EL BESTIARIO SANTIAGO J. SANTAMARÍA GURTUBAY
EL BESTIARIO
“Adivina quién viene a cenar” en Nochebuena a Cancún
No es el negro Sidney Poitier, sino un novio de Morena, ex #YoSoy132, quien viene con un “colega” español que trapichea hachís de Ketama y LSD de Ámsterdam…
SANTIAGO J. SANTAMARÍA GURTUBAY
En vísperas del Mayo del 68, los matrimonios interraciales eran muy mal vistos o prohibidos en Estados Unidos y en otros lugares del mundo. Hoy, la transversalidad política o transversalismo es una corriente ideológica que defiende la renuncia a identificar sus ideas con el espectro político clásico basado en la distinción izquierda-derecha, declarando una guerra sin cuartel a las “castas” de toda la vida -sin misiles ni armas de última generación , por ahora- apostando por modelos lejanos a la “real politik” y cohabitación. Nuestra ciudad de Cancún será escenario en apenas unas horas de situaciones de “Casus belli”, expresión latina con la que se designa que un acto constituye motivo de guerra o de enfrentamiento. En Isla Dorada, Villa Magna, Cumbres…, las niñas de la casa presentarán a sus padres panistas, priistas, perredistas… de toda la vida, a sus futuras parejas heterosexuales, homosexuales…, ex #YoSoy132, hoy “morenistas” de AMLO. En uno de los casos que conozco, en el ágape navideño más familiar, no faltará, además, un “colega” gallego, que pasa hachís de Ketama, Marruecos y rancios ácidos lisérgicos, LSD, comprados desde décadas atrás en Ámsterdam, en nuestros antros del Caribe Mexicano. La “mercancía” no llega de Sinaloa sino de Marbella y San Sebastián, enviada por su “viejo” (padre) desde España. Muchos propietarios de discotecas y bares quintanarroenses se quejan de lo poco que se recauda en las barras de bebidas alcohólicas. Ingenua o intencionadamente no visitan los baños de sus establecimientos.
En toda familia quintanarroense empieza a haber ya, como mínimo, uno o dos ex simpatizantes del movimiento #YoSoy 132 de México, hoy reconvertidos militantes de Morena de Andrés Manuel López Obrador y “guerrilleros” de la IV Transformación de México, o de “Podemos” de España que, en nombre de la regeneración democrática, pedirán que la cuestión de la ubicación de la abuela se discuta mediante una asamblea. Debe presidir la mesa, aunque los motivos que cada uno encontrará para esto pueden ser dispares. Quienes aún le regalan a sus mujeres planchas o aspiradoras, pensarán que la venerable mujer debe presidir para poder estar más cerca de la cocina. Quienes respeten a sus mayores, creerán que esta mujer, que es “fresa” y “casta”, debe mantener vivos los privilegios del antiguo régimen y las bases de la cultura de la transición mexicana y española.El cuñado es un poco el palestino de la mesa. Hay gente que le tiene cierta simpatía porque es repetidamente maltratado por el cabeza de familia, por su esposa, por sus concuñados, por la suegra y, en ocasiones, por el gato también. Pero, a pesar de estar todos de acuerdo en que en su caso no se cumplen las resoluciones de la ONU, que se quedó sin paz y sin territorios y que el bloqueo al que le tienen sometido provoca que, cuando la bandeja de los langostinos llegue a su lugar, solo queden los mustios y que pasara toda la década sin saber qué había dentro de los volovanes, nadie está dispuesto a acogerlo, ni a alimentarlo. A la tercera copa de vino logrará cabrear tanto a sus enemigos naturales como a quienes hasta el momento han optado por una suiza neutralidad.
Si la abuela es Reino Unido, la suegra/madre es Estados Unidos, y se sienta dónde la da la gana, a no ser que acuda su hermana (la China de todo esto), a quien debe dinero. Fue en Yalta, la semana del 4 de febrero de 1945, cuando la señora salió clara vencedora del reparto del mundo. Desde entonces, no existe conflicto en los confines de la familia en el que no se implique. Ha convertido el piso de su hija en Estado Libre Asociado -sus integrantes entran en su casa sin visado, pero no pueden votar ninguna decisión vinculante-, tiene derecho a veto sobre la agenda de su marido, sobrevuela la habitación de su hija sirviéndose de “drones”, tiene tropas acampadas en el trabajo del yerno y, sistemáticamente, castiga con bombardeos selectivos a cualquier miembro de la prole capaz de iniciar el más mínimo conflicto. Pero el 11 de septiembre de 2001, la señora sufrió un menoscabo gravísimo de su autoridad. Fue entonces cuando su hija anunció que pasaría la Nochevieja en casa de la suegra. Aquel edificio es hoy un solar. Mantiene una relación especial con su madre, de quien se independizó amotinándose a la hora del té y a quien utiliza como aliado en los casos más sensibles.
El tío. Es vital sentarlo lejos del padre de familia y, sobre todo, de los más jóvenes. Ha llegado sin afeitar, con la misma ropa que lucía hace seis días cuando vino a pedir dinero y a vaciar la nevera y al darle un beso a la perra Lola, una Golden Retriever, esta se ha desmayado. Cerca de los jóvenes (las potencias emergentes del asunto, fuertes en crecimiento e inflación pero débiles en diplomacia) es muy probable que termine podando su progresión personal. Cerca de su hermano, padre de esta familia, es muy probable que terminen a puñetazos. Este tío roquero, elemento que toda familia posee y que brilla con especial intensidad durante estas fechas, es una especie de Rusia “putiana”, una utopía juvenil -iba para escritor, para músico, para delantero de América o Real Madrid- que terminó en pesadilla colectiva. En sus pocos momentos de lucidez, cordura y sobriedad ejerce de encantador de serpientes, de tío enrollado, del padre que todos quieren y del novio que ninguna tuvo. Pero casi siempre anda intoxicado, resentido con este mundo que jamás le dio lo que merecía. Jura que pronto volverá a ser lo que fue, aunque es muy probable que, simplemente, vuelva en 365 días y esté igual que hoy. De madrugada le mandará un “WhatsApp” a su ex (Ucrania) y, gracias al maravilloso corrector del teléfono, le escribirá: “Hoja de ruta”.
El padre es Grecia, y solo se sentirá cómodo y adaptado cuando termine la cena y pueda bajar al bar a tomarse la última con sus colegas del trabajo: Irlanda, España, Italia y Chipre. Una vez fue la cuna del pensamiento, el ágora en la que todos se reunían para oírle hablar sobre cualquier cosa. Era el lugar del que procedían los mitos, el guardián de la democracia y de la memoria. Un dios de dioses. Pero llegó 2007 y se descubrió que había estado gastándose el dinero de la familia en ladrillos de Lego y en juergas tropicales y casinos de Riviera Maya y Cancún. Perdió todo el crédito y tuvo que ser intervenido. Le quitaron las tarjetas de crédito y la última prueba del colesterol le dejó bajo la amenaza de unas navidades a base de pavo frío, lechuga orgánica y cerveza sin. Desde entonces, le vigilan los gastos, los triglicéridos y el vino que consume en la mesa.
Los hijos son el futuro. La generación mejor preparada de la historia. Un Mercedes en el garaje o un Ferrari que circula por un camino de cabras. Son Indonesia, Suráfrica, India o Brasil. La táctica consiste en repartirlos estratégicamente por la mesa, al contrario de lo que reclamaba la tradición, que los arrinconaba o incluso los ubicaba en una mesa aparte. Así se evita que conspiren entre ellos para derrocar el viejo orden mundial, como hicieron en 1955, cuando se reunieron en Bandung (Indonesia) para crear una de las instituciones más letales y peligrosas para el desarrollo de la geoestrategia del siglo XX: La Organización de Países No Alineados. Entonces, llegaron imbuidos por la ideología de Gandhi. Ahora, probablemente, lo harían a través de las enseñanzas de Mark Zuckerberg o, si son listos. Tras el segundo turrón y antes del tercer villancico habrá huido rumbo a algún bar, para santificar esta reciente tradición de huir de la casa familiar para beber y olvidar aquello infalible de que los amigos los escoges, la familia, no.
El amigo del hermano. No hay mesa navideña que se precie sin la presencia de un descastado, de alguien que no tiene relación sanguínea, ni legal, con la familia, y que, cual perro abandonado o fan de la banda rockera británica Dire Straits o del maldito escritor norteamericano “angelero” Charles Bukoswki, aparece en la mesa como buena obra del año. Según su peso, no es descartable zampárselo. Normalmente, acostumbra a ser un amigo de alguno de los hijos en edad postadolescente. Por el bien de la cena, se recomienda que el muchacho hable el idioma y esté familiarizado con la forma en que se pelan los camarones o langostinos. A la hora de sentarlo, hay que entender que el chaval o la chavala pueden ejercer de país no alineado, una suerte de zona de exclusión aérea que evite las hostilidades entre elementos con rencillas pendientes (imaginen Ucrania, si tienen narices), pero se corre el riesgo de que el tipo sea japonés o chileno, lo que garantiza que en un nanosegundo habrá conseguido crear conflictos territoriales con cualquiera de sus vecinos. Le negará la salida al vino al comensal que haya a su derecha, reclamará la soberanía de la cesta de pan… Pero felicitará las pascuas dos veces a cada cara que encuentra en la mesa.
El gran momento culinario del año se acerca, por lo que es hora de ofrecer una serie de claves para navegar en ese mar tormentoso que son las Nochebuenas familiares. Si sigues los mandamientos que, en plan Moisés de la eterna película del director Cecil B. De Mille y el actor Charlton Heston, expresidente también en sus horas no bíblicas de National Rifle Association (Asociación Nacional del Rifle), desde la que defendió ardientemente el derecho a la libre posesión de armas de fuego en Estados Unidos, describiremos tus posibilidades de hacer el ridículo disminuyen radicalmente. Te lo dice alguien que los ha incumplido casi todos con resultados desastrosos. ¡Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo! En el País Vasco decimos Zorionak eta UrteBerriOn! En nuestro Yucatán, Utzulmank’inal.
El gran momento culinario del año se acerca, por lo que es hora de ofrecer una serie de claves para navegar en ese mar tormentoso que son las Nochebuenas familiares. No hagas los fritos tres horas antes. En el caso de que hayas cometido la imprudencia de incluir rebozados en el aperitivo debes asumir las consecuencias y tratar de freírlos en el último momento, aun a riesgo de oler después a “Eau de Croquette”. Una fritanga que lleve tiempo hecha es el peor inicio posible para un menú. Y lo peor de lo peor es un frito que ha estado tapado: la condensación por el calor habrá hecho que se humedezca y el rebozado se haya quedado blando, pastoso, grasiento y repugnante. No improvises el cóctel. Mola servir un cóctel antes de cenar, pero mejor si lo piensas un poquito antes y, sobre todo, lo pruebas. Las improvisaciones de última hora, en plan “le pongo un chorrito de esto y una gota de lo otro”, suelen producir “bebercios” intragables. Un ex cuñado de la localidad zamorana de Toro, en España, tierra del pan y tierra del vino, era un gran aficionado a innovar en este terreno justo antes de la cena, y sólo los miembros más alcohólicos de la familia pasaban de un sorbo con sus espantosos cócteles de champán.
No te creas Ferran Adrià. La experimentación y la libertad creativa están muy bien… cuando no tienes a toda la familia cenando en casa en una fecha señalada. Si controlas mucho de cocina, da rienda suelta a la imaginación. Si no, reprime al cocinero molecular que llevas dentro y limítate a lo seguro o a lo que ya hayas cocinado otras veces con buenos resultados. Recuerda, además, que las uvas rellenas de foie con espuma de garnacha y coco caramelizado pueden no gustarle a la abuela y provocarle una mortal indigestión.No muerdas las patas del marisco. Diez de cada nueve dentistas recomiendan Colgate y no partir las patas del marisco con la boca. No sólo estarás castigando tus molares, sino que ofrecerás un espectáculo muy poco apetitoso para el que esté enfrente. Usa un instrumento adecuado para ello -un cascanueces vulgar y corriente vale- y luego chuperretea discretamente. Tampoco es bonito, pero no se debe renunciar al placer por motivos estéticos. No administres cafeína a los niños. Ni cafeína, ni ningún otro tipo de droga estimulante. Los niños ya son un elemento suficientemente radioactivo en Navidad como para encima darles Coca Cola o chocolate. Evita cualquier tipo de sobre estimulación y, durante la cena, no te empeñes en que coman ni les obligues a aguantar horas en la mesa como si fueran adultos. Cuanto antes se vayan a jugar y dejen de dar el coñazo, mejor.
No te apiporres. Meterse 3.000 calorías en la cena de Nochebuena quizá tuvo algún sentido en la posguerra, cuando se pasaba frío y hambre en el invierno. Ahora que estamos todos como morsas cebadas, no. “Celebrar” no es sinónimo de “llenar la andorga hasta que se te salga el turrón por la boca del esófago”. Tampoco es cuestión de ponerse a hacer la dieta Dukan justo esa noche, pero la comida sabe mucho mejor si se toma en cantidades moderadas. Además no hay que olvidar que la comilona del día siguiente rellenará cualquier posible hueco. No te cuezas ni te drogues… No pasa nada por contenerse y esperar un poquito. Una cosa es tomarse algo y llegar con un punto, pero sentarse cegatón a la mesa es una falta de respeto a la persona que ha cocinado. Si el que cocinas eres tú, un vinito vale, pero el consumo irresponsable de alcohol y drogas mientras trajinas con las cazuelas no es lo más recomendable: recuerda que no eres Anthony Bourdain ni un Juan Mari Arzak.
Este próximo 27 de diciembre, el cantautor catalán, Joan Manuel Serrat cumplirá años, 76. Su compañero, el golfo poeta andaluz, Joaquín Sabina, quien festejará sus 70 “tacos”, el próximo 12 de febrero. Ambos nos regalaron una canción de “Navidad” peculiar… “No es verdad que me dé náuseas la Navidad/ me conmueve la madre el niño, la mula y el buey/ lo que pasa es que estalla/ una bomba en noche en la noche de paz,/ lo que pasa es que apesta/a zambomba el mensaje del Rey./El portal de Belén es un zulo virtual/pero en vez de turrón este invierno me como un marrón/ unos hígados chumbos envueltos en papel albal/y Gaspar en lugar de una bici, me pone carbón./Ojalá no abrasara el calor del hogar/cómo hacer cuando toca reír/si me da por llorar corazón/no me quieras matar corazón/sé de sobra quién paga y quién cobra/quien hace vudú, quien satura el cubo/de basura de tu cotillón/ San José se enfadó con el padre del niño Jesús…”.
“GuessWho”s Coming to Dinner”, en español, “Adivina quién viene a cenar” es una película de comedia dramática estadounidense de 1967, producida y dirigida por Stanley Kramer y escrita por William Rose. Está protagonizada por Spencer Tracy, Sidney Poitier y Katharine Hepburn. La película fue una de las pocas películas de la época en describir positivamente un matrimonio interracial, ya que este había sido históricamente ilegal en la mayoría de los estados de Estados Unidos, y aún era ilegal en 17 de estos, en su mayoría del sur, hasta el 12 de junio de 1967, seis meses antes del estreno de la película, aproximadamente dos semanas después de que Tracy interpretara su escena final y dos días después de su muerte, cuando la Corte Suprema anuló las leyes contra el mestizaje en el caso Loving contra Virginia. Mildred Loving, una mujer negra, y Richard Loving, un hombre blanco, habían sido condenados a un año de cárcel en Virginia por haberse casado. Su matrimonio violaba las leyes antimestizaje del Estado, la Racial Integrity Act de 1924, que prohibía todo matrimonio entre personas clasificadas como “blancas”con personas clasificadas como “de color”. La Corte Suprema determinó de forma unánime que tal prohibición era inconstitucional, dando marcha atrás con respecto al criterio del caso Pace contra Alabama (1883) y poniendo fin a toda restricción legal del matrimonio basada en la raza en el país. El fallo provocó un aumento de los matrimonios interraciales en Estados Unidos y se conmemora anualmente cada 12 de junio con el Loving Day. Desde 2013 comenzó a citarse como precedente en discusiones relativas a las restricciones al matrimonio entre personas del mismo sexo en Estados Unidos, incluyendo el fallo de 2015 del caso Obergefell contra Hodges que legalizó el matrimonio entre personas del mismo sexo en todo el país.
Las leyes antimestizaje en los Estados Unidos han estado vigentes en algunos estados desde la época colonial. El matrimonio con un esclavo negro nunca fue legal. Durante la época de la Reconstrucción en 1865, los llamados Códigos negros a lo largo de los siete estados sureños declararon ilegal el matrimonio interracial. Las nuevas legislaturas, dominadas por el Partido Republicano, en seis estados, derogaron las leyes que prohibían el matrimonio interracial. Cuando el Partido Demócrata volvió al poder, la prohibición volvió a imponerse. En 1967, 16 estados sureños tenían aún leyes segregacionistas.El inesperado regreso sin anunciar de Joanna Drayton (Katharine Houghton) de unas vacaciones en Hawaii causa un gran revuelo cuando trae a su nuevo prometido a su hogar de clase alta en San Francisco en 1967. Él es John Prentice (Sidney Poitier), un médico viudo y de raza negra. Los padres de Joanna, el editor de periódicos Matt Drayton (Spencer Tracy) y su esposa, la propietaria de una galería de arte, Christina Drayton (Katharine Hepburn), son supuestos progresistas que le han inculcado la idea de la igualdad racial. A pesar de que tratan de ocultarlo, los padres de Joanna y, en particular, su padre, inicialmente están molestos porque ella planea casarse con un hombre negro. La ama de llaves negra de los Drayton, Tillie, está aún más horrorizada, sospechando que John está tratando de “sobreponerse” al casarse con una mujer blanca.
Joanna es ajena a las reacciones de sus padres que se sienten inquietos por su compromiso con John, ya que nunca pensaron que su elección sería un hombre negro, y aún más perturbados por la decisión de John de que si los padres de Joanna no aceptan el compromiso ese día, entonces él terminará la relación.Además de la situación, Joanna, que al principio tenía la intención de unirse a John en unas pocas semanas en Ginebra para su ceremonia de matrimonio planificada, cambia de parecer y decide irse esa misma noche junto a John. Además, invita a los padres de Johna cenar, para que todos puedan conocerse. Además, John se ve obligado a revelar que aún no le había dicho a sus padres su intención de casarse con una mujer blanca. El compañero de golf de Matt, monseñor Mike Ryan, un obispo católico, pasa a la casa de los Drayton luego que Matt cancelara su cita para jugar al golf. Después de enterarse de John, comparte el entusiasmo de Joanna por las nupcias pendientes y le cuenta a su padre. Sin embargo, Matt dice que no puede darle a la pareja su bendición: teme que Joanna se vea perjudicada por el prejuicio que John y ella seguramente encontrarán. Mientras tanto, uno de los empleados de Christina en su galería, Hilary, que se había encontrado brevemente con John y Joanna más temprano en el día, se detiene en la casa de los Drayton para expresar su desaprobación por la relación, y aunque Christina todavía no está segura de sus propios sentimientos sobre el asunto, está tan ofendida por el racismo de Hilary que ella la despide en el acto. Más tarde, cuando se viste para la cena, Christina comparte con Matt su apoyo a Joanna, incluso si eso significara tener que pelear con su esposo.Los cócteles en casa de los Drayton se parecen a un juego de sillas musicales, por los diferentes grupos de personajes parentales. Las madres generalmente expresan más fe en sus hijos que los padres. Estos expresan que se necesitan más de unas pocas horas para tomar una decisión adecuada, pero la madre de John saca a relucir su idea de lo que los hombres están perdiendo la clave la situación: la pasión. Cuando el anciano Prentice le dice a John que está cometiendo un gran error, su hijo le contesta que se ve a sí mismo como un hombre negro, mientras que él se considera a sí mismo como un hombre. La señora Prentice le dice a Matt que su esposo y él, al envejecer, han olvidado lo que es sentir pasión romántica. Si lo recordaran, verían que en sus hijos es más importante que cualquier problema racial.Después de pensar sobre la situación y su conversación con la señora Prentice en particular, Matt llama a todos para hacer un anuncio. Él dice que no importa lo que todos los demás puedan pensar acerca de que John y Joanna se casen; lo único que importa es que se amen. La película termina con las dos familias y Monseñor Ryan finalmente sentándose a cenar.
Cuando me enteré de la presencia del narcomenudista de hachís y ácidos lisérgicos y me describieron a su padre, me vino a la memoria una anécdota que nos ocurrió con el “viejo”, en una terraza de San Sebastián, junto a la Parte Vieja, cerca de la Plaza de la Constitución. Estaba tomando unos txakolís, vino blanco procedente de la localidad costera de Getaria, de la bodega de Txomin Etxaniz, con el psiquiatra y jefe del Centro de Salud Mental de Eibar, Pablo Gallastegui y con el poeta maldito Leopoldo María Panero Blanc. Había editado días a atrás sus “Poemas del manicomio de Mondragón”. Corría el 1987. Fue el arquetipo de un malditismo cultivado tanto como repudiado. El joven Leopoldo María, al igual que tantos descendientes de los prohombres del régimen franquista (Javier Pradera y Rafael Sánchez Ferlosio, por ejemplo), se sintió fascinado por la izquierda radical. Su militancia antifranquista constituyó el primero de sus grandes desastres y le valió su primera estancia en prisión. Tuvo una formación humanista, estudió Filosofía y Letras en la Universidad Complutense de Madrid y Filología francesa en la Universidad de Barcelona. De aquellos años jóvenes datan también sus primeras experiencias con las drogas: desde el alcohol hasta la heroína -a la que dedicaría una impresionante colección de poemas en 1992-, ninguna le es ajena. Viajero incansable, anduvo por los caminos del hippismo de los setenta, una época en que era imprescindible pensar en la India y visitar el fascinante mundo africano de Tánger y Marrakech. En los años 1970 fue ingresado por primera vez en un psiquiátrico; había empezado a desarrollar una esquizofrenia en la cárcel. Las repetidas reclusiones no le impidieron desarrollar una copiosa producción no sólo como poeta, sino también como traductor, ensayista y narrador. A finales de la década de los 80, cuando por fin su obra alcanzó el aplauso de la crítica entendida, ingresó permanentemente en el psiquiátrico de Mondragón. Casi diez años después, se estableció, por propia voluntad, en la unidad psiquiátrica de Las Palmas de Gran Canaria o, como él lo llamaba, El manicomio del Dr. Rafael Inglott, donde por fin pudo descansar. Desde entonces, la Facultad de Humanidades de la Universidad de Las Palmas se convirtió en su refugio, donde encontró la amistad de algunos profesores y estudiantes que le convidaban a vivir sin sentirse un marginado hasta su fallecimiento, el 5 de marzo de 2014. Leopoldo Panero Panero ofrece una “suerte de poética”: “Contrastar la belleza y el horror, lo familiar y lo unheimlich (lo no familiar, o inquietante, en la jerga freudiana). El arte no consiste sino en dar a la locura un tercer sentido; en rozar la locura, ubicarse en sus bordes, jugar con ella como se juega y se hace arte del toro, la literatura considerada como una tauromaquia: un oficio peligroso, deliciosamente peligroso”.
“¿No quieren un ajo o una estrella, LSD? Te da un colocón de puta madre, te deja la lengua y el cogote paralizado durante doce horas”, nos detalla el narcomenudista. El ácido lisérgico es una sustancia reconocida por su valor como precursor de varios alcaloides naturales y del cornezuelo de centeno.Sintetizado por primera vez por Albert Hofmann en 1938, el LSD se convirtió en una herramienta habitual entre los psicólogos y psiquiatras de los años 50 y 60 del siglo pasado. Pero su creciente uso como droga recreativa (los hippies, el “Lucy in the Sky with Diamonds” de los Beatles…) llevó a las autoridades a declarar su tráfico y consumo ilegales primero en EE UU y después en el resto del mundo. La prohibición cercenó los muchos caminos que la ciencia estaba explorando sobre la droga. Solo recientemente, y con muchos obstáculos, se vuelve a estudiar el LSD y otras sustancias psicotrópicas como la psilocibina (hongos) o fenetilaminas como la mescalina, sus efectos sobre el cerebro y sus posibilidades para la ciencia.
Ante la “oferta comercial” de ajo o estrella, que es como se denominada el LSD, Leopoldo le comenta jocosamente: “¿No tendrás algo más fuerte? No sé, algo que te por ejemplo un embolia cerebral que te deje medio cuerpo paralizado…”. Reímos la ocurrencia del “loco” Panero. El “camello”, presto, se marchó mosqueado, profiriendo algunas maldiciones gitanas, propias de Marbella y Puerto Banús, de su Andalucía natal. “¡Mal rayo te parta! ¿No te matará Dios! ¡Ojalá se os caigan los ojos como a las ranas!”. Esta última frase me dejó pensativo durante varios días, mirándome varias veces al espejo, para cerciorarme que los ojos permanecían sin caerse. Cuando regresé a día siguiente al periódico y le comenté al director comercial que andaba intentando contactar comerciales para mejorar la venta y publicidad del periódico. “El joven que nos quería vender el lisérgico creo que hubiese sido un excelente comercial. Si es capaz de vender un producto que te deja la lengua y el cuello paralizado, es capaz de vender una televisión que no se vea, una radio que no se oiga, un periódico con papel en blanco sin imprimir…”. Una auténtica “Joya de la Corona” desaprovechada.
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