El Bestiario. SANTIAGO J. SANTAMARÍA
El magnate neoyorquino concentrará sus esfuerzos en cuatro estados, Michigan, Ohio, Pennsylvania y Wisconsin, que forman parte del antiguo cinturón industrial de Estados Unidos, hoy en crisis; tradicionalmente votaban a los demócratas, pero eligen ya a gobernadores republicanos y juntos suman 64 votos electorales, justo el número por los que perdió las elecciones el candidato republicano Mitt Romney ante Barack Obama. En una fábrica de vehículos Ford amenazó a la compañía con imponerle grandes impuestos si mantenían sus planes de cerrar la fábrica y mudarla a México, “música dulce para los oídos de la clase trabajadora”.
El candidato republicano, en polémica permanente gracias a su obsesiva misoginia, hoy tiene un segundo debate con Hillary Clinton sobre política exterior de Estados Unidos. ¿Les interesa a los estadounidenses? A la mayoría de los ciudadanos le tiene sin cuidado el mundo, mientras que no lo afecte en su vida diaria, las excepciones son un posible atentado terrorista trasnacional o si son afectados directamente por la liberalización comercial.
Pese a ser un gran crítico de Donald Trump, Michael Moore cree que ganará las elecciones. Cuando la actual “presidenciable” por el Partido Demócrata, Hillary Clinton, votó en 2002 en el Congreso de Estados Unidos a favor de la resolución que permitió al gobierno de George W. Bush invadir Irak, el cineasta estadounidense Michael Moore prometió que nunca votaría por ella. Ahora, el director de películas como “Farenheit 9/11” o “Bowling for Columbine” quiere tanto que Clinton se imponga en las elecciones presidenciales del próximo 8 de noviembre que está dispuesto a romper su promesa. Sin embargo, no cree que la aspirante demócrata a la Casa Blanca vaya a ganar los comicios y, de hecho, en contra de la opinión de muchos, ni siquiera cree que haya ganado el primer debate que mantuvo en Nueva York con el candidato presidencial republicano, Donald Trump.
“Se acabó. Trump, el egoísta, el racista, el narcisista, el mentiroso ‘ganó’. Todos nosotros perdimos. Sus números (de apoyo) subirán. Ella dijo la verdad. ¿Y qué?”, escribió Moore en su cuenta de Twitter al concluir el debate, que se convirtió en el más visto de la historia entre dos candidatos presidenciales en EE UU. En la red social el cineasta mostró su preocupación por la aparente euforia de los partidarios de Clinton tras el cara a cara. El primero no quiso maquillarse, vistió un triste traje gris y perdió. JFK cuidó su imagen a conciencia, tomó el sol para lucir un moreno envidiable y ganó. Era el primer debate político televisado de la historia, el 26 de septiembre de 1960. Richard Nixon y John Fitzgerald Kennedy, sus protagonistas, más de medio siglo atrás.
Moore no cree que Clinton haya ganado el primer debate que mantuvo con el Trump. Utilizando un símil del fútbol americano, escribió: “Los que alardean de Hillary ya están celebrando la victoria cuando todavía están en la línea de las 50 yardas. Se tienen que meter en la cabeza que Donald va a ganar y actuar en consecuencia”. “Si estás viendo esto en tu burbuja azul -en referencia al color que identifica al Partido Demócrata- probablemente no tienes ni idea de cómo lo están viviendo en las salas de estar y las cocinas de los estadounidenses medios”, señaló. Pero, ¿por qué cree Moore que Trump ganó el debate y ganará las elecciones? En julio el cineasta publicó un análisis en su página web en el que hacía sus predicciones electorales y presentaba los argumentos que, en su opinión, demuestran que el magnate saldrá victorioso en noviembre.
Moore cree que Trump concentrará sus esfuerzos en cuatro estados: Michigan, Ohio, Pennsylvania y Wisconsin, que forman parte del antiguo cinturón industrial de Estados Unidos y que en las últimas décadas se han venido a menos. Se trata de cuatro estados que tradicionalmente han votado a los demócratas, pero que desde 2010 han electo a gobernadores republicanos y que juntos suman 64 votos electorales: justo el número de votos por los que perdió las elecciones de 2012 el candidato republicano Mitt Romney ante Barack Obama.
“Todo lo que Trump debe hacer para ganar es, como se espera, llevarse el grupo de estados que tradicionalmente votan a los republicanos desde Idaho a Georgia (estados que nunca votarían por Hillary Clinton) y sólo debe añadir estos cuatro estados”, escribió Moore en su análisis. Ohio es uno de los cuatro estados que, según Michael Moore, puede hacer la diferencia para Trump. Se trata de hombres que han percibido el avance en la sociedad de las mujeres y de las minorías como una pérdida y una amenaza, y que ahora probablemente se movilizarán a favor de Trump. “¿Después de haber tenido que aguantar durante ocho años a un hombre negro diciéndonos qué hacer, se supone que ahora debemos quedarnos tranquilos y asumir ocho años de una mujer mandándonos?”, escribió Moore intentando reflejar la forma de pensar de este tipo de elector.
“Enfrentémoslo: nuestro mayor problema aquí no es Trump, es Hillary. Es inmensamente impopular, casi 70% de los votantes cree que no es confiable y es deshonesta”, advertía Moore en julio. Al cineasta le preocupa la poca emoción que muestran los electores demócratas y afirma que no es comparable a lo que ocurría cuando Obama era candidato o, incluso, cuando Bernie Sanders competía en las primarias. “No hay entusiasmo aquí y como las elecciones se van a reducir a una única cosa -quien es capaz de sacar a mayor cantidad de gente de sus casas para llevarlas a votar- en este momento Trump está en la posición ganadora”, lamentó Moore en su análisis. Moore considera que quienes apoyaban en las primarias demócratas a Bernie Sanders votarán por Clinton, pero lo harán con desgana. “Será un votante deprimido, lo que quiere decir que no traerá consigo a otras cinco personas para que voten por ella y que no se ofrecerá para trabajar como voluntario durante el mes previo a la elección”, apuntó.
Moore también cree que otro elemento que favorece a Trump es el hastío y la rabia de los ciudadanos con el sistema político. “Millones van a votar por Trump no porque estén de acuerdo con él, ni porque les guste su fanatismo o su ego, sino simplemente porque pueden”, escribió. El cineasta se refiere a esa posibilidad como el ‘efecto Jesse Ventura’, en referencia al luchador profesional James George Janos (quien usaba el sobrenombre de Jesse Ventura como luchador) quien fue electo gobernador de Minnesota a fines de la década de 1990. “Ellos no lo eligieron porque sean estúpidos o porque pensaran que Jesse Ventura era un hombre de Estado o un intelectual político. Lo hicieron porque podían. Minnesota está lleno de gente que tiene un oscuro sentido del humor. Votar por Ventura fue su forma de burlarse de un sistema político enfermo. Esto va a ocurrir de nuevo con Trump”, afirmó Moore. Pese a la buena actuación de Clinton, la reacción de Moore al debate del 26 de septiembre parece demostrar que sigue pensando que Trump se convertirá en el próximo presidente de EE UU. Deseamos que el Michael Moore se equivoque….
El racismo y la violencia contra la población no blanca en Estados Unidos no son una moda cultural desatada por el candidato republicano a la presidencia Donald Trump, sino una constante histórica que ha sido apoyada por diversas figuras públicas. En naciones como Estados Unidos existe una retórica populista muy intensa, pero también otros discursos que son juzgados como positivos o negativos dependiendo de cómo se defina el bienestar de la nación en un momento dado. Hay un discurso popular que valida la tradición liberal de acoger a los inmigrantes que llegan a territorio norteamericano y considerarlos elementos positivos para el país. Pero, a la vez, existe un discurso conservador muy negativo hacia la migración, y especialmente dirigido a ciertos grupos raciales y étnicos, y a minorías con estilos de vida alternativos con el argumento de que todos ellos serían perjudiciales para el tejido social que se asume como homogéneo y armonioso. En otras palabras, aun cuando Estados Unidos se presenta a sí mismo como “un país de inmigrantes” caracterizado por la famosa premisa del “melting pot” (crisol de razas), la realidad es que las actitudes y prácticas de la sociedad norteamericana han estado dominadas por la visión anglosajona (y sus prejuicios).
De acuerdo con esta visión del mundo, las minorías y los migrantes (particularmente aquellos de color) no encajarían como socios igualitarios, por lo que serían siempre considerados como de segunda clase y mantenidos como subordinados al orden dominante a través de leyes y prácticas. La explicación de tales opiniones y acciones discriminatorias involucra una mezcla de actitudes sociales, constructos ideológicos, prejuicios religiosos, ideologías de supremacía blanca y la creencia en un ideal de cultura, identidad y carácter nacionales identificado como blanco, anglosajón y protestante, que colectivamente ha forjado el American Way of Life y la esencia de lo que ha hecho de Estados Unidos la potencia mundial que ha sido desde el siglo pasado.
En Estados Unidos han existido una serie de actitudes peyorativas, convicciones y prácticas discriminatorias provenientes de épocas lejanas impuestas a México y a individuos de origen mexicano. Estos sentimientos han existido desde la época de la Colonia, a partir del primer contacto entre los cazadores de pieles y los primeros pobladores anglosajones, quienes los veían y representaban como ignorantes, crueles y como parte de un mestizaje despreciable. Estas actitudes se endurecieron considerablemente con la Rebelión de Texas y la batalla de El Álamo.
Entonces, los anglosajones agregaron odio, venganza y deseos de conquista a los estereotipos y prejuicios raciales en contra de los mexicanos. El discurso que justificaba la invasión del territorio mexicano se encontraba lleno de dichos constructos negativos. Después de la guerra entre México y Estados Unidos de 1847, los casi 120 mil mexicanos que quedaron atrás en los territorios perdidos fueron el blanco del pensamiento y de las acciones xenofóbicos, que en muchas ocasiones llegaron a propiciar situaciones extremas como los linchamientos de 1850-1920, la matanza de mexicanos en Texas de 1915-1916, las repatriaciones durante la Gran Depresión (1930-1932), la “Operación Espaldas Mojadas” de 1954-1957 y las redadas que culminan en deportaciones en fábricas y vecindarios de inmigrantes en nuestros días.
La actual mexicanización/latinoamericanización de Estados Unidos ha traído consigo, como era de esperarse, a un coro vociferante de reacciones antimexicanas. Hoy el más famoso y también más extremo portavoz de esta visión es el candidato a la presidencia por el Partido Republicano, Donald Trump. Un jugador oportunista en un juego conocido, pero que aporta colores distintivos a su equipo. Trump surgió como un mensajero carismático y un hábil manipulador de un discurso de odio muy arraigado en su país. Su retórica antimexicana debe ser entendida como el eco de pasados señalamientos de intelectuales demagogos pero también de importantes sectores sociales.
@SantiGurtubay