AMLO: Guerra en todos los frentes

Por Jorge Iván Domínguez

Los sociólogos argumentan que estamos viviendo tiempos turbulentos derivado del encierro y la psicosis social, los políticos dicen que todo es por las elecciones venideras, los ambientalistas que es efecto de nuestro irracional consumo del mundo y los astrólogos argumentan que mercurio se encuentra en su fase retrógrada.

Lo cierto es que el presidente de México se encuentra hoy “librando” una guerra de dos frentes para salvar lo más valioso que puede tener un político y un gobierno: su legitimidad.

Por principio se enfrenta a una batalla con enemigos externos como el Covid-19 y los picos que ya son cordilleras, así como sus estragos económicos, que pintan para una crisis del tamaño de 1994, una oleada de violencia que a casi dos años de gobierno, sigue presentando saldos de una guerra civil, y por si fuera poco, se encuentra intentando sostener una política exterior que mantenga a flote ese vago concepto llamado “soberanía” difícil de sostener en torno a los intereses del vecino país de Norte.

En ese mismo cuadrante surgió hace unos días, el primer contrapeso frontal, conformado por gobernadores de oposición, hecho que es plausible en un sistema democrático, donde la idea de los equilibrios es imprescindible para impedir los excesos, pero que llega más por la cercanía de la madre de todas las guerras (2021), que por algún interés legítimo de sus ciudadanos.

En el otro flanco, su propio partido se ha convertido en la cuna de lo que juró combatir, ya que su anterior líder nacional está siendo acusada internamente por un desfalco de casi 400 millones de pesos y por si esto fuera poco, hay que sumar el sospechoso enriquecimiento de su secretaria de la función pública, quien es la parte institucional que paradójicamente, tiene la responsabilidad de combatir la causa de todos los males de este país: la corrupción.

Sin embargo, la estrategia del presidente no parece clara, se ha tomado muy en serio la idea de que se gobierna en los medios y en la opinión pública, limitando la acción de gobierno a las pesadas conferencias mañaneras, que sólo han servido para nutrir la parafernalia noticiosa, pero en ningún caso palpable para generar resultados positivos en torno al mejoramiento de la calidad de vida de sus gobernados.

Asimismo, sus proyectos emblemáticos son vestigios de una visión sesentera de un país que ya no existe y su proclamada política social se antoja más como una herramienta político-electoral, que como un mecanismo efectivo para sacar de la pobreza a la mitad de los mexicanos.

Los generales del presidente, se constituyen en un gabinete viejo y poco dinámico, con muchos generales, pero pocos soldados que se quieran “morir” en la raya, con ideas de guerra convencional en tiempos de guerras económicas.

Quienes ejercen el gobierno bajo una visión jerárquico-centralista, acaparadora de poder, en tiempos de empoderamiento de la sociedad civil, de autonomía y de redarquía.

El presidente tiene la responsabilidad, no sólo de dar la cara, sino de generar resultados contundentes, cuando menos y para empezar en flanco interno, ya que si el poder no se equilibra con responsabilidad, se convierte en tiranía.

Cuentan que Harry Truman al pasar la estafeta de presidente de los Estados Unidos a John F. Kennedy, le aconsejó, “una vez elegido, deja de hacer campaña”.

La verdadera visión de Estado ubica a los enemigos en los males que aquejan a una determinada sociedad, no así en molinos quijotescos que sirven más para entretener que para gobernar.

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*El autor es maestro en gobierno y políticas públicas por la Universidad Panamericana, consultor político y actualmente se desempeña como director de información del Heraldo de México Televisión.

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