro amado Jesús. Él era esperado por la gente de fe en su primera venida, pese a las dificultades y conflictos que vivían, muchos seguían firmes en esa espera.

“Aquí está mi siervo, a quien sostengo, mi elegido, en quien me deleito. He puesto en él mi espíritu para que traiga la justicia a todas las naciones. No gritará, no levantará la voz, no hará oír su voz en las calles, no acabará de romper la caña quebrada ni apagará la mecha que arde débilmente. Verdaderamente traerá la justicia. No descansará ni su ánimo se quebrará, hasta que establezca la justicia en la tierra. Isaías 42:1-4”

Como se acostumbra en las iglesias conservadoras este ritual, se elabora la corona de adviento y se enciende una vela cada domingo de adviento hasta llegar el 24, con la noche buena donde se enciende la vela de en medio con la llegada de la Navidad (Natividad de Jesús).

El aumento de las luces de las velas que se encienden cada domingo, simbolizan el aumento gradual de la esperanza gloriosa del amado Señor y Salvador, disipando la tristeza, el dolor, el miedo de los peligros y la maldad con la llegada del Salvador quien es “La Luz del mundo, Luz de las naciones y paz para los creyentes”.

Jesús no solo viene al mundo, viene también a nuestras vidas cargadas y fatigadas. La Navidad, pues, abre las puertas de nuestro corazón para dar entrada al Salvador quien lo ilumina, vacía, de toda oscuridad del pecado para que, en el nombre de Dios, recibamos en casa a los amigos, a los de lejos o cerca, a todo ser humano con quien por el pecado nos distanciamos y podamos amar, perdonar y reconciliar por la llegada de una bonita y alegre Navidad.

Mirar la realidad del mundo actual, puede llevarnos al fatalismo, como el náufrago ve la tabla que puede salvarle. Algunos buscan la protección en ángeles, los espíritus, de la santa muerte; buscan en el “tianguis de la fe” las ofertas de los favores de Dios, que venden los apostolobos.

¿Se ha olvidado Dios del este su mundo? ¿Ya no le importa su pueblo? ¿Ya no puede con nosotros? ¿Ha faltado a su promesa?

“Diré a Dios: Roca mía, ¿por qué te has olvidado de mí? ¿Por qué andaré yo enlutado por la opresión del enemigo?  Como quien hiere mis huesos, mis enemigos me afrentan, diciéndome cada día: ¿Dónde está tu Dios?

¿Por qué te abates, oh alma mía, y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, Salvación mía y Dios mío. Salmo 42:9-11.”

El Caminante del Camino de la fe: SJ. Carlos César González Cruz.

No hay comentarios