CUNA DE LOBOS Prisciliano Nemegyei Rodríguez

 

 

El café de Tito…

 

(Primera parte)

-El lugar predilecto de la milonga mañanera.

-Pasarela política de los candidatos.

-Aquí se componen entuertos, en una lucha sin cuartel.

 

Cuando despunta el alba en este sitio maravilloso, donde nace o termina el país, enclavado en la geografía de la sierra tabasqueña, nuestro querido Tenosique, un sitio predilecto, para darle rienda suelta a la imaginación o liberar frases distraídas, casi siempre acompañadas de la risa jocosa de los comensales, se encuentra el café de Tito, en la nave al aire libre del mercado “Manuel Bartlett Bautista”.

Un asiduo grupo, con precisión de tiempo se da cita. El olor del aromático café atrae, diariamente, al círculo de amigos, con características diferentes, con las coincidencias del regionalismo choco y con pensamientos que, de vez en vez se unen y asimismo se separan. Tito desde la caja registradora, lleva su propia contabilidad del consumo.

El doctor José Cuj,  galeno reconocido a veces receta la medicina solicitada, variándola, según el poder adquisitivo del demandante, en esa misma proporción mide el medicamento en su precio, ya sea barato o caro, según como “ve al cliente”. Al mismo tiempo en que anota el remedio médico, afina el apodo que caracteriza a algún despistado. Su pasión por el beisbol es tan amplia, que en lugar de hacerse ayudar por un bastón, siempre lo acompaña su inseparable bate.

En el pueblo es reconocido como una de las personas que sabe y ha participado en el mayor número de apodos de los habitantes de esta comarca, del que suman miles, y él, los ha memorizado con una precisión y con un conocimiento mayor, que aquel que ha leído cientos de veces la biblia completa. Su carácter ameno con desplante jocoso y divertido, lo ubica en el centro de las discusiones que se traban, en este colectivo humano, donde los acuerdos son escasos y la lucha por el control abundante.

El café es la justificación de la tradición activa, y remojan los panes con reflexiones políticas, deportivas, religiosas, amorosas, económicas para llegar, casi siempre a ninguna parte. El requisito apremiante es la convivencia y la natural solidaridad de participar en grupo.

Julián Suarez, juega en el festín de esa alegría mañanera, a la vez que participa entre víctima y victimario, entre señalador y señalado. En una competencia sórdida, donde todos quieren tener más aciertos que errores. A veces las palabras chocan, cuando al mismo tiempo se encuentran los epítetos Y es inmejorable notar la ausencia de Julián y su personalidad sui generis, de gran charlista y de tejedor de la broma precisa, en la oportunidad del caso. En él la política es un medio, jamás un fin. Buen anfitrión en la camaradería. Acomedido en el gasto y participativo en el consumo, pero realmente esto ha sido un complot organizado, para motivarlo a su defensa y en la respuesta puntual lo logra.

Fernando Contreras, es un mentor retirado por la jubilación educativa. A veces se viste con el traje de la postura seria, pero no tarda mucho en desvestirse y entrar en la dinámica alegre, entre sorbo y sorbo de café. Siempre listo con el sable defensor, para la respuesta envuelta en una sobriedad simulada. Pica con el estoque, para medir al atacante. Opina sin una macula de inseguridad, aunque internamente le florezca la duda. El mismo cree fervientemente, en lo que dice, pero pocos toman interés por darle la razón.

Pablo Quiñones y compañía, es una especie de “clan familiar”, que han hecho a través del tiempo del café y el pan mañanero, una religión tradicional. Don Pablo Quiñones (primero) es el patriarca que se hace acompañar de sus dos últimas generaciones entre hijos y nietos. Se repliegan como reconociendo su territorialidad orgánica, pero esto, no los exime de la competencia alegre de la camaradería e interactúan en el chacoteo de mesa a mesa, pero el apartheid sanguíneo, crea las condiciones de su propio círculo familiar.

Los fines de semana, aumenta con notoriedad la asistencia mayor de otros grupos y de vez en vez, la llegada de un actor político que busca afanosamente el poder del “hueso”, aprovechando bañarse de pueblo y quedar estáticos en la foto colectiva, que señala que “el candidato anda caminando y suma adeptos”. No ha llegado a la esquina de la próxima avenida y en las mesas del café de Tito, la calificación al político en ciernes, recorre las mesas y quizá se refleje el día de la votación.

Tito Suárez, es el propietario de aquel sitio mañanero “donde bajan los dioses sin ser vistos”. Su calidad humana y su paciencia franciscana, la pone a prueba todos los días. Él ha sido señalado, desde el favoritismo rastrero para algunos, hasta  dudas en su virilidad. Pero también a veces abre su olla de presión y lanza unas saetas, que todos festejan y él se sale del estrés y penetra en el confort del compañerismo.  En el café de Tito, flota el fantasma de la solidaridad. Las reglas, no escritas y si respetadas por todos, tiene una medida que pocas veces rebasan ese piquetes de amigos que bien les quedaría aquella frase que dice “ellos se podrán matar, pero jamás se harán daño”. Se siente grato entrar en ese mundo de la subjetividad y la utopía, que en todas las mañanas tejen finos mis amigos y hermanos de este lugar del mundo llamado Tenosique.

 

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