Alexis Shaffer. Si es posible estar en paz

No vivas para pensar, ni pienses para vivir

 

Tenemos la mala costumbre, el mal hábito de estar haciendo permanentes revisiones internas ante todo.

 

Cada cosa que nos sucede, lo que oímos, lo que vemos…todo cae inexorablemente en un sistema rodado en el cual, vamos comparando lo que captamos con los valores y creencias que persisten como fondo de armario en nuestra mente.

Lo malo es cuando estas creencias son limitantes, entonces seremos verdugos permanentes de otros o de nosotros mismos.

Esto está mal, esto no me gusta, esto no es lo que aprendí, como esto no lo quiero, esto es lo único que nunca quise, esto no es para mí, ¿por qué hice esto?…

Un sinfín de preguntas que nos cuestionan, una y otra vez, la posición que ocupamos, la que nos dan los otros o la que dejamos que ocupen.

Me ha gustado mucho lo que Walter Riso dice, en su Guía Práctica “Para mejorar la autoestima”:

…”El mal hábito de estar haciendo permanentes revisiones interiores, duras y crudas, incrementa la insatisfacción con uno mismo y los sentimientos de inseguridad. Nadie aprende con métodos basados en la punición o el castigo.

El castigo sistemático, en cualquiera de sus formas, lo único que te enseñará es a huir de los depredadores y castigadores de turno; huir y nada más. No resolverás el problema de fondo, no lo enfrentarás. Pero cuando hablamos de auto castigo, el problema es que el verdugo seas tú mismo y, entonces, lo llevarás a cuestas como una desventura: defenderte será como escapar de tu propia sombra.

Infinidad de gente posee un sistema de autoevaluación que los hacen sufrir día y noche, momento a momento e, inexplicablemente, se sienten orgullosos del martirio que se propician a sí mismos.”

Nadie quiere sufrir y menos si el sufrimiento viene de uno mismo, pero en ocasiones estamos estancados en un farragoso barro que removemos continuamente y en el que resbalamos sin fin.

Necesitamos herramientas que nos den la mano y nos indiquen la salida. El trabajo interior, enamorarse de uno mismo, tener lo innegociable claro y atrevernos a ser como somos nos dará  la oportunidad de sentirnos en paz; al menos con uno mismo, que no es poco.

 

Rechazamos el dolor y más caemos en él

Acabo de leer un artículo, del cual os dejo parte, que me ha hecho pensar mucho. Efectivamente nos pasamos la vida rechazando el dolor, es eso lo que realmente tememos: sufrir. Sin embargo, en muchas ocasiones tratando de evitarle caemos aún más en él.

Nos alejamos de lo que creemos que nos va a dañar pero aceptamos rápidamente lo que se nos presenta dulce, suave y cercano. La trampa está en que bajo esa apariencia puede haber también mucho sufrimiento que nos está esperando.

Todo está en nuestra mente. El dolor y el goce. En lo que queremos creer. Si es más fuerte el temor a lo que puede ser que el dolor que es, nos inmovilizaremos en el mismo punto y no habrá solución.

Si cambiamos las creencias cambiamos el mundo que éstas crean y lo que antes era miedo se convertirá en confianza porque los fantasmas nacen en el cerebro, se alimentan de lo mucho que creemos en ellos y solo terminan si algo más fuerte les sustituye.

Muchas veces hacemos cosas que no quisiéramos hacer y luego nos arrepentimos o no comprendemos la razón de nuestras acciones. Por ejemplo: mantenernos en un trabajo que nos hace infeliz o en una relación que no funciona.

A veces no emprendemos acciones por temor al fracaso, por temor al rechazo, por temor a la soledad, por temor a esto y a aquello. En fin, una gran cantidad de vagos temores de los que ni siquiera somos conscientes y no nos tomamos el tiempo ni la dedicación de observarlos a ver si son racionales o no.

Tomamos decisiones automáticas como si fuésemos robots mecánicos y ni siquiera estamos lo suficientemente despiertos como para saber qué es lo que nos motiva. Ya nuestras decisiones son tan inconscientes que forman parte de nuestra programación mental.

Todo lo que hacemos, absolutamente todo, se reduce a estas dos poderosas razones, estas son nuestras motivaciones básicas:

Eso es lo único que nos mueve. Y lo hacemos todo el tiempo automáticamente sin ni siquiera pensar, sin darnos cuenta. Todo el tiempo vamos en la dirección de lo que creemos que es lo mejor para nosotros, o en la dirección contraria, huyendo de lo que creemos que es lo peor y nos hace daño. Buscamos el placer y el bienestar y huimos del dolor y el sufrimiento. No existe nada más que nos motive.

Lo que nos hace decidir si algo es beneficioso o es perjudicial / positivo o es negativo para nosotros son nuestras creencias; y las creencias se comportan de una manera muy peculiar. Ellas nos hacen creer que no hay mejor opción. Que eso que creemos es lo único posible, no existen mejores posibilidades. Las creencias se comportan de esta manera de modo que tú serías incapaz de dudar de ellas, cuidando así su permanencia y su supervivencia. Por eso rara vez las miramos para validar su información.

Si nos mantenemos en una situación de dolor y no la cambiamos, es porque tenemos una creencia de que cualquier otra elección, cualquier otra alternativa sería peor y más dolorosa. En otras palabras, este es el mal menor. Muchas veces son creencias absurdas pero como no estamos conscientes de ellas, simplemente seguimos allí estancados y le tememos al cambio, evitando mirar dentro de nosotros. Es así como las creencias ejercen su poder de auto perpetuarse. No quieren que descubras su inutilidad porque si lo haces, ellas morirían.

Si estamos en una relación de pareja que nos trae sufrimiento y no tomamos la decisión de abandonarla, es porque hay una creencia más poderosa, probablemente inconsciente, que nos hace creer que si estuviésemos solos sería mucho peor. En cambio si la creencia que tenemos acerca de abandonar la relación es menos penosa que mantenernos en ella, entonces la motivación sería abandonar dicha relación.

No hay excepción, tú siempre escogerás lo que creas que es más placentero y huirás de aquello que creas que es más doloroso.

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