EL BESTIARIO SANTIAGO J. SANTAMARÍA GURTUBAY
EL BESTIARIO
Emiliano Zapata y la bisexualidad de una pintura
La leyenda dice que el revolucionario de la Tercera Transformación, nunca murió, inflamando la imaginación de los mexicanos. El actual presidente, Andrés Manuel López Obrador, se presenta como el promotor de la Cuarta Transformación…
SANTIAGO J. SANTAMARÍA GURTUBAY
En pleno siglo XXI, el pintor chiapaneco Fabián Cháirez enfrenta una demanda por parte de los familiares vivos de Emiliano Zapata, quienes lo acusan de “desvirtuar” la imagen del luchador revolucionario. Aún en la actualidad, se tiende a confundir “masculinidad” con “valentía”, y quizás por ello es que causa tanto ruido ver a Zapata ataviado con tacones en la obra “Revolución”. No obstante, hay que recordar que es una mera interpretación artística, y que si bien la bisexualidad del caudillo sigue siendo tema de conversación, poco podrá decirse sobre su orientación sexual en el futuro, pero, ¿acaso importa? “Muchos de estos comentarios son de odio, con un trasfondo de misoginia y homofobia que existen en el país”. A Emiliano Zapata se le recuerda por ser uno de los líderes más importantes de la Revolución Mexicana. El también llamado “Caudillo del Sur” ha sido mostrado en cientos de fotografías y pinturas luciendo un espeso bigote y un sombrero ancho. Pero nunca se había expuesto desnudo. La obra “La Revolución” de Fabián Cháirez (Chiapas, 1987) muestra al líder campesino montando un caballo sin ropa, con un sombrero rosa y usando unos zapatos de tacón. Esta pieza forma parte de la muestra Emiliano: Zapata después de Zapata que se compone de 150 obras expuestas desde el 27 de noviembre en el Palacio de Bellas Artes, en Ciudad de México. Fue precisamente la figura del caudillo desnudo la que se utilizó para el cartel publicitario que distribuyó el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL) y la Secretaría de Cultura de México. Desde su inauguración, la pieza ha generado muestras de enojo y desaprobación en redes sociales. Familiares del líder revolucionario, encabezados por su nieto Jorge Zapata González, manifestaron su rechazo a la obra del chiapaneco y dijeron que presentarán una demanda por daño moral en contra del artista y el INBAL.
Una turba de manifestantes procedentes en su mayoría de organizaciones campesinas irrumpió en el Palacio de Bellas Artes, exigiendo a gritos que se retirara esta pieza de la exposición. “Es una ofensa a nuestros líderes, que pretende quitar del imaginario colectivo la imagen de lucha revolucionaria de hace 100 años. Deben de retirar esa pintura y toda la propaganda de redes sociales porque los denigra”, dijo esta tarde uno de los miembros de la Unión Nacional de Trabajadores Agrícolas y la Central Independiente de Obreros Agrícolas y Campesinos. Pedro García, productor de café y procedente de Jalisco, ha dicho que no tolera esta obra. “Ese cuadro es una basura. Eso no es arte. Se ríen de nuestro símbolo de lucha y también de los mexicanos. No pararemos hasta que no retiren ese cuadro. Con los demás, no hay problema. Si no lo retiran seguiremos con las movilizaciones, incluso se intentará a nivel nacional”, dijo al exterior del recinto.
Miguel Fernández Félix, director del Museo del Palacio de Bellas Artes, confirmó que la obra de Cháirez no será retirada de la muestra y que no sufrió ningún daño durante la manifestación. “El museo respeta los procesos de la comunidad y las diversas expresiones en una sociedad cada vez más plural y democrática”, dice. El director precisó que no hace falta aumentar la presencia en el museo de elementos de la Policía Auxiliar. “Buscaremos el diálogo y el respeto con cualquier inconforme», precisó. El óleo, pintado en 2014, quiere dar una nueva visión de la figura revolucionaria vinculada al arquetipo del macho mexicano. “Esta obra busca darle un giro en el que busco representar las masculinidades que no se ven cotidianamente”, recalca Cháirez. “Estamos acostumbrados a la masculinidad hegemónica y blanca”, comenta el artista plástico. De acuerdo con el director del museo, esta pieza genera un debate sobre la evolución de la imagen zapatista. “Esta obra subvierte los modelos hegemónicos de género y revalora la feminidad”, ha dicho el director del museo. “Se muestra la vigencia de Zapata como un símbolo de resistencia de otros grupos en las luchas sociales contemporáneas”, indica el funcionario.
Para Cháirez, el rechazo hacia esta obra pone en riesgo la libertad de expresión. “Muchos de estos comentarios son de odio, con un trasfondo de misoginia y homofobia que existen en el país”, indicó. La intervención de una figura histórica como la de Emiliano Zapata, es para el artista un motivo de rechazo por intolerancia. “Muchas personas se alteran cuando se representa a un hombre moreno, desnudo y con tacones porque representa feminidad y homosexualidad al mismo tiempo”, comentó. No es la única figura que ha sido intervenida de este modo por el artista chiapaneco. Otras piezas de Cháirez muestran figuras de hombres con rasgos femeninos o desnudos. “Se trata de representar de forma digna otro tipo de masculinidades, a las alternas, las que no estamos acostumbrados a ver. De eso se trata mi obra, de darles el lugar que por mucho tiempo no han tenido”, indica.
Para el artista, se vive un momento clave para los creadores. “Estamos poniendo muchas cosas en debate: estamos en momento de cambio con el feminismo y otras miradas sobre la masculinidad. El arte debe cuestionar la realidad”, comenta Cháirez. La pieza La Revolución fue exhibida en 2015 y 2016 en la galería José María Velasco del INBAL, pero no generó rechazo hasta que se ha expuesto ahora en el Palacio de Bellas Artes, donde estará abierta al público hasta el 20 de febrero de 2020. Adicionalmente, un mural que reproduce a Zapata desnudo se puede observar al interior del bar El Marra, en el centro de Ciudad de México. Familiares del “Caudillo del Sur” visitaron la exposición y se reunieron con autoridades de la Secretaría de Cultura de México. Acordaron que esta pieza permanecerá en la muestra, pero será retirada de la publicidad oficial. Además, se colocará una cédula informativa al lado del cuadro con la posición de la familia Zapata, donde quedará de manifiesto su desacuerdo con esta interpretación.
La leyenda dice que Emiliano Zapata nunca murió. La historia lo demuestra cada día. Cien años después de su asesinato, la figura del revolucionario, general en jefe del Ejército Libertador del Sur, sigue inflamando la imaginación de los mexicanos. Proletario, rebelde y en muchas ocasiones visionario, Zapata (1879-1919) encarna como nadie los ideales de una época convulsa. Sus años de lucha y gloria son los de un país en guerra consigo mismo. Un tiempo despiadado sobre el que México edificó su estructura actual y del que ni siquiera Zapata pudo escapar. Lejos de las edulcoradas visiones que ha proporcionado la iconografía oficial, una detallada investigación del historiador Francisco Pineda muestra cómo Zapata, ya un mito en vida, fue perseguido con saña por el régimen de Venustiano Carranza (1859- 1920) y también cómo para derrotarle el Gobierno constitucionalista no dudó en desatar una guerra de exterminio. Armas químicas, torturas indiscriminadas y hasta la esclavización de los prisioneros fueron empleados para doblegar a un hombre que jamás se arrodilló.
“La Revolución Mexicana fue paradójica y compleja. Y hay un intento de ciertos sectores de reivindicar la obra de Carranza y convertir la Constitución, de la que se cumple cien años el 5 de febrero de 1917, tiene 102 años, en un símbolo de continuidad y estabilidad, cuando no es así: México es una nación en permanente conflicto, traumática y fascinante. Esa es la lección de Zapata”, explica el profesor-investigador del Colegio de México, Carlos Marichal. La guerra de exterminio, de la que se conocían pocos datos, ilustra uno de los momentos más oscuros de la Revolución Mexicana. El 26 de septiembre de 1915, ya derrocado el general Victoriano Huerta pero con el país en llamas, Carranza ordenó a uno de sus hombres de confianza, el general Pablo González, aplastar la Revolución del Sur, el movimiento de liberación campesino liderado por Zapata.
Antiguo agricultor y caballerango militar, el revolucionario había entrado en la arena de la historia tras dirigir las protestas agrarias en Morelos y sumarse en 1910 al levantamiento de Francisco I. Madero que inició la Revolución. Pero lograda la victoria y exiliado el dictador Porfirio Díaz, Zapata trazó su propio rumbo y rechazó desmovilizar sus tropas. Para él la guerra tenía otro fin. Conseguir la colectivización de las grandes haciendas y liberar a miles de campesinos de siglos de opresión latifundista. Y no sólo eso. Con una visión mucho más avanzada que Pancho Villa y otros señores de la guerra, el sureño abogó por el derecho de huelga, el reconocimiento de los pueblos indígenas y la emancipación de la mujer. Pero su fuerza no sólo radicaba en un programa político capaz de hacer saltar por los aires las convenciones burguesas. Aquel campesino devenido en revolucionario tenía a un lado a un ejército dispuesto a morir a sus órdenes y al otro, a miles de campesinos a los que había devuelto el pan y el orgullo. No pasó mucho tiempo hasta que fue visto como el gran enemigo a batir por el poder carrancista. La ofensiva fue implacable. “Para ello el Gobierno contó con la ayuda de Estados Unidos. Carranza en diciembre de 1914 apenas disponía de 1.700 fusiles; en menos de un año Washington le proporcionó más de 53.000”, señala Pineda.
Con este respaldo, Carranza y su general se pusieron manos a la obra y ya en febrero de 1916 empezaron a fabricar, con maquinaria importada de Estados Unidos, las espoletas para el gas asfixiante con el que pensaban aniquilar a los zapatistas. “Posiblemente se prepararon con fosgeno, un veneno incoloro y con olor a maíz verde, cuyos síntomas no son inmediatos”, explica Pineda. Junto al arsenal químico, los carrancistas diseñaron un plan de guerra siguiendo los pasos de las sangrientas campañas cubanas del general español Valeriano Weyler. Asimismo, aseguraron el Distrito Federal con una línea de trincheras de más de 100 kilómetros y recopilaron información de inteligencia, mediante el empleo generalizado de la tortura, para conocer al milímetro la ubicación y movimientos del enemigo. El 12 de marzo de 1916 dio comienzo la invasión. La máquina del terror se desplegó. Se incendiaron pueblos y destruyeron siembras. Cientos de campesinos fueron ejecutados sumariamente, y miles fueron concentrados y deportados. “El objetivo era obligar a que los zapatistas se ocuparan más de sobrevivir que de combatir. Esto facilitaba las tareas de exterminio”, dice Pineda.
El primer golpe tuvo éxito. La estrategia de tierra quemada hizo retroceder a los zapatistas y devastó a la población civil. Inmensas columnas de mujeres, niños y ancianos deambulaban por los páramos en busca de comida. Cuando no les mataba el hambre, lo hacían las balas. El terror les perseguía. El alto mando carrancista afiló la guadaña. Ordenó deportaciones masivas al Yucatán y esclavizó a poblaciones enteras en campos de trabajo. Todo aquel que intentase huir era pasado por las armas sin más preámbulos. También aquellos que se acercasen a menos de 60 metros a una vía férrea o que anduviesen por caminos y veredas sin salvoconductos o que simplemente se sospechase que sirviesen al zapatismo. No había perdón para el enemigo. Tras un repliegue inicial, los zapatistas lograron reagrupar fuerzas y en julio desencadenaron su contraofensiva. El espíritu de una revolución y el genio militar de Zapata les abrieron paso. Los rebeldes se multiplicaron ante unas tropas perplejas y en exceso, confiados. El pulso se libró en todos los frentes. Cayeron Tepoztlán y Santa Catarina. El general Pablo González contestó recrudeciendo la represión. El castigo a la población civil se disparó. Las garantías constitucionales fueron suspendidas en todo el territorio revolucionario. Morelos, Puebla, Guerrero, el Estado de México, Tlaxcala y parte de Hidalgo sintieron el yugo de Carranza. Pero nada de ello bastó.
A principios de 1917, Zapata había logrado expulsar de su territorio al invasor. Dio inicio entonces un periodo corto e intenso de la insurrección zapatista. En marzo, el líder proclamó “el gobierno del pueblo por el pueblo”. Rabiosamente antioligárquico, reabrió escuelas, dio luz a nuevas formas administrativas y reorganizó el Ejército Libertador del Sur. Aunque reducido a sus confines meridionales, su ideario era pura nitroglicerina: “Cuando el campesino pueda gritar “soy un hombre libre, no tengo amos, no dependo más que de mi trabajo”, entonces diremos los revolucionarios que nuestra misión ha concluido, entonces se podrá afirmar que todos los mexicanos tienen patria”, dejó escrito. Como tantas cosas en aquellos días confusos, su proclama fue un hito y un espejismo. Los carrancistas, decididos a aplastar la revuelta campesina, pronto volvieron la carga. A finales de 1918 lanzaron la segunda invasión. Y esta vez pusieron la mira en el mismo Zapata.
El coronel carrancista Jesús Guajardo fue enviado para matarle. Primero hizo saber a los zapatistas que estaba dispuesto a desertar y luego, como prueba de confianza antes de encontrarse con el líder revolucionario, fusiló a 50 soldados federales. Ambos acordaron reunirse el 10 de abril de 1919 en la Hacienda de Chinameca, en Morelos. Cuando Zapata cruzó el umbral, la traición cayó sobre él. Aunque logró desenfundar su pistola, no pudo apretar el gatillo. Siete balas acabaron antes con él. Su cadáver fue llevado ese mismo día ante el general Pablo González y exhibido en público. El traidor Guajardo fue ascendido. Con el tiempo cayó en el olvido. Zapata, enterrado y llorado como pocos en México, sigue vivo desde entonces. La figura de Emiliano Zapata nunca descansa. Carismático y revolucionario, su imagen forma parte de la iconografía del México eterno. Y también del debate. Antecesor de las insurrecciones que a lo largo del siglo XX sacudieron al país, Zapata es objeto de atención por parte de los historiadores. En su estudio ha intervenido de forma decidida el Colegio de México (Colmex), una de las instituciones universitarias de élite en Latinoamérica. En noviembre pasado, el Colmex organizó una exposición sobre Zapata y unas intensas jornadas de revisión en las que se trató desde la vigencia de su legado hasta la poco conocida ofensiva carrancista. Este esfuerzo se ha combinado con la creación de un sitio interactivo, denominado Rostros del Zapatismo, donde se puede tener acceso directo a la digitalización de su archivo así como a los testimonios sonoros de los testigos de la revolución.
Héroe popular en México y convertido en un mito universal gracias a la película “Viva Zapata” (1952), dirigida por Elia Kazan e interpretada por Marlon Brando, Emiliano Zapata y su grito de “¡Tierra y libertad!” volvieron en 1994 a movilizar en el Estado de Chiapas, al sur de México, a miles de campesinos que reivindican su ideario y se proclaman seguidores del Ejército Zapatista de Libración Nacional. Nacido en 1883 en el seno de una modesta familia india y sin apenas educación, Emiliano Zapata fue uno de los personajes clave de la revolución de comienzos de siglo y uno de los principales impulsores de la reforma agraria. En 1909 organizó en Ayala una partida de guerrilleros que hostigaba a los hacendados, y al año siguiente se unió a la revolución proclamada por los seguidores de Francisco Madero en el centro y en el sur de México, en especial en la provincia de Morelos. Elegido Madero como presidente del país, Zapata terminó no reconociendo su presidencia y le acusó de no querer aplicar la reforma agraria.En unos años de febril convulsión revolucionaria en México, Madero fue destituido y la llegada del general Victoriano Huerta llevó a Zapata a reemprender la revolución agraria en Morelos. El campesinado de esta provincia tomó posesión comunal de las tierras en 1914.
Zapata se alió, posteriormente, con Pancho Villa, otro de los míticos caudillos revolucionarios de México, y en la convención de Aguas Calientes insistieron en la necesidad de la reforma agraria. Zapata y Villa entraron con sus tropas en Ciudad de México el 6 de diciembre de 1914 y obligaron a huir a Veracruz al presidente Venustiano Carranza. La alianza duró poco y villistas y zapatistas se pelearon entre sí, circunstancia que aprovechó Carranza para volver al poder.Zapata se hizo fuerte en Morelos donde aplicó la reforma agraria, se incautó de las grandes haciendas y las repartió entre sus seguidores, aunque no pudo evitar la aparición del bandidaje entre sus filas. El programa revolucionario de Zapata exigía la igualdad social para los indios, mejoras para el proletariado urbano, el reparto comunal de las tierras y la creación de una red de escuelas y de servicios públicos.En 1919, el general Pablo González, encargado de la represión de los revolucionarios, ordenó la eliminación de Zapata. Atrapado en una emboscada el dirigente campesino fue asesinado por soldados de Carranza el 10 de abril de aquel año en Chinameca, en Morelos.
El movimiento zapatista continuó algunos años y reclutó a sus seguidores, sobre todo, entre el peonaje indio del centro y del sur de México. En 1940, el ideario zapatista fue recuperado con la creación del llamado Frente Unido de Morelos, que tuvo cierta implantación hasta comienzos de la década de los cincuenta. La institucionalización de la revolución mexicana apagó después los ecos de unas revueltas que reaparecieron en Chiapas. “Rebeldes indígenas se enfrentan al Ejército mexicano”, titulaba, el 3 de enero de 1994, el periódico español, EL PAÍS, en Madrid. “Los rebeldes indígenas del autodenominado Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), que el sábado ocuparon cuatro localidades del sureño Estado mexicano de Chiapas, fronterizo con Guatemala, dictaron por decreto la ley revolucionaria, incluyendo la reforma agraria y un “impuesto de guerra”. En la madrugada de ayer (mediodía en España), los rebeldes abandonaron la más importante de las cuatro ciudades conquistadas, San Cristóbal de las Casas, de unos 80.000 habitantes, pero anunciaron que continuarán la lucha para derrocar al Gobierno. Los zapatistas se dirigieron a la localidad de Rancho Nuevo, próxima a San Cristóbal, y asaltaron la comandancia militar de la región. El Ejército anunció que al menos 14 “campesinos armados” perdieron la vida en el asalto a la zona militar, cercada por los rebeldes. Seis militares fueron heridos”.
“Durante la toma de San Cristóbal, Margaritas, Ocosingo y Altamirano, el sábado, perdieron la vida 11 personas, en su mayoría policías, y otras 23 resultaron heridas. Otras fuentes elevan la cifra de muertos a 42, entre ellos 23 policías.Los rebeldes indígenas abandonaron San Cristóbal de las Casas a primera hora de la mañana, después de haber saqueado la alcaldía y de haber liberado a 120 presos de la prisión local. Hernán Pedrero, gerente de un hotel en San Cristóbal de las Casas, declaró a France Presse que los guerrilleros anunciaron al abandonar la ciudad que continuarían la lucha armada contra el Ejército federal y el Gobierno mexicano. Las calles de San Cristóbal permanecían vacías ayer, pero la vida volvía a la normalidad paulatinamente. La mayor agitación se registraba entre los turistas -en su mayoría, españoles, franceses, brasileños y argentinos-, que se afanaban por salir de la ciudad una vez que habían obtenido salvoconductos firmados por el jefe de los rebeldes. Según Pedrero, el comandante Marco, jefe de los zapatistas, quien afirmó ser originario del centro de México, se comportó “de manera correcta” durante las discusiones con los turistas. “Se trata de un hombre cultivado, que habla italiano, francés, inglés y español”, añadió el gerente del hotel. Marco añadió, además, que entre sus hombres no se cuenta ningún extranjero”.
San Cristóbal recobraba paulatinamente la normalidad. Los autobuses interurbanos reanudaron sus servicios, pero varios helicópteros militares sobrevolaban la ciudad persistentemente. Según fuentes interrogadas telefónicamente por “France Presse”, la localidad de Ocosingo permanece virtualmente incomunicada, ya que los rebeldes han dinamitado todos los accesos a la misma. Las mismas fuentes aseguraban que los zapatistas mantenían intensos combates con el Ejército regular. Fuente periodísticas citadas por Efe aseguran que los rebeldes tomaron ayer las poblaciones de Oxchuc, Huixtan y Guadalupe Tepeyac. No había constancia de que los rebeldes hubieran evacuado Las Margaritas y Altamirano.Durante la ocupación, los rebeldes silenciaron todas las emisoras locales. La radio portátil operada por los rebeldes y a través de la cual emitía sus comunicados el EZLN, interrumpió ayer sus emisiones. Se desconocesi fue controlada por el Ejército o desactivada por los rebeldes”.
“La radio rebelde, antes de callar, emitió comunicados en los que se anunciaba la promulgación de nuevas leyes, con especial énfasis en un nuevo programa económico a nivel nacional. La ley revolucionaria proclamó la redistribución de las propiedades agrarias con una extensión superior a las 100 hectáreas y la entrada inmediata en vigor de un “impuesto de guerra”, con tres categorías bien definidas: un 7% de los ingresos para los pequeños agricultores y comerciantes; un 10% para los profesionales y tasas progresivas, a partir del 20%, para la producción de “los más ricos”, es decir, los “oligarcas e industriales”. El EZLN anunció también el inminente avance de sus fuerzas sobre la capital mexicana, en lo que se interpreta como una declaración de guerra al Estado de México. Rumores que no fue posible confirmar dada la dificultad de las comunicaciones, daban cuenta de que otras dos poblaciones, Venustiano Carranza (llamada así en honor a uno de los presidentes de la revolución mexicana) y Frontera Comalapa, en la línea divisoria con Guatemala, estaban también en manos del EZLN. Se daba por segura la dimisión del gobernador interino del Estado de Chiapas, Elmar Setzer Marseille, quien asumió el cargo cuando el titular del mismo, Patricio González Garrido, fue llamado por el presidente Carlos Salinas de Gortari para ocupar la Secretaría de Gobernación (Ministerio del Interior)”.
“El Estado de Chiapas tiene más de tres millones de habitantes que han vivido una larga historia de conflictos internos por la posesión de la tierra, extremo que se agravó a partir de los primeros años de la década de los ochenta, cuando más de 100.000 centroamericanos, en su mayoría guatemaltecos y salvadoreños, buscaron refugio en ese lugar huyendo de los conflictos bélicos de sus países. Estos refugiados se han convertido en competidores de los campesinos locales, que viven de la agricultura. Los terratenientes han preferido la mano de obra ilegal, a la que no pagan salarios mínimos ni Seguridad Social, lo que ha agravado la pobreza local.
Altivo, valiente, imponente, y con un bigote muy tupido: es la descripción de uno de los héroes más representativos de la Revolución Mexicana: Emiliano Zapata. Como uno de los líderes militares y campesinos más importantes de dicho movimiento, Zapata también es un símbolo de resistencia, lucha y hombría. No obstante, una reciente obra del artista Fabián Cháirez, desafió el convencional concepto. La obra titulada “Revolución”, desató la furia de los grupos más conservadores en México, pero en el círculo de historiadores contemporáneos, sirvió para revivir un antiguo tabú de la historia mexicana: la bisexualidad del “Caudillo del Sur”. Por años, escritores como Samuel Brunk, “Emiliano Zapata: Revolution & Betrayal in México”, han estudiado el perfil psicológico de Zapata, llegando a la conclusión de que era bisexual y que no sólo fue conocido en su tiempo por conquistar a cuanta mujer se proponía, sino que tuvo dos amores masculinos que marcaron su historia. Autores de la talla de Alejandro Sánchez, citan por ejemplo, el romance que se especuló entre Emiliano Zapata e Ignacio de la Torre y Mier, el llamado “yerno incómodo” de Porfirio Díaz. Según Sánchez, Ignacio conoció a Zapata de manera inesperada, pero se sintió atraído hacia él enseguida. En 1910, Ignacio llevó a Emiliano a la Hacienda El Caballito (hoy, Paseo de la Reforma en la Ciudad de México) para alojarse allí y trabajar como caballerango. Era una situación muy difícil para el polémico presidente “Don Porfirio”, pues no sólo era adversario de Zapata en cuestiones políticas, sino que lo veía como un “obstáculo” para la felicidad de su hija Amanda, esposa de Ignacio.
Mientras tanto para Brunk, otro amor destacado (aunque nunca comprobado) para el “Caudillo del Sur”, fue Manuel Palafox, un militar diestro, confiable y abiertamente homosexual. De hecho, Brunk recuerda que Palafox estuvo a punto de ser fusilado por ser tan “peculiarmente afeminado”, pero Zapata lo salvó y lo convirtió en su asistente, secretario y eventual pareja.Los medios mexicanos han retomado la narrativa bisexual de Zapata. Si bien su orientación sexual es difícil de confirmar por cuestiones de privacidad relacionada a sus descendientes, los historiadores aluden a un profundo estudio de su perfil basado en cartas, analogías, y entrevistas a fuentes cercanas. Dado el conservadurismo de principios de 1900, cualquier orientación sexual distinta a la hetero en figuras públicas, permanecía oculta. Sin embargo, organizaciones como Censida han usado la imagen de Zapata para combatir el machismo. Por si fuera poco, numerosos colectivos LGBTQI+ de México mantienen al caudillo entre sus iconos más representativos. Es bien sabido entre historiadores que Zapata era “muy macho”, pero tanto Brunk como Sánchez, atribuyen esa conducta a sus propios miedos interiorizados. Por ahora, en pleno siglo XXI, Fabián Cháirez enfrenta una demanda por parte de los familiares vivos de Emiliano Zapata, quienes lo acusan de “desvirtuar” la imagen del luchador revolucionario. Aún en la actualidad, se tiende a confundir “masculinidad” con “valentía”, y quizás por ello es que causa tanto ruido ver a Zapata ataviado con tacones en la obra “Revolución”. No obstante, hay que recordar que es una mera interpretación artística, y que si bien la bisexualidad del caudillo sigue siendo tema de conversación, poco podrá decirse sobre su orientación sexual en el futuro, pero, ¿acaso importa?
@BestiarioCancun