EL BESTIARIO Santiago J. Santamaría

EL BESTIARIO SANTIAGO J. SANTAMARÍA

Los ‘lobos solitarios’ perturban París
Llamar así a los terroristas del Estado Islámico nos remite a una tradición milenaria que relaciona la licantropía con la maldad. Desde que somos pequeños crecemos con la idea del lobo feroz que se come a la abuela de Caperucita Roja, que por cierto, fue el cuento con el que debutó Walt Disney, antes de crear a Mickey Mouse…

SANTIAGO J. SANTAMARÍA

La sucesión de atentados en Francia amenaza con minar el sector del turismo, que representa en torno al 8% del PIB y emplea a unos dos millones de personas. En los seis primeros meses del año, las reservas internacionales en hoteles han caído un 10% en el país que alberga al Parque Walt Disney de Europa, próximo a París.
Todavía es pronto para analizar el impacto de los dos últimos ataques de julio, pero los datos apuntan a que se mantiene la tendencia. Las reservas de vuelos con destino a la ‘Ciudad de las Luces’ para el verano cayeron así un 20% en los días que siguieron al ataque de Niza, a mediados de julio. El efecto negativo se ha amortizado en parte gracias a la celebración de la Eurocopa en junio y julio, pero preocupa a los profesionales del sector.
“En términos de análisis, estamos en una situación inédita”, explica Vanguelis Panayotis, de la consultora especializada MKG. “En base a otros atentados en Europa, observamos que el sector del turismo tarda entre cuatro a seis meses en volver a sus niveles anteriores, pero aquí no nos ha dado tiempo”, añade. “Parecíamos recuperarnos de los atentados de noviembre cuando a finales de marzo ocurrieron los de Bruselas, que el turista extranjero asimila a los ataques de Francia”, dice. La Eurocopa, entre el 10 de junio y el 10 de julio, permitió en parte remontar la cuesta, generando un aumento de entre un 9% y un 76% de los ingresos de los hoteles de las ciudades que acogieron algún partido. Pero a los cuatro días ocurría el ataque de Niza.
Aunque los datos confirman el temido efecto de los ataques sobre el turismo, este se concentra en particular en la capital francesa y en un público concreto. Si la media de reservas internacionales en hoteles ha caído un 10% en los seis primeros meses del año, ha subido un 2% fuera de la capital, según indicó el secretario de Estado para la promoción Turística, Mathias Felk, al diario “Journal du Dimanche”.
La caída afecta en particular a los turistas estadounidenses, asiáticos y de los países del Golfo, los cuales son más sensibles a las temáticas de seguridad. Sus visitas se concentran además en París y el Costa Azul, las dos regiones sacudidas por los ataques del año pasado en la capital y el de julio en Niza.
Esta clientela, que suma menos del 20% de los turistas extranjeros, se caracteriza sin embargo por un fuerte poder adquisitivo. Por ello su ausencia “se nota en particular en los hoteles de cuatro y cinco estrellas”, según indica Dominique Maulin, directora en España y Portugal de Atout France, la agencia de promoción turística oficial. Así, la tasa de ocupación en los hoteles de lujo parisienses era del 32% en la segunda quincena de julio, cuando era del 77% el verano anterior.
Tras los ataques de 2015, el Estado francés destinó un millón de euros a campañas de promoción coordinadas por Atout France y centradas en 16 mercados considerados prioritarios, que suman el 86% del turismo extranjero. La agencia trabaja ahora en la renovación de este plan y su presupuesto dependerá de los mercados objetivos. Pese a todo, el Gobierno mantiene su objetivo de alcanzar los 100 millones de turistas en 2020. “En 2015, Francia batió su récord de visitas con 85 millones de turistas, cuando ya sufrimos atentados”, indicó al “Journal du Dimanche” el secretario de Estado para la promoción turística. “Francia debe mantenerse como primer destino mundial”.
Los atentados y asesinatos políticos se han multiplicado en este verano, afectando desde Estados Unidos a Alemania, y cobrándose las vidas de familias, diputadas, policías, inmigrantes y ciudadanos. A pesar de la disparidad entre víctimas, lugares, métodos y causas, hay una figura que parece omnipresente: el “lobo solitario”, que se emplea para describir a un individuo que ataca solo, sin ninguna afiliación o conexión clara con un grupo terrorista. La primera mención del “lobo solitario” como criminal se encuentra en un diario lingüístico estadounidense de 1924, donde se le define como “un bandido o intruso” que actúa sin banda.
En el cine, la licantropía fue desde sus inicios un filón. Los estudios Universal, famosos por sus películas de terror de bajo presupuesto, estrenaron su primera película sobre hombres lobos en 1913. En concreto, sobre una nativa americana que se convertía en lobo para aterrorizar a los colonos. La película se quemó en un incendio, pero los estudios convirtieron al licántropo en uno de sus personajes predilectos. Benicio del Toro y Anthony Hopkins protagonizaron “El Hombre Lobo” (2010). Se prevé un nuevo remake para el 2018.
Esta demonización del lobo se remonta al Nuevo Testamento, en el que ya se usa como amenaza al ‘rebaño cristiano’: el lobo se convierte en la antítesis del buen cristiano, en diablo y bestia. Durante la Edad Media se extiende y consolida esta imagen hasta el punto de que en las leyes de Inglaterra durante el siglo XI a los criminales se les llama ‘Verevulf’: hombre lobo. Durante esta época la figura del lobo adquiere un matiz social y pasa a encarnar a aquellos que se desvían de la doctrina con un comportamiento ‘antisocial’.
Cuando se usa la expresión “lobo solitario” para definir en muchas ocasiones a terroristas islámicos no se está describiendo solamente su modus operandi. Se le está enmarcando en una tradición milenaria en la que el lobo solitario no es solo una amenaza, sino que representa una desviación de aquello que concebimos como normal; representa una bestia que vive entre nosotros, como el hombre lobo.
El chico que atacó a cinco personas con un machete en un tren de Alemania en julio pasado tenía 17 años. El que disparó en un centro comercial de Múnich, 18 años. Y los dos jóvenes que decapitaron a un cura en Normandía tenían 19. “El radicalismo y el extremismo se perciben principalmente como un fenómeno juvenil”, reconoce la ONU en su informe Compromiso cívico juvenil 2016, que advierte de que el desencanto político y la desigualdad socioeconómica son dos de los factores que más influyen en que un joven se radicalice y decida unirse a causas extremistas; desde participar en una pandilla, a una banda neonazi, o cometer un acto terrorista.
Los dos hermanos que atacaron el semanario Charlie Hebdo en 2015, Chérif y Said Kouachi, crecieron en un suburbio de París, un entorno caracterizado por la marginación, el racismo institucional, el desempleo y la delincuencia. Los dos franceses de 32 y 34 años son uno de los ejemplos que explica cómo la desigualdad social y económica hace a las personas vulnerables ante la manipulación de extremismos demagógicos.
La ONU agrega la advertencia del fuerte impacto que la guerra tiene en la decisión de los jóvenes de comprometerse con una causa negativa. Quienes crecen en zonas de conflicto y en Estados fallidos, explica, son propensos a la violencia porque, irónicamente, en ese contexto les parece una manera de supervivencia. “Muchos jóvenes de Siria y Afganistán, por ejemplo, se han unido al Isis o a grupos talibanes no necesariamente por un compromiso ideológico o religioso, sino simplemente por necesidad financiera y por la necesidad de sobrevivir”.
En el terreno más psicológico y personal, la crisis de identidad es otra motivación clave del radicalismo, según el informe. Una serie de estudios sobre terroristas muestra que los problemas no resueltos en el paso de la adolescencia a la adultez tienen mucha importancia para estos individuos. Además, problemas como el racismo y los cambios en los sistemas de valores llevan a los jóvenes a “buscar consuelo en las narrativas seductoras” de grupos como el ISIS, que ofrecen una comunidad acogedora para aquellos que se sienten marginados.

@SantiGurtubay

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