Cultura del movimiento: clave para un envejecimiento saludable en José María Morelos

Con una pasión contagiosa por la salud y el bienestar, Loyda Ojeda, lleva años compartiendo su conocimiento sobre ejercicio y alimentación, especialmente con los adultos mayores. Desde su perspectiva, la activación física y los buenos hábitos alimenticios no son solo prácticas saludables, sino una cultura que debe inculcarse desde la infancia.


«Adoptar buenos hábitos nos ayuda a prevenir enfermedades como obesidad, diabetes e hipertensión».


Un ejemplo es el grupo de adultos mayores que iniciaron su camino hace 28 años. “Gracias a Dios, esas personas siguen muy activas, con buena memoria y una excelente condición física”, comenta Loyda con orgullo. Estas mujeres han representado a la comunidad en eventos estatales e incluso nacionales, mostrando que la edad no es un límite cuando hay constancia y dedicación.


Loyda reconoce que convencer a los adultos mayores de participar en actividades físicas no fue tarea fácil, pero su paciencia, amor y cuidado hacia ellos han dado frutos. «El que nace para servir, sirve para vivir», afirma, alentando a las mamás jóvenes a adoptar la cultura del ejercicio y la alimentación saludable para prevenir enfermedades y mejorar su calidad de vida.


La importancia de los hombres en la prevención de enfermedades


Loyda subraya un tema preocupante: el alto índice de hombres que, al jubilarse, sufren problemas de salud graves, como infartos, debido a la falta de cuidado en su alimentación y hábitos. «Cuando les dices que deben cuidar su dieta o evitar el exceso de alcohol y refrescos, sienten que los estás ofendiendo», comenta. Sin embargo, la realidad es clara: la mayoría de los casos de muerte silenciosa en esta etapa afecta más a los hombres que a las mujeres.


“Caminar es un ejercicio simple y efectivo. Nunca es tarde para cuidarnos, pero necesitamos cambiar nuestra mentalidad. La prevención es clave para evitar tratamientos costosos y prolongados por enfermedades crónicas”, asegura Loyda.


Legado de salud que comenzó en casa
El amor de Loyda por la salud y el bienestar tiene raíces profundas en su infancia, inspirada por su padre, Hernán Ojeda Castillo, uno de los primeros directores del DIF en JMM. «Mi papá, que fue enfermero, nos enseñó desde pequeños a comer sano. En casa, siempre había frutas frescas y nos inculcó que ‘la gordura no es salud’. Esa enseñanza la llevo conmigo y la comparto con quienes me rodean», relata con emoción.

A pesar de los retos, Loyda se muestra optimista sobre el impacto de sus esfuerzos en la comunidad. Tras la pausa que la pandemia impuso a las actividades de los adultos mayores, el grupo ha demostrado una sorprendente recuperación. «Antes apenas aguantaban dos bailes; ahora disfrutan de hora y media de baile. Es una prueba de que nunca es tarde para adoptar hábitos saludables y mejorar nuestra calidad de vida».


El compromiso de Loyda Ojeda es un ejemplo de cómo pequeñas acciones pueden transformar vidas y generar un impacto positivo en toda una comunidad.

No hay comentarios

Deja una respuesta