
SANTIAGO J. SANTAMARÍA. El Bestiario
EL YIHADISMO Y LA XENOFOBIA PERTURBAN EUROPA Y E.U
“El huevo de la serpiente” del director sueco Ingmar Bergman, una metáfora sobre el proceso que condujo a la destrucción de la democracia alemana y su paulatina sustitución por un régimen totalitario a partir de 1920, con la irrupción de Adolf Hitler…
David Sonboly mató presuntamente a tiros en la tarde del viernes a nueve personas en las inmediaciones de un centro comercial de Múnich, Alemania, y poco después acabó con su propia vida. Tenía 18 años. El motivo de la matanza, según la Policía germana, no está claro. Sin embargo, y tras una conversación con un vecino que grabó el ataque en directo, el autor de nacionalidad alemana e iraní despertaba un odio hacia los turcos e insistía en su condición germana. “Jodidos turcos. Jodidos extranjeros. Soy alemán, nací aquí”. Los servicios de inteligencia alemana han descartado que David tenga vínculos con el autodenominado Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés). Los investigadores han informado hace unas horas que el presunto autor de la masacre estaba en tratamiento por depresión.
La policía, que registró la vivienda del estudiante en Maxvorstadt, un céntrico barrio de la capital bávara, encontró allí información -libros y artículos- sobre matanzas masivas, pero ningún vínculo que haga pensar en un móvil islamista. Entre el material encontrado en la habitación del joven, se encontró el libro. “Amok, por qué matan los estudiantes”. ‘Amok’ es un término alemán que se refiere a las matanzas masivas provocadas por un acceso de locura. El psicópata, se sospecha, que había convocado a varias personas a través de Facebook en el McDonalds, donde cometió el ataque. Para ello, usó una cuenta falsa con el nombre de una chica en esa red social para invitar a la gente al restaurante donde protagonizó la masacre.
El director policial de Múnich, Hubertus Andrä, cree que el germano iraní pudo inspirarse en la matanza perpetrada en Noruega por Anders Breivik, de la que justo el viernes se cumplían cinco años. La relación, ha dicho el responsable policial “es obvia”, ya que al parecer el supuesto autor del tiroteo de Múnich hizo varias búsquedas sobre lo ocurrido en Oslo y la isla de Utoya, en la que el ultraderechista mató a 76 personas. También en otra masacre, la de Winnenden, en el suroeste de Alemania, donde en 2009 un adolescente de 17 años mató a 14 personas, la mayoría en el colegio donde había sido alumno. El mensaje del responsable policial fue triple: el atentado no está relacionado con el yihadismo ni con los refugiados, la seguridad en la ciudad se ha restablecido y no hay ningún motivo para que los muniqueses no hagan vida normal y no hay ningún indicio de que el atacante hubiera actuado con más personas. La canciller alemana, Angela Merkel, ha declarado este sábado que las autoridades trabajarán a fondo para averiguar qué hay detrás del ataque de Múnich.
El 23 de diciembre de 2005, se estrenó en Estados Unidos la película Múnich, dirigida por el director estadounidense de origen judío Steven Spielberg. La cinta, aunque está enfocada principalmente en la Operación Cólera de Dios (acción de represalia ordenada en secreto por el Gobierno israelí y ejecutada por un grupo de espías del Mossad en contra de los presuntos responsables del ataque que se encontraban en Europa), recrea algunos instantes claves de la masacre. La matanza junto al centro comercial Olympia fue preparada con cuidado. El joven invitó a través de una cuenta de Facebook falsa a todos los que lo desearan a acudir al lugar que terminaría convirtiéndose en una carnicería humana. “Venid a las 16:00 horas al centro comercial.
No se puede entender a los psicópatas en términos de retroceso o de desarrollo antisocial. Son simplemente individuos depravados moralmente que representan a los ‘monstruos’ en nuestra sociedad. Hay varios tipos diferentes de psicópatas.
Los fenómenos del yihadismo y de la xenofobia me hacen recordar la del nazismo que vivimos en Europa. Hubo una película de obligada visión en la época de finales del siglo pasado en las sesiones de cine fórum que se desarrollaban en mil lugares del Viejo Continente: “El huevo de la serpiente” del director sueco Ingmar Bergman, realizada en 1977 y ambientada en Berlín. “El huevo de la serpiente” es una metáfora sobre el proceso que condujo a la destrucción de la democracia alemana y su paulatina sustitución por un régimen totalitario a partir de 1920. Se refiere a que cuando está en la etapa de gestación, la serpiente puede ser vista a través de la cáscara transparente del huevo. Y lo que se ve es un bichito insignificante y hasta simpático, que puede incluso inspirar compasión. Por eso, nadie se atreve a destruirlo impidiendo su nacimiento. Pero cuando sale del huevo y comienza a actuar, el proceso no para hasta que la destrucción es total. Y cuando por fin alguien quiere hacer algo al respecto, es demasiado tarde.
Esta sociedad sin rumbo ni esperanza sirve de marco en que se desarrolla la historia de unos personajes que parecen no poder escapar a un destino terrible, cuyo germen se gesta en el Berlín de la República de Weimar, prólogo de la llegada al poder de Adolf Hitler.