
Curar con amor los apegos
A veces las cosas más simples encierran el secreto del universo.
No se trata de ser farmacodependientes y llenarnos de drogas para enriquecer a los monopolios que saben hacer los grandes negocios. Simplemente dar amor para recibir amor.
Cargamos con el bulto del pasado y creemos estar marcados por la forma en que nos criaron o malcriaron en nuestra infancia. Es solamente un sueño, pero en él vivimos o más bien dormimos. El camino al despertar puede darse en las manos de un psiquiatra como Diego Figuera, que siempre está rodeado en el Hospital de Día de Ponzano (Madrid) de pacientes y familias en los que abundan besos, abrazos y se respira un aire tibio de camaradería. No cree en el poder curativo de los manicomios, sino en aplicar menos fármacos y mayor terapia.
Quiere ser amigo de los pacientes y constantemente realiza sesiones interfamiliares, que no son otra cosa que encuentros que Figuera diseñó para que sus consultantes, sus pacientes que se consideran enfermos, pudieran aprender del comportamiento de los otros. Y aprenden. Descargan angustia. Se sienten menos solos.
Aun siendo siempre discutida por sectores más ortodoxos de la psiquiatría esta manera comunitaria y afectiva de entender la profesión a Diego Figuera le funciona. Entiende que mucho de lo que somos está marcado por la manera en que fuimos criados, por el apego, ese término usado no siempre de la manera más sensata, pero que él nos explica con la pasión y la claridad de quien disfruta a diario de su profesión.
-Apego se forja porque necesitamos figuras que nos cuiden, fundamentalmente, para tener seguridad. Cuando somos muy pequeños, seguridad física, algo que nos viene de la evolución de las especies, porque apego tienen también los animales. Nacemos inválidos, indefensos, ante los depredadores. Nuestra necesidad de apego no es secundaria a la alimentación, como hasta el momento defendían los psicoanalistas. Si estamos inseguros en la crianza no aprendemos bien porque andamos siempre con las señales de peligro encendidas. La relación de cuidados físicos, emocionales y mentales va cambiando en las fases del desarrollo. Un apego seguro se suele considerar terminado el año y medio. Por eso, hoy en día, se considera tan importante un permiso de maternidad y paternidad como mínimo de un año.
-Hay apegos sanos o insanos. El apego seguro es el que nos hace resilientes. No significa que estemos todo el día pegados al niño. Al contrario, hay que promover su autonomía según las fases; en cada edad el niño necesita un tipo de relación afectiva, cognitiva y conductual distinta. Si nos pasamos de listos o de cortos nos vamos a apegos inseguros. Por ejemplo, la sobreprotección da un apego inseguro y con menos resistencia a la adversidad. Es el mal de la sociedad moderna.
-Los trastornos de personalidad están íntimamente relacionados con nuestra forma de vida. El estilo de crianza influye enormemente. Si a un niño se le cría con un apego seguro la probabilidad de tener enfermedades mentales es baja, en general.
-Un apego sano promueve la autonomía personal. En cada momento tenemos que estar separados un poco de nuestros hijos para que exploren, para que se relacionen con el mundo. El exceso de preocupación se relaciona con el trastorno límite de la personalidad. En crianzas muy sobreprotectoras los hijos hacen rupturas muy fuertes con los padres en la adolescencia, los castigan.
-Hoy en día ya no separamos lo biológico de lo psicológico, está interrelacionado de manera compleja. Lo biológico parece que a los psiquiatras nos daba tradicionalmente nuestra entidad como médicos, pero hoy en día creemos que el psiquiatra debe ser alguien más polifacético, tener más intereses, de la filosofía, de la psicología, de la etología, de la neurociencia.
-El otro apego que favorece el trastorno mental es el apego inseguro, que es todo lo contrario, el de unos padres excesivamente despegados. El niño se separa desde muy joven, y lo importante es la rectitud. Es un apego que se relaciona con figuras paternas muy potentes. Tiende más a dar vulnerabilidad a la psicosis, porque te enseñan a fiarte solo de ti mismo, a pensar que vives en un mundo hostil, persecutorio, que mostrar afectos es de blandos, y hay que ser individualista, hay que triunfar. Son trastornos más cercanos al narcisismo.
-Y lo más tóxico de todo es la ausencia de las relaciones de apego. Lo que llamamos el apego desorganizado. Malos tratos, abusos, violencia física, orfanatos duros. Esos chicos muestran patologías desde muy pequeños. Son niños muy psicopáticos, los que torturan al gato, que maltratan a otros niños. Si no hay apego, no hay empatía.
-La mayoría de nuestros pacientes vienen con su familia, padres, hermanos, todos en tropel. España es muy gregaria. En Estados Unidos, no, allí van solos. Aquí la lucha de los familiares es por afán de participar, porque la psiquiatría española les da muy poco espacio. Al principio, los pacientes quieren estar solos en consulta, a partir de ahí vamos negociando y tratamos de cambiar las ideas preconcebidas de lo que es peor o mejor. Les convences de que es más eficaz estudiar su problema en relación al entorno familiar.
-Cuando un paciente acepta estar en un grupo de terapia con más familias es porque quiere aprender. Tú vas viendo los cambios que experimentan. En la vida se aprende mucho a través del otro. Muchos asistentes no hablan, pero sabes que se están transformando. Luego te lo dicen: me sirve mucho aunque no me atreva a hablar. Y es que el cerebro aprende por imitación.
-Creemos que los enfermos mentales son potencialmente peligrosos porque son imprevisibles y nos hacen estar alerta. Pero estadísticamente sabemos que estos pacientes tienen un índice de delitos mucho menor que la población general. Los terroristas no están locos, no. De hecho, no se les suele aceptar en grupos sectarios de este tipo porque no se fían de ellos.