El festejo sin el festejado
¿Podría ser posible esto? Imagínate que te llegara una invitación especial para celebrar el cumpleaños de un personaje que admiras de la farándula o de tu deporte favorito, y respondes afirmativamente qué ahí estarás, muy felizmente te preparas con tiempo, seleccionas el regalo que entregarás personalmente al festejado. ¡Es el personaje que admiras!
El día señalado, te arreglas con anticipación, vistes una ropa con cierto aire de presunción, entrenas las palabras que vas a decir, te vas a la fiesta con un poco de tiempo anticipado, se supone que el anfitrión de la fiesta ya debe de estar ahí, pues debe recibir a los invitados.
Cuando llegas, encuentras ya mucha gente, todos pensaron como tú, y se fueron más temprano que tú, aun así, pasas entre tanta gente, buscando a alguien que conoces para no sentirte solo.
¡Uff! Por fin encuentras a algunos que conoces de vista a quienes saludas con poca efusividad; preguntas a ellos si acaso han visto a tus compañeros y amigos, ellos te señalan hacia donde están, volteas y los ves. Agradeces con una palmada en el hombro y te dirijes a ellos.
Ya con tus amigos te sientes en ambiente, muy feliz de estar a gusto con tu círculo más cercano. Empiezan las copas, las risas, chistes, alguien toma la palabra, les da la bienvenida, les dice como se desarrollará esta gran fiesta inolvidable.
En verdad que la estas pasando excelente, hay abundancia de comida y bebida, hay de todo para todos y todo está permitido, todo es sin sensura.
Al otro día de la fiesta, es un día inhábil; llamas a algunos de tus compañeros de mayor confianza y preguntas algunas cosas, pues no recuerdas ni como llegaste a casa. Ellos te informan con cierta advertencia y censura qué te excediste. Apenado los escuchas.
Repasas todo hasta donde recuerdas… Y de lo que recuerdas, recuerdas que ni viste al festejado, ni le entregaste el regalo. ¡Qué horror Dios mío! ¡Y claro que ridículo!
¿Cómo puede haber un festejo sin festejado? ¡Pues sí las hay! ¡Y muchas! Son las llamadas preposadas y posadas y hasta posposadas de Navidad. Todo, absolutamente todo es un pretexto para los excesos, sin tener nada de Navidad, porque la Navidad es la Natividad de Jesucristo, él es el más hermoso regalo de Dios a la humanidad.
Mateo 2:10-11.
Al ver la estrella, sintieron muchísima alegría. 11 Cuando llegaron a la casa, vieron al niño con María, su madre, y postrándose lo adoraron. Abrieron sus cofres y presentaron como regalos: oro, incienso y mirra.
Una Navidad sin Jesús es los más vil y profano.
Bendiciones amigos y hermanos caminantes del camino llamado vida. Pbro. Carlos César González Cruz.