SANTIAGO J. SANTAMARÍA EL BESTIARIO
Nueva York pierde turistas ‘gracias’ a Donald Trump
Sus discursos xenófobos y prohibiciones de entrada de ciudadanos de siete países de mayoría musulmana, “logran” que los hoteleros hablen de crisis en todo Estados Unidos. Mientras tanto, Cancún, Riviera Maya y ciudad de México viven el mejor momento en su historia turística…
La caída del turismo norteamericano es un hecho palpable, y no solo en la “metrópolis” donde se hablan 170 idiomas y donde el 36 % de su población es de origen inmigrante. En el país se prevé un descenso de 6.3 millones de visitantes extranjeros entre 2016 y 2018, según el presidente de Tourism Economics, Adam Sacks.
“The New York Times” destaca esta semana, que los promotores están a la espera de las futuras medidas que adopte el solitario inquilino de la Casa Blanca, después de que un tribunal vetara su orden ejecutiva prohibitiva contra sus “fantasmas yihadistas”.
Nueva York espera una caída de 300 mil turistas internacionales en 2017, según estimaciones de la agencia de turismo de la ciudad, NYC & Company. La agencia de turismo de La Gran Manzana atribuye a las políticas migratorias adoptadas. Esto se traduce en la pérdida de 600 millones de dólares (unos 569.3 millones de euros) para los negocios neoyorquinos, colindantes muchos de ellos con “La Trump Tower”, rascacielos de uso mixto ubicado en el 725 de la Quinta Avenida, entre las calles 56 y 57, en Midtown Manhattan, diseñado por Der Scutt, y promovido por Donald e Ivana Trump y la Equitable Life Assurance Company, propiedad del sucesor de Barack Obama, y que alberga el ático que Donald Trump usa como residencia primaria. El cabreo de los negociantes es total con su importante vecino.
Alguien que conoció bien a Trump lo describe: desagradable, avaricioso, arrogante.
Este viernes han salido a la luz unas notas del alcalde Ed Koch. Si hay un lugar al que la fortuna y el nombre de Donald Trump están intrínsecamente ligados, es Nueva York. Y si hay un alcalde mítico, ese es el demócrata Ed Koch, edil durante los años en que más se transformó la vibrante capital del mundo, de 1978 a 1989. A Koch se le conocía por no ahorrarse nunca ningún comentario, por incisivo que fuera. Si tenía algo que decir, lo decía. Y de Trump dijo mucho. Hasta ahora era conocida la enemistad entre ambos hombres.
Los herederos de los documentos de Koch; sin embargo, se han asegurado de revelar una serie de anotaciones que hizo en cuadernos que hasta ahora se alojaban en un archivo privado.
El veredicto de Koch sobre Trump es contundente: Donald Trump es una de las personas más desagradables que he conocido en los 12 años en que he sido alcalde. No puedo comprender cómo para muchos se ha convertido en una especie de héroe. Eso era a finales de los 80.
No imaginaba Koch, fallecido en 2013, que el rubio Donald iba a convertirse en presidente. Lo describe en unas cartas que ha revelado “The New York Times” como alguien “avaricioso” y, lo más preocupante, revela la concepción que el ahora presidente de Estados Unidos tiene de la política: Trump se consideraba amigo mío, y por eso, o porque donó o amasó 70 mil dólares para una de mis campañas para alcalde, esperaba que le diera algo en compensación. Nunca se lo di. Piensa que soy desleal.
El populista magnate donó a la ciudad importantes cantidades de dinero para dos proyectos: un centro de convenciones en el West Side de Manhattan y una pista de patinaje sobre hielo en Central Park. En ambos casos pidió que las instalaciones, tras sus donaciones, cambiaran su nombre por el suyo. “¡Qué arrogancia”, sentencia Koch. “Me sorprende que no quiera que cambiemos el nombre de todo Central Park por el suyo”.
Millones de personas en todo el mundo están haciendo ya sus planes para sus próximas vacaciones. “Muchos han cambiado la percepción sobre la hospitalidad de los estadounidenses”. Nueva York es visitada por más de 60 millones de personas de todo el mundo, anualmente. Esperemos que la cifra se mantenga a pesar de su distópico “touroperador”.
Mientras esto podíamos leer en las páginas de “The Nuew York Times”, en otro “mass media”, como es el periódico español “El País”, destaca este titular, este viernes. “El turismo en Cancún, Riviera Maya y ciudad de México, en el mejor momento de su historia”. Los especialistas destacan tres factores: la debilidad del peso frente a las grandes divisas internacionales, que abarata las estancias para los extranjeros; la fortaleza de la economía norteamericana, país del que proceden las dos terceras partes de los visitantes, y el incremento de las conexiones aéreas con los principales mercados emisores (EU, Canadá, Europa y el resto de América Latina). No hay que olvidar la inestabilidad recurrente en países como Turquía o Egipto, competidores de Cancún y la Riviera Maya, que a ojos del público europeo,
México ha logrado engancharse a tiempo al boom del turismo global.
En un momento de fuerte zozobra por el impacto potencial de la era Donald Trump, la industria turística -que ya supone el 8.5% del PIB- atraviesa el mejor momento de su historia y se ha erigido, tras las manufacturas y las remesas, en el principal motor de una economía que empieza a dar signos de estancamiento.
Las llegadas de visitantes extranjeros crecieron casi un 9% en 2016, hasta los 35 millones de personas; la entrada de divisas por este concepto repuntó un 10%; y el saldo de la balanza turística (ingresos menos egresos de dólares), mejoró en un 22% gracias al incremento mayor de los arribos de extranjeros que las salidas de mexicanos al exterior.
En las tres estadísticas, México logró superar holgadamente la media mundial: buenas noticias para un sector que cada vez tiene mayor importancia sobre el empleo.
Raro es el fin de semana o puente, sobre todo en temporada alta, que un viajero puede reservar una habitación de hotel a última hora en las zonas más turísticas de México: la Riviera Maya, Cancún o la Ciudad de México. Tras un inicio de década turbulento -al brote de gripe A (influenza) se sumó la Gran Recesión, que golpeó con crudeza el mayor mercado emisor de turistas, EU-, los hoteleros y hosteleros han logrado remontar el vuelo en el último lustro.
“El sector turístico mexicano vive un muy buen momento, hasta el punto de que el año pasado se superaron nuestras expectativas”, afirma Francisco Madrid Flores, director de la Facultad de Turismo y Gastronomía de la Universidad Anáhuac, y uno de los mayores expertos del ramo.
Un dato refrenda sus palabras: La última vez que los ingresos turísticos superaron a los derivados de la venta de petróleo -el maná económico mexicano por excelencia-, fue en 1998 y entonces el barril de crudo cotizaba a 10 dólares en los mercados internacionales, lejos de los 55 actuales. Hasta el año pasado.
Este optimismo sobre la industria, compartido por todos los analistas consultados, no puede ocultar; sin embargo, los enormes retos a los que se enfrenta el sector. En un exhaustivo informe publicado por la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), valoraba la capacidad de recuperación tras el batacazo de 2009, pero también señalaba dos puntos a corregir: su escasa contribución al desarrollo de las economías locales y regionales y la necesaria “evolución” desde el todavía preeminente turismo de masas hacia uno más individualizado, con mayor valor añadido.
“No estoy tan de acuerdo: sí me gustaría tener destinos pequeñitos y artesanales, pero eso no te resuelve los problemas de pobreza en amplias zonas del país. El turismo de masas está excesivamente satanizado”, apunta Madrid, sobre la proliferación del concepto todo incluido en muchos complejos hoteleros del Pacífico y, sobre todo, del Caribe mexicano.
El profesor de la Universidad Anáhuac destaca, además, la tendencia de desarrollo de experiencias destinadas a personas de mayor poder adquisitivo. “Se está dando en Los Cabos (Baja California, oeste del país), donde el gasto promedio es casi el doble que en el resto del país”, apunta. “No hay que abandonar el modelo masivo, pero, a la vez, sí explorar estos nuevos nichos”.
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Gerardo Corona, subsecretario de Innovación y Desarrollo Turístico de México, y Eduardo Chaíllo, presidente y fundador de la consultora Global Meetings & Tourism Specialists, comparten su punto de vista: Tenemos que conseguir que los turistas que van a destinos de playa salgan del hotel, dice el primero. “Creo que el mayor logro de los últimos años ha sido la apertura a nuevos nichos”, añade Chaíllo.
En cierto modo, la pérdida de peso específico del turismo de cruceros -la década pasada, México llegó a ser número uno mundial en este apartado-, ya denota un cierto viraje en el modelo hacia uno que deja más dinero en la economía nacional y menos en los intermediarios y grandes mayoristas internacionales. Pero aún queda mucho camino por recorrer.
El segundo reto tiene que ver con la sempiterna cuestión de la inseguridad, que ocupa, por méritos propios, un lugar privilegiado en el mapa de riesgos de la industria.
Aunque la mayoría de turistas que visitan México, se van con una idea muy distinta de lo que pudieran haber preconcebido, la imagen internacional del país norteamericano sigue empeorando año tras año, según el índice The Good Country. Su director y ex asesor del gobierno de Felipe Calderón (PAN) para mejorar la percepción del país en el exterior, Simon Anholt, cree no obstante que México “merece una imagen mejor que la que tiene”.
Tras el episodio de violencia que sacudió a mediados de enero Cancún -una de las joyas turísticas de México- que disparó las alarmas de los hoteleros, los datos oficiales de enero y febrero ponen en entredicho su impacto: De momento, no se ha notado nada, afirma. “Estos hechos suelen tener menos incidencia de lo que podría pensarse”, añade Madrid.
La diversificación de los países de procedencia de los turistas será otro de los grandes caballos de batalla del turismo mexicano en los próximos años. “Es, claramente, el camino a seguir, pero sin olvidarnos de la importancia del mercado estadounidense”, apunta Corona.
Ocho de cada 10 viajes en todo el mundo son en el mismo continente, según las cifras de la Organización Mundial del Turismo, “pero eso no quiere decir que el propósito de diversificación no sea correcto”, subraya Francisco Madrid, de la Universidad Anáhuac. Más aun cuando el ciclo económico de EU se está prolongando más allá de lo que dicta la historia y cuando el 88% de los ingresos turísticos en México siguen dependiendo de las visitas de los propios mexicanos a otros puntos del país, en riesgo en la nueva -y compleja- coyuntura económica.
De momento, y pese a los retos que emergen en el horizonte, el turismo mexicano luce una salud de hierro: si nada se tuerce, nuestro país cerrará 2017 con un 7% más de visitantes y un 9% más de ingresos por turismo exterior.