
EL BESTIARIO SANTIAGO J. SANTAMARÍA GURTUBAY
Denuncias sexuales, ‘Anónimos indignantes’
Nombres de periodistas, escritores y músicos están apareciendo todos los días. No es en relación con su trabajo de cara al público. Con las etiquetas #MeTooMúsicosMexicanos, #MeTooEscritoresMexicanos o #MeTooPeriodistasMexicanos, decenas de mujeres están denunciando casos supuestamente perpetrados por hombres que trabajan en esos sectores…
SANTIAGO J. SANTAMARÍA GURTUBAY
Este rebrote en México del movimiento #MeToo (#YoTambién), que eclosionó en Estados Unidos en 2017, a raíz de la ola de denuncias contra el productor de cine Harvey Weinstein, está ahora en el centro del debate tras el suicidio del músico Armando Vega Gil, cofundador del grupo de rock “Botellita de Jerez”. En su mensaje de despedida, Vega Gil vinculó su decisión de quitarse la vida con el hecho de haber sido acusado de acosar a una menor. La denuncia contra el músico fue presentada anónimamente en la cuenta @metoomusicamx. Si bien el propio Vega Gil escribió que su decisión era “voluntaria, consciente, libre y personal”, algunas personas alertaron del riesgo de caer en un escenario de “escraches” o linchamientos públicos de trágicas consecuencias… “La acusación de acoso sexual a tontas y a locas puede lastimar el buen nombre de un hombre perfectamente honesto. Soy feminista, pero me duele mucho el suicidio de Armando Vega Gil por una denuncia anónima”. Este es un tuit de la escritora Elena Poniatowska del mediodía del 3 de abril del 2019. “Estamos viviendo una catarsis al sufrir el suicidio del roquero Armando Vega Gil, del grupo ‘Botellita de Jerez’. Resultó muy importante la carta de Blanche Petrich en La Jornada diciéndonos su dolor por la muerte de Vega Gil y su indignación contra denuncias anónimas y #MeToo. El primero de abril pudimos ver y escuchar una entrevista sumamente valiosa de Carmen Aristegui a la feminista y maestra del ITAM Marta Lamas, quien dirigió durante años la revista Debate Feminista”, recuerda Elena Poniatowska, en una valiente columna titulada “Denuncias anónimas indignantes”.
En Europa se pusieron de “moda” los más que temibles “anónimos” por Joseph Goebbels, político alemán que ocupó el cargo de ministro para la Ilustración Pública y Propaganda del Tercer Reich entre 1933 y 1945, con Adolf Hitler. En la España falangista y franquista, las denuncias sin remitente o realizadas por los chivatos o los integrantes de la “Guardia de Francisco Franco”, eran “verdades en su totalidad” para los servicios de inteligencia política de la Policía y la Guardia Civil. Torturas y muerte eran los “fallos” dictados en las comisarías y cuartelillos. “Todo por la Patria” era el eslogan que aparecía colgado en las entradas de los edificios de “La Benemérita” (Guardia Civil). En muchos países comunistas, satélites de la extinta Unión Soviética, el “anónimo” fue utilizado masivamente entre la población como medida de control político, social e ideológico.
“#MeToo, fundado en 2017, le dio una fuerza colectiva a las quejas de las mujeres que pudieron darle nombre y cara a su denuncia -recalca Elena Poniatowska, cuya obra literaria ha sido distinguida con numerosos galardones, entre ellos el Premio Cervantes 201, autora del libro ‘La noche de Tlatelolco. Testimonios de historia oral’-, y abrió la posibilidad de un proceso civilizatorio. Según Marta Lamas, es indispensable que se hagan denuncias equilibradas en todas las comunidades humanas: en fábricas, en universidades, en conjuntos habitacionales, en la calle y sobre todo en nuestros medios de transporte, tanto el Metro como el Metrobús. Muchas mujeres han sido violentadas y agredidas, pero las denuncias tienen que ser legítimas y comprobadas”. “¿Cómo hacemos justicia?, pregunta Marta Lamas, preocupada por el terrible significado de una reacción punitiva. La feminista recuerda que nuestras reglas sociales y nuestras conductas provienen del patriarcado y de los usos y costumbres milenarios y recuerda que hay susceptibilidades y que en una relación de pareja donde hubo amor puede haber odio.
Armando Vega Gil, bajista y fundador del grupo de rock mexicano “Botellita de Jerez”, falleció este primero de abril, según confirmó la agrupación a través de su cuenta de Twitter. La muerte del músico de 64 años se ha conocido horas después de que publicara en sus redes sociales un comunicado en el que anunciaba su suicidio. Vega Gil había sido señalado en los últimos días de acosar sexualmente a una menor de edad, hace más de 10 años, dentro de la ola de denuncias del movimiento “Me Too” en México. El bajista de “Botellita de Jerez” publicó durante la madrugada una nota en la que defendía su inocencia ante los señalamientos de acoso en su contra a través del hashtag #MeTooMusicosMexicanos. “Dicha acusación es falsa”, escribió. El músico insistió en que durante su carrera ha defendido los derechos de los niños y que la denuncia en su contra dañaba su credibilidad y mermaba sus oportunidades de trabajo. “Mi muerte no es una confesión de culpabilidad, todo lo contrario, es una radical declaración de inocencia”, publicó. La policía de Ciudad de México halló el cuerpo de Vega Gil apenas una hora después de su publicación en redes sociales. “Con un inmenso pesar, comunicamos que nuestro compañero Armando Vega Gil falleció la madrugada de hoy. Nos encontramos procesando esta noticia y haciendo los trámites correspondientes. Descansa en paz hermanito”, anunciaron sus compañeros de “Botellita de Jerez”.
Muy pronto los centros del poder masculino quedarán definitivamente fuera del canon machista consagrado en nuestra cultura por el Antiguo Testamento y la lucha por la igualdad de hombres y mujeres se librará incluso en el terreno de la genética. Llegará el momento en que el óvulo podrá elegir el espermatozoide más adecuado de entre los millares de inútiles que asediarán la gran fábrica de la vida. Al final, las dos células se mirarán a la cara, de igual a igual, y el pequeño espermatozoide tendrá que aceptar un “no es no” de ese óvulo único, brillante, dinámico y lleno de futuro. Si el Génesis lo hubiera escrito Séfora, la mujer del machista Moisés, habríamos leído: “Al sexto día, Dios creó a Eva y desde sus entrañas surgió Adán”. Sería un relato más consistente porque todos llegamos a este mundo atravesando a una mujer cuyo cuerpo, glorificado o satanizado, se ha convertido en una neurosis masculina en el arte y en la religión. El voluptuoso desnudo femenino constituye un horizonte estético en la historia de la pintura, igual que la figura de la Virgen sin vísceras, pero vestida con ropaje celestial, rodeada de ángeles.
Para una feminista radical ¿qué es más degradante, la Venus de Botticelli saliendo desnuda del mar sobre una concha impulsada por el soplo de dioses alados o las Inmaculadas de Murillo, quien a veces utilizaba de modelos a rameras sevillanas y las pintaba con la serpiente y la luna a sus pies? Durante tres mil 500 años la mujer ha sido sometida, explotada, considerada como patrimonio del varón, objeto de placer o animal de carga. La esclavitud fue oficialmente abolida en la segunda mitad del siglo XIX; entonces se inició el movimiento obrero y ahora que la lucha de clases parece que ha sido neutralizada ha aparecido en escena la batalla final por la liberación femenina, una guerra que no ha cesado desde el Neolítico.
Los mensajes lamentando el suicidio del líder de “Botellita de Jerez”, Armando Vega Gil, siguen inundando las redes sociales. En Twitter se está haciendo referencia a la serie “Black Mirror”, a su capítulo “Odio nacional” (Hated in the Nation), donde se narran las investigaciones por las muertes de ciudadanos que habían sido criticados en las redes sociales, siendo el suicido, al igual que el músico leyenda del rock mexicano, el protagonista de su destino final. “Black Mirror” es una serie de televisión británica creada por Charlie Brooker. La serie gira en torno a cómo la tecnología afecta nuestras vidas, en ocasiones sacando lo peor de nosotros, las miserias humanas.
En los patios de luces de toda España dejaba de cantar Concha Piquer y en los andamios ningún albañil osaba arrancarse por soleares. En aquella Semana Santa después de la Guerra Civil se prohibía cantar, silbar y jugar a las cartas; los tambores sustituían a las campanas y en la radio solo se oía música clásica y polifonías de Palestina entre las voces de algún famoso orador sagrado que predicaba el sermón de las Siete Palabras. Lo demás era un silencio morado con el rumor de algún viacrucis: perdona a tu pueblo, Señor -cantaban los penitentes-, mientras al amanecer piaban los pájaros, los únicos seres que parecían libres de pecado. Las señoras provincianas con teja y mantilla, tacones de aguja y medias negras con costuras visitaban los monumentos de Jueves Santo dejando atrás un rastro de colonia Heno de Pravia. El oficio de tinieblas se concitaba en las tahonas con el hondo aroma de las torrijas. Durante la Semana Santa de entonces solo se ponían películas de judíos y romanos.
En aquel marzo de 1954, en España, “La túnica sagrada” en cinemascope inauguraba mil y un cines. Aún llevaban mis padres asociada la figura de Víctor Mature en el papel del esclavo Demetrio con el olor a cera e incienso mezclado con colonia barata y sudor labriego que llenaba el ámbito de la iglesia del pueblo. Ponían también “Quo Vadis”, con Robert Taylor, Peter Ustinov y Deborah Kerr en el papel de Ligia, que llenó de erotismo a toda una generación de adolescentes. Luego llegarían “Ben-Hur” con Charlton Heston y Stephen Boyd. Las películas de la Pasión llenaban todas las carteleras de Semana Santa y al llegar la televisión, en 1956, la pequeña pantalla comenzó a devorar procesiones, documentales religiosos y sermones de toda índole, unos melifluos y otros llenos de cólera sacra. “Rey de reyes”, de Nicholas Ray, de 1961, se había rodado en España bajo el imperio de Samuel Bronston, y “El Evangelio según San Mateo”, de Pier Paolo Pasolini, de 1964, y “La última tentación de Cristo”, de Martin Scorsese, de 1988, añadieron una visión contestataria cuando la Semana Santa había comenzado a diluirse en ese tiempo en un espacio de vacaciones de primavera y las procesiones producían atascos y las cremas solares de las playas comenzaron a hacer la competencia a la cera de los cirios de los templos.
Ahora, medio siglo después, en plena revolución de las mujeres, llegó a las carteleras la película “María Magdalena”, una versión feminista de este mito religioso-erótico con el duro Joaquin Phoenix en el papel de un blando Nazareno. De María Magdalena se dice que fue la adúltera salvada de la lapidación por Jesús, quien le sacó siete demonios del cuerpo. El papa Gregorio I, en el año 591, la proclamó oficialmente prostituta y santa, el oxímoron perfecto; de hecho fue la protagonista de la Pasión, puesto que estuvo al pie de la Cruz y fue la primera a quien se le apareció el Resucitado. Algunos exégetas creen que fue hermana, esposa o amante del Nazareno; otros la confunden con otra María de Betania, que le ungió los pies al Maestro, con perfumes y se los secó con sus cabellos. Existen otras teorías, por ejemplo, que el Maestro no murió en la cruz, sino que fue salvado por su amante con la que huyó a la India, donde tuvieron hijos que se han perpetuado hasta hoy. En el refectorio menor del convento de San Marcos, en Florencia, hay un fresco pintado por Doménico Ghirlandaio de la Última Cena. El Maestro tiene a sus discípulos alineados a derecha e izquierda detrás de la mesa con un bello Juan dormido en su regazo, a quien parece estar acariciando con mano dulce sus rizos de oro. ¿Se trata de Juan o de María Magdalena? Todos los cenáculos pintados en el quattrocento, incluido el de Leonardo Da Vinci, contienen un enigma. En la pintura de Ghirlandaio resulta evidente que el tercer discípulo contando por la derecha es una mujer tocada con un manto rojo, lo mismo que san Juan es también una figura ambigua envuelta en delicados tonos azules.
En el evangelio apócrifo de Tomás hay una referencia a la Magdalena extremadamente machista. Dice Simón Pedro: “¡Que se aleje Mariham de nosotros! Pues las mujeres no son dignas de la vida”. Dijo Jesús: “Mira, yo me encargaré de hacerla macho de manera que también ella se convierta en un espíritu viviente, idéntico a nosotros los hombres, pues toda mujer que se haga varón entrará en el reino de los cielos”. En la película de Garth Davis, basada en el Evangelio apócrifo de María Magdalena, ella aparece por primera vez como una líder espiritual feminista, en realidad como la única entre los discípulos que creyó en el Cristo resucitado. No me toques -le dijo el Maestro fuera del sepulcro- cuando la Magdalena quiso abrazarlo. En efecto, esta mujer fue la primera en saber que el espíritu es intangible y así comenzó a predicarlo.
@BestiarioCancun