EL BESTIARIO SANTIAGO J. SANTAMARÍA GURTUBAY
‘Capitán América’ delira con invadir México
Mientras Donald Trump viaja de incógnito a Afganistán para negociar con los talibanes, quienes dieron cobijo a Osama Bin Laden, anuncia una “agenda” para declarar a los cárteles mexicanos como organizaciones terroristas…
SANTIAGO J. SANTAMARÍA GURTUBAY
El presidente de Estados Unidos visitó por sorpresa este pasado jueves, Día de Acción de Gracias, a sus tropas desplegadas en Afganistán y anunció la reactivación de las conversaciones de paz con los talibanes, rotas el pasado septiembre. En su primer viaje a este país -el segundo a una zona de guerra, tras Irak en la Navidad de 2018-, Donald Trump señaló que la milicia “quiere un acuerdo” y que se reunirían con ellos para buscar el fin de un conflicto que ya ha cumplido 18 años y que se ha convertido en una tela de araña para Washington. También mantuvo una reunión bilateral con el presidente afgano, Ashraf Ghani, en la que comunicó el restablecimiento de las negociaciones y reafirmó su deseo de reducir el número de efectivos desplegados en el país. “Los talibanes quieren llegar a un acuerdo y nos vamos a reunir con ellos”, recalcó el mandatario norteamericano, quien señaló de forma muy entusiasta que solo hay dos alternativas en este conflicto, el acuerdo o “la victoria total”. Esta, sin embargo, se hace del rogar. La Administración de George W. Bush anunció la invasión de Afganistán el 7 de octubre de 2001, menos de un mes después de la masacre terrorista del 11-S, tras acusar a los talibanes de dar refugio a Osama Bin Laden y otros cabecillas de Al Qaeda. Desde entonces, cada presidente ha tratado de cerrar este conflicto sin éxito y los talibanes controlan ahora más territorio que nunca. En el marco de su doctrina “América, primero” (America first), Donald Trump ha tratado de retirar a Estados Unidos de la mayor parte de conflictos posible, anunciando en ocasiones bruscas retiradas, como en el caso de Siria, pero la realidad -lo complejo de estos conflictos y la repercusión en aliados- le ha ido doblando el brazo y obligando a actuar de forma mucho más gradual. Se ha ido retirando de escenarios bélicos del Medio y Extremo Oriente, a la vez que ha promovido nuevos conflictos en Latinoamérica, donde estamos asistiendo a situaciones de violencia no vistos desde la etapa de los años de la “Operación Cóndor”, en la década de los setenta y ochenta del pasado siglo XX.
La tragedia ha golpeado con fuerza nuevamente a la familia Lebarón, un gran clan mormón que vive en Galeana, Chihuahua, al norte de México. En 2009, Julián Lebarón se convirtió en un improbable defensor de los derechos humanos en el nivel nacional. El agricultor, que también tiene la nacionalidad estadounidense, fue una de las principales voces que exigieron el fin de la violencia provocada por el combate del Estado a los grupos de la delincuencia organizada. Su papel cobró notoriedad entonces porque fue una de las pocas víctimas dispuestas a dar la cara para explicar cómo la violencia había roto sus vidas. 10 años después, Julián Lebarón ha vuelto a narrar un horror que no cesa. Esta vez por un suceso lleno de saña ocurrido en la frontera con el estado de Sonora, donde tres mujeres -una de ellas, Rhonita María Miller- y seis menores de su familia fueron incinerados en medio de una disputa entre bandas criminales. “Hemos sufrido el riesgo en todo el país… Todos los mexicanos hemos sido cómplices porque tenemos al Gobierno más grande y más caro de nuestra historia que ha sido incapaz de dar seguridad a los mexicanos y de ofrecer justicia”, ha dicho Julián Lebarón la mañana de este martes a la periodista Carmen Aristegui. Él estuvo entre los primeros en llegar a esta desoladora escena del crimen en un camino de tierra que conecta la comunidad mormona en Galeana con otra en el vecino estado de Sonora. Lebarón pidió el auxilio de las autoridades locales a la una de la tarde, pero éstas tardaron en responder cuatro horas hasta que los primeros militares llegaron a la zona. Esta madrugada, un helicóptero de las Fuerzas Armadas evacuó a cinco de los heridos a un hospital en Arizona. “Todos deberían estar interesados en resolver este caso. ¿Quiénes fueron? ¿Dónde viven estas personas? ¿Por qué lo hicieron?”, exigió.
El 2 de mayo de 2009, Erick Lebarón, de 17 años, fue secuestrado en esa zona de Chihuahua. Sus captores exigieron un millón de dólares de rescate. La gran familia mormona se negó a pagar. Erick fue liberado una semana después. Esta experiencia dejó una peligrosa herencia en el seno de la familia. Benjamín Lebarón, de 32 años, uno de los hermanos de Erick y Julián, se convirtió en activista y líder comunitario en Sociedad Organizada Segura (SOS Chihuahua). La organización exigió el fin de la violencia provocada por el combate al narcotráfico. La demanda produjo una gran presión sobre esta familia de agricultores. Benjamín fue asesinado en julio de 2009 junto a su cuñado, Luis Widmar, por 17 sicarios que entraron a su casa y se los llevaron. Una década después, se cree que los homicidios fueron para silenciarlos. Los Lebarón pertenecen a la Iglesia del Primer Nacido, una escisión fundada en Chihuahua en 1924 de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Los primeros colonos huyeron de la prohibición de la poligamia instaurada en el seno de la iglesia mormona en 1890. Eso fue lo que hizo que algunos llegaran al norte de México en los años veinte del siglo pasado. Entre ellos Joel y Ervil Lebarón. Este último murió en una prisión de Utah (Estados Unidos) acusado del asesinato de varios de sus rivales dentro de la iglesia. En la actualidad, la comunidad Lebarón de Galeana está compuesta por unas 5.000 personas, según Julián.
Después de esos dos asesinatos, Julián Lebarón se convirtió en uno de los protagonistas de la Caravana por la Paz con Justicia y Dignidad de marzo de 2011. El movimiento, compuesto por unas 600 personas, familiares de desaparecidos y asesinados, viajó por varios Estados de México para transmitir con urgencia la necesidad de un cambio en la estrategia de seguridad. “Hemos llegado al epicentro del dolor. En este viaje, además de ser testigos de la tragedia, hemos construido humanidad. Los miembros de la caravana hemos aprendido del dolor del otro”, dijo en junio Julián Lebarón al arribar con el grupo a Ciudad Juárez, escenario de cientos de feminicidios y miles de asesinatos durante el Gobierno de Felipe Calderón (2006-2012). La familia también se ha visto envuelta en polémicas con agricultores locales. La disputa por el agua ha sido el motivo de estos enfrentamientos. Los campesinos, organizados en la asociación El Barzón, han peleado por el uso de pozos, un bien escaso en el seco norte de México. Los campesinos de chile, soja, manzana y alfalfa han acusado a los Lebarón de apropiarse de al menos 14 fuentes con las que riegan los nogales de las colonias mormonas en una zona donde el líquido es escaso. Cuando la Caravana por la Paz arribó a Juárez, la ciudad fronteriza de Chihuahua, Lebarón dijo que era necesario reunir y convencer a las personas que creen que el problema de México no tiene solución. “Es difícil construir un carácter así. He sido motivado por una tragedia en la familia, pero todos podemos aspirar a una grandeza de carácter. No importa si en la vida nos ha tocado o no una desgracia”, afirmó ante una multitud reunida en el monumento al presidente Benito Juárez. Muchos años después, la tragedia sacudió nuevamente a su familia. Los LeBarón siguen esperando un cambio que nunca llegó. Mañana, Primero de Diciembre, en el primer aniversario de la llegada al poder de Andrés Manuel López Obrador, Julián Lebarón participará en la “Marcha AntiAMLO”, convocada por la oposición. En un video difundido en redes sociales, Lebarón explicó en Twitter que el contingente saldrá a las once de la mañana horas del Ángel de la Independencia y culminará en el Monumento a la Revolución. El lunes será recibido por el presidente donde será informado de las investigaciones sobre los integrantes de su familia asesinada. El expresidente de Uruguay, José Mujica asistirá, como invitado oficial, al mensaje que AMLO ofrecerá este domingo en el Zócalo Capitalino.
“La intención de Donald Trump de designar a los carteles de la droga como organizaciones terroristas ha provocado corrientes eléctricas en la espina dorsal de buena parte de los mexicanos. En las versiones más catastrofistas algunos ya se imaginan el ataque de un dron al capo que baila música banda en una boda en una ranchería de Culiacán. ¿Es una baladronada más de Trump o el inicio de una nueva pesadilla?¿Cuán factible es que Trump lo haga en los hechos? Hay dos vías para declarar terrorista a una organización de acuerdo a las leyes estadounidenses; la primera es tortuosa y requiere una petición justificada por parte del Departamento de Estado al Congreso. La segunda vía consiste simplemente en una orden ejecutiva del presidente y punto. Algo que Trump puede hacer en cualquier momento…”, reflexiona el escritor mexicano Jorge Zepeda Patterson. La argumentación para designar como terrorista a una organización se centra en dos argumentos. Por un lado, que las acciones del grupo califiquen técnicamente como de índole terrorista: groso modo, acciones directas contra la población e instalaciones con la intención de coaccionar, intimidar o transmitir algún otro mensaje a un público más amplio que no sea a las víctimas inmediatas. Y segundo, organizaciones cuya actividad amenaza la seguridad de los ciudadanos estadounidenses o la seguridad nacional (es decir las relaciones exteriores y los intereses económicos de los Estados Unidos).
En este momento la lista oficial de organizaciones clasificadas como terroristas por el Gobierno de la Casa Blanca asciende a 68, entre ellas las FARC y el ELN de Colombia; la gran mayoría remiten al medio y lejano oriente. No obstante nunca había sido incluida una agrupación que no tuviese un propósito político o ideológico explícito. La inclusión de los carteles de la droga sentaría un precedente con profundas implicaciones. Ni siquiera la organización de Pablo Escobar fue clasificada con esta etiqueta, a pesar de recurrir a distintas acciones para aterrorizar a la población y presionar al Gobierno colombiano en contra de la firma de un tratado de extradición (120 carros bomba incluidos).¿Hay bases para que Estados Unidos considere a los carteles como organizaciones terroristas y como lo hace con ISIS, Estados Islámico? En una versión elástica del término, la masacre de comensales indiferenciados en un restaurante que rehusó pagar una extorsión, podría calificarse como un acto terrorista. Pero en esa lógica también lo sería el asesinato indiscriminado de clientes de piel bronceada en un Walmart por parte de un pistolero que exige la expulsión de latinos y pertenece a una organización supremacista blanca.La segunda condición es más contundente. El Centro para la Prevención y el Control de Drogas afirma que alrededor de 70.000 estadounidenses fallecen cada año por sobredosis. Muchas de estas muertes pueden ser vinculadas a la heroína y metanfetaminas procedentes de los carteles mexicanos.
Donald Trump no tendrá ningún problema en argumentar que las bandas criminales son una amenaza para los intereses y la seguridad de su país y sus habitantes. Aunque con ese criterio, y considerando el mundo interdependiente en el que vivimos, muchos factores que afectan la seguridad de los ciudadanos de cualquier país son propiciados por las acciones de sus vecinos. Por ejemplo, las armas ilegales procedentes de Estados Unidos con las que nos matamos los mexicanos. ¿Qué consecuencias tendría para México la puesta en marcha de esta decisión? Como muchas leyes, estará sujeta a las ganas que tengan de aplicarla y la interpretación que gusten darle. El margen de acción contra una banda terrorista remite a dos documentos. La ley pública 104-132 de Bill Clinton que entre otras cosas señala que “El presidente debe utilizar todos los medios necesarios, incluida la acción encubierta y la fuerza militar, para interrumpir, desmantelar y destruir la infraestructura internacional utilizada por los terroristas internacionales”.La otra norma deriva de la orden ejecutiva 13.224 y de la llamada Ley Patriótica de George Bush, tras los atentados de Nueva York, que amplían las facultades del Gobierno para intervenir en el universo bancario y financiero internacional. Un margen de intervención que intimida al mundo de las finanzas casi tanto como un misil en medio de una boda campirana. Toda institución bancaria que proteja o albergue depósitos vinculados al lavado de dinero de una organización terrorista es susceptible de ser investigada y sancionada, sus fondos congelados o impedida de hacer operaciones con empresas estadounidenses. “En un mundo ideal podría no ser una mala idea la decisión de aumentar la presión sobre bandas que el Gobierno mexicano ha sido incapaz de combatir y convierten a los ciudadanos en las primeras víctimas. Algunos quieren ver en Trump y su belicismo al Superman que venga a salvarnos de los villanos. Pero en un mundo real, en el que un soberano impredecible y colérico como Trump nunca ha escondido sus deseos de mortificar a México, por no hablar de la históricamente abusiva agenda del poderoso vecino, la noticia es, en efecto, un motivo para aterrorizarnos…”, recalca Jorge Zepeda Patterson.
Cuando se hace alusión a un superhéroe ficticio estadounidense al referirse a Donald Trump yo eligiría al Capitán América cuyo nombre real es Steven “Steve” Rogers, que aparece en los cómics estadounidenses publicados por Marvel Comics. Creado por los historietistas Joe Simon y Jack Kirby, el personaje apareció por primera vez el primero de marzo de 1941. El Capitán América fue diseñado como un supersoldado patriota que luchaba frecuentemente contra las potencias del Eje en la Segunda Guerra Mundial, y fue el personaje más popular durante el período de guerra. La popularidad de los superhéroes se desvaneció después de la guerra, y el cómic del Capitán América dejó de editarse en 1950, con un breve resurgimiento en 1953. Desde que Marvel Comics revivió al personaje en 1964, el Capitán América se ha mantenido en publicación. Donald Trump no se parece, físicamente, al “Steve” Rogers. No podemos obviar que el multimillonario neoyorquino tampoco cumplió con sus deberes en la milicia. Puesto que muchos de los guionistas que realizaron las aventuras del Capitán América buscaron conscientemente convertir al personaje en un reflejo de las inquietudes de la sociedad estadounidense de su época, no es de extrañar que el personaje posea una fuerte carga simbólica y discursiva. Estos mensajes y símbolos solían introducirse a través de la representación que se hacía del héroe, sus aliados y los villanos, pero también a través del tono de las aventuras.Durante los años de la Segunda Guerra Mundial, el personaje se mostró claramente como un reflejo idealizado de los Estados Unidos, cuyo deber era proteger el mundo libre, mientras que el alter ego del personaje, “Steve” Rogers, representaba a todos y cada uno de los soldados que iban a luchar por su país y la libertad. Por su lado, “Bucky” se mostraba un chico normal que carecía de poderes y capacidades especiales, si bien su patriotismo era tal que luchaba junto a su ídolo por una causa justa, siendo un modelo para los lectores más jóvenes, que de paso aprendían a ser obedientes y respetuosos con sus mayores. Aunque este posicionamiento del superhéroe a favor de la libertad y la democracia fue normal durante la década de 1940, los estudiosos del personaje suelen señalar que el personaje mantuvo dicha actitud durante los años de la Guerra Fría, algo bastante poco habitual, y que ha llevado a identificar la breve etapa del personaje entre 1953 y 1954 como un cómic de influencias claramente macartistas.
El mensaje de aquellos cómics dio un giro radical a finales de la década de 1960, cuando sus aventuras reflejaron importantes cambios sociales como el renacer del movimiento feminista, las protestas estudiantiles, la lucha por los derechos civiles de los afroamericanos, la delincuencia juvenil y los demás cambios importantes que se estaban produciendo en la sociedad estadounidense. De ese modo, Sharon Carter, la novia del personaje, prefería una vida de acción como agente secreta de S.H.I.E.L.D. antes que estar encerrada en la casa esperando al héroe. De igual manera, el nuevo compañero del Capitán América, el Halcón, era un afroamericano que luchaba para limpiar de criminales el gueto de Harlem. Lejos de resolver los problemas simplemente a golpes, como en las décadas anteriores, el Capitán América solía afrontar estos conflictos desde un papel de mediador, evitando por lo general el empleo de la violencia y buscando siempre soluciones de consenso, lo que mostraba una sociedad más compleja y diversa a la que ya no era posible imponer soluciones fáciles. Incluso en la década de 1980, cuando coincidiendo con el mandato de Ronald Reagan la serie dio un giro levemente conservador, que se reflejó en la pérdida de protagonismo del Halcón y la rápida muerte de Sharon Carter, los guionistas siguieron manteniendo un compromiso social. Así, por ejemplo, la saga en la que “Steve” Rogers abandonaba su identidad como Capitán América porque el gobierno consideraba que no representaba suficientemente bien sus intereses, coincidió cronológicamente con una época de recesión real en la que el gobierno quiso reajustar y controlar mejor sus recursos. El propio guionista de la serie, Mark Gruenwald, reconoció que sus historietas intentaban reflejar de forma figurada problemas tangibles. Muchos de los enemigos del Capitán América comenzaron siendo simplemente mi visión de algún problema que afectaba a los Estados Unidos. Es decir, si revisas mi etapas descubrirás que no hay un solo villano que sea malvado porque sí. Siempre defienden algo que yo sentía que tenía que ver con la sociedad estadounidense.Hasta en los momentos en los que la serie no introducía de forma directa problemas candentes, como sucedió durante buena parte de la década de 1990, seguía planteando el conflicto entre las diferentes visiones del país, como por ejemplo las diferentes visiones del sueño americano.
Pero fue realmente a partir de los atentados del 11-S cuando las aventuras del personaje volvieron a tomar un claro giro político. Entre finales de 2001 y hasta 2004, fue habitual que el Capitán América tratase temas como la lucha contra grupos terroristas, las intrigas de su propio gobierno e incluso el maltrato a los presos de Guantánamo. De igual modo, el personaje tuvo especial protagonismo en la miniserie Civil War entre 2006 y 2007, en la que el héroe lideraba a una facción de héroes que se negaba a aceptar el Acta de Registro Superhumano (una ley ficticia con inspiración en el Acta Patriótica que aprobó la presidencia de George W. Bush), contraviniendo las instrucciones del gobierno. En 2017 un concejal de California juró su cargo ante el escudo del Capitán América, explicando que el escudo del héroe de Marvel “representaba los ideales de Estados Unidos” y fue por esta razón que decidió usarlo en su juramento…
“El presidente Donald Trump invade México, es agosto del 2020. Vladímir Putin convoca una reunión urgente de sus aliados europeos: el presidente de Gobierno español, Pablo Iglesias, el primer ministro griego, Yanis Varoufakis, y el primer ministro británico, Jeremy Corbyn, ideólogo de la izquierda chavista vegetariana del Partido Laborista que una vez presidió el Tony Blair. La cumbre se lleva a cabo en el peñón de Gibraltar, recién devuelto a la república española por el anticolonialista Corbyn…”. Con estas frases iniciaba una columna periodística el escritor inglés John Carlin, autor del guión de la película “Invictus”, donde se narra la historia de Nelson Mandela quien logró unir a los sudafricanos, blancos y negros, a través de un deporte muy popular en Sudáfrica, el rugby… Esta ficción, por ahora, no ha caído nada bien al “presidente encargado” de Venezuela, el ansioso Juan Guaidó, pues sueña con que los marines “libertadores” lleguen antes a su país y acaben con el “presidente constitucional” Nicolás Maduro, “pues tenemos mucho más petróleo que México”. El subconsciente le ha jugado una mala pasada…“El ministro de Defensa español, el camarada Íñigo Errejón, da inicio a la reunión con un informe sobre la situación en el terreno. Tropas estadounidenses han penetrado en territorio mexicano a lo largo de toda la frontera norte. Su objetivo, según el propio Trump, es “recuperar” los Estados norteños de Baja California, Sonora, Chihuahua, Coahuila, Nuevo Léon y Tamaulipas y colocarlos bajo la soberanía de Washington. El Ejército mexicano se ha replegado y los únicos enfrentamientos registrados han sido entre unidades de boinas verdes y una fuerza de policías municipales liderada por el narcotraficante Joaquín El Chapo Guzmán, quien logró escaparse de la cárcel estadounidense. Complicando la cuestión, hay indicios de que un significativo porcentaje de la población de los seis Estados está reaccionando a la aparición de los primeros batallones estadounidenses con júbilo. El hashtag #bienvenidomrtrump ya es trending topic en la ciudad de Monterrey. Otra dificultad: hay señales de división interna en el Gobierno mexicano. Un vídeo en YouTube muestra al presidente de México, el antiguo seleccionador de fútbol Miguel Herrera, dándole un puñetazo a un general. Errejón concluye su informe y Putin pide propuestas sobre cómo reaccionar a la crisis. El laborista Corbyn, luciendo su habitual gorrita Lenin, dice que jamás en sus más de 70 años de vida ha traicionado el principio del pacifismo, pero comprende que es necesario tomar represalias a favor del pueblo hermano mexicano. Tiene una idea que, está convencido, será una daga al corazón del imperialismo yanqui: nacionalizar todos los McDonald’s de su país y transformarlos en “comedores del pueblo”…”.
Iglesias, que acaba de presentar su programa semanal Aló, presidente por Skype desde la habitación de su hotel (dos estrellas), se pone de pie y declama que él no es “ni de izquierdas ni de derechas”, que siempre, siempre defenderá los derechos del proletariado contra la oligarquía (Corbyn alza un puño; Putin suprime un bostezo) y que la respuesta española a la agresión yanqui se tendrá que decidir bajo el principio no negociable de la democracia directa. Con lo cual -alzando la voz, desafiante, las manos hundidas en los bolsillos de sus vaqueros- anuncia que dará la orden de que se lleve a cabo un proceso urgente de “consultas populares digitales” con las bases de su partido. Varoufakis, vistiendo una chaqueta de cuero Prada, visiblemente irritado por la poca convicción marcial de sus dos antiguos compañeros de lucha, se sube a la mesa, grita “¡Esto es Esparta!” y declara que los yanquis solo entienden un lenguaje. Está preparado, proclama, a enviar la fuerza aérea griega “mañana mismo” a Washington a bombardear el Banco Mundial, el FMI y la Casa Blanca”. “Los tres líderes europeos miran a Putin, a quien se le escapa una leve sonrisa. “Me interesa la opción tuya, Coletas”, dice. “O sea, no hacer nada”. Iglesias protesta. “Mire usted, camarada, tiene que entender que tenemos unos problemas internos muy graves, no estamos como para aventuras…”. Suena el teléfono móvil de Putin, lo coge, asiente con la cabeza y anuncia: “Perdonen, señores. Tengo una visita. Salgo un momento”. Los tres juniors de la alianza putiniana se miran perplejos, pero aceptan su retirada sin protesta. Iglesias sigue hablando. Por un lado, les cuenta a Corbyn y Varoufakis, se enfrenta a sectores inquietos de las Fuerzas Armadas españolas deseosos de recuperar Catalunya por la fuerza; por otro, como consecuencia de la generosa política de “puertas abiertas” a la inmigración de su Gobierno, decidida en un referéndum nacional vía Twitter, la llegada a España de diez millones de extranjeros -iraquíes, sirios, somalíes y, ante todo, griegos- ha contribuido a incrementar la cifra nacional del desempleo al 70%. Y, lo que más le ata las manos, hay manifestaciones diarias en todo su país exigiendo la extradición del rechoncho cocinero español José Andrés, encarcelado por la Administración Trump”.
“Cuando Trump lanzó sus famosos insultos a los mexicanos en la campaña electoral de 2015, denunciándolos como “criminales” y “violadores”, Andrés respondió retirándose de un proyecto con el magnate pelirrojo para abrir un restaurante en un hotel neoyorquino. Trump le demandó y el español le contestó “Alégrame el día”, convirtiéndose al instante en ídolo de la resistencia antitrumpista. Andrés, no solo el preso político más famoso del mundo sino el más solidario, abandonó una larga huelga de hambre el día de Navidad de 2019 al ver que su salud mejoraba mientras su compañero de celda Sepp Blatter, que se estaba comiendo la comida de los dos, engordaba a extremos alarmantes”.“Ahora España tenía que elegir, explica Iglesias, entre tomar represalias por la invasión estadounidense y abandonar Andrés a su destino, o intentar lograr su liberación por la vía diplomática. Ante semejante encrucijada, la única salida responsable era recurrir una vez más a la sabiduría de las masas. “¡Me cago en las masas!”, suelta Putin, que entra por una puerta acompañado por el presidente Trump, los dos muertos de la risa. Los tres revolucionarios se miran estupefactos. “Mr. Trump y yo hemos llegado a un acuerdo que garantizará la paz mundial”, anuncia Putin. “Él tendrá vía libre para hacer lo suyo no solo en México sino en toda América Latina y nosotros en Europa. Esperamos un poco de resistencia de la presidenta Marine Le Pen en Francia, pero en poco tiempo lograremos nuestra misión histórica de reconstituir la Unión Oligárquica -digo, Soviética- en todo el continente, solo que ahora… ¡Hasta el Atlántico! Putin saca una botella de vodka y cinco copas. “¡Un brindis!”, exclama. Iglesias, Corbyn y Varoufakis no saben si celebrar o llorar. “Una pregunta”, murmura Iglesias. “¿Y José Andrés?”. “¡Que se pudra en su gulag!”, grita Trump. Putin se parte a carcajadas”. “El presidente Donald Trump invade México”, ¿columna futurista o hiperrealista? del escritor inglés John Carlin.
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