
Aedes Aegypti, los otros ‘conquistadores’ del Caribe
Leishmaniasis es la enfermedad que afecta a medio millar de trabajadores del Tren Maya, ‘picados’ por los mosquitos del dengue. ‘Aguirre, der Zorn Gottes’, película del director Werner Herzog y el actor Klaus Kinski
EL BESTIARIO
SANTIAGO J. SANTAMARÍA GURTUBAY
Mataron a más ‘gallegos’ con malarias y fiebres amarillas, que los mexicanos y cubanos que lucharon por su independencia. Han incorporado en los últimos meses un nuevo virus a su arsenal con el que amenazan a todo el continente. Leishmaniasis es la enfermedad que afecta a los trabajadores del Tren Maya. Al momento se reportan 416 casos de leishmaniasis, de los cuales 385 son del 2022 y en 2023 se han contagiado 31 personas. ¿Qué es la Leishmaniasis? La Organización Panamericana de la Salud (OPS) detalla que la leishmaniasis es una enfermedad de transmisión vectorial, a través de diferentes tipos de parásitos. En América han sido identificadas 15 de las 22 especies de leishmania patógenas para el hombre y se ha detectado que la chiclera que la transmite es activa por la noche. El contagio afecta a órganos internos, como el bazo, el hígado y la médula óseas. La leishmaniasis se ha detectado en algunas zonas de 88 países, la mayoría son territorios tropicales y subtropicales. Cuáles son los síntomas de la leishmaniasis: Fiebre; pérdida de peso; inflamación del hígado y del bazo; dificultad para respirar; congestión nasal; hemorragias nasales; llagas en la piel que pueden evolucionar a úlceras y que sanan muy lentamente; dificultad para deglutir; erosión en la boca… En los niños puede haber tos, diarrea y vómitos. ‘Aguirre, der Zorn Gottes’, película del director Werner Herzog y el actor Klaus Kinski, ambos alemanes, sobre los ‘conquistadores’…
En la última década del pasado siglo XX editamos en la Cuba del ‘Período Especial’ una revista de temas del mar. Se llamaba Mar Caribe. Su director era Rolando Díaz Aztarain. Este militar fue ex ministro de Incautación de Bienes en el primer gobierno de Fidel Castro Ruz, y jefe de la Marina de Guerra. Uno de sus amigos y colaborador de Mar Caribe era el Capitán Antonio Núñez Jiménez, quien protagonizara una expedición “En canoas del Amazonas al Caribe” desde 1987 a 1988, en la que se recorrieron veinte países a través de los ríos Napo, Amazonas, Negro y Orinoco y luego por el mar de las Antillas. También escribía con nosotros el científico Jorge Ramón Cuevas, director del programa de la Televisión Cubana, ‘Entorno’. Las tertulias en torno a un café criollo eran interminables. En una de ellas, oí por primera la tesis de la importancia del medio ambiente en el desenlace de la Guerra de Independencia que libraron contra los españoles. Cubanos ellos, vasco y español, yo, sin restar importancia a la ‘carga al machete’ de Antonio Maceo, comenzamos a valorar seriamente el protagonismo de otro ‘mambí’ del Caribe: el ‘Aedes Aegypti’. El papel desempeñado por los mosquitos en el desarrollo de los diferentes episodios de la historia de nuestro Caribe fue decisivo. No cabía duda alguna. La historia, de no ser por la malaria y la fiebre amarilla, hubiera podido tener otros finales. No faltaba en estos debates el que fuera ex embajador de Cuba en España, Gustavo Mazorra. Rolando, Antonio, Juan y Gustavo, fallecieron años atrás, pero guardo con cariño sus enseñanzas a un periodista recién estrenado en ‘cosas’ del Caribe. Una de estas ‘cosas’, una empresa mixta donde yo figuraba como presidente de la parte extranjera, en una experiencia del todo novedosa entonces en el seno de la Revolución Cubana.
Se llamaban “tercianas” a las fiebres palúdicas o malaria, que por entonces infestaban toda América Latina, pues, aunque ya se usaba la quinina para combatirla, no existía, ni existe todavía, una vacuna que sirviera para frenar eficazmente los estragos que causa la picadura del siniestro anofeles. La curación era larga y elemental, poner a sudar al enfermo envolviéndolo en mantas como una momia y haciéndole tragar infusiones ardientes para bajarle las altísimas fiebres que lo hacían delirar y temblar como atacado por el mal de San Vito. Muchos sucumbían a las fiebres o al tratamiento. Pero, peor todavía que la malaria, era la fiebre amarilla, transmitida por otro mosquito, hembra en este caso, peste para la que simplemente no había curación posible: sus víctimas adquirían un color verdoso amarillento y se iban escurriendo hasta perecer sacudidas por el vómito negro. Transcurrido un cuarto de siglo después de aquellas tertulias sobre los ‘Aedes Aegypti’, ahora nos encontramos que han incorporado nuevos virus a su ‘arsenal’. Ahora, todos los americanos somos objetivos de esos zancudos, librándose del zika por ejemplo gracias a sus condiciones climáticas y geográficas Canadá y Chile. La Organización Mundial de la Salud (OMS) es clara en sus últimos comunicados: “El virus del zika se expande de manera explosiva. El agente infeccioso está ya presente en 23 países de América Latina y Estados Unidos”. El virus, que normalmente causa una infección leve, se asocia con dos problemas graves de salud: el nacimiento con microcefalia de hijos de madres infectadas, y algunos casos del síndrome de Guillain-Barré. La microcefalia consiste en un desarrollo anormal del cráneo y el cerebro del feto, lo que puede dar lugar a discapacidades en distinto grado; el síndrome es un trastorno neurológico que tiene un origen autoinmunitario que causa debilidad, pérdida de reflejos, entumecimiento, dolor y visión borrosa, entre otros síntomas. La relación entre el zika y estas complicaciones no está demostrada, pero su alta probabilidad ha hecho que se “pase de una amenaza leve a una de proporciones alarmantes”.
Además, en esta ocasión, a diferencia de la enfermedad en África, de donde es originaria, se dan los agravantes de que la población no está inmunizada, porque es la primera vez que se expone al virus; que el mosquito está ampliamente diseminado por el continente, y que el fenómeno meteorológico de El Niño, un cambio en los patrones de lluvias, hace que las estaciones húmedas duren más, advierte la OMS. Tampoco hay tratamientos ni vacunas. El responsable de enfermedades infecciosas de la OMS para América, Marcos Espinal, ha afirmado por su parte que calcula que unos tres o cuatro millones de personas resultarán infectadas…También ha recordado que el virus llegará a todas las partes donde hay mosquito Aedes aegypti, que es el que lo transmite. Los mapas de extensión del dengue (que usa el mismo vector de transmisión) indican que ese territorio va desde el sur de EE UU a Argentina… El peligro del virus. Toda la alarma creada depende de un factor: que se confirme la relación del zika con las malformaciones de recién nacidos y el síndrome de Guillain-Barré. La OMS afirma que esta relación es muy probable… Notificación de casos. Hay que establecer protocolos para detectar el virus donde se encuentre. Esto no es especialmente complicado, pero tampoco es un proceso sencillo. Necesita un análisis, porque los síntomas son inespecíficos y podrían corresponder a otras infecciones. Protocolos de actuación. Hay que unificar las actuaciones y establecer pautas para evitar que se recurra a medidas inútiles o perjudiciales para detener el virus. Básicamente, las medidas unánimemente aceptadas se centran en eliminar el mosquito de ciertos entornos, fumigando y evitando que haya depósitos de agua donde pueda poner los huevos. Actualmente, no hay vacuna ni tratamientos específicos para este virus. No se han dejado oír en los últimos meses demasiadas voces de instituciones o investigadores que hayan indicado que estaban trabajando en esta enfermedad. Por tanto, hay que tener una lista de los proyectos en marcha, localizar los que estén más avanzados y dar las pautas para sus ensayos.
Uno, oyendo historias de mosquitos y viviendo en el Caribe, bien en Cuba, bien en México, se inicia sin querer en un odio visceral contra los zancudos. Éstos le han devuelto a uno con creces esa actitud, sobre todo en mis viajes por Batabanó o la Ciénaga de Zapata, en Cuba, o en la redacción de EL BESTIARIO, en Cancún, en Bahía Azul de los que he salido siempre devorado por las picaduras. En aquellos años del ‘Periodo Especial’, en La Habana, los frecuentes ‘apagones’ de la luz eran aprovechados por millones de mosquitos en la ciudad y en el resto del país para sacar de paso a los cubanos. No obstante, el lado positivo de tanto apagón se materializó en un aumento considerable de nacimientos meses después niños y niñas bautizados con nombres que se iniciaban en casi su totalidad por la ye (i griega), registrándose otros curiosos como “Bedoyecta”, un complejo vitamínico muy de moda en las farmacias de ‘fulas’ (dólares) añorado por los flacos habaneros de aquellos días. Los pocos alimentos que había se repartían de manera estricta por la cartilla de racionamiento. En la calle no había una libra de malanga, yuca, boniato, plátano, arroz… No había mercancía ‘sobrante’. El mercado negro estaba desabastecido. Recuerdo que muchos viernes por la tarde, los compañeros de Mar Caribe nos ‘escapábamos’ sin que supiese el director Rolando Díaz Aztarain, hasta la provincia de La Habana, hasta Cajío, Güira de Melena y Batabanó, para aprovisionarnos de viandas y pescado. Al regresar y antes de volver a la oficina -habíamos estado, ‘oficialmente’, realizando gestiones de publicidad con Esicuba, Coral Container, Ballet Nacional de Cuba, Melfi, Suchel Camacho, Marina Tarara, Cubatabaco, Havana Club, Gran Caribe, Isla Azul, Cubadeportes, Bodeguita del Medio, Floridita, Coral Negro…- teníamos que limpiar el “Lada Combi” de la compañía pues el color rojizo de las tierras del Sur de La Habana nos hubiese delatado frente a Rolando. Se merecía un respeto. Las mentiras utilizadas nunca habían sido tan piadosas.
En aquellas excursiones ‘obligadas’ por las circunstancias, los mosquitos se cebaban en los pobres habaneros y en un vasco solitario y solidario. Recuerdo las calles de Batabanó anegadas por las aguas de la lluvia y las entradas del mar y sus vecinos, tomando el fresco en los portales, provistos de grandes trapos que no paraban de agitar. Nosotros, sin ‘armamento’ éramos atacados por todos los frentes. Llegábamos a la casa con tantas picaduras que conllevaban la toma obligada de antiestamínicos. En mi propia carne de ‘gaito’ (gallego) sufrí la experiencia de los ataques de los ‘Aedes Aegypti’. Durante los primeros aquellos años que siguieron a la desaparición de la Unión Soviética -Cuba, al igual que otros países ‘satélites’ dependían económicamente de lo que se conocía como Comecon- las situaciones, muchas de ellas tragicómicas vistas años después, fueron muy duras. Hoy hablamos de los apagones y de los mosquitos. De los pollitos y puercos criados en las casas y sus bañaderas, de los multivitamínicos Polivit y Multivit utilizados también para el arroz amarillo a falta de azafranes originales y genéricos, de las muñecas cubanas calvas, de las plantillas para los ‘tenis’ extraídas de aquellas magníficas tapas de las obras completas de Lenin, Marx, Engels y Martí, de decenas y decenas de tomos, hablaremos en otro EL BESTIARIO.
Cuando se iba la luz, la gente no tenía nada otra cosa que hacer el amor hasta que llegaran los escasos ‘alumbrones’. Sin luz no funcionaba el motor del agua, ni los hornillos, ni los famosos ventiladores ‘soviéticos’. Estos artilugios, únicos en el mundo -no llegaron a patentarse pues sino no ya tendríamos a algún organismo norteamericano reclamando su paternidad- eran de avanzada tecnología soviética anexada a las lavadoras/secadoras. En la Isla, con tanto patio y tanto sol, esos ‘centros de lavado y secado’, innovadores, en décadas atrás, comercializados con el nombre de “Aurika”, fueron reconvertidos. Los motores de la parte de la secadora y sus paletas de hierro fueron ‘pirateados’ y utilizados como ventiladores, muchas veces sin unos buenos soportes. Estos eran ‘inventados’, por lo que casi todas las veces, el ventilador recorría como si hubiera un mando a distancia todos los rincones de la casa, llevándose cosas y personas. No voy a pecar de exagerado, pero más de un cubano seguro que tiene algún sobrenombre como de ‘Seisdedos’ por culpa de las ‘nuevas aplicaciones cubanas’. Los mosquitos ante tanto erotismo desatado por culpa de los ‘apagones’ aprovecharon para lanzar sus ‘misiles’ a miles de culos destapados e indefensos. Los ‘alumbrones’ que seguían a los ‘apagones’ hicieron famoso el grito de “¡Vino la luz!”, el ‘vino’ más famoso de La Habana y Cuba. La alegría se desataba por doquier. Los cubanos se transformaban… Dejemos esos contrastes habaneros y retomemos los debates sobre la importancia de los mosquitos en la historia de nuestro Caribe. Es importante hacer mención a un artículo de Gabriel Paquette, que apareció en el “Times Literary Supplement”, donde reseña un libro recién aparecido en Inglaterra, “Mosquito Empires”. Su autor, J.R. McNeill, es un historiador empeñado en dar a la ecología y el medio ambiente un protagonismo en la historia de la que tradicionalmente han sido excluidos y que, según él, en buena parte han modelado y orientado con tanto (y a veces más) vigor que los seres humanos. El subtítulo del libro, ‘Ecología y guerra en el Gran Caribe’, indica que su investigación se centra en este territorio. Abarca unos 300 años, desde la llegada de los europeos a la región hasta la I Guerra Mundial. El héroe de la historia es el maldito mosquito, tanto el que propaga la malaria como la hembra que inocula la fiebre amarilla, y, si el profesor McNeill ha acertado en sus investigaciones, esta pareja ha hecho más para fraguar la historia de esa encrucijada de culturas, razas, lenguas y tradiciones que es el Caribe, que todos los indígenas, conquistadores, piratas, misioneros, contrabandistas, negreros e inmigrantes instalados en esas islas, costas y selvas bañadas por ese mar esmeralda e iluminadas por esos cielos color lapislázuli.
El Caribe que aparece en el libro de J. R. McNeill, según Gabriel Paquette, no es el paraíso turístico de las playas de arenas doradas y los cócteles de recio ron y palmeritas de plástico, sino un mundo al que, en los barcos de esclavos procedentes del África, llegan en algún momento las hembras del Aedes Aegypti y se domicilian felizmente en las selvas desarboladas y convertidas por los colonos en haciendas cañeras. Al parecer, esta deforestación y erosión del suelo creó unas condiciones muy propicias para la supervivencia y reproducción de mosquitos y virus. Su alimento estaba garantizado con la gran abundancia de material humano, en especial los braceros de las plantaciones, los soldados de las guarniciones y los marineros de los barcos militares, cargueros y piratas.Tanto Francia como Inglaterra hicieron múltiples intentos para erradicar del Caribe al imperio español, enviando expediciones militares e instalando colonias de inmigrantes en las islas y cabeceras de playa que conquistaron. Según McNeill la razón primordial de que todos estos esfuerzos fracasaran no fue la resistencia que opusieron los soldados del Rey de España sino la labor silenciosa y corrosiva de los inesperados aliados volantes con que contaron -el anofeles y la Aedes Aegypti- cuyos picotazos diezmaron y a veces desaparecieron a los invasores. Por lo visto, quienes ya estaban instalados allí y sobrevivieron a las plagas, habían adquirido inmunidad, a diferencia de los recién llegados cuyos organismos eran pasto veloz de las fiebres mortíferas. Algunas de las cifras que cita Paquette producen vértigo. A fines del siglo XVII, Inglaterra logró instalar en las selvas del Darién, en una zona que es hoy la frontera entre Colombia y Panamá, una colonia de escoceses que fue íntegramente exterminada por los microbios. En lo que es ahora la Guayana Francesa, entre 1764 y 1765 desaparecieron en el curso de sólo un año 11.000 de los 12.000 europeos que el Gobierno francés había instalado en Kourou, víctimas de la malaria, la fiebre amarilla y otras enfermedades tropicales. Una de las expediciones militares lanzadas por Gran Bretaña contra España en el Caribe fue la dirigida por el almirante Vernon en 1741, cuyas fuerzas militares pusieron sitio a las ciudades de Cartagena (Colombia) y Santiago (Cuba). Los mosquitos liquidaron a 22.000 de los 29.000 sitiadores en pocos meses, en tanto que sólo un millar de los soldados británicos murieron combatiendo.
En 1762, el conde de Albemarle consiguió cercar con su ejército a la ciudad de La Habana. Ésta parecía condenada a caer en poder de los británicos. Pero los sitiados consiguieron resistir hasta la llegada de la estación de las lluvias, con sus nubes de mosquitos, que en poco tiempo dieron cuenta de unos 10.000 sitiadores. En los combates militares, en cambio, apenas 700 soldados ingleses murieron. Estas cifras indican de manera inequívoca que el mosquito venenoso fue el verdadero conquistador de América y también factor decisivo de que prevalecieran su emancipación e independencia, pues, según McNeill, de los 16.000 soldados que Fernando VII envió a América en afanes de reconquista, el 90% perecieron por las enfermedades tropicales ante las que sus organismos forasteros eran absolutamente indefensos. Una de las mortandades más terribles de las guerras caribeñas ocurrió entre las fuerzas francesas y británicas que trataron de reconquistar Haití, luego de que esta colonia se emancipara en medio de las guerras de la Revolución Francesa. Aunque en este caso los cálculos estadísticos parecen más inciertos que en los ejemplos anteriores, el profesor McNeill cree posible asegurar que unas tres cuartas partes de los 50.000 muertos que hubo entre aquellos expedicionarios antes de 1800 no murieron de bala ni espada sino entre los delirios de las fiebres y temblores de la malaria y los vómitos incontenibles de la fiebre amarilla. Gabriel Paquette relata, como colofón de su reseña, que los estragos de aquellos bichos homicidas continuaron prácticamente hasta comienzos del siglo XX. Sólo en 1900, una comisión médica del Ejército norteamericano que ocupaba Cuba estableció una relación de causa-efecto entre el mosquito y la fiebre amarilla. Los medios científicos se mostraron al principio escépticos y The Washington Post, incluso, editorializó en contra de “esa estúpida y absurda chacota”. Sin embargo, el Gobierno de Washington se dejó convencer y emprendió una campaña de erradicación de mosquitos en tierra cubana. Dos años más tarde, la fiebre amarilla había desaparecido junto con sus alados transmisores. Pero sólo 30 años más tarde se pudo elaborar la vacuna que lograría reducir drásticamente en todo el mundo aquel virus que, según J. R. McNeill, ha causado más sufrimiento y atrocidades que la codicia y los fanatismos que llevan a los hombres a entre matarse desde el principio de los tiempos. Habrá que escribir de nuevo las historias, pues. Aunque la responsabilidad moral de todos los grandes acontecimientos de la historia humana incumbe únicamente a los bípedos que ordenaron y libraron las guerras, las conquistas, los genocidios, las inquisiciones, etcétera, no hay duda que los hombres no pudieron nunca, ni en el pasado ni el presente, tener el control absoluto de las secuelas de las aventuras a que empujaron a la humanidad ni estuvieron en condiciones de hacer frente a los imprevistos que surgían en el camino y les imprimían casi siempre una orientación distinta de la prevista y, a veces, las desnaturalizaron hasta convertirlas exactamente en las antípodas de lo que se esperaba que fueran. Nadie hubiera imaginado antes de ahora -en nuestros tiempos de preocupación por la ecología y el medio ambiente- que el invisible mosquito zumbón hubiera podido ser, entre los siglos XVII y XX, el verdadero hacedor de la historia del Caribe.
El otro ‘mambí’ del Caribe tuvo un enemigo y no era español sino cubano: el médico Carlos Juan Finlay Barrés, nacido en Camagüey, a finales del siglo XIX. Finlay fue el más profundo e intenso investigador de la fiebre amarilla y por sus análisis y estudios llegó a la conclusión que la transmisión de la enfermedad se realizaba por un agente intermediario. Existe una anécdota que dice que estando una noche rezando el rosario, le llamó la atención un mosquito zumbando a su alrededor. Entonces fue cuando decidió investigar a los mosquitos. Fue capaz de identificar al mosquito ‘Cules’ o ‘Aedes Aegypti’ como el agente transmisor de la enfermedad. Sus estudios lo llevaron a entender que era la hembra fecundada de esta especia la que transmitía la fiebre amarilla. Realizó experimentos con voluntarios y no solo comprobó su hipótesis sino que descubrió también que el individuo picado una vez por un mosquito infectado, quedaba inmunizado contra futuros ataques de la enfermedad. De ahí nació el suero contra la fiebre amarilla. La doctora camagüeyana, Giselle Monzón, hija del prestigioso galeno Luis Monzón, me facilitó todos estos datos de su ‘paisano’ Finlay. Giselle Monzón es la esposa de Homero Saker, excónsul de Cuba en la ciudad de Cancún, con quien tiene una niña, Lauren, sobrina nuestra, del ‘Tío Santi’. Para poder completar la construcción del Canal de Panamá, se aplicaron los mismos principios indicados por Finlay, lo cual permitió terminar esta gran obra de ingeniería. Una placa en el propio Canal de Panamá reconoce “la contribución de Carlos J. Finlay en el éxito de esta magna obra”. El 15 de agosto de 914 atravesó el primer barco del Océano Atlántico al Océano Pacífico a través del canal. En memoria del doctor Finlay, el 3 de diciembre fue instituido como “Día del Médico” en varios países del Caribe y de América.
‘Aguirre, der Zorn Gottes’ (en Hispanoamérica, ‘Aguirre, la ira de Dios’; en España, ‘Aguirre’, la cólera de Dios) es una película alemana de 1972 de los géneros histórico y de aventura con guión y dirección de Werner Herzog, y con Klaus Kinski en el papel principal. La historia narra el viaje del explorador español, el vasco Lope de Aguirre, y un grupo de conquistadores a través del río Amazonas en busca de El Dorado, una región de la Amazonia que según las leyendas de la época albergaba enormes reservas de oro. Partiendo de una historia minimalista y de diálogos rudimentarios, la película recrea una visión de la locura y la irracionalidad humanas que sirve de contrapunto a la riqueza exuberante pero implacable de la selva amazónica. Aunque está basada libremente en la figura histórica de Aguirre, la historia principal es ficticia, como reconocería años más tarde el propio Herzog. Algunos de los personajes y de las tramas podrían estar inspirados en el relato de Gaspar de Carvajal sobre la expedición por el Amazonas, aunque él no participó en el viaje representado en la película. Esta cinta fue la primera de cinco colaboraciones entre Herzog y Kinski. El director y el actor tenían distintos puntos de vista sobre el carácter del personaje principal y durante el rodaje sostuvieron varios enfrentamientos. La filmación tuvo lugar en la selva amazónica peruana durante cinco semanas. El reparto y el equipo hubieron de escalar montañas, talar pesados árboles para abrir rutas en distintos lugares de la selva y utilizar balsas construidas por los nativos para atravesar los rápidos del río.‘Aguirre, der Zorn Gottes’ recibió el reconocimiento de la crítica y rápidamente fue catalogada como película de culto. Varios críticos de cine la han certificado como una obra maestra y aparece en la lista de las cien mejores películas de todos los tiempos elaborada por la revista Time. Sus elementos narrativos y su estilo visual ejercieron una fuerte influencia en la cinta ‘Apocalypse Now’ de Francis Ford Coppola.
En 1560, un grupo de conquistadores españoles comandado por Gonzalo Pizarro (Alejandro Repullés) y un centenar de esclavos indígenas marchan desde el recién conquistado imperio incaico en los Andes hacia las selvas del este en busca del legendario reino de El Dorado. El día de Nochevieja, la expedición agota sus recursos, lo que les dificulta continuar su trayectoria. Por ello, Pizarro ordena a un grupo de cuarenta hombres reconocer el terreno y obtener recursos mediante la construcción de balsas. Si esta delegación no volviera en el plazo de una semana se los consideraría perdidos. Pizarro elige para esta tarea a Pedro de Ursúa como comandante del convoy, a Lope de Aguirre (Klaus Kinski) como su segundo al mando, al representante de la familia real española Fernando de Guzmán y al hermano Gaspar de Carvajal para extender la palabra de Dios. También acompañan a la expedición, en contra de la opinión de Pizarro, la prometida de Ursúa, Inés de Atienza, y la hija adolescente de Aguirre, Flores. Durante su viaje por el río, una de las balsas se ve atrapada en un remolino ante la imposibilidad del resto del grupo de rescatar a sus pasajeros. A la mañana siguiente, la embarcación aparece con su tribulación muerta y con dos desaparecidos. Ursúa propone rescatar los cadáveres para un entierro apropiado. Sin embargo, a sabiendas de que esto ralentizaría la expedición, Aguirre sugiere a Perucho, uno de los hombres, que los cañones se estaban oxidando…; entonces, este dispara el cañón contra la balsa y los cuerpos se pierden en el agua. Por la noche, la crecida del río barre las balsas restantes. Una vez que el tiempo establecido para la misión de exploración llega a su fin, Ursúa decide regresar al grupo de Pizarro. No obstante, Aguirre lidera un motín contra el comandante y les recuerda a sus hombres que Hernán Cortés conquistó un imperio en México gracias a haber desobedecido las órdenes. La sublevación tiene éxito y Aguirre coacciona a los soldados para que elijan a Guzmán como nuevo líder de la expedición y emperador del nuevo país. Ursúa es condenado a muerte, pero -ante la sorpresa de Aguirre- Guzmán le indulta.
El grupo continúa su trayecto, esta vez en una embarcación de mayor tamaño recién construida. Una pareja indígena se acerca tranquilamente en canoa y es capturada por los exploradores. Cuando el hombre muestra su confusión ante un ejemplar de La Biblia, el hermano Carvajal ordena su muerte por blasfemia. Fernando de Guzmán, ya proclamado emperador del grupo, se alimenta de las pocas provisiones que les quedan, mientras los hombres mueren de hambre, y ordena expulsar de la barca al único caballo de la expedición debido a que le molesta. Poco después, Guzmán es encontrado estrangulado cerca de la letrina. Tras la muerte de éste, Aguirre se proclama líder y ordena desembarcar en tierra para ahorcar a Ursúa. Tras la muerte de su prometido, Inés camina por la selva hasta desaparecer. Por su parte, el grupo ataca un pueblo indio, donde varios soldados mueren por las flechas y las lanzas de los nativos que se defendían. De nuevo en la embarcación, los hombres, a causa del hambre, empiezan a delirar y algunos mueren. Tras una serie de ataques finales, realizados por atacantes desconocidos, los supervivientes mueren víctimas de las flechas, entre ellos la adolescente Flores de Aguirre. Sólo su padre se mantiene con vida, mientras la barcaza, infestada de monos, va a la deriva. La película finaliza con un enloquecido Lope de Aguirre solo sobre la balsa, donde indica su deseo de gobernar el nuevo continente con su hija como esposa.
Un mapa para poner coto al dengue en México. Un empleado público fumiga contra el mosquito del dengue un parque de Cancún, en el Estado de Quintana Roo. Uno de los primeros síntomas es fiebre muy alta que puede subir hasta los 40 grados. Y un dolor insoportable de cabeza, detrás de los ojos, en los músculos. Una molestia horrenda en las articulaciones acompañada de náuseas que no te deja dar ni un pasito, ni levantarte de la cama. Así describen los pacientes de dengue la enfermedad. Pero esa es la versión más leve. “Porque si el virus ataca al sistema circulatorio y produce shock y hemorragia interna, puede provocar la muerte en horas. “El dengue actúa muy rápido”, afirma Luis del Carpio, internista y virólogo veracruzano experto en esta dolencia causada por la picadura de mosquitos infectados. Una zoonosis de origen tropical que, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), afecta hasta a 400 millones de personas anualmente y cuya frecuencia ha crecido en las últimas décadas hasta convertirse en la enfermedad viral transmitida por insectos de propagación más rápida en todo el planeta. Se trata de un arbovirus que en la década de los 70 solo se localizaba en nueve países y que ya es endémico en 128. “Es responsable de una epidemia crónica de la que nadie habla lo suficiente, que cada año va incrementando y al que solo se presta atención cuando causa una alarma internacional”, dice el experto, refiriéndose al brote que está afectando actualmente en Bolivia, el peor en la última década.
La situación epidemiológica de esta región no es una excepción; la incidencia del dengue en América Latina no ha dejado de crecer, reportando más de 2,8 millones de casos en 2022, cuando Brasil registró el mayor número de muertes por la infección. Y México, que actualmente reporta casos en 28 de sus 32 estados, ha sido en la última década escenario de hasta una de cada cinco fallecimientos del continente. “Lo peor es que la tasa de gravedad de la enfermedad también ha ido en aumento”, advierte el virólogo sobre esta zoonosis que utiliza como vector a las hembras de mosquito del género Aedes aegypti. Aunque el Gobierno mexicano lleva años trabajando para frenar al virus, ninguna estrategia ha resultado eficiente para darle jaque mate a uno de sus más graves problemas de salud pública. Un desafío que ha motivado la creación de una herramienta para ayudar a identificar brotes y priorizar los esfuerzos de control del patógeno. Se trata de un mapa realizado por investigadores del Instituto de Salud Global de Rutgers (en Estados Unidos) que focaliza los puntos calientes con más incidencia de la enfermedad y que, con la colaboración de la Universidad Autónoma de Nuevo León y la del Norte de Texas, ha permitido calcular los factores de riesgo ambientales y socioeconómicos vinculados al desarrollo de la infección. “Para identificar los puntos críticos de fiebre donde ocurren los brotes más severos de dengue utilizamos datos de la Secretaría de Salud de México”, explica Ubydul Haque, científico estadounidense y responsable de la herramienta basada en un análisis de más de 70.000 muestras de laboratorio de 2.469 municipios mexicanos recolectadas entre 2012 y 2020, y que incluyeron la clasificación de los serotipos que constituyen el abanico de transmisibilidad y peligrosidad del virus: DENV-1, DENV-2, DENV-3 y DENV-4. Cada uno agrupa distintas variantes genéticas, el más letal es el DENV-2. “Y el más prevalente en todo el país”, explica el autor del mapa, cuyo propósito es “ayudar a los funcionarios de salud a identificar actividades para frenarlo y mejorar la vigilancia. Al conocer dónde ocurre con frecuencia el dengue grave, podemos reducir significativamente la cantidad de casos”.
Desde hace muchos años, se conocía la relación directa entre el número de afectados por dengue, el estado socioeconómico y el clima. Pero, hasta ahora no se habían estudiado los factores que contribuyen a la gravedad de esta infección tropical para la que no existe ningún tratamiento específico y que puede acabar de forma fácil y drástica con la vida. Para profundizar en el impacto que tienen ciertos condicionantes, el equipo que lidera Haque superpuso los datos clínicos con estadísticas climáticas y socioeconómicas localizadas, como alfabetización, acceso a servicios de salud, electricidad y saneamiento. “El nivel socioeconómico es uno de los factores de riesgo para la gravedad de la infección en México. Y algunos municipios de nuestro mapa no tienen mayor cobertura de agua corriente”, señala el científico, advirtiendo de un problema que se reproduce en muchos hogares mexicanos: el almacenamiento de agua potable en recipientes sirve de criaderos para los mosquitos, poniendo en un mayor riesgo a quienes deben recurrir a estas costumbres. La mala calidad de la vivienda es otro de los factores agravantes de la enfermedad. “En los municipios con más construcciones de baja calidad hay más probabilidades de que las tasas de infección sean más altas”, puntualiza el epidemiólogo que, a partir de los datos analizados creó mapas de calor con la distribución y gravedad del virus del dengue. Los puntos calientes de su herramienta se dibujan en las regiones costeras húmedas a menor altitud: todos los serotipos de DENV —también el que produce el dengue grave—coinciden con municipios del noreste, centro oeste y sudeste de México. Los parámetros climáticos predominantes en esta última región posicionan a varios de sus estados con mayor riesgo de presentar los casos de la enfermedad grave, como es el caso de Oaxaca. “Estos resultados pueden guiar políticas que ayuden a asignar recursos de salud pública a los municipios más vulnerables”, señala Haque.
Según apuntan distintas investigaciones, el incremento en el número de casos de la zoonosis se ha atribuido a la diversificación genética de los serotipos de DENV y la aparición de nuevos genotipos en América Latina. “México, especialmente el sureste, se caracteriza por grandes extensiones territoriales selváticas y boscosas que aseguran una gran biodiversidad, entre la que se incluyen muchas especies vectoriales de importancia epidemiológica”, apunta Del Carpio, tras años dedicado a seguirle el rastro a las distintas especies del mosquito Aedes aegypti, vector de dengue, el Zika y la Chikungunya. Las preocupaciones del virólogo alrededor del patógeno se centran en dos aspectos que se entrelazan: que sean más los vectores que los típicamente conocidos los que demuestran competencia, capacidad y potencial para expandir el virus y el nuevo comportamiento de los transmisores que los epidemiólogos están observando. “Teóricamente estos vectores no proliferan a más de 2.000 metros sobre el nivel del mar. Pero en México sí lo están logrando”, señala Del Carpio, acostumbrado a recibir a muchos pacientes con dengue en su consulta de Veracruz, uno de los estados con más afectados. “Se están dando casos en Toluca o Puebla, regiones donde se está aclimatando la enfermedad tropical”, expone el especialista. “Debido al cambio climático, los mosquitos Aedes ya pueden sobrevivir a más altura en México. Por otro lado, las lluvias extremas, las que no son estacionales, los cambios de temperatura y humedad son parámetros climáticos importantes que tienen una influencia muy fuerte en la supervivencia y proliferación de estos agentes”.
El consenso científico pronostica para la próxima década un aumento del impacto del virus en México derivado del calentamiento global. “Algunos expertos ya han advertido que muy pronto 20 millones de personas en la capital estarán expuestas a brotes de dengue causados por los mosquitos Aedes que sobrevivan en altitudes más altas”, expone el investigador estadounidense, para quien la forma más eficaz para frenar la propagación de la enfermedad en la actualidad pasa por el control de vectores. La fumigación con insecticidas para acabar con los mosquitos transmisores es uno de los medios más efectivos para lograrlo. Precisamente la nebulización, a través de drones que surcan los cielos sobre los territorios con más incidencia, es el método que está utilizando Bolivia para detener la transmisión del dengue, propagado por el desborde de ríos a causa de intensas lluvias que registró el país. Entre los distintos programas de las autoridades sanitarias también se han llevado a cabo esfuerzos por desarrollar vacunas específicas contra el DENV, como la aprobada en Europa hace unos años. “Pero todavía no contamos una inyección realmente eficaz”, destaca el virólogo mexicano. Otro de los métodos de control por el que apuesta México, y que ya se ha implementado en Brasil, Cuba y Argentina, es la tecnología del insecto estéril. Conocida como el SIT, a través de esta técnica se liberan machos incapaces de reproducirse por haber sido sometidos a dosis de radiación para que cuando se apareen con las hembras silvestres no produzcan descendencia. Desarrollado por primera vez en los Estados Unidos, este procedimiento ha resultado muy exitoso en el control de algunas plagas causadas por otros insectos, como las moscas de la fruta, la tsé-tsé o la polilla de cactus.
“En algunos estados como Chiapas se han intentado llevar a cabo programas pilotos de la técnica, pero los resultados, de momento, no son determinantes”, detalla Del Carpio, quien muestra una gran preocupación por la llegada de nuevos serotipos del virus a poblaciones vulnerables. “El riesgo de epidemias de dengue hemorrágico, el peor, está aumentando y necesitamos una vigilancia más exhaustiva”. En este contexto, el mapa diseñado por el equipo de Haque y los resultados de su estudio suponen un atisbo de esperanza para tener un mayor control de la infección y guiar políticas que ayuden a asignar recursos de salud pública a los municipios más golpeados por esta enfermedad tropical que ha ido apareciendo y desapareciendo en el último medio siglo. En 1963, México fue declarado libre del mosquito Aedes aegypti, el principal transmisor de la infección. Pero el vector consiguió reintroducirse dos años más tarde por su frontera norte, y un poco después, a finales de los 60, lo hizo a través del sur del país, expandiéndose en una década a lo largo de la mayor parte del territorio. Desde entonces, el agente infeccioso, un problema de salud pública que comparten la mayoría de regiones de América Latina, no se ha conseguido erradicar. “Se trata de una epidemia que nunca acaba, con la que las poblaciones más vulnerables, las que menos recursos tienen, se han acostumbrado a vivir”, sentencia Del Carpio. “Y el resto, quienes no lo padecen, lo han normalizado porque representa una enfermedad que les queda muy lejos, desestimando que el dengue es una de las enfermedades más preocupantes de nuestra región, una olvidada”.
La noche se nos cae encima. La lluvia de un nuevo frente que viene del Norte nos acompaña. Los ‘moscos’ vuelven otro atardecer a atacar. Su ‘guerra’ prosigue y su protagonismo también. Han sido merecedores de una de nuestras columnas de EL BESTIARIO. Están molestándonos, jodiéndonos, para que no nos olvidemos que ellos siguen mandando en el Caribe, al margen de quien esté en Los Pinos o en la Casa Blanca, y quien sea gobernadora de Quintana Roo o alcaldesas o alcaldes en Cancún, Playa del Carmen, Chetumal. La Leishmaniasis es el nombre del nuevo ‘misil’ de nuestros mosquitos caribeños. Su principal objetivo, el Tren Maya.
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