Canarias, volcanes en erupción en la España del turismo
- Confinados en La Palma: como en los peores días de la pandemia, pero con explosiones y lluvia de ceniza…
Por Santiago J. Santamaría Gurtubay
Quequi Quintana Roo
El volcán de La Palma incrementa su actividad. Dos nuevas coladas separadas entre sí por apenas 15 metros han emergido en la madrugada de este viernes del volcán de Cumbre Vieja, en La Palma. Se trata de una nueva boca doble, según han informado este viernes fuentes del Instituto Geológico y Minero de España (IGME), situadas a unos 450 metros al norte cráter. La lava que emiten es muy efusiva (líquida) y ha ganado terreno en dirección oeste, a cuyo paso ha arrasado con más edificaciones. Las nuevas emisiones han sido observadas por miembros de la Unidad Militar de Emergencias (UME) y del propio IGME. “A las 2.30 del día 1 de octubre se han producido dos nuevas coladas, que han ocupado dos barrancos y se dirigen hacia la zona oeste”, explica el geólogo Raúl Pérez, del Instituto Geológico y Minero de España, que estaba el jueves por la noche a unos cientos de metros cuando apareció la nueva boca. “La pregunta es si van a converger con la colada principal”, señala Pérez, según informa Manuel Ansede. Todo parece indicar que sí, aunque se desconoce cuándo. Así lo ha explicado, al menos, el director técnico del Plan de Emergencias Volcánicas de Canarias (Pevolca), Miguel Ángel Morcuende. Según su información, facilitada en rueda de prensa, las nuevas emanaciones circulan paralelas a la colada primigenia, “con la que buscan unirse”. Este nuevo río de lava no solo se ha llevado por delante nuevas construcciones. También ha superado a las diez de la mañana la carretera LP 212, que parte del municipio de El Paso (en el que se ubica el volcán) en dirección sur hasta fusionarse en la localidad de Las Manchas (barrio de El Paso y Los Llanos de Aridane que ha sido desalojado) con la LP 2. Esta última constituye una de las principales arterias de la isla, dado que une el municipio de Tazacorte con el de Fuencaliente, al sur. La nueva lava, además está acelerando su camino, “evolucionando a cotas inferiores”, según Morcuende.
Esta boca doble se ha convertido en el tercer y cuarto centro de emisión del volcán. Se suman así al cráter (que a su vez cuenta con tres focos en su interior) y a la boca que se abrió a finales de la pasada semana, calificada ahora por el Pevolca como “primigenia”. Este foco primigenio es, hasta ahora, el que aporta la mayor parte de la lava que llega al mar, que ha formado una superficie de 27,7 hectáreas. La nueva fajana (canarismo recogido en el diccionario de la Real Academia como “terreno llano al pie de laderas o escarpes”) cuenta ya con un frente de 450 metros y una profundidad de 30, según los datos facilitados por la vulcanóloga del IGN, María José Blanco. El presidente del Gobierno de Canarias, Ángel Víctor Torres, ha contribuido este mediodía del viernes al torrente de cifras impactantes: el volcán de La Palma ha emitido ya 80 millones de metros cúbicos de magma, aproximadamente el doble que el de Teneguía en 1971 y en la mitad del tiempo.
Respecto a la calidad del aire, el Pevolca asegura que esta es buena, y que incluso en el Valle de Aridane “el nivel está absolutamente dentro de los límites saludables, admisibles y respirables”. “Es evidente que cuanto más cerca estemos del punto de emisión la calidad del aire será menor, de ahí que hayamos trazado una distancia de seguridad mínima de 2,5 kilómetros de los puntos emisores”. Tanto Blanco como Morcuende, en todo caso, han reclamado extremar las precauciones, sobre todo en los Llanos de Aridane y Tazacorte, el uso de mascarillas FFP2 y evitar salir de casa si no es necesario. El portavoz del Pevolca también ha querido lanzar un mensaje de tranquilidad tanto a los palmeros como a las personas que puedan estar pensando en visitar la isla. “La superficie afectada en la isla por la erupción del volcán supone un pequeño porcentaje de La Palma, menos de un 8%”, ha declarado. “El resto de la isla lleva a cabo una vida normal”. Este 8%, sin embargo, encierra muchas pequeñas tragedias. “Nos queda por delante el mayor drama, más personas que tenemos que atender”, ha asegurado este viernes a mediodía en rueda de prensa el presidente del Cabildo de La Palma, Mariano Hernández Zapata. que el río de lava se ha ensanchado hacia el norte, por lo que ha confirmado que ha afectado a nuevas viviendas. En este sentido, el satélite Copernicus ha confirmado este viernes por la mañana que ya son más de 1.000 los edificios dañados. Esta información no distingue viviendas de otras edificaciones, como cuartos de aperos o garajes. Para ello, resulta necesario cruzar estos datos con los del Catastro y los que manejan los ayuntamientos. La Federación Canaria de Islas (Fecai) ha acordado destinar una partida conjunta de 10 millones euros a la Corporación palmera para que decida su uso y ayude a las labores de reconstrucción de la isla. El ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, ha subrayado por su parte “el compromiso absoluto del Gobierno de España con la reconstrucción” de la isla. “Es nuestra prioridad”, declaró, y ha anunciado que el presidente de España, Pedro Sánchez, visitará de nuevo La Palma el próximo domingo. Bolaños, a su vez, ha puesto en valor la colaboración entre administraciones. “Todos tenemos claro qué es lo prioritario: ayudar a los ciudadanos de La Palma. Los palmeros pueden estar tranquilos y orgullosos de sus instituciones”.
La decisión de las autoridades de confinar los cuatro barrios más próximos a la desembocadura de la lava provoca el éxodo de sus residentes y la preocupación por el futuro económico de la zona. El silencio y el vacío en las calles de los barrios de San Borondón, Marina Alta y Baja y La Condesa recuerdan a los días más duros del confinamiento por la pandemia del coronavirus. Con dos diferencias fundamentales: las constantes y atronadoras explosiones del volcán de La Palma y una incesante lluvia de ceniza que se cuela por cualquier resquicio y se impregna en el pelo y la ropa. El bar local, hasta hace dos días centro de reunión, está cerrado. En la puerta, pegado con celofán, un aviso escrito a mano: “No puedo abrir de momento, lo voy a intentar un poco más tarde. ¡Gracias y disculpen! Cathaysa”. Lo firma su propietaria, de 24 años, quien hace apenas dos días aseguraba que iba “a abrir mientras pudiese”. Enrique Pons de 56 años, vecino del barrio de San Borondón del municipio de Tazacorte, carga las cosas en su coche para abandonar el barrio por estar confinados y con miedo de lo que pueda hacer la lava.
Los 300 vecinos que residían en estos cuatro barrios del municipio costero de Tazacorte han cerrado la puerta, y muchos de ellos han decidido no volver a abrirla por el momento. Es el caso de Enrique Pons, un vecino de San Borondón natural de Vic (Barcelona), que está metiendo lo indispensable en su coche para marchar con su familia a la capital, Santa Cruz de la Palma, al otro lado de la isla. “Me voy porque la nube de cenizas cada vez está más encima. Y a saber si van a llegar los gases de allá”, asegura, señalando en dirección a la desaparecida playa de los Guirres, a unos cuatro kilómetros por carretera, donde la colada se encontró con el mar en la noche del martes. En su edificio, asegura sin mascarilla, queda ya poca gente. “Es que en esta zona hay mucho turismo vacacional y solo algunos vecinos de toda la vida”. Una de las personas que se ha quedado es María Pilar Rodríguez, de 79 años, que vive con su marido y una de las tres hijas del matrimonio. “Lo llevamos fatal”, asegura apoyada en el quicio de la puerta. “Cada vez peor. Mi marido sufre de los pulmones y estamos encerrados. Es igual que cuando la pandemia y encima hemos tenido muertes recientes en la familia. Esto es un drama”. Pilar Rodríguez, vecina del barrio de San Borondón, limpia la ceniza que deposita el volcán.
La misma ansiedad sufre Antonia María Martín, una sonriente anciana residente del barrio de Marina Baja, que barre con denuedo la acera que da a su puerta. “Estoy mal la verdad”, asegura pese a su sonrisa. “El psicólogo viene aquí cada semana”, explica sin soltar el palo de la escoba. Hace poco le extirparon un riñón y asegura que se ha “quedado mal tras la operación”. Ahora vive en su casa con su marido y el único hijo soltero de los cuatro que tiene. “Yo de aquí no salgo para nada, los mando a comprar a ellos… No era de mucho salir antes, pero ahora menos”. Y sentencia: “Solo pido a Dios que este volcán pare de una vez”. Martín va a tener que echarle paciencia. Los portavoces del Plan de Emergencias Volcánicas de Canarias (Pevolca) han mostrado este miércoles una cierta preocupación por la calidad del aire: no se superan los límites máximos, pero recomiendan respetar las medidas de seguridad como el uso de mascarillas y, si es posible, permanecer en casa. Sobre todo en esta zona de Tazacorte, la más cercana al vertido de lava al mar. “El confinamiento se va a mantener hasta que se pueda comprobar que los niveles son adecuados”, ha explicado su director técnico, Rubén Fernández.
La preocupación de los residentes se extiende al terreno laboral. José Juan Santana es uno de los propietarios de Cerrajerías Santana, situada en la calle principal de San Borondón. Acaba de recibir un pedido de vigas de acero y las está descargando del camión con ayuda de Ubay González, empleado de la siderúrgica local Darymar. “Llevamos cuatro días confinados y se ha notado un bajón tremendo del negocio”, explica Santana. Sus ingresos provienen fundamentalmente de la industria platanera, omnipresente en la zona. “Si se van los plátanos al carajo nos vamos todos detrás, José”, le replica González. La agricultura supone de forma directa el 5,4% del PIB de la isla, pero este peso se multiplica si se tienen en cuenta las exportaciones, el envasado o las subvenciones que recibe de la Unión Europea. Estas últimas dependen de que los empresarios locales puedan cumplir con su cuota de producción. Y los plataneros de la zona no son muy optimistas al respecto. Francisco Gómez posa delante de su plantación de plátanos tras salir de su casa confinada para regarlos. “Mis plátanos aguantan por ahora”, asegura Francisco Gómez Acosta, de 80 años, vecino de Marina Alta y testigo ya de su tercera erupción. “He salido a regar porque no puedo permitir que se me pierda toda la cosecha”. Su finca está al otro lado de la calle, y sigue cuidándola con sus propias manos y la ayuda de un peón. “Nací pobre y me lo he currado toda la vida”, asegura. “Y este dichoso volcán me ha jodido ya dos casas y un invernadero”.
No todos confían en que aguanten los plátanos. “Mire, todos estos plátanos parecen sanos, pero no sirven. Esta ceniza les crea manchas, y se hacen más grandes con el roce del camión”, explicaba con amargura Marco Lorenzo, en la finca de una fanega (medida agraria que en Canarias equivale a unos 5.000 metros cuadrados). Este agricultor está esperando un camión que le ayude a cortar las piñas de plátanos y las lleve a la cooperativa. Es lo que sucede apenas un kilómetro más arriba, en el cruce de la carretera Zapata con la de Laguna y Tazacorte. Ahí, custodiados por la Policía Nacional, una docena de camiones hace cola para entrar en las fincas. El primero de la fila es Alberto, un camionero de la localidad que, como todos, tendrá una hora y media para entrar acompañado de la Guardia Civil, cargar la fruta, descargarla en el almacén de la cooperativa y volver a ponerse a la cola para el siguiente turno de recogida. “Estamos preocupados por nuestro trabajo, claro”, dice. “Pero hay que seguir”.
El volcán de La Palma adquiere características hawaianas, con emisiones de lava más fluidas. La colada del volcán canario de Cumbre Vieja ensancha su base y mantiene su camino hacia el mar. Pero algo ha cambiado en su comportamiento en las últimas horas. Tanto la directora del Instituto Geográfico Nacional (IGN) en Canarias, María José Blanco, como el director técnico del Plan de Emergencias Volcánicas de Canarias (Pevolca), Miguel Ángel Morcuende, comenzaban hasta ahora todas sus comparecencias explicando que la de la isla de La Palma era una “erupción fisural de carácter estromboliano”. Es decir, que se trata de la apertura de una fisura en la montaña cuya erupción es permanente, de lavas fluidas y salpicada de brotes explosivos, como aquel volcán de Stromboli, en las islas Eólias, al norte de Sicilia. Este martes, en cambio, Blanco ha informado de que una de las bocas del volcán, en la parte norte, ha cambiado levemente hacia un comportamiento hawaiano. En este tipo de erupciones, el proceso suele ser más tranquilo debido a que la lava es todavía más fluida, los gases se desprenden fácilmente y no se producen explosiones. Es decir, la montaña presenta dos erupciones distintas en estos últimos momentos. “Es una cuestión de qué es más importante”, se explica la vulcanóloga. “Antes era más el mecanismo estromboliano y ahora predomina la actividad hawaiana”. Las explosiones, de hecho, se han hecho cada vez más espaciadas y menos ruidosas en las últimas horas. Los vecinos, advierte no obstante el Pevolca, han de seguir extremando las precauciones en un perímetro de cinco kilómetros por posible rotura de cristales por la onda expansiva de las explosiones.
El magma, a más de 1.000 grados y procedente de las capas más profundas del subsuelo, avanza por una isla ya declarada como Zona Gravemente Afectada por una Emergencia de Protección Civil. Pero el camino de la colada hacia el mar sigue siendo una incógnita para los científicos tras varios días de predicciones fallidas y llegadas frustradas. “No tenemos en este momento”, ha admitido Morcuende, “la posibilidad ni científica ni técnica de marcarles una fecha u hora de llegada al mar”, ha asegurado. “Seguimos a la espera de lo que quiera hacer el volcán, que es lo que venimos haciendo habitualmente”. La colada se mueve a unos 300 metros por hora, según sus datos sobre una “autopista” creada por coladas anteriores. “Conforme va pasando el tiempo, la lava se va enfriando y se va encontrando con pendientes que la frenan. Y si sale de esta autopista se frena aún más”. Poco antes de las diez de la noche del martes, el Instituto Vulcanológico de Canarias ha informado de que la colada ha cruzado la conocida como carretera de la costa, situada junto a la Montaña de Todoque, de unos 320 metros de altura, en el municipio de Tazacorte. La distancia que separa la carretera de la costa es de alrededor de un kilómetro. Este era el último gran obstáculo al que se enfrentaba el flujo de lava antes de llegar al mar. El corte de esta carretera deja prácticamente incomunicados los barrios de Puerto Naos, El Remo y La Bombilla, también en Tazacorte.
El presidente del Cabildo de la Palma, Mariano Hernández Zapata, había reconocido el domingo que a las autoridades les preocupaba “sobremanera” que la lava cortara esta carretera, ya que es “la única vía de acceso a la zona sur”. “Si se corta esa carretera, se complica la situación”, aseguró entonces. El nuevo volcán, además, podría estarse realimentando de un reservorio de lava más profundo, como sucedió con el volcán submarino de El Hierro, según la responsable de alerta volcánica del IGN, Carmen López, en declaraciones a Efe. López ha explicado que la sismicidad profunda localizada en las últimas horas en la zona de Fuencaliente (municipio situado al sur de la isla), con terremotos de magnitudes de entre 3.3 y 3.4, son indicativas de un reajuste del reservorio en la corteza a medida que el magma va saliendo en forma de lava, cenizas y piroclastos. Mientras esperan el encuentro entre la lava y el mar, unos 300 vecinos permanecen desde la madrugada del lunes, al menos en teoría, confinados en cuatro poblaciones (San Borondón, Marina Alta, Marina Baja y La Condesa). Cathaysa Lorenzo, de 23 años, ha abierto su bar de San Borondón, que acoge esta mañana de martes a media docena de clientes, trabajadores todos de las fincas de plataneras de la zona, cuya producción corre serio peligro. “Yo le pedí permiso a la Guardia Civil y me dijo que podía abrir mi bar”, explica. “Si no abro y no hay lava, ¿quién me paga el alquiler del local?”, se pregunta.
En pleno descenso, el magma se desliza sobre las dos coladas anteriores, un terreno de 258 hectáreas de rocas incandescentes que facilita su tránsito. En su camino ha arrasado el pueblo de Todoque, pero se ha topado con la montaña del mismo nombre que se levanta a la salida de la población y que ha bloqueado su curso hacia el mar. La consecuencia de este tapón: la colada crece a lo alto y ancho: su frente supera los 500 metros y su altura llega a 50 metros en algunos puntos, con espesores medios de ente ocho y 12. Todo parece indicar que la colada está rodeando esta montaña por el sur para proseguir su camino.
Su avance, cualquiera que sea su velocidad y anchura, es constante, y ahora amenaza una de las zonas más fértiles de la isla y a su principal producto agrícola: el plátano. Este mediodía, una de las lenguas ha llegado a El Pampillo, una zona poblada de invernaderos. Morcuende ha informado de que el contacto de la colada con los plásticos y los fertilizantes ha provocado una nube tóxica. El director técnico se ha apresurado a matizar que su efecto solo se ha sentido dentro de la zona de exclusión y que, además, “se ha disipado rápidamente”. La lava, sobre todo, se lleva por delante las posesiones de mucha gente. Hasta ahora, ha engullido 585 viviendas y ha puesto en peligro otras 97. “Hoy la cifra subirá; cuando tengamos los datos cruzados con el Catastro tendremos datos actualizados y habrá un avance significativo de viviendas afectadas”, ha explicado Morcuende. En este sentido, el Consejo de Ministros ha aprobado este martes una subvención de un máximo de 10,5 millones de euros a Canarias para financiar la adquisición de 107 viviendas y enseres de primera necesidad para los afectados. El primer centenar de estas viviendas, que serán adquiridas en propiedad por el Gobierno de Canarias y estarán ya disponibles a principios de octubre. El Ejecutivo espera contar con 300 a finales de año.
El horror cósmico creado por Lovecraft, y cuya lectura produce un sentimiento de humildad ante la amenaza que late en nuestro universo, se ha manifestado en estos días. Hemos visto las imágenes de estos días; la lengua de lava desplegarse sobre las laderas del volcán, arrasando con todo lo que encuentra a su paso. Hemos visto a la gente huir de sus hogares, salir apurada cargando sus enseres más preciados; familias enteras con el horror en los ojos ante la amenaza cada vez más próxima. Para las personas aficionadas a la literatura, se nos han hecho realidad aquellos versos de Edgar Allan Poe donde el autor norteamericano nos cuenta la explosión interna de su corazón volcánico, identificándolo con la corriente de lava que rueda por el monte Yaanek, en las últimas regiones del polo. “Incansablemente”, dice Poe, dando a entender que la pesadilla nunca va a acabar. Se trata del poema Ulalume, la misma pieza a la que su discípulo, Lovecraft, años después, hace referencia en una de sus novelas que tituló En las montañas de la locura. Una historia siniestra donde describe el paisaje que se divisa desde una embarcación que permanece apartada de la costa, “a sotavento del humeante monte Erebus”, desde donde llegaban “bocanadas intermitentes de humo”. Es entonces cuando uno de los personajes, un joven llamado Danforth, comenta que aquel monte de fuego había inspirado a Poe, en 1847, para escribir su poema.
Hay una necesidad de comprender el origen del desastre, una urgencia que nunca se satisface por mucha información que se nos dé al respecto. Porque si hay un autor cuyos relatos se identifican plenamente con la desesperación que viven los habitantes de la Palma, ese autor es, sin duda, H. P. Lovecraft, cuyo horror cósmico nos remite a la mitología elaborada con elementos sobrenaturales, atributos de su literatura que nos enseñan en cada párrafo lo insignificantes que somos ante los misterios que esconde el Universo, en este caso ante los secretos del interior de la Tierra. Cuando dichos secretos se manifiestan, aparece nuestra esencia y, con ella, la expresión más profunda de los seres humanos sale a la superficie. Eso revela la estrecha relación que se da entre los elementos telúricos y nuestro comportamiento ante el horror. Hay una necesidad de comprender el origen del desastre, una urgencia que nunca se satisface por mucha información que se nos dé al respecto. Para la gente que identifica la vida con la literatura, las páginas de Lovecraft no van a ilustrarnos acerca de la causa volcánica, pero van a conseguir algo más intenso, es decir, acercarnos a la filosofía de origen fabuloso que el autor de Providence cultivó como nadie.
En otro de sus relatos, titulado Dagón, nos cuenta Lovecraft que, debido a una explosión volcánica, el fondo del océano había emergido a la superficie, “sacando a la luz regiones que durante millones de años habían estado ocultas bajo insondables profundidades de agua”. Es entonces cuando nos describe el légamo negruzco que daba al paisaje un tono cruel y que producía “un terror nauseabundo”; el mismo terror que produce observar la lava caliente y viscosa que se va haciendo sólida, de una calidad siniestra y de un color tan negro como la suerte de los habitantes de la Palma. El horror cósmico creado por Lovecraft, y cuya lectura produce un sentimiento de humildad ante la amenaza que late en nuestro universo, se ha manifestado en estos días. La insignificancia del ser humano se acentúa por cada desastre natural, como si la naturaleza quisiera recordarnos a cada rato la poca importancia que tenemos. Por eso es tan importante la ficción, la fábula, la literatura, pues en momentos de catástrofe consigue enseñarnos que la realidad entera se puede partir en pedazos de un momento a otro.
“Para la fauna, el escenario es el de una guerra nuclear”. Manuel Nogales lleva 40 años estudiando la biodiversidad canaria y se está encontrando una alteración de la conducta de los animales de La Palma como no se conocía hasta ahora. Todo son sorpresas, comenta. “Están muy asustados con este fenómeno, toda la fauna ha cambiado su comportamiento”, explica acelerado a primera hora de la mañana del viernes, tras dormir cuatro horas, antes de lanzarse de nuevo con su jeep a la zona de exclusión de la isla: allí donde solo van los científicos. Nogales también se muestra desolado al contar la situación en la que se están encontrando los animales domésticos liberados en la zona más afectada por las coladas, “a la deriva”, comiendo vegetación llena de ceniza. Y los pescadores de Tazacorte, en la costa más cercana al volcán, hablan de una escasez notable de peces.
Nogales, delegado del CSIC en Canarias, pasa el día junto a las lenguas de lava, rodeado de vulcanólogos, “que son las auténticas estrellas del equipo”, pero su trabajo es muy distinto. El biólogo estudia qué está ocurriendo con la vida del entorno. Las plantas, por ejemplo están sumamente deshidratadas, y hay un 40% muy marchitas y en muy mal estado. Pero son los animales los que más preocupan a este investigador del Instituto de Productos Naturales y Agrobiología (IPNA). En la zona, la fauna básicamente se compone de aves y reptiles, sobre todo lagartos, que ya no se encuentran. “Los lagartos prácticamente han desaparecido del terreno. Ahora apenas vemos nada”, señala Nogales, que ha registrado en su trabajo de campo de estos días apenas un 10% de lo que observaría normalmente. Y cuando desaparecen los lagartos, la base de la alimentación de muchas rapaces, todo el ecosistema se altera. “Los cernícalos intentan capturar aves, y eso es algo que a mí me sorprende porque en Canarias no es nada normal”, reconoce el biólogo. En la zona sí hay otras rapaces que incluyen aves más pequeñas en su menú, como los gavilanes o halcones, como el tagarote. “Esos sí son especialistas en captura de aves. Pero ahora los cernícalos tienen que tirar de donde pueden, un cambio completamente inesperado, porque no conocemos este escenario totalmente nuevo”, añade el investigador.
El resto de aves también han alterado su forma de interactuar en el entorno. Antes, cuando este científico iba al campo para anotar todos los contactos en un determinado perímetro, la mayoría de las noticias que recibía de su presencia era por vía acústica: su canto. “Ahora, curiosamente, vemos muchas más aves de las que escuchamos, completamente al revés de lo habitual”. El investigador concluye: “La fauna está cambiando sus hábitos, sus comportamientos, definitivamente. Las especies tienen mucho menos miedo y temor a la presencia del ser humano, nos está llamando mucho la atención”. Los murciélagos, que dependen de insectos, siguen presentes. Pero el científico se muestra consternado cuando habla de los animales que se encuentran en la zona restringida, cerca de las coladas, en situaciones terribles. “Vemos bastantes animales de los que tuvieron que soltar. Y los vemos muy a la deriva. Yo no sé de dónde han venido estos pobres animales. Cabras con las pezuñas destrozadas, gatos perdidos, pavos reales, un sinfín de animales que nos dan muchísima pena”, admite. También se han encontrado gallos de pelea, una práctica de maltrato animal que está prohibida, “pero ahora están en la naturaleza y se han peleado entre ellos”, asegura, mientras muestra en su móvil fotografías desoladoras de animales heridos. “Lo peor”, resalta, “es que la vegetación está fundida y muchos de estos animales son herbívoros, así que están comiendo alimentos con cenizas: tiene mal pronóstico. Para un biólogo es muy duro”.
Una cabra doméstica fotografiada por Manuel Nogales en la zona cercana a laNogales explica que, desde que comenzó esta erupción, ve “la vida en blanco y negro”, llena de cenizas volcánicas. “Es un escenario que yo no conocía”, cuenta. Asegura también que su trabajo es inédito: intentar evaluar cómo impacta la erupción de un volcán en directo sobre toda la biodiversidad que rodea a las coladas volcánicas. ”No tenemos ni idea, hemos partido de cero, porque la bibliografía es prácticamente inexistente, pero también es una oportunidad única para estudiarlo”, narra. Su vida desde hace unos días consiste en madrugar, lanzarse a la zona restringida con el cuaderno de campo, estudiar la biodiversidad hasta la noche (orientado por los vulcanólogos para evitar riesgos), y volver a empezar al día siguiente. El comité científico de crisis del plan de emergencias decía el jueves que “no descarta que el aumento de la emisión de cenizas y su caída en el mar pueda estar afectando el ecosistema marino” en las costas de La Palma, pudiendo causar “cambios drásticos”, por lo que se reforzarán los sistemas de vigilancia de los materiales volcánicos en el mar. El Instituto Español de Oceanografía (IEO) ha enviado el buque científico Ramón Margalef para estudiar lo que está sucediendo en La Palma. Para realizar un capeado del fondo marino, buscando expulsiones de gases, abombamientos o fisuras, pero también para estudiar cómo afecta a la biodiversidad.
Según explica el investigador del IEO Eugenio Fraile, que forma parte del comité científico de crisis, quieren estudiar todo lo que ocurre allí: la física y la química del agua, pero también cómo están los peces. “Contamos con testimonios de pescadores que hablan de que hay menos, de un cambio significativo en las capturas, pero no tenemos datos: hay que ir allí, ver si es así y determinar cuáles son las causas”, afirma Fraile. También van a tomar muestras de corales, que son capaces de asimilar gases precursores en un escenario como este. Pedro Hernández, de la cofradía de pescadores de Tazacorte, asegura que llevan seis meses “de merma en las capturas. Ha sido un año de los peores que hemos tenido”, cuenta. Su compañero Fernando Gutiérrez era el presidente de la cofradía de pescadores de El Hierro cuando se desató una crisis similar y hubo una erupción submarina: el volcán Tagoro. “La gente huye, pues también los peces. Aquí también paró la pesca, pero es que mató a los peces de media isla. Estuvimos año y medio sin poder faenar, pero con la mitad que se salvó pudimos recuperar la mitad que se perdió”, recuerda Gutiérrez. “Este capricho de la naturaleza”, recuerda Fraile, “llega justo 10 años después de que el volcán submarino afectara al Mar de las Calmas en El Hierro, y ahora es otra reserva marina, la de La Palma, un área de alta sensibilidad, la que ya está siendo afectada”.
Tras la erupción del Timanfaya en septiembre de 1730, el rey Felipe V envió a Lanzarote al obispo Pedro Manuel Dávila y Cárdenas para atestiguar los daños del volcán. Observó que casi toda la vida de la parte sur de la isla había desaparecido bajo las coladas y piroclastos. Sin embargo, también comprobó que la vegetación florecía con fuerza allí donde la capa de cenizas y lapilli (pequeños fragmentos de roca expulsados a la atmósfera) no era demasiado gruesa. Cuando regresaron los lanzaroteños refugiados en las islas cercanas, el prelado impulsó la recuperación de la agricultura aprovechando estos inesperados aliados volcánicos. No es el único caso de la compleja relación de los volcanes con la vida, tan destructiva como creativa. La historia de Dávila y Cárdenas y cómo aprovechó el infierno expulsado por el volcán lo contaban hace unos años el investigador Francisco José Pérez Torrado y otros colegas en un estudio publicado en la revista científica Geology Today. Pérez Torrado es coordinador del grupo Geología de Terrenos Volcánicos (Geovol) de la Universidad de Las Palmas. Ahora está estudiando la erupción de La Palma sobre el terreno y no tiene mucho tiempo para atender a los periodistas, pero apunta varias claves sobre lo que pasará una vez que la erupción se detenga y la lava se enfríe.
“A corto plazo la lava será malpaís [grandes extensiones rocosas, áridas y de difícil tránsito] que no permitirá la agricultura, salvo que se rellene su superficie con lapilli”, asegura Pérez Torrado. Este lapilli, la porción intermedia de los piroclastos, con un tamaño de entre 2 y 64 milímetros, se conoce en Canarias como picón y fue la clave del éxito de la idea del obispo. Tanto que, tras funcionar en Lanzarote, se exportó al resto de islas, provocando la transición de una agricultura de secano cerealística a otra que combina cultivos mediterráneos con subtropicales. Para muchos, la emergencia del Timanfaya está en la base de la explosión demográfica y el desarrollo que vivió Canarias desde entonces. Tras la erupción del Timanfaya en 1730, el obispo Dávila y Cárdenas observó que las plantas emergían nutridas por el lapilli volcánico. Pero sin la geología, la sagacidad del obispo no habría servido para nada. “Los campos de piroclasto y lava poco a poco se meteorizan [una alteración química de sus minerales y vidrio volcánico], formando un suelo muy fértil, por la cantidad de nutrientes que tienen estos materiales volcánicos”, comenta Pérez Torrado. En general, los materiales volcánicos son muy ricos en sales y minerales metálicos. En concreto, las erupciones basálticas propias de lugares como La Palma expulsan al exterior óxido de hierro, magnesio, calcio o potasio, todos ellos esenciales para el florecimiento vegetal. “La velocidad de meteorización [proceso de descomposición de minerales y rocas por distintos agentes erosivos] depende del clima, altitud, pendientes, etcétera, de cada zona. En zonas con climas tropicales, como Hawái, hay erupciones históricas ya totalmente colonizadas por vegetación y formación de suelo. En áreas con climas con menos lluvias, el proceso es mucho más lento”, concluye.
Otra cuestión son las coladas en sí. Como recuerda el vulcanólogo Juan Carlos Carracedo, “si no hay intervención humana tardarán miles de años en ser aprovechables”. Su enfriamiento será cuestión de unas semanas, pero se trata de roca muy dura, de erosión lenta, que, como afirma el catedrático de petrología de la Universidad de Barcelona Domingo Gimeno, “será malpaís durante décadas y tardará milenios en compactarse”. La erupción de La Palma ha provocado una colada relativamente pequeña, que ocupa una superficie de unas 170 hectáreas, con un frente de 600 metros hasta el momento. Además, buena parte de ella ha ocupado barrancos y ramblas, allanando el terreno. Eso podría facilitar algún tipo de intervención humana que acorte los plazos para recuperar la tierra. Sin que los humanos intervengan, la naturaleza se toma su tiempo en regresar, pero al final vuelve. El Programa de Vulcanismo Global del Instituto Smithsonian documenta los volcanes de la Tierra y su historia eruptiva durante los últimos 10.000 años. De ellos, 404 han entrado en erupción desde 1883, año en el que le tocó el turno al Krakatoa. Usando esa base de datos, un grupo de científicos ha analizado cómo afectan estos rugidos de la tierra a los ecosistemas y cómo se recuperan del golpe.
La isla de Surtsey emergió al sur de Islandia tras una erupción submarina en 1963. Las primeras plantas tardaron en aparecer una década. Hoy es un laboratorio natural de la relación entre volcanes y ecosistema. Las tres erupciones más estudiadas por los ecólogos son la del monte Santa Helena (en el noroeste de Estados Unidos) en 1980; la de Surtsey, una isla que emergió al sur de Islandia en 1963; y la del Krakatoa, cuya erupción destrozó parte de este archipiélago indonesio, pero creó nuevas islas. En estos tres ejemplos coinciden dos elementos que ayudan a los científicos a entender la compleja relación entre volcanes y vida: cada uno de ellos está en una latitud caracterizada por un clima diferente (atlántico, subártico y tropical). Además, se trató de tres tipos de erupciones diferentes. Este estudio, que forma parte del libro The Encyclopedia of Volcanoes, muestra cómo la erupción del Santa Helena arrojó grandes cantidades de piroclastos enterrándolo todo bajo más de un metro de cenizas volcánicas, cuando no por la lava directamente. Buena parte de este material eran fragmentos de pumita, roca de alta porosidad conocida como piedra pómez. A pesar de la destrucción inicial, los primeros altramuces del Pacífico, una herbácea emparentada con los guisantes, volvieron a colonizar las laderas del volcán dos años después del estallido. Y, por su capacidad para fijar el nitrógeno, crearon las condiciones para que también regresaran otras especies vegetales, sentando las bases para la recuperación ecológica.
“La isla de Surtsey tardó 10 años en tener sus primeros brotes”, recuerda el catedrático de petrología Domingo Gimeno. Pero antes ya habían anidado allí varias especies de aves y, entre los minerales aportados por el volcán y el guano de los pájaros, Surtsey ha experimentado una explosión de vida solo limitada por la dureza del clima. Y es que los principales agentes de cambio en la física de los materiales volcánicos y la recuperación ecológica son el climático y la disponibilidad de agua dulce. Ambos elementos están presentes en el archipiélago de Krakatoa, lo que ayudaría a explicar la riqueza vital de esta parte del mundo a pesar de que la erupción de 1883 alcanzó un índice de explosividad volcánica 6 (sobre 8), de categoría pliniana y consideraba colosal. Tan colosal como la del Krakatoa fue la erupción del Pinatubo (Filipinas), en 1991. Capaz de enfriar la temperatura del planeta casi en medio grado por la cantidad de gases que oscurecieron la atmósfera, la erupción descabezó la montaña, reduciendo su altura en casi 300 metros, obligó a la evacuación de miles de personas y acabó con buena parte de la vida de sus laderas. El vulcanólogo Joan Martí, director del grupo Geociencias Barcelona, del CSIC, asegura que ahora “es difícil distinguir dónde se produjo la erupción exactamente”, más allá del enorme cráter que dejó, y todo gracias a la recuperación del entorno. Otro dato: a pesar de la muerte de más de 800 personas, la población de la zona se recuperó y son varios miles los que viven en sus cercanías.
“Más allá de lo simbólico y lo mitológico, muchos de los volcanes de las zonas tropicales están densamente colonizados por los humanos, por sus tierras fértiles, disponibilidad de materiales para la construcción o la existencia de aguas hidrotermales” dice Martí, que concluye recordando: “Si no fuera por la destrucción de casas y carreteras, después de una erupción solo tendríamos riqueza”. La extensión de la lava del volcán de La Palma por tierra ha aumentado la superficie arrasada. Si no encuentra una salida al mar y se mantiene el flujo de las coladas, seguirá ocupando terreno, que este jueves era ya de 166 hectáreas, donde ha destruido 350 inmuebles, según los últimos datos del sistema de observación terrestre europeo Copernicus. El ritmo de ocupación de tierras ha descendido a 14 hectáreas cada día y medio por el lento avance de las coladas, que han reducido su velocidad a cuatro metros cada hora. La altura de los frentes ha crecido por la acumulación de emisiones y se sitúa entre los 8 y los 15 metros. La ralentización del avance de los frentes ha reducido también el ritmo de destrucción de superficie, que en los dos primeros días de erupción alcanzó las 150 hectáreas, según los datos de Copernicus.
Al no haber encontrado aún salida al mar, la lava ha ocupado las depresiones del terreno y ha diversificado sus trayectorias. Una de las dos coladas, la que ya alcanzó el barrio de Todoque (Los Llanos), sigue ensanchando su frente y ya supera los 500 metros. Este último proceso, según explica Raúl Pérez, geólogo, sismólogo e investigador del Instituto Geológico Minero de España (IGME), se debe a que “la colada está formada por chorros de diferente temperatura: por dentro son ríos más calientes mientras la parte exterior se enfría y solidifica”. Este enfriamiento y solidificación genera diques que hacen que el flujo diverja y se expanda por zonas habitadas y cultivos. María José Blanco, directora del Instituto Geográfico Nacional (IGN) en Canarias, ha insistido en este aspecto al aclarar que “la ralentización no implica que el proceso eruptivo haya decrecido”, por lo que continuará el ritmo de emisiones. «Cada vez le cuesta más avanzar porque va perdiendo temperatura conforme se aleja del cono y porque tiene que ir atravesando el gran volumen de material ya depositado, que además se ha enfriado en superficie”. Pero Blanco insiste en que, “aunque sea lentamente, el avance sigue”. A su paso, sepulta y arrasa carreteras, torres eléctricas, comunicaciones telefónicas y redes de abastecimiento básicas, además de viviendas, industrias y campos.
Los lectores escriben sobre el incivismo de los jóvenes, la obligatoriedad de la vacunación, las elecciones alemanas y el volcán de La Palma. Maratón Popular en Madrid, el pasado fin de semana en España. Lo pude vivir personal en Atocha y Lavapies, en el restaurante El Brillante, con una taza de chocolate amargo acompañado de tres porras unos churros afectados de gigantismo, anunciadores de unos callos a la madrileña al filo del mediodía para reponer fuerzas no personales en mi caso… Macrobotellón en la playa en la tercera noche de las fiestas de La Mercè de Barcelona. Los políticos catalanes, cegados por su ideología y sus luchas de poder, aprovechan el fenómeno de los botellones de Barcelona para culpar a la alcaldesa de la ciudad, Ada Colau, de ser la causa de los desmanes y para acusarla de incompetencia. Algunos dicen que en Barcelona falta ley y orden. Desde luego, no se trata de que Ada Colau no tenga responsabilidad alguna en lo que ha sucedido en estos botellones, pero, como me dijo un joven paciente, “preferimos mentiras simples a verdades complejas”. Barcelona ha sido escenario en los últimos años de actos de desobediencia civil y de insumisión ciudadana. Los políticos que participaron en aquellos dicen que en Barcelona, ahora, se ha superado cualquier límite. El ejemplo que entonces dieron los políticos parece haber calado entre los jóvenes. Si aquellos demuestran ahora su alarma ante el comportamiento incívico de estos se debe, principalmente, a que los botellones les afectan a ellos.
Mientras debatimos sobre la vacuna… En los países del primer mundo, varios millones de personas han despreciado la vacuna contra la Covid y han decidido no ponérsela. Los líderes políticos dudan de si deberían hacer obligatoria la vacunación a toda la población. ¿Qué tontería es esta? Mientras se habla de hacerla forzosa para las pobres naciones del tercer mundo (porque si no se acaba totalmente con el virus, nunca dejará de ser una amenaza), en los Estados ricos se sigue permitiendo que la pandemia se eternice, convirtiéndola en latente, por esa estúpida negativa de algunas personas a vacunarse. ¿Es que no tenemos remedio? El alentador ejemplo alemán… Resulta alentador que el mismo país que hace sólo 80 años amedrentó a Europa con el partido nazi, arrincone ahora a los herederos de la barbarie, y que ningún partido democrático alemán tenga la menor intención de pactar con la ultraderecha tras conocerse los resultados de las elecciones legislativas del pasado domingo. Por otra parte, es muy destacable que, en la misma noche electoral del 26 de septiembre, los cinco partidos democráticos manifestaran abiertamente que estaban dispuestos a pactar entre ellos en beneficio del país, sin imponer vetos ni hacer aspavientos. Ojalá en los países del sur de Europa tomemos nota de este ejemplo alemán.
La tragedia del volcán de La Palma… Los efectos producidos por la erupción del volcán en la isla de La Palma requieren una atención primordial y urgente por parte del Gobierno de España. Pienso que sería muy conveniente ofrecer a los ciudadanos de ese país la posibilidad de contribuir a la reparación de los cuantiosos daños que está sufriendo la isla y de ayudar a los damnificados por la erupción, si lo desean. Así pues, en la próxima declaración de la renta se añadiría una casilla para permitir aportaciones voluntarias destinadas a este fin, que serían recaudadas junto al impuesto de la renta del próximo año. Solidaridad ibérica, bienvenida sea.
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