EL BESTIARIO SANTIAGO J. SANTAMARÍA GURTUBAY
Los abuelos franquistas del ‘Procés’ de Cataluña
Sus herederos, entre ellos el cantante Lluis Llach, cambian el águila imperial, el yugo y las flechas falangistas por la estelada, ‘Celtiberia show’…
SANTIAGO J. SANTAMARÍA GURTUBAY
El 1 de octubre del 2017 convocaron a un referéndum para separarse de España, haciendo caso omiso a la decisión del Tribunal Constitucional que lo consideró ilegal. Con urnas y boletas sin homologar, sin organismos internacionales que avalaran la consulta, con el rechazo de todos los países de la Unión Europea que no reconocieron los resultados incontrolados de los nacional populistas, éstos lograron el “milagro” catalanista de convertir una ilegalidad en su “legalidad”, al estilo del conflicto de la antigua Yugoeslavia. Una auténtica chapuza nacional, merecedora de un guión de un film de los directores Luis Buñuel o Luis García Berlanga. La derecha catalanista ha pasado de aquel defensivo ‘Discreto encanto de la burguesía’ a protagonizar una ofensiva ‘Unilateral insurrección de la burguesía”. Cataluña no es un problema de independencia sino de convivencia. Las ‘víctimas’ de la Europa de los Estados, se han olvidado de un tema que considero clave: la mitad de los ciudadanos de Cataluña no quieren separarse de España, al igual que la mayoría de los españoles consideran que Barcelona es parte de su país. El pensador alemán Ulrich Beck ya adelantó a finales de los 80que vivíamos en una sociedad “de riesgo”, por el creciente individualismo y la ruptura de estructuras como la familia y el trabajo sobre las que se articula la modernidad. Hoy, tres décadas después, la analista política turca Ece Temelkuran (Esmirna, 1973) examina ese riesgo en “Cómo perder un país. Los siete pasos de la democracia a la dictadura” (Anagrama), tomando como punto de partida el auge del populismo de derechas que hace tambalear las democracias occidentales. “Estamos ante una crisis filosófica. Es la primera vez en la historia en que empezamos a discutir si realmente merecemos existir o si quizá las máquinas deberían tomar el relevo y nosotros debemos darnos por vencidos. El populismo de derechas es solo un aviso de un problema mayor, porque es cínico, desvergonzado y cruel”, advertía en un hotel de la Gran Vía madrileña, este Primero de Octubre.
Dicen que, con los irlandeses, los españoles forman una raza oculta y prehistórica, fusión de Norte y Sur, mestizada de los “bárbaros” celtas y los “dulces” iberos; mezcla de árabes, judíos, godos y hasta indios importados; adobadas con Contrarreforma, Inquisición, Contrarrevolución y planes económicos… Dicen que estos bárbaros sujetos, candorosos y brutales a un tiempo, inteligentes, vagos a medias, socarrones, cínicos, generosos, muertos de envidia, se extinguen con el devenir de los tiempos, la desaparición de las novenas, el espíritu posconciliar y el Mercado Común Europeo. Pero Luis Carandell, periodista y escritor español (Barcelona, 24 de febrero de 1929-Madrid, 29 de agosto de 2002) los trajo al circo de las letras, sin más afán crítico que el que es inherente al tema. Sin mala intención, ni buena, que no sea la de amenizar la velada con su show particular; sin trampa ni cartón, con alguna ingenuidad y una punta de amor a sus semejantes. Aquí está el gran circo de Celtiberia: las mujeres barbudas, los enanos, los trapecistas, el payaso de turno, el clown de calidad, los leones, los tigres, los macacos, los paquidermos, los magos de ocasión y hasta los acomodadores. Aquí está la Celtiberia entera, enamorada de sí misma y al tiempo dispuesta a suicidarse cualquier día que la dejen. La Celtiberia negra a ratos, quien sabe si verde, colorada de vergüenza, pequeña, presuntuosa, pero entrañable. La Celtiberia de todos los días.
El nacional populismo proclama que se encuentra más allá de las ideologías, de las instituciones y de la política en general; un discurso falaz. Pero ¿por qué funciona? Desde los años 70, las democracias occidentales se han alejado de una de sus partes esenciales: la justicia social. Por eso, ahora son solo un teatro de la democracia, con los miembros del Parlamento batallando entre sí y ya está. El resultado es que la gente no se siente representada. Así que al mismo tiempo que buscamos un modelo de representación distinto, el populismo proclama que el sistema está acabado y propone que nos olvidemos de la democracia. ¿Qué se puede hacer para combatirlo? No hay tiempo que perder con posturas arrogantes —lo digo por los europeos—, tenemos que unirnos y luchar contra este fenómeno global. Hay que entender que hay un mecanismo de “patriotismo” que opera del mismo modo en diferentes países. No hay que desperdiciar más energía en tratar de entender la confusión viralizada y manufacturada por los líderes populistas. La polarización entre el nosotros y el ellos es clave. En su ascenso al poder y cuando ya lo ocupan, también se produce la reinvención de la idea de realidad e irrealidad. Tenemos que ir con cautela y ser conscientes de cómo funciona la lógica humana para no quedar atrapados en ese bucle. El “respeto” es una de las palabras más recurrentes de los líderes populistas. Cuando Donald Trump reclama respeto, en realidad lo que pide es silencio. ¿Por qué tanta gente conecta con ese sentimiento de falta de respeto?
Que la familia no se elige, y menos los ancestros, es una realidad. Que la genealogía es a veces retorcida, también. Como las vueltas que da la vida. En el “Procés” catalán hay apellidos ilustres que ya están en el libro de oro del independentismo: los de Carles Puigdemont, Marta Rovira, Pere Aragonés o Lluis Llach. Todas estas sagas tienen otra cosa en común: trabajaron de algún modo para Franco en Cataluña… Está el abuelo de la política de ERC fugada Marta Rovira, que fue alcalde franquista. Igual que el del conseller Pere Aragonés. También el abuelo de Carles Puigdemont, que del mismo modo que casi un siglo más tarde lo hiciese su nieto, huyó. Desertó del bando republicano, se largó a Cádiz y se acabó refugiando en una iglesia próxima a Ubrique. También el curioso caso de Lluis Llach, que nombra a su abuelo republicano en su canción más popular e himno del independentismo (L’estaca) pero no se refiere en ninguna a su otro abuelo, a su padre y a su tatarabuelo, franquistas o carlistas todos ellos. El “Procés” está lleno de linajes que contribuyeron a la construcción de aquella España un(id)a, grande y libre que propugnaba el dictador. No sólo desde la pudiente burguesía catalana; desde todas las esferas de la sociedad. En la ocupación franquista de la que habla el separatismo, hubo muchos catalanes involucrados. Si hay algo que caracteriza a los Puigdemont es su habilidad para huir de las situaciones más comprometidas. Por ejemplo, de entrar en prisión, como hizo el presidente cuando se fugó a Bélgica. Pero Carles no fue el primero de su saga en ejecutar esta suerte. El pionero fue su abuelo Francisco, que desertó cuando el bando republicano lo llamó a filas y se pasó al bando nacional. Francesc Puigdemont i Sala nació en Amer (Girona) en 1902. Fundó y regentó la pastelería que luego pasaría a ser el negocio familiar en el que también trabajó Carles. Los Puigdemont prosperaron comercialmente hasta que llegó la Guerra Civil Española. En 1938, el pueblo de Amer era terreno de los republicanos, que ya les habían pegado fuego a varias iglesias históricas de las zonas. Los Puigdemont temían por su futuro como familia con propiedades y comercios. Francesc tenía edad de ser llamado a filas por la República, como acabó sucediendo. En lugar de presentarse, urdió una trama para engañar al ejército que le reclamaba y se largó del país. Se marchó a Francia pero fue detenido por las autoridades galas, igual que le pasó a su nieto Carles en Alemania. Pero también se libró. Le propusieron volver a Cataluña o a la zona nacional, y él optó por la segunda opción. Volvió a atravesar la frontera por el País Vasco Francés y se estableció en Irún. Una deserción en toda regla. De ahí se marchó a Pamplona y de ahí, a Cádiz. Concretamente al pueblo de Benaocaz, cerca de Ubrique. Llegó allí en noviembre de 1938 porque uno de sus familiares estaba al frente de una parroquia. Aquella iglesia fue su primer refugio en Andalucía. De ahí pasó a Burgos, donde acabó trabajando en una prisión en la que su misione era llevar la comida a las celdas de los republicanos presos. Los mismos con los que tendría que estar peleando codo con codo.
El proceso soberanista de Cataluña de 2012-2019, conocido coloquialmente como el “Procés”, es un conjunto de hechos sociales y políticos que se han desarrollado desde el año 2012 hasta finales de 2019 en la comunidad autónoma de Cataluña con el objetivo de lograr la autodeterminación y la independencia de Cataluña de España. El 9 de noviembre de 2014 se celebró el proceso participativo sobre el futuro político de Cataluña convocado por el presidente de la Generalitat Artur Mas, permitido por el gobierno español. El 27 de septiembre de 2015 se celebraron elecciones ‘plebiscitarias’ en las que ganó la coalición independentista Juntspel Sí. El 1 de octubre de 2017 se celebró el referéndum de independencia convocado por el presidente de la Generalitat Carles Puigdemont, declarado ilegal por el Tribunal Constitucional. El 27 de octubre de 2017 se aprobó en el Parlamento de Cataluña la declaración unilateral de independencia y el Gobierno de España intervino la autonomía de Cataluña mediante la aplicación del artículo 155 de la Constitución española. Se celebraron elecciones autonómicas y la intervención terminó en junio de 2018 con el nombramiento de Quim Torra como presidente de la Generalitat. El 12 de febrero de 2019 comenzó el denominado “Juicio del Procés”, cuya sentencia está a caer este mes de octubre, en concreto el próximo día 16.
Si hay un cantante emblemático en el Procés es Lluis Llach. No solamente por su participación directa y su militancia activa en organizaciones independentistas. También por ser el autor de L’estaca. Es una de las canciones más coreadas en las manifestaciones separatistas. En ella, Lluis Llach habla del “AviSiset”, que era Narcís Siset Llansa, uno de sus abuelos, que era barbero pero acabó siendo concejal por ERC durante la Segunda República y fusilado cuando acabó la Guerra Civil.No nombra Llach en ninguna canción, sin embargo, a la otra rama de su linaje. Lluis Llach hace prácticamente un pleno: su tatarabuelo, su bisabuelo, su otro abuelo y su padre fueron carlistas, requetés o directamente franquistas. Y no desde una posición pasiva. Trabajaron activamente por una Cataluña conservadora, tradicionalista, franquista… y española. El primero de la saga fue Joaquim Llach i Coll, su tatarabuelo, jefe de los carlistas de Girona y dirigente de la Junta Tradicionalista de Girona. A su hijo, bisabuelo del cantautor, le hicieron un homenaje en 1926 jurando una bandera española con la máxima ‘Dios, Patria y Rey.El abuelo materno de Lluis Llach se apellidaba Grande, era extremeño y policía secreta. Lo mataron al principio de la guerra. Su esposa, abuela del cantante, también era franquista. Tuvieron una hija que se casó con Josep Maria Llach y Llach, militante del Requeté Catalán, miembro de las juventudes carlistas. Fue a la guerra como voluntario al bando nacional.Luego, con Franco en el poder, fue alcalde franquista de Verges (1950-1963) y presidente local del Movimiento Nacional. Ellos son los padres del independentista Lluis Llach, que en su juventud también tuvo su ramalazo fascista y fue vicepresidente de los Cruzados de Cristo Rey de Figueres.Lluís Llach (Girona, 1948) se crió en Verges, un pueblecito del Ampurdán, donde su padre era médico y su madre maestra. Pronto empezó sus clases de solfeo y a los 19 ya era un cantante famoso. Rey de la “nova cançó”, su actuación en el Olympia de París lo consagró dentro y fuera de España con una carrera impoluta que le duró 40 años, hasta su retirada voluntaria en 2007. Éxitos como ‘L’estaca’ hicieron cantar a toda la España antifranquista en catalán tanto como descubrir a Kavafis con su ‘Viatge a Itaca’, que vendió en su día 150 mil copias, o al poeta Martí i Pol, el preferido del ex fubolista del “Barça” (Barcelona) y entrenador Pep Guardiola, a quien Llach dedicó varias de sus más de 300 canciones. Años después se metió a hacer vino en el pueblo donde reside, Porrera, con un éxito considerable en sus gamas más altas. Ahora disfruta de su etapa literaria y militante antiespañolista.
Marta Rovira tiene dos antepasados directos relacionados con el régimen franquista. El más inmediato es su abuelo Francesc Vergés, “Quico”, que fue alcalde de Sant Pere de Torelló (Barcelona) entre los años 1956 y 1965. Desde Somatemps aseguran que se escondió durante la guerra para no pelear en el bando republicano y que durante la Transición estuvo afiliado a Fuerza Nueva.Ese último extremo sobre el partido de extrema derecha lo niegan desde la familia Rovira, donde aseguran que Quico no tenía ideología y que fue elegido como alcalde por su capacidad para hacer cosas por el pueblo. También niegan en el seno de los Rovira que Ramón, el hermano de Quico, fuese preso de los maquis en Francia durante la II Guerra Mundial, tal y como se explica en un libro sobre la guerra en los Pirineos. Desde la familia de la política fugada cuentan que fue al revés, que estuvo luchando codo con codo con la resistencia antinazi. Pero aún hay más: cuando los franquistas entraron en Prats de Llusanés en febrero de 1939, pusieron como al frente de la gestión a un hombre llamado Jaume Rivera i Camps. Se convirtió en el primer alcalde franquista del pueblo. Años más tarde, en el bisabuelo de Marta Rovira.
El mayor castigo que sufre la humanidad es el de la confusión de lenguas que se produjo al pie de la torre de Babel. Desde entonces estamos condenados a no entendernos por el hecho de poder dar a una misma palabra un significado distinto. Por ejemplo, que conquistador para unos sea sinónimo de héroe y para otros de genocida, que el soldado y el terrorista coincidan en la misma persona, que unos llamen víctima a lo que otros llaman verdugo, que un patriota pueda ser a la vez un idealista, un romántico y un fascista. Estar dispuestos a matarse para imponer el significado de la palabra libertad, Constitución, democracia, pueblo, nación, independencia, España, Cataluña, interpretadas por cada bando a su conveniencia, en esto consiste el castigo de Babel, la trágica ceguera de la historia. Si las unidades de medida, un litro, un metro, un kilo, una yarda, una libra, un galón, cada uno las entendiera y aplicara a su antojo de forma distinta, sin duda la catástrofe económica y social sería inenarrable. Por fortuna, en esto no hay discusión, cosa que no sucede con las palabras confusas, ambivalentes que lanzan los políticos, algunas llenas de mesura destinadas al cerebro y otras cargadas de odio y fanatismo que van a parar a los intestinos. Por desgracia, entre España y Cataluña ya solo rige la tercera ley de Newton: por cada acción se produce una reacción igual y opuesta, en este caso impulsada por las palabras intestinales que lanzan por la boca los radicales de ambos bandos, y, en ellas, la palabra guerra se emite ya sin pudor para sustituir a las formas enmascaradas de sacrificio, conflicto o confrontación eslovena. Según la copla lorquiana, primero jaleo, después alboroto y finalmente vamos al tiroteo, o sea, vamos alegremente con la forma estúpida de búfalos ciegos a la guerra civil como si se tratara de un evento deportivo.
Los soberanistas catalanes parece que están jugando muy felices a la república y a la independencia de Cataluña como, tal vez, lo hacían con el caballo de cartón que les trajeron los Magos de Oriente cuando eran niños. Alguien debería decirles que los reyes son los padres, una realidad que se empeñan en ignorar. En tiempos de la aterida y famélica posguerra los niños que dejaban de creer en los reyes se quedaban sin juguetes. Para ahorrarse los regalos que no podían comprar, las familias pobres solían revelar muy temprano este secreto a sus hijos como una forma cruel de destete de las ilusiones vanas y los niños pobres a su vez, como venganza de su infortunio, les abrían los ojos a los niños ricos, pero estos simulaban seguir creyendo en los reyes para que no les faltaran los regalos. Alguien debería decirles a Carles Puigdemont, a Quim Torra y a Oriol Junqueras que ya son muy mayores para galopar hacia la república catalana en aquel caballo de cartón con el que se daban golpes contra las paredes por el pasillo de casa. Independencia es una palabra sagrada que empieza por inflamar el corazón y acaba por achicharrar el cerebro.Acogidos a esta ilusión los independentistas siguen escribiendo una carta a los Magos de Oriente esperando que les traigan una república de regalo, pero un día como hoy, al abrir los paquetes al pie de la chimenea con latidos de emoción, se encuentran siempre con el único y maldito juguete, un rompecabezas diabólico del mapa de España, de imposible solución… El escritor nacido en el Mediterráneo como Joan Manuel Serrat, Manuel Vicent, recalca: “Como aquellas familias pobres que destetaron a sus hijos con el pan negro del cruel desengaño, alguien debería decirles a los independentistas catalanes que los reyes son los padres, aunque queda por ver si los padres de verdad en este caso no será la derecha radical que llega caracoleando en caballo jerezano”.
“Quizás porque mi niñez/Sigue jugando en tu playa/Y escondido tras las cañas/Duerme mi primer amor/Llevo tu luz y tu olor/Por dondequiera que vaya/Y amontonado en tu arena/Guardo amor, juegos y penas/Yo, que en la piel tengo el sabor/Amargo del llanto eterno/Que han vertido en ti cien pueblos/De Algeciras a Estambul/Para que pintes de azul/Sus largas noches de invierno/A fuerza de desventuras/Tu alma es profunda y oscura/A tus atardeceres rojos/Se acostumbraron mis ojos//Como el recodo al camino/Soy cantor, soy embustero/Me gusta el juego y el vino/Tengo alma de marinero/Qué le voy a hacer, si yo/Nací en el Mediterráneo/Nací en el Mediterráneo/Y te acercas, y te vas/Después de besar mi aldea/Jugando con la marea/Te vas, pensando en volver/Eres como una mujer/Perfumadita…”, canta estos días aciagos Joan Manuel Serrat, elque fuera icono catalanista hoy convertido en ‘bestia negra’ del independentismo catalán.El 25 de marzo de 1968 un joven Joan Manuel Serrat (Barcelona, 1943) provocó un cataclismo político-musical-televisivo cuando anunció que no representaría a España en el Festival de Eurovisióna menos que se le permitiese cantar en catalán la canción que le habían asignado. La respuesta es conocida: TVE sustituyó a Serrat por Massiel y la canción, “La lala”, se convirtió en la primera victoria española en el certamen.Un año antes, durante el concierto de su consagración en el Palau de la Música Catalana, Serrat vio cómo una de sus teloneras, la francesa Jocelyn Jocya, era insultada por cantar en francés. El entonces ídolo de la Nova Cançó catalana salió en su defensa, como recuerda la escritora Maruja Torres.Detalles como estos convirtieron a Serrat en símbolo de la cultura catalana e icono de la resistencia cultural contra la intolerancia.
Pero 50 años después ha visto cómo se ha invertido la situación. Durante el tercer concierto en Barcelona de su gira ‘Mediterráneo da capo’, que celebra su disco más conocido, un espectador le pidió que cantase en catalán, ya que estaba en Barcelona. El músico de Poble Sec pidió a su banda que dejase de tocar y se dirigió al asistente: “Le pido que me deje hacer mi espectáculo tal y como está diseñado. Le aseguro que es la primera vez que tengo que parar el espectáculo, que ha girado por todo el mundo, porque alguien diga algo así. Es increíble que en los tiempos que corren haya gente que no lo entienda. Se puede sentir usted orgulloso”.La situación ejemplifica el momento en que se encuentra Serrat, quien se ha mostrado crítico con el independentismo catalán. “La convocatoria del referéndum en Cataluña no es transparente porque está creada con una ley elaborada por el Parlament, pero a espaldas de los demás miembros del Parlament”. Y más: “Este tipo de referéndum a mí no me da la sensación de que pueda representar a nadie”.A partir de ese momento, el independentismo se rebeló contra Serrat y éste tuvo que soportar que lo acusasen de traidor e, incluso, de “fascista”. Para él, aquello significó “o desconocer lo que es el fascismo o realmente buscar un insulto a una persona como el que se puede buscar a un árbitro cuando pita algo que no nos gusta y nos acordamos de su madre sin que aquella señora haya tenido nada que ver”.
A esas afirmaciones siguieron otras, como cuando dijo que “sería insensato declarar la independencia” y que “uno no se puede acostar español y levantarse catalán”. La tensión provocó que los independentistas pidieran el boicot a la emisión en TV3 del documental “Serrat, el noi del PobleSec” a comienzos de este año. “Ya he vivido situaciones parecidas, dolorosas e injustas”, dijo sobre aquellas reacciones.En la presentación de esta misma gira, aseguró que los líderes independentistas “no acaban de reconocer dónde está la salida” y que el “Procés” era “la feria del disparate”.Se da la circunstancia de que en un concierto en Valencia fue recriminado por hablar en catalán. Serrat dijo entonces que había costado “mucha cárcel y cunetas poder hablar nuestro idioma” e invitó a los ofendidos a abandonar el recinto. “Celtiberia show”, querido Luis Carandell. Se te extraña en Catalunya, en España y en Cancún, Playa del Carmen, Chetumal…, en el Caribe Mexicano.
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