El Homo Sapiens era el rey del planeta Tierra
Katalin Karikó y Drew Weissman, Premio Nobel de Medicina “por su vacuna del Covid y sus descubrimientos innovadores de cómo interactúa el ARNm con nuestro sistema inmunológico”
Santiago J. Santamaría Gurtubay
La historia, tal como la concebíamos hasta ahora, consistía en que había Estados y naciones con fronteras y banderas; líderes políticos amigos o enemigos; jefes religiosos representantes en la tierra de sus dioses respectivos; guerras de ocupación con gran variedad de latrocinios, hambrunas, matanzas y genocidios; intercambio comercial planetario de productos de toda índole; torneos deportivos, ritos ancestrales y mitos que daban por supuesto que el Homo sapiens era el rey de este planeta. Ha bastado con la aparición en escena de la Covid, que apenas mide cien millonésimas de milímetro, para que los pilares de la historia en apariencia se hayan venido abajo. “Esta primavera de 2020, que acaba de empezar, habrá que tomarla como una nueva arma de combate”, escribía el columnista valenciano español, Manuel Vicent. “Confinados en casa, con la angustia del encierro, cada uno puede purificar la mente y recuperar la moral imaginando el milagro que sucederá ahí fuera en plena naturaleza. La eclosión de las flores va a coincidir con la curva más alta de la pandemia. El polen trasportado por el viento, por los pájaros y los insectos se cruzará con el aciago coronavirus en el espacio. Frente a cualquier catástrofe a la que nos conduzca la peste, el polen y las semillas sembradas esta primavera al final ganarán la batalla como siempre. El trigal que ahora se ondula sobre las colinas será el pan de mañana…”.
Esta inusual semana calurosa otoñal del mes de octubre se estrenó con la noticia de que la Academia sueca había concedido el premio Nobel de Fisiología o Medicina a Katalín Karikó y Drew Weissman por la vacuna de la Covid basada en ARN mensajero. La bioquímica húngara Katalin Karikó pasó 40 años trabajando en la sombra y desarrollando avances claves para las inyecciones de Moderna y BioNTech. Drew Weissman trabajó con Karikó e hizo posibles las terapias a partir del ARN mensajero. Las vacunas de Pfizer o Moderna lo incorporan y no existirían sin su visión. Con Karikó, son 13 las mujeres que han recibido el Nobel de Medicina. El jurado ha destacado que otorga este galardón a Karikó y Wiessman “por sus descubrimientos sobre modificaciones de bases de nucleósidos que permitieron el desarrollo de vacunas de ARNm eficaces contra la Covid-19”. “Los descubrimientos de los dos premios Nobel fueron fundamentales para desarrollar vacunas de ARNm eficaces contra la COVID-19 durante la pandemia que comenzó a principios de 2020. A través de sus descubrimientos innovadores, que han cambiado fundamentalmente nuestra comprensión de cómo interactúa el ARNm con nuestro sistema inmunológico, los galardonados contribuyeron a la tasa sin precedentes de desarrollo de vacunas durante una de las mayores amenazas a la salud humana en los tiempos modernos”, ha destacado el jurado.
“Fue un encuentro fortuito frente a una fotocopiadora en la Universidad de Pensilvania, donde ambos trabajaban. Era 1998, y ella le contó de su obsesión con el ARN mensajero; él le dijo que estaba buscando nuevos enfoques para una vacuna contra el VIH…”, editorializaba este histórico 2 de octubre del 2023, The New York Times. Veinticinco años después, Katalin Karikó y Drew Weissman ganaron el Premio Nobel de Medicina. Su trabajo, que avanzó durante décadas de varios fracasos y algunos éxitos, permitió desarrollar vacunas altamente efectivas contra el virus que causa la Covid cuando aún no había transcurrido un año desde el comienzo de la pandemia.Esta semana comenzó la temporada de los Nobel, ese momento del año en el que conocemos las vidas extraordinarias de personas que han dedicado su existencia a un oficio o una misión. El Nobel de Medicina es, quizás, el premio más poderoso en términos de narrativa: se entrega a pioneros que descubren maneras de salvar vidas o a quienes desentrañan los vastos enigmas del ser humano. Leyendo las biografías de Karikó y Weissman hay un hilo común: no claudicar.
Karikó no se dio por vencida. No renunció cuando le cortaron los recursos al programa de investigación en su natal Hungría. Ni cuando le negaron becas y financiamientos. Ni cuando no le dieron un contrato académico permanente. Mucho menos cuando los científicos a su alrededor no creían que el ARNm era utilizable. Weissman también tiene ese espíritu de perseverancia. Para entonces, había dedicado años de su vida a desarrollar un tratamiento para el sida. La científica que conoció frente a la fotocopiadora le renovó la esperanza: ¿por qué no intentar un enfoque diferente, utilizar el ARNm para desarrollar una vacuna? El problema era que no lograban que el sistema inmunitario dejara de interpretar el ARNm como un patógeno invasor, por lo que lo atacaba. Pero, de pronto, se percataron de un detalle que lo transformó todo: identificaron una modificación química que hace que las células protejan su propio ARNm. Era una idea marginal que pocos científicos creían que fuera a funcionar. Y funcionó. Ese descubrimiento “cambió radicalmente nuestra comprensión de cómo el ARNm interactúa con nuestro sistema inmunitario”, declaró el jurado que concedió el premio. Ese hallazgo fue la base para que Moderna y Pfizer-BioNTech pudieran desarrollar, con una rapidez sorprendente, sus efectivas vacunas contra la Covid-19. La dedicación de Karikó y Weissman salvó muchas vidas y ayudó a terminar con la peor pandemia en un siglo. “Vimos el potencial y no estábamos dispuestos a rendirnos”, dijo Weissman. Y aunque la pandemia acabó, el virus se quedó para siempre. Mientras se acerca el invierno en el hemisferio norte y los casos de Covid están aumentando, es prudente buscar el refuerzo de las vacunas. No imagino mejor manera de celebrar el trabajo de estos científicos.
Katalin, cuyas primeras investigaciones fueron rechazadas hasta perder el puesto en la universidad, y el estadounidense Drew, que sufrió problemas similares, fueron distinguidos el 2021con los premios Princesa de Asturias en España. “Recibía una carta de rechazo tras otra de instituciones y compañías farmacéuticas cuando les pedía dinero para desarrollar esta idea”, comentó la húngara en diciembre de 2020, en plena pandemia. Bioquímica húngaro estadounidense nació en enero de 1955 en Szolnok (Hungría). Graduada en Biología en la Universidad de Szeged (Hungría) en 1978 y doctorada en Bioquímica en 1982, empezó a estudiar las propiedades del ARN mensajero en ese centro húngaro. En 1985 emigró a Estados Unidos con su marido y su hija de dos años. Drew Weissman nació en Lexington (Massachusetts, EE UU) es profesor de Medicina en la Escuela de Medicina Perelman de la Universidad de Pensilvania y trabaja sobre el ARN y su aplicación en el desarrollo de vacunas y terapia génica.
El ARN es una molécula imprescindible para la vida. Sintetizado en el núcleo de las células, lee las instrucciones escritas en el ADN y parte con ellas para que las fábricas del organismo produzcan todo lo necesario para existir. En la década de los 90, Karikó planteó la idea de utilizar ese mensajero para curar a los enfermos. Si se introdujese en sus células el trozo adecuado de ARN, especulaba, estas producirían la proteína ausente que causa una anemia o generarían una respuesta inmune frente a una infección o incluso el cáncer. Weissman quería producir mejores vacunas y también presentía que la respuesta podía estar en la frágil molécula. La estabilidad del ARN mensajero es el logro a destacar. Se degradaba con la vista. Ellos lo modificaron para que fuera estable. También idearon cómo colarlo en la célula, envolviéndolo en nanopartículas lipídicas que atraviesan la célula. El ARN mensajero genera una respuesta inmune más fuerte. La gran oportunidad fue el coronavirus, un virus muy específico contra el que las vacunas han funcionado de forma fenomenal. La impresionante flexibilidad y velocidad con la que se pueden desarrollar vacunas de ARNm allanan el camino para utilizar la nueva plataforma también para vacunas contra otras enfermedades infecciosas. En el futuro, la tecnología también podrá utilizarse para administrar proteínas terapéuticas y tratar algunos tipos de cáncer.
En el Casco Viejo de Bilbao, donde durante meses las cuadrillas tuvieron que dejar el txikiteo por la pandemia, nadie detiene a Drew Weissman para pedirle un selfi. Es probable, sin embargo, que, si le reconociesen, esos bilbaínos amantes de la socialización cercana y a boca descubierta, famosos por su generosidad algo fanfarrona, iniciasen una colecta popular para dedicarle una estatua en alguna de las siete calles del centro. Weissman, un hombre de aspecto circunspecto, es uno de los científicos que nos permitieron recuperar gran parte de la vida arrebatada por la Covid, que apaciguó el miedo de los más vulnerables y alivió ucis y morgues. Su trabajo junto a la investigadora Katalin Karikó hizo posibles las terapias a partir del ARN mensajero. Las vacunas de Pfizer o Moderna no existirían sin su visión. ¿Estamos mejor preparados para la siguiente pandemia? “Por un lado, estamos preparando una vacuna universal para los coronavirus y para otros virus que tienen potencial para saltar de animales a humanos y prevenir así futuras pandemias. Estamos haciendo lo mismo con la gripe. También estamos haciendo vacunas para malaria, que es uno de los grandes azotes de la humanidad, y para virus como el del ébola o el Nipah. Creo que el ARN nos va a permitir producir nuevas vacunas muy rápido, efectivas y seguras para las próximas posibles pandemias, y evitar además que haya que tener pinchazos de recuerdo cada equis meses”.
Hablan de producir vacunas de ARN contra la tuberculosis, el VIH y la malaria. Son tres de las enfermedades que más matan en el mundo, pero afectan sobre todo a países pobres. Con la Covid hemos visto que las vacunas llegaron muy rápido a los países desarrollados, pero no ha sucedido lo mismo en los pobres. En su aplicación para el cáncer, ¿será posible también pensar en tratamientos hasta cierto punto universales o la enfermedad es demasiado compleja para pensar en esa posibilidad? “Efectivamente, es una enfermedad increíblemente compleja. La gente tendía a creer que todos los cánceres de mama eran iguales, y no es así. Por eso, es muy difícil hacer una vacuna efectiva para todos. Pero estamos trabajando en ello y espero que en el futuro tengamos algo. Creo que las vacunas para el cáncer serán una más de muchas terapias en desarrollo que pueden cambiar el pronóstico del cáncer…”. Algunas vacunas contra el cáncer podrían estar listas en cinco años, vaticinan algunos laboratorios ¿Están de acuerdo? “De ninguna manera. Nadie debería decir esas cosas. El cáncer es demasiado complejo. Cada tipo de tumor tiene sus especificidades. Esas predicciones son muy dañinas para la gente que sufre cáncer. Es jugar con su esperanza. En 2013, el cáncer de pulmón era prácticamente una sentencia de muerte. Después llegó la inmunoterapia de inhibidores de punto de control, y se consiguió que cada vez más gente sobreviva a este tumor…” Ahora sigue habiendo tumores que son invisibles para el sistema inmune y es necesaria más investigación para saber por qué. Ahora hay muchísimo dinero para el desarrollo de nuevas vacunas y tratamientos basados en ARN mensajero. Katalin y Drew y otros miles de científicos y militantes de la Salud siguen protagonizando la historia de la humanidad.
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